SOBRE LA HISTORIA DIPLOMÁTICA DE MÉXICO. Por Hermilo López-Bassols

México forma parte de la SDN

Publicado en la sección “Los Lectores Dicen” de la revista Relatos e Historias en México, año XII, Número 142, agosto 2020, pp. 8-10.
Sobre la Historia Diplomática de México.

          Ha dicho un gran humanista y diplomático, Antonio Gómez Robledo, que “sin ser un género precisamente desconocido en nuestro medio no cabe la menor duda de que la historia diplomática ha sido hasta ahora el sector menos favorecido en la dilatada e ilustre historiografía mexicana.” En efecto, pese al notable esfuerzo de la cancillería y varias instituciones académicas, así como de historiadores nacionales y extranjeros, quedan todavía por analizar varios capítulos de la que es, sin duda, la página más congruente de la historia mexicana: la política exterior.

Es por ello, que celebro la publicación en el número 136 de su excelente revista “Relatos e Historias en México” el artículo “Doctrina Carranza vs Doctrina Monroe ¿por qué México fue excluido de la Sociedad de Naciones en 1919?” del Dr. Veremundo Carrillo Reveles, Premio Genaro Estrada 2018 -SRE cuyo trabajo “México en la Unión de Repúblicas Americanas. El panamericanismo y la política exterior mexicana, 1889-1942” supongo que se publicará en un futuro cercano.

En efecto, México fue excluido de la Sociedad de Naciones por las tensiones que existían entre el gobierno de Carranza con los Estados Unidos y Gran Bretaña, principalmente. Como fue expresado por el representante de Londres en Versalles, Lord Robert Cecil y por Washington que aunque se dividió en dos corrientes, la de David Hunter Miller, abogado estadounidense especializado en tratados, y Robert Lansing, Secretario de Estado, quienes estaban de acuerdo con el ingreso de México y la de Edward M. House, consejero del Presidente Wilson, quien argumentaba dado que su país no reconocía al gobierno de México, éste no podía ser invitado. Prevaleció la posición del Presidente Wilson, quien no tenía buena estima a nuestro país y consideraba que si se aceptaba el ingreso de México a la Liga se haría un reconocimiento de facto al gobierno de Carranza.

En cuanto a la posición mexicana expresada por Alberto J. Pani, Ministro de México en Francia, quien comunicó al Presidente Carranza el 6 de mayo de 1919 su visión sobre el organismo que se iba a constituir y le señaló la discriminación de origen que se hizo con relación a unos países latinoamericanos y alertó sobre la inclusión de la Doctrina Monroe en el artículo 21 del Pacto, que la denominó: “un convenio panamericano que no es más que un deseo o imposición del gobierno anglo-americano sobre todo los países del nuevo continente” y recomendó la conveniencia o necesidad de que el país—México— primero encuentre un arreglo de sus asuntos interiores a fin de que luego lo capacite para asumir sus obligaciones internacionales. Pani preguntó al Presidente ¿cuál es la actitud que debe México asumir ante la Sociedad de Naciones? Carranza en su discurso del 1 de septiembre de 1919 ante el Congreso destacó otro argumento: la imposición de contribuciones a terrenos petrolíferos y a contratos petroleros que fueron fuertemente protestados por los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido y los Países Bajos. Esta situación condujo al gobierno de México a que no hiciera gestión alguna para ingresar a la sociedad internacional, como acertadamente destaca el Dr. Carrillo, Carranza reconoció que la aceptación de la Doctrina Monroe “que México no había reconocido considerando que en ella se establece sin la voluntad de todos los pueblos de América un criterio y una situación que no se les ha consultado y por lo mismo, esa Doctrina ataca la soberanía e independencia de México y constituiría sobre todas las naciones una tutela forzosa”.

Sin embargo, el escenario internacional favoreció a México posteriormente y comenzaron gestiones para su ingreso desde el establecimiento de la Liga por parte de prominentes funcionarios, diplomáticos extranjeros y aun personas privadas. Sin embargo, México rechazó la invitación para formular su solicitud de ingreso a la Liga el 7 de julio de 1923 argumentando que “al constituirse la Liga, México fue ignorado, y que lamentaba encontrarse imposibilitado para hacer gestiones directas o indirectas para ser invitado e ingresar a aquel organismo.”

Tuvieron que pasar más de 10 años desde la fundación de la Liga para que las aproximaciones entre el precario mecanismo de paz de Ginebra y el gobierno de México fructificaran en nuestro ingreso como “si hubiera sido invitado desde su origen” gracias a la intervención de ciertos países latinoamericanos y las atinadas gestiones de Antonio Castro Leal y Salvador Martínez de Alva como observadores de México en Ginebra. Fue Emilio Portes Gil, expresidente de México, nuestro primer representante ante el organismo, quien fue recibido calurosamente por la Asamblea el 23 de septiembre de 1931 y aseguró que México colaboraría con la Sociedad de Naciones divulgando los logros alcanzados tras la Revolución Mexicana.

Que acertado fue Gómez Robledo en su tesis profesional en la Universidad de Guadalajara (1932) al decir que: “Si nuestra Secretaria de Relaciones Exteriores se preocupa por llenar con toda dignidad las curules reservadas a México en Ginebra, va a sernos posible ir formando gradualmente una clase especial de funcionarios y de estadistas que será en el futuro la más capacitada para dirigir los destinos nacionales. El ambiente ginebrino disciplinará e ilustrará sensiblemente sus facultades. El roce internacional hará su tacto fino y cauteloso para el complicado engranaje de la política.” He aquí la lista de quienes participaron en la Liga de las Naciones (1931-1940): Emilio Portes Gil, Genaro Estrada, Fernando González Roa, Eduardo Suárez, Alfonso Reyes, Manuel Gómez Morín, Alberto J. Pani, Francisco Castillo Nájera, Manuel Tello, Vicente Estrada Cajigal, Marte R. Gómez, Narciso Bassols, Carlos Darío Ortega, Primo Villa Michel, Isidro Fabela, Agustín Leñero, Luis Padilla Nervo, Palma Guillén.

El balance de nuestra gestión en Ginebra por demás sobresaliente, rebasa los términos de este comentario, lo que sí queda claro estimado señor Director, es que serán bienvenidas todas las aportaciones que diplomáticos e historiadores hagan para rescatar los hechos fundamentales de nuestra diplomacia que se inicia con el nombramiento de José Manuel Herrera el 4 de octubre de 1821 como Ministro de la Secretaria de Negocios y Relaciones Interiores y Exteriores y el 8 de noviembre de ese mismo año con la creación la Secretaria de Despacho de Relaciones Exteriores e Interiores, misma que solicitó el documento que vino a ser el “monumento primordial de la historia diplomática de México”: Dictamen sobre política internacional en su carácter de miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores elaborado por Juan Francisco de Azcárate y presentado a la Soberana Junta Provisional Gubernativa del Imperio el 29 de diciembre de 1821.

¿No podríamos reiniciar esta temática en sus páginas en coincidencia con los 75 años de la fundación de la Organización de Naciones Unidas? donde México ha tenido en ella, sin duda alguna, un papel relevante.

Embajador Hermilo López-Bassols
Enero, 2020

Publicaciones recientes
 Historia Diplomática de México Vol. I “De la Reforma Liberal y la Defensa de la
República a la Consolidación de la Soberanía (1855-1876), Editorial Porrúa, México,
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 Historia Diplomática de México Vol. II “El Porfiriato (1876-1911)” Editorial
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2 comentarios

  1. El artículo escueto y certero sobre el postergado ingreso de México a la Sociedad de Naciones, particularmente la evocación del insigne jusnaturalista, eminente helenista, traductor de los clásicos griegos al Castellano, Antonio Gómez Robledo, me trajo a la memoria la época, mediados de los 70s, en que tuve el honor de colaborar con el en nuestra Embajada en Atenas. Profundo letrado en el Griego Clásico o antiguo (Argeas Helinika) Don Antonio asistía cotidianamente a la Universidad de Atenas a tomar clases de Griego moderno. Tal era su pasión helenista.

  2. El artículo o extracto, escueto y certero sobre el postergado ingreso de México a la Liga de las Naciones, particularmente la evocación del insigne jusnaturalista, eminente helenista, traductor de los clásicos griegos al Castellano, Antonio Gómez Robledo, me trajo a la memoria la época, mediados de los 70s, en que tuve el honor de colaborar con el en nuestra Embajada en Atenas. Profundo letrado en el Griego Clásico o antiguo (Argeas Helinika) Don Antonio asistía cotidianamente a la Universidad de Atenas a tomar clases de Griego moderno. Tal era su pasión helenista.

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