Recordando al embajador emérito Sergio González Gálvez. Por Edgardo Flores Rivas[1]

          En septiembre de 1989 fui objeto de un festejo de mucha trascendencia, en aquel momento, de la Asociación Del Servicio Exterior Mexicano (ASEM). El primero de diciembre de 1988 tomó posesión como presidente de la república el Lic. Carlos Salinas de Gortari y como secretario de Relaciones Exteriores, Fernando Solana. En cuanto llegó la nueva administración fui confirmado como director general de Asuntos Consulares y Protección de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SER). Había yo sido transferido de El Paso, Tx donde fungía como cónsul general, por el entonces secretario de la SRE, Bernardo Sepúlveda Amor,  a la ciudad de México a tomar posesión de la dirección general en mayo de 1986.

A partir de la ratificación del nombramiento comenzaron para mí días muy difíciles. Apenas había tomado posesión de la Cancillería Fernando Solana cuando me encontré con la novedad de que se reestructuraba la organización y la dirección de asuntos consulares y protección salía del área política y lo más grave, esa área a la que íbamos a pertenecer quedaba a cargo de un político que poco sabía de Relaciones Internacionales.

En mi primer acuerdo con el embajador González Gálvez subsecretario del ramo me anuncia lo anterior. Al oír los puntos que llevaba yo a acuerdo me responde: No sabía yo que ustedes llevaran estos temas. No hubiera yo dejado fuera de mi área consular. Salí con cajas destempladas y el ánimo por los suelos pues era evidente que un subsecretario de fuera del ámbito internacional no iba a tener la forma de sacar adelante asuntos tan trascendentes como los mexicanos sentenciados a muerte en los EE:UU. Sin embargo, los cambios eran hecho consumado y no había forma de dar pasos atrás. Al salir escuché decir al embajador González Gálvez: Edgardo lo único que nos queda es que usted aguante todo lo que venga y no se mueva de ahí. No podemos descuidar el área. Todo lo contrario debemos estar muy alertas.

Salí de ahí confundido y con muchas dudas sobre lo que me venía por delante. Al parecer el subsecretario de mi área había ya comprometido la dirección que yo tenía y a partir de aquellos momentos comenzó una lucha soterrada infame. A los pocos meses anunciamos la Tercera Reunión de Cónsules Generales en Estados Unidos, evento técnico muy importante que yo había instituido para que anualmente organizáramos la política consular y nuestra relación de trabajo de los consulados de México en Estados Unidos. Desde el primer acuerdo que tuve con él para hablar de la reunión me anticipó autoritariamente que me quería informar que no era la Tercera Reunión sino la Primera. A partir de aquellos momentos todo fue en términos muy semejantes.

El Lic. González Gálvez estuvo siempre en contacto conmigo para ver que no se salieran las cosas de control. Me decía tenemos que cuidar los intereses de la secretaría de Relaciones Exteriores pase lo que pase.

Así ocurrieron las cosas hasta septiembre de 1989 cuando un día tuve que decirle al subsecretario que no podía yo ir en contra de la dirección que personalmente había creado. Le insistí que yo era diplomático de carrera y que podía pedir mi traslado a otra área para dejarle a él el campo libre. Ese día lo vi cambiar de rostro y tranquilo me dijo: ¿Qué quieres? Le contesté que hablara con el secretario y que si me daban una embajada yo me iba en ese momento y le dejaba el campo libre. A las dos horas me llamó para decirme que el canciller decía que podía ser Perú, Nueva Orleans o Pakistán. Inmediatamente respondí, Perú y como respuesta me dijo: a las 5 de la tarde regreso para que me entregues la dirección.

¡Así fue! Ese mismo día se pidió el beneplácito a Torre Tagle y a las 10 de la noche habíamos concluido la entrega/recepción. Al día siguiente lo primero que hice fue llamar al embajador González Gálvez para informarle que a pesar de todos mis esfuerzos no había sido posible mantenerme en Consular. Me respondió voy a hablar con Daniel de la Pedraja para que le hagamos la despedida que usted merece. Lo felicito Perú es un lugar muy importante para México y va a estar usted ahí muy contento.

Esa misma tarde habló Dolores Jiménez de parte del embajador de la Pedraja para concertar el día de la Despedida. La semana siguiente se realizó en la sede de la ASEM una comida que llamaron de desagravio y a la que se invitó solamente a personal de carrera del servicio exterior mexicano (SEM). Se hizo una comida espléndida a la que asistieron en pleno los subsecretarios de carrera y todos los directores generales también de carrera.

Recuerdo que al día siguiente me llamó el oficial mayor que no era de carrera para preguntarme por qué no lo habían tomado en cuenta en las invitaciones. Le tuve que responder porque era solamente para los miembros del SEM.

Todo esto para enfatizar las convicciones y la fuerza que siempre impuso el embajador González Gálvez al servicio exterior de carrera. Siempre apoyó la profesionalización y fue crítico de ir más allá de un cierto equilibrio con nombramientos políticos.

El embajador González Gálvez siempre se reunía con los miembros del SEM, siempre motivándonos al profesionalismo y al respeto de las tradiciones de la Política Exterior de México.

¡Descanse en Paz!

 

[1] Embajador de carrera del Servicio Exterior Mexicano, jubilado.

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