¡VIVA MÉXICO! La Emoción de dar el Grito de Independencia. Por Jorge Castro-Valle Kuehne*

En el marco de nuestras Fiestas Patrias, agradezco a la Asociación de Diplomáticos Escritores (ADE) la publicación de este texto, inspirado en mi propia experiencia en el Servicio Exterior Mexicano (SEM). Lo comparto con el ánimo de exaltar una tradición cívica que nos convoca a los mexicanos a la unidad, el respeto y la solidaridad, por encima de nuestros problemas y desavenencias, en beneficio de nuestra gran Nación.

Como representante diplomático de México, una de las vivencias más emotivas de mi carrera – si no es que la más – fue dar el Grito de Independencia.

A lo largo de mi trayectoria, desde mi ingreso al SEM en 1973 hasta mi primera titularidad de embajada en 2001, tuve un prolongado proceso de aprendizaje de todos los detalles que implica la realización del Grito en una representación mexicana en el exterior. Aspectos muy diversos que van desde las formalidades del protocolo cívico y militar, hasta cuestiones de logística, decoración, sonido o requerimientos de protección civil y seguridad, entre otros.

Gradualmente fue aumentando la aportaciónde mi “granito de arena” – primero como ¨milusos¨ y posteriormente como coordinador y maestro de ceremonias–, a la organización de los Gritos de los embajadores que tuve como jefes en las misiones diplomáticas donde estuve comisionado: Austria (Ulises Schmill Ordóñez y Jorge Eduardo Navarrete); Reino Unido (Bernardo Sepúlveda y José Juan de Olloqui); Canadá (Jorge de la Vega Domínguez); y Estados Unidos (Jesús Reyes Heroles).

Mención especial amerita la experiencia del Grito que celebramos en 1990 – tan sólo un par de semanas antes de la unificación de Alemania -, el entonces cónsul general en Berlín Occidental, José Luis Martínez, y yo como último titular de la embajada en la República Democrática Alemana (RDA) en Berlín Oriental. Presidimos conjuntamente la emotiva ceremonia, yo dirigiendo un mensaje alusivo a nuestras Fiestas Patrias a la comunidad mexicana de losdos Berlines, y él dando el tradicional Grito de Dolores. Una vivencia única e inolvidable por la coyuntura histórica en la que se llevó a cabo, en vísperas de la extinción de la RDA.

En 2002, como embajador en Suecia, llegó por fin el tan anhelado momento de dar mi primer Grito y poner a prueba todas las lecciones aprendidas. Ocurrió en el marco de un evento conmemorativo de nuestro Día Nacional que juntó a la comunidad mexicana de Estocolmo con el Cuerpo Diplomático, autoridades del gobierno y representantes de instituciones suecas, así como “amigos de México”.

Guardo un imborrable recuerdo de la ola de sensaciones que me inundaron en el momento de gritar ¡Viva México! y entonar nuestro Himno Nacional. Como también al ver la emoción en los rostros de mis compatriotas y sus familias, algunos con lágrimas en los ojos, contagiando incluso a los invitados extranjeros que presenciaban por primera vez esta tradición cívica tan mexicana.

Me faltan palabras para expresar, en toda su intensidad, el sentimiento de orgullo por nuestro México lindo y querido que uno experimenta en ese instante y, más aún, siendo el protagonista del Grito.

Esa misma sensación la viví en los numerosos Gritos que me tocó dar, entre 2003 y 2009, durante mi gestión como embajador en Alemania. No solamente en Berlín – en la espectacular sede de nuestra embajada o en la emblemática “Alcaldía Roja” de la capital alemana –, sino también en prácticamente todas las regiones donde había establecidas comunidades mexicanas; desde Múnich, Stuttgart y Hannover, hasta Frankfurt, Hamburgo y Bremen. Una experiencia singular fue dar el Grito en Wolfsburgante un centenar de compatriotas que participaban en programas de capacitación técnica en la matriz de la empresa Volkswagen.

También en Suiza, entre 2013 y 2016, tuve el privilegio de dar emotivos Gritos. Lo mismo en Berna – uno de ellos en el marco del 70 aniversario de nuestras relaciones diplomáticas al término de un maravilloso concierto conmemorativo del tenor Javier Camarena y la soprano Rebeca Olvera –, al igual que en diversos cantones de ese multicultural país, en colaboración con las asociaciones mexicanas en Zúrich, Basilea y Lucerna, en la región germanoparlante, y en Vaud-Neuchatel, en la parte francófona.

Los dos últimos Gritos de mi carrera diplomática tuvieron lugar durante mi breve pero intensa gestión como embajador en Noruega:
El de 2017, realizado en el jardín de nuestra embajada en Oslo desafiando al impredecible clima nórdico, con la dolorosa connotación de que se efectuó una semana después del primero de los sismos que trágicamente azotaron a nuestro país, dedicando respetuosamente un minuto de silencio a la memoria de sus víctimas.

Y, finalmente, el de 2018, celebrado en el marco de un evento familiar organizado conjuntamente con la comunidad mexicana, que resultó una experiencia de lo más significativa para mí. Primero, porque la escolta de la bandera estuvo conformada por un grupo de niños noruego-mexicanos, lo cual le dio un toque muy conmovedor a la ceremonia; y, no menos emotivo, porque fue prácticamente mi despedida con motivo de mi jubilación del Servicio Exterior Mexicano tras más de cuatro décadas de actividad diplomática.

Hoy en día, en mi nueva etapa de vida en retiro, si se me preguntara qué aspectos de mi trayectoria recuerdo con particular emoción, no dudaría en responder – aún con las innumerables vivencias y grandes satisfacciones que me brindó el SEM – que fueron los momentos de gritar, con orgullo y pasión… ¡Viva México!

*El autor es embajador eminente de México, en situación de retiro.

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