
Una de las principales funciones de la Academia Internacional de Ceremonial y Protocolo (AICP), de la que formo parte como único miembro mexicano, es difundir la esencia y utilidad que tiene el Protocolo. No sólo en las relaciones internacionales, sino también en la vida cotidiana de las personas.
El texto de este artículo está basado en una serie de conferencias y pláticas que he dado en la materia desde mi jubilación del Servicio Exterior Mexicano-especialmente ante jóvenes de diferentes ámbitos-, relatando mi experiencia de más de 45 años de actividad diplomática y, en especial, en mi función de director general de Protocolo de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Entre las diferentes clasificaciones de los tipos de Protocolo, está la del Protocolo Social y de la Eficiencia Personal, a los cuales está enfocado este artículo.
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Me da mucho gusto estar hoy con ustedes y tener la oportunidad de platicarles sobre un tema de interés y utilidad en la vida social y profesional como es el Protocolo.
A lo largo de esta plática veremos el origen histórico del Protocolo, su definición, sus fundamentos, los tipos de Protocolo que existen, con especial énfasis en el Protocolo Social y de la Eficiencia Personal, con los llamados tres “saberes”: el Saber Ser, el Saber Estar y el Saber Actuar.
Quisiera iniciar este intercambio de manera provocativa compartiendo con ustedes algunas ideas –a mi juicio distorsionadas– de lo que comúnmente piensa la gente cuando escucha el término Protocolo.
Para algunos, el Protocolo es:
– algo ajeno, inaccesible;
– totalmente pasado de moda, que no tiene razón de ser en pleno siglo XXI;
– que es exclusivo, elitista –fifí–, reservado a las altas esferas sociales o al selecto mundo de la diplomacia;
– que entorpece las relaciones humanas, que las hace más rígidas y acartonadas;
– y que no tiene utilidad alguna en nuestra vida cotidiana, ya sea profesional o social.
No me extrañaría si alguno de ustedes pudiera entonces cuestionarse qué rayos estoy haciendo aquí perdiendo mi tiempo con este señor que nos quiere hablar de algo tan anacrónico como el Protocolo.
Tras más de 4 décadas de experiencia diplomática en diversos países, les puedo asegurar que ésta es una visión equivocada, y espero poder demostrárselos a lo largo de esta plática.
En la realidad, el Protocolo está mucho más presente en nuestra vida cotidiana de lo que nos imaginamos, y tiene su razón de ser, aunque muchos no estén conscientes de su importancia.
¿Para qué nos sirve el Protocolo?
– El Protocolo es un instrumento muy valioso para organizar y realizar de la mejor manera un evento.
– Contribuye a crear un ambiente propicio y estimulante para una negociación o para la realización de un negocio.
– Tiene tal relevancia que muchas veces el éxito o el fracaso de un evento o de una negociación dependen de que se cumplan o no ciertas formalidades protocolarias.
– El Protocolo nos apoya a participar con éxito en todo tipo de eventos, ya sea oficiales o sociales.
– El seguir reglas protocolarias no implica hacer más rígidas las relaciones entre individuos sino más bien crear un ambiente de organización, de orden, de educación y buenos modales.
– Nos orienta para evitar herir susceptibilidades o incluso ofender a nuestras contrapartes por no observar ciertas reglas básicas o no tener conocimiento de sus diferentes costumbres, tradiciones o –incluso- religiones.
– En suma, el Protocolo nos ayuda a proyectar positivamente nuestra imagen, tanto la personal como la de la institución a la que representamos.
Seguramente han escuchado la expresión “la forma es fondo”, que creo es aplicable a muchos ámbitos de nuestra vida. Pero, tan insuficiente puede ser el fondo sin la forma, como también la forma sin el fondo. Lo ideal es un equilibrio y una complementación entre ambos.
Antecedentes históricos
El término Protocolo proviene del griego antiguo: “protokollen” (protos: el primero; kollen: pegamento). Originalmente se refería a una hoja de papel pegada –colada- al frente de un documento para darle autenticidad.
El Protocolo como regulación de la conducta en sociedad ha sido parte de la vida del ser humano por miles de años, tan antiguo como la humanidad misma.
Encontramos vestigios arqueológicos y testimonios documentales en culturas tan antiguas como Babilonia, Persia, Egipto, Grecia y Roma, entre otras.
Sin embargo, el Protocolo no es estático, sino que fue evolucionando a través de los siglos, especialmente en las cortes monárquicas europeas, pero también en otras regiones del mundo, adecuándose a las circunstancias de cada época.
En la segunda parte del siglo XX se da un gran esfuerzo de la comunidad internacional por codificar disposiciones y costumbres protocolarias dispersas, que quedaron consignadas en la Convención de la ONU sobre Relaciones Diplomáticas, adoptada en 1961.
Retomando el origen etimológico del término Protocolo, podemos afirmar que es el “pegamento” que sostiene la convivencia en sociedad.
Definición del Protocolo
El Protocolo se define como el conjunto de normas y disposiciones vigentes que, junto con los usos, las costumbres y las tradiciones de los pueblos, rige la celebración de actos oficiales y, en ocasiones, también la celebración de actos de carácter privado.
Conceptos afines
Existen diversos conceptos afines al de Protocolo que, si bien están relacionados entre sí, no son idénticos. Me refiero al Ceremonial y la Etiqueta, y conviene diferenciar entre ellos.
El Protocolo diseña el entorno y determina las formas para la realización de actos de relevancia en la sociedad. Crea orden en la organización de un acto mediante la aplicación de normas y técnicas.
El Ceremonial es el conjunto de símbolos y formalidades que rodean a un evento protocolario y que determina su desarrollo secuencial y los pasos a seguir.
La Etiqueta representa la expresión plástica del comportamiento humano y comprende principios de educación y buenos modales; código de vestimenta; formas de saludar y de dirigirse a las personas, entre otros.
Estos conceptos se basan en la cortesía; se han ido adecuando a las circunstancias de cada época; y pueden aplicarse a todo tipo de actividades de interacción de la sociedad.
El Protocolo, el Ceremonial y la Etiqueta son formas de expresión visual y comunicativa que constituyen una valiosa herramienta para la proyección de la imagen de las instituciones y de las personas.
Fundamentos de la práctica del Protocolo
Las disposiciones protocolarias pueden variar de país a país, pero su práctica siempre tendrá como fundamento los siguientes dos factores:
– el respeto a la cultura, los valores, las costumbres, las tradiciones y los usos con los que se identifican los habitantes de determinado país;
– y la adecuación al modelo social del momento.
Esto es precisamente a lo que me refería antes, de que el Protocolo no es estático sino dinámico, que evoluciona de acuerdo a las exigencias de cada época.
Tipos de Protocolo
Existen diversas clasificaciones de los tipos de Protocolo, de las cuales les voy a comentar las que me parecen las más relevantes para efectos de esta plática.
Por su ámbito de aplicación:
Protocolo de Estado: rige actos en los que intervienen los máximos representantes del Estado (monarcas, presidentes, primeros ministros). Sus disposiciones se aplican en visitas de jefes de Estado o de Gobierno o de otros dignatarios de alto nivel; ceremonias solemnes de Estado y similares.
Protocolo diplomático: regula actividades que atañen a representantes del Cuerpo Diplomático acreditado ante un país tales como su acreditación, incluyendo el reconocimiento de sus inmunidades y privilegios; la presentación de Cartas Credenciales de embajadores; la participación del Cuerpo Diplomático en eventos cívicos u otros de relevancia política.
Protocolo militar: se aplica en ceremonias de corte militar donde se rinden honores a los símbolos patrios o se entona el himno nacional, tales como desfiles, actos conmemorativos de efemérides nacionales, etc.
Protocolo religioso: se aplica a actos formales de las iglesias como, por ejemplo, en el caso del Vaticano, visitas del Papa al extranjero, ceremonias de beatificación, misas solemnes, entre otros.
Protocolo empresarial: rige eventos donde participan representantes de empresas, ya sea de carácter interno como asambleas de accionistas o consejos de administración; o de naturaleza internacional como la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos o los segmentos empresariales de instancias como el G20 o APEC.
Protocolo social: para todo tipo de actividades de la sociedad.
Por la naturaleza de su función:
Protocolo estructural: determina la estructura y el entorno de un acto (montaje del salón, colocación de banderas, presídium, acondicionamiento del lugar, consideraciones de seguridad y protección civil).
Protocolo de gestión: define y gestiona la acción humana en un acto protocolario (precedencias, orden de oradores, audiencia, triángulo del acto: protocolo-comunicación–seguridad)
Protocolo de atención a las personas: determina las acciones para definir jerarquías y deferencias (invitaciones y atenciones, programa de recepción y despedida, programa de atenciones complementarias).
Protocolo de la eficiencia personal: perfecciona la eficacia de las personas en sus relaciones con los demás y asesora sobre cómo proyectar su imagen y cómo impactar a través de los tres “saberes”: el Saber Ser, el Saber Estar y el Saber Actuar en el ámbito profesional o social
Estos tres “saberes” –que vamos a ver con mayor detalle uno por uno- nos ayudan a estar más conscientes de cómo mejorar nuestra imagen y la impresión que generamos en otras personas.
El SABER SER
Es la suma y combinación de la actitud interior, el comportamiento exterior y la aplicación de técnicas de protocolo y trato social.
Son aspectos que forman parte de nuestra personalidad y que hacen que seamos percibidos como más sociables o menos sociables.
La esencia del Saber Ser es el conocimiento del Yo. Hay quienes afirman que existen tres Yo distintos: el Yo que somos, el Yo que creemos ser, y el Yo que los demás ven.
Lo ideal es que estos tres Yo coincidan. Se dice fácil, pero no lo es tanto en la práctica. Lo importante, ya que eso sí depende de nosotros mismos, es que el Yo que somos coincida con el Yo que creemos ser. El Yo que ven los demás dependerá de cómo sepamos proyectar los otros dos Yo.
Algunas de las principales características del Saber Ser son:
En el lado positivo: el talante, la naturalidad y la sencillez; la simpatía y el sentido del humor; el tacto y la discreción; y el autocontrol de las emociones.
Y, en el lado negativo: la prepotencia; la impertinencia; la ironía y el sarcasmo; el enojo; y el ridículo.
Veamos brevemente cada uno de estos elementos:
El talante es nuestro modo de ser, de expresarnos, de actuar y de comportarnos con los demás. Para que nuestro talante sea visto como positivo debe estar fundamentado en el respeto, la tolerancia y la afabilidad hacia las demás personas. El talante es uno de los mensajes no verbales más importantes que podemos transmitir.
La naturalidad implica saber ser uno mismo, consciente de nuestras fortalezas, pero también aceptando nuestros defectos. No pretender representar algo que no somos; no fingir lo que no somos. Mantener nuestra propia identidad y, algo muy importante, actuar con sencillez.
La simpatía forma parte de la personalidad de una persona, es algo propio de nuestro modo de ser y de nuestro carácter. La simpatía, valga la redundancia, genera simpatía, comprensión y afecto en los demás. Cuesta lo mismo ser simpático que antipático, pero les aseguro que ser simpático es mucho más redituable.
No debemos confundir la simpatía con la empatía. La empatía se refiere a la capacidad de identificarnos con lo que siente la otra persona, es decir, la capacidad de ponernos en el lugar de la otra persona.
El sentido del humor es, en esencia, la capacidad de reírse de uno mismo. Es algo que perfecciona la simpatía. Para ser positivo, el sentido del humor debe estar alimentado por el respeto, la tolerancia y la comprensión hacia los demás.
No hay que confundir el sentido del humor con hacerse el gracioso/chistoso y mucho menos con el sarcasmo y la ironía mordaz. Estos últimos son sus opuestos. El sarcasmo y la ironía pueden hacer reír momentáneamente, pero hieren a las otras personas y, a la larga, afectan negativamente la imagen de quien los emplea. Hay que procurar evitarlos en el trato con los demás.
El tacto es consecuencia de un buen talante y de la simpatía. Tiene como base la prudencia y la discreción. Implica toque fino y destreza, lo que coloquialmente llamamos tener “mano izquierda”.
Lo contrario del tacto es la impertinencia. El que es impertinente molesta u ofende de palabra u obra, lo que acaba perjudicando su imagen frente a los demás.
El autocontrol es clave tanto en la vida personal como en la profesional. Consiste en el dominio de la razón sobre las emociones.
El manejo de las emociones es muy importante. Si no se manejan de forma adecuada puede tener consecuencias negativas que afectan la imagen y la eficacia de una persona.
El enojo es la pérdida del autocontrol cuando predominan las emociones sobre la razón. Para controlar el enojo se debe detectar de antemano las situaciones que lo provocan y aprender a reconocer e identificar las reacciones fisiológicas que experimenta nuestro cuerpo cuando nos enojamos (opresión en el pecho, frecuencia cardíaca y respiratoria, calor, sudor, etc.).
En un caso de enojo, es preferible suspender lo que se está haciendo antes de seguir actuando bajo el dominio de las emociones. Respirar profundamente. Pensar en las consecuencias que podrían tener nuestras acciones. Tratar de obtener una mejor perspectiva de la situación y, si ésta no mejora, es preferible retirarse momentáneamente para evitar agravarla.
Algo muy importante de tener en mente es que hay estrategias en el ámbito profesional, pero también en la vida cotidiana, enfocadas en hacer enojar a la otra persona para hacerle perder la batalla. Aquí vale el dicho popular: “el que se enoja, pierde”.
El ridículo es una situación extrema. En este caso, también se recomienda mantener la calma, respirar profundo, emplear el sentido del humor y reírnos de nosotros mismos. Cuando es la otra persona la que hace el ridículo, lo correcto es ayudarle a salir de esa situación, usando la empatía y el sentido común (que a veces es el menos común de los sentidos…).
El SABER ESTAR
Otro factor muy importante en el Protocolo social es el concepto del Saber Estar que equivale al trato social y su aplicación en el ámbito profesional.
Sus ingredientes fundamentales son: la educación y la cortesía que implican el respeto hacia las personas que nos rodean, a su modo de ser, a sus ideas y a sus costumbres.
La educación –que en este caso no hay que confundir con la preparación académica- es un conjunto de normas o costumbres de uso común para asegurar una mejor convivencia con nuestro entorno. Nos marca pautas de conducta y comportamiento en el trabajo, con la familia y los amigos, en la mesa, la forma de saludar y de expresarnos, la forma de vestir para cada ocasión, etc.
La cortesía es un comportamiento humano de buenas costumbres cuyas bases son el respeto, la tolerancia y la amabilidad.
Sin embargo, hay que tener presente que lo que se considera cortés en una cultura puede a menudo ser grosero o fuera de lugar en otra. De ahí que, en caso de acudir a un país con una cultura diferente a la nuestra, lo primero que debemos hacer es informarnos bien sobre sus costumbres y tradiciones para no “meter la pata” o, por lo menos, evitarlo por desconocimiento.
Algo muy importante a tomar en cuenta, y que frecuentemente se confunde, es que la cortesía no está reñida con la firmeza ni implica debilidad. Todo lo contrario, la cortesía la refuerza.
La firmeza con cortesía impresiona y convence. Y si, además, va acompañada de buena educación y de respeto hacia las demás personas, denota energía, comprensión, capacidad de mando y decisión.
Otro sabio dicho popular aplicable en este contexto es: “Lo cortés no quita lo valiente”.
Paso ahora a temas del Saber Estar que son de gran relevancia en la vida cotidiana y que, aunque en ocasiones no estemos conscientes de ello, impactan –para bien o para mal- en la impresión que causamos a los demás: el saludo; la presentación y la autopresentación; el uso del tu y el usted; la imagen profesional; la vestimenta.
El saludo
Existen muchas formas de saludo que se deben aplicar con sentido común dependiendo de:
– el momento;
– las personas y el grado de conocimiento o amistad que tengamos con ellas;
-y, cuando viajamos a otras regiones o países, de las costumbres cuando éstas son diferentes a las nuestras.
Estrechar la mano
En la cultura occidental y en el ámbito profesional –por lo menos en la vieja normalidad pre pandemia- estrechar la mano es la forma de saludo predominante y más aceptable.
El saludo de mano es un importante mensaje no verbal. Esta costumbre se dio hace siglos, cuando se acostumbraba enseñar la mano para demostrar que no se portaba armas.
La acción de estrechar la mano debe ser firme y breve. El saludo débil transmite falta de personalidad o inseguridad. Obviamente, no se debe apretar demasiado la mano ni zarandear el brazo de la otra persona. Siempre hay que dirigir la mano abierta y no perder el contacto visual pues mirar a los ojos de la persona que saludamos expresa interés, cordialidad y confianza.
En el caso de mayor formalidad, puede ir acompañado de una ligera inclinación de la cabeza.
Si extendemos la mano y la otra persona no corresponde extendiendo su mano, lo indicado es bajar la nuestra discretamente, inclinar ligeramente la cabeza y seguir adelante.
Recordar que hay regiones donde no es correcto tocar a la gente por razones culturales o incluso religiosas.
Otra forma de saludo –y que quizá se convierta en la más común y “segura” en la “nueva normalidad”– es:
La inclinación de cabeza
Es un signo de respeto a la persona a la que se dirige. Este saludo se utiliza en culturas en las que el contacto físico, como forma de cortesía, está restringido. En nuestra cultura, se inclina la cabeza al momento de estrechar la mano para expresar respeto y mayor formalidad.
Se utiliza también para saludar al establecer contacto visual con una persona a la que no podemos acceder en el momento.
Cuando inclinamos la cabeza, lo adecuado es mantener el contacto visual.
La inclinación de la cabeza debe de ser leve y con expresión cordial. Se debe evitar hacer gestos adicionales.
El abrazo
Es una forma efusiva de saludar y mostrar especial afecto. Muy común en un país como el nuestro, a veces incluso hasta excesivo. En todo caso, el abrazo debe darse en forma discreta, evitando fuertes palmadas en la espalda. El abrazo, dependiendo de la cultura, se acostumbra sólo en el ámbito social y es preferible evitarlo en el ámbito oficial y profesional.
El beso
El beso es una forma de saludo aún más íntima. Se acostumbra en el ámbito social y sólo en caso de amistad cercana. Se debe evitar como forma de saludo en el ámbito oficial y profesional.
Recomendaciones formales al saludar:
– Nunca llamar la atención de la otra persona jalando de su brazo.
– No es correcto pasar el brazo por el hombro de la otra persona.
– No envolver con nuestras manos la mano de la otra persona.
La presentación
De la forma en que presentamos o somos presentados dependerá, en gran medida, la impresión que causemos en otras personas. Para presentar a un tercero en el ámbito de los negocios:
– Mencionar el nombre de la persona con mayor autoridad, independientemente de género o edad.
– En la empresa, la mujer es considerada en razón de su cargo y no de su sexo.
– Todos, sin importar la precedencia, se levantan para ser presentados.
– Para presentar a dos personas, asegurarse de tener la atención de ambas, y cuidar la fonética, tono y volumen de la voz. Siempre mirar a los ojos.
– Mencionar el nombre y apellidos anteponiendo el Sr. o Sra. y, en su caso, el título profesional que ostenta.
– Cuando se tiene duda sobre el primer nombre de las personas, anteponer Sr. o Sra. o el título profesional. Cuidado con los cambios involuntarios de nombres.
– Si olvidó o no sabe el nombre de la persona que presenta, con una frase cortés, preguntarlo directamente.
– Introducir algún dato profesional de las personas que presenta. Su profesión o cargo en la empresa.
– En caso de no haber escuchado con claridad el nombre de la persona o tener duda sobre su pronunciación, es correcto pedir, con cortesía, que repita su nombre.
La autopresentación
En caso de no haber una tercera persona que haga las presentaciones, es correcto hacerlo nosotros mismos. Mencionar siempre nombre y apellido, cargo en la empresa o profesión y alguna referencia de interés para ambos.
No es correcto auto presentarse anteponiendo Sr., Sra. o el título que ostentamos. Cuando alguien se acerca a presentarse, es importante corresponder de la misma manera. Extender la mano en el momento de presentarse. Si la persona a la que nos presentamos no extendiese la mano, basta con inclinar ligeramente la cabeza en forma de saludo. Tener especial cuidado de contar con la atención de la persona, cuidar la fonética, el tono y volumen de voz.
El usted y el tu
Un punto muy importante en las relaciones entre las personas es el uso del usted y del tu.
La forma usted debe utilizarse en los siguientes casos:
-Al conocer a una persona, con presentación formal o incluso sin ella.
-Al hablar con personas de mayor edad o nivel jerárquico que nosotros.
La forma tu se utiliza:
-Cuando existe el suficiente conocimiento mutuo, cercanía o confianza.
-Cuando una persona te pide hablarle de tu y corresponde hablándote de la misma forma, lo indicado es proceder de igual forma y hablarle de tu.
Al tratar con personas mayores o de superior jerarquía, el paso del usted al tu debe ser por iniciativa u ofrecimiento expreso de éstas.
-Hay que considerar que tutear a quien espera de nosotros un trato de usted puede interpretarse como una falta de respeto o incluso como una ofensa.
-Hay que evitar la actitud del “trepatuteador”: el que le habla a todos de tu. Lejos de favorecer la imagen de esa persona, provoca el efecto contrario, la perjudica.
Hay otros aspectos del Saber Estar que están muy ligados entre sí, como son la imagen profesional, el código de vestimenta y el movimiento corporal.
La imagen profesional
Cuanto más avanzamos en la vida profesional, más cuidado debemos tener con nuestra apariencia externa.
La imagen profesional la constituyen nuestros conocimientos, experiencia y eficacia, al igual que la impresión audiovisual que causamos a los demás.
Nuestros conocimientos, experiencia y eficacia son importantes, pero la impresión audiovisual que causamos es imborrable.
Dichos populares a tomar en cuenta:
“Solo hay una oportunidad para causar una primera impresión”.
“Como te ven, te tratan”.
Código de vestimenta
Aunque parezca algo frívolo y banal, uno de los temas más “delicados” en materia de Protocolo es el de los diferentes tipos de vestimenta. En ocasiones, como jefe de Protocolo me tocó vivir y sufrir momentos difíciles o penosos de otras personas por no conocer u observar los códigos de vestimenta.
La vestimenta es muy importante para nuestra imagen. Es de lo primero que vemos al conocer a una persona.
Existen algunas fórmulas básicas para la vestimenta:
-La vestimenta correcta genera confianza e indica que quien la lleva, sabe.
-Debe ser y estar en función de la hora y de la actividad que vamos a realizar.
-Debe ser y estar en función del lugar y de la(s) persona(s) con quién(es) vayamos a estar.
Por lo general, en las invitaciones formales se especifica el código de vestimenta de un determinado evento.
Los principales tipos de vestimenta, en un orden decreciente de formalidad, dependiendo del evento, son los siguientes:
Formal
Para hombres: frac, chaqué, smoking, traje completo.
Para mujeres: vestido largo, vestido de coctel, traje sastre.
Informal casual
Para hombres: combinación de pantalón y blazer, chamarra o suéter; pantalón y camisa.
Para mujeres: falda y blusa; pantalón y blusa
Vestimenta típica / guayabera
En México -y otros países con clima tropical- se acostumbra el uso de la guayabera aún en actos formales, por ejemplo, cumbres en Mérida o Cancún.
En algunos foros, por ejemplo, las cumbres de APEC, el país anfitrión acostumbra obsequiar a los líderes participantes un atuendo típico de ese país, que suele portarse -como cortesía- en el evento social de la cumbre.
El SABER ACTUAR
Fortalece la eficacia de una persona y la imagen que proyecta a través de sus elementos clave que son: el rigor, la puntualidad y la precisión.
El rigor es un concepto clave que se ha ido perdiendo en la sociedad contemporánea. Es sinónimo de solidez, consistencia y disciplina. No hay que confundirlo con rigidez.
El rigor personal es el estándar de calidad que nos autoimponemos ante nuestros proyectos y obligaciones. El rigor es esencial para poder cumplir cualquier tarea al máximo de nuestras capacidades. Es un elemento diferenciador en nuestra imagen profesional.
Sin embargo, el rigor no implica perfeccionismo. Acuérdense del dicho: “Lo perfecto es enemigo de lo bueno”, por lo que hay que evitarlo, al igual que las soluciones fáciles, que, por lo general, no hacen más que retrasar y complicar las verdaderas soluciones de fondo.
Hay que aprender a reconocer el “justright”, el justo medio (el “lagom” de los suecos).
La puntualidad es sinónimo de respeto hacia los demás y es una característica muy relevante en las relaciones profesionales y personales. La puntualidad denota educación y cultura y, como consecuencia, también eficacia.
La precisión, por su parte, implica puntualidad y rigor en el cumplimiento de nuestros compromisos y en la ejecución de nuestras tareas. Es la puntualidad en tiempo y forma que, a su vez, conduce al rigor.
Lo ideal es llegar a cualquier cita o compromiso unos minutos antes de la hora fijada y usar ese tiempo para relajarse y revisar nuestro aspecto personal.
No hay que olvidar que de nuestra puntualidad y apariencia personal dependerá la primera imagen que transmitimos y que sólo hay una oportunidad para proyectar esa primera impresión.
CONCLUSIÓN
Concluyo esta plática con la esperanza de haber podido despejar sus dudas sobre la relevancia del Protocolo en nuestros días y su utilidad en la vida cotidiana para proyectar positivamente la imagen de las personas y de las instituciones a las que representan. La forma es fondo.
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*Embajador Eminente y ex jefe de Protocolo de México; Académico de Número de la Academia Internacional de Ceremonial y Protocolo (AICP).
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