La Unificación Alemana: Evolución y Expectativas. Por Jorge Castro-Valle Kuehne

Pequeño vestigio del muro de Berlín

 Al izarse la bandera negra, roja y oro a la medianoche del 2 de octubre en un solemne acto frente al Reichstag (antiguo parlamento) en Berlín, se habrá concretado uno de los acontecimientos políticos de mayor significación de la post guerra: la unificación de Alemania. Lo que hace apenas un año era un anhelo inalcanzable del pueblo alemán, es hoy una realidad que por la velocidad vertiginosa y la aparente facilidad con que se produjo, rebasó cualquier predicción.

No es ocioso recordar algunos de los dramáticos sucesos que condujeron a esa ceremonia, tan cargada de emotividad y simbolismo. Fue hace poco más de un año que miles de alemanes orientales, repelidos por la falta de libertad y de oportunidades en la República Democrática Alemana (RDA) y atraídos por el potente imán de la riqueza y prosperidad de la República Federal de Alemania (RFA), invadieron las embajadas de este último país en diversas ciudades de Europa Oriental, exigiendo el derecho a emigrar a occidente. La decisión del gobierno húngaro de abrirles sus fronteras fue el detonador de un proceso de consecuencias inimaginables. Al éxodo de decenas de miles de personas – una auténtica fuga de cerebros y de fuerza de trabajo – siguieron en el otoño las históricas manifestaciones en Leipzig, Dresde y la propia Berlín – la “democracia de las calles” – que, en una reacción en cadena, provocaron la caída de Erich Honecker y la apertura del Muro de Berlín. Tras el fugaz interregno de Egon Krenz, surgió un período de estabilización presidido por Hans Modrow, cuyo mérito fue haber sentado las bases para una transición pacífica y ordenada hacia las elecciones del 18 de marzo.

Lo que empezó como una búsqueda de libertad, se transformó en un reclamo de democracia. La consigna “Somos el pueblo” se convirtió en “Somos un pueblo”, con lo cual la dinámica de la unificación se volvió imparable. La fuerza motora fue sin duda la voluntad de autodeterminación del pueblo, pero quien supo interpretarla y transformarla en acción política fue el Canciller Federal Helmut Kohl, quien para sorpresa e irritación de muchos, se pronunció por la unificación poco tiempo después de aquel memorable 9 de noviembre cuando la ciudad de Berlín, símbolo de la Guerra Fría y de la división Este-Oeste, volvió a ser una, con el colapso de su infame muro.

En las elecciones del 18 de marzo, las primeras realizadas en Alemania Oriental de manera libre y democrática, el pueblo escogió inequívocamente el camino de la unificación con la RFA. El gobierno de coalición encabezado por el demócrata-cristiano Lothar de Maiziere cumplió con ese mandato hasta sus últimas consecuencias, con tenacidad y determinación férreas, pese a los innumerables problemas políticos, económicos y sociales que tuvo que enfrentar. En tal empeño, contó siempre con el respaldo firme de su poderoso correligionario en Bonn.

Se inició así uno de los procesos de negociación más complejos e interesantes de la historia contemporánea. De un lado, estaban los aspectos internos – netamente interalemanes – involucrados en la unión de los dos países. Estos fueron abordados en dos fases: en la primera, se concertó el tratado de unión monetaria, económica y social, en virtud del cual, por decirlo en términos sencillos, se introdujo en la RDA el marco occidental y, con él, las fuerzas del libre mercado tras 40 años de economía de ficción. En la segunda fase, se entabló una amplia negociación que culminó en el tratado de unificación política. Este regula cuestiones de enorme trascendencia para la vida interna de la nueva Alemania. Entre otras, el régimen de propiedad en la parte oriental; la administración de justicia; los derechos laborales y sociales; el reconocimiento de títulos profesionales; el financiamiento de los cinco nuevos Länder (provincias) que habrán de constituirse el 14 de octubre. Adicionalmente, surgieron otros problemas que, en última instancia resultaron los más controvertidos del tratado: la reglamentación del aborto – con dos sistemas paralelos, uno aplicable en el Este y el otro en el Oeste – y el delicado asunto de la custodia y el manejo de los expedientes personales llevados por los antiguos servicios de seguridad – la temida y odiada STASI. El tratado, que consta de 45 artículos y más de 1000 páginas de anexos, fue suscrito a finales de agosto y ratificado por los parlamentos de ambos países el 20 de septiembre.

Un capítulo diferente y no menos importante fue el relativo a los aspectos externos de la unificación, aquellos que no involucraban únicamente a las dos Alemanias sino que atañían también a otros países, especialmente a los cuatro Aliados de la Segunda Guerra Mundial – Estados Unidos, Unión Soviética, Francia y Gran Bretaña. Con la contribución magistral del experimentado Ministro de Relaciones Exteriores de la RFA, Hans-Dietrich Genscher, se creó el ya célebre “mecanismo 2+4” (las 2 Alemanias + los 4 Aliados) que en arduas negociaciones realizó la hazaña de desenmarañar toda una red de asuntos por demás complejos. Una a una, cual piezas de un rompecabezas, fueron resolviéndose cuestiones tales como la delimitación definitiva de la frontera de la nueva Alemania con Polonia – la denominada “línea Oder-Neisse” – y el futuro status militar de la Alemania unificada, es decir su pertenencia a la OTAN y la consecuente separación de la RDA del Pacto de Varsovia; la reducción de las fuerzas armadas pangermanas a 370,000 elementos; la renuncia alemana a armas atómicas, biológicas y químicas; el retiro de las tropas soviéticas del territorio oriental; la suspensión de los derechos de los Aliados sobre la ciudad de Berlín; y el restablecimiento pleno de la soberanía de Alemania. Una aportación esencial a este proceso provino de los acuerdos bilaterales concertados entre Helmut Kohl y Mijail Gorbachov, sin los cuales el resultado final hubiera sido impensable. Tras meses de intensas negociaciones, los seis Cancilleres suscribieron el documento final el 12 de septiembre precisamente en Moscú, en un homenaje, circunstancial pero simbólico, al líder soviético, quien hizo posible las profundas transformaciones en Europa Oriental dentro de las cuales también se enmarca la unificación alemana.

Fue así cómo, con la proverbial precisión teutona y en perfecta sincronización, se cumplieron las condiciones internas y externas necesarias para la unión de las dos Alemanias, unión que por decisión soberana del parlamento germano-oriental se realiza el 3 de octubre en la forma de una adhesión de la RDA a la RFA, de conformidad con el procedimiento establecido en el artículo 23 de la Ley Básica (constitución) germano-occidental.

¿Qué significa la unificación alemana y cuáles son sus alcances?
Ante todo, se trata de un acontecimiento histórico único que al tiempo que pone fin al capítulo de la post guerra, inaugura una nueva era. Asimismo, es un hecho que modifica sustancialmente el equilibrio del poder y la correlación de fuerzas en Europa, con repercusiones no únicamente en el ámbito estratégico-militar sino también en la esfera política y económica.

La unificación debe verse como la confirmación de la vocación de libertad, paz y democracia ratificada por un Estado – la RFA – durante los últimos 41 años, pero también como la extinción de otro – la RDA – que apenas hace un año se aprestaba a celebrar, con toda pompa y ceremonia, sus “primeros” 40 años de existencia. Se trata pues de la creación, en el corazón mismo de Europa, de una nueva nación de 80 millones de habitantes que, por primera vez en su historia, logra unirse sin conquistas militares y territoriales, derramamiento de sangre o sufrimiento para sus vecinos.

La resolución de la llamada “Cuestión Alemana” significa igualmente el fin de una partición, injusta por artificial pero justificada históricamente. El reto ahora es cerrar esa herida sin dejar cicatrices externas ni lesiones internas. Puede augurarse un proceso prolongado, difícil y doloroso – sobre todo en lo social – pero a la larga exitoso. La parte oriental – 16 millones de personas – entra a esta unión, a todas luces desigual, con una pesada carga de problemas – atraso económico y tecnológico, infraestructura obsoleta, endeudamiento, desempleo, falta de confianza tras cuatro décadas de opresión – pero también con un patrimonio cultural y cívico que quedó de manifiesto en la revolución pacífica del otoño pasado.

Alemania, o más precisamente la RFA, cuenta con la riqueza material necesaria para asumir el costo económico de la unificación, calculado conservadoramente en 75 mil millones de dólares anuales. El compromiso para la nueva Alemania es demostrar que también tiene la riqueza espiritual indispensable para convertirse en una auténtica comunidad en la que reinen la generosidad, la tolerancia y la solidaridad del fuerte hacia el débil. Tras el colapso del Muro de Berlín aún falta por derribar las barreras en las mentes y los corazones de la gente. Nada sería más negativo para el futuro de Alemania – y de Europa misma – que la existencia de una nación unida en lo formal, pero dividida en ciudadanos de primera y de segunda. En la nueva mansión pangermana, la parte oriental no debe ser un mero patio trasero. El mundo y especialmente sus vecinos habrán de juzgar a Alemania por la forma en que logre resolver el problema de la presente desigualdad entre sus integrantes. Como lo han señalado prominentes líderes germanos – Kohl, Genscher y Willy Brandt, entre otros – la unidad real se habrá logrado cuando todos los alemanes, independientemente de su origen, gocen si no del mismo nivel de vida, sí por lo menos de igualdad de oportunidades.

Para México, un efecto inmediato de la adhesión de la RDA a la RFA es la terminación de nuestra misión en Berlín Oriental a partir del 3 de octubre tras 17 años de relaciones diplomáticas. La Embajada en Bonn asumirá en esa fecha la representación de los intereses mexicanos en la Alemania unificada en tanto que el nuevo parlamento pangermano – que surgirá de las elecciones generales del 2 de diciembre – decida si Berlín, además de capital formal de Alemania, también se convierte en la sede del gobierno alemán y, por lo tanto, de las Embajadas acreditadas ante el mismo. Independientemente de lo anterior, México habrá de fortalecer su presencia en toda Alemania y de ampliar sus vínculos con el nuevo coloso europeo. Con la unificación alemana, se abren alentadoras posibilidades a la cooperación internacional para el desarrollo. México debe aprovecharlas con base en las afinidades políticas y culturales entre ambos países, en la complementariedad de sus economías y, ante todo, en los entrañables lazos de amistad que han unido al pueblo mexicano con el pueblo alemán.

En última instancia, el restablecimiento de la soberanía de Alemania significa, amén de la realización de un anhelo del pueblo germano, también una muestra de confianza de la comunidad de Estados en la vocación pacifista y democrática de la nueva nación. Su unificación le impone responsabilidades adicionales no sólo en la futura “casa común europea” sino también en el contexto mundial, donde Alemania está llamada a ocupar, sin pretensiones hegemónicas ni falso nacionalismo, una posición de primera línea, tanto en lo económico – donde ya la tiene – como en lo político.

De esta nueva etapa de la historia alemana, habrá de emanar una contribución positiva y fructífera para la paz, el desarrollo y la cooperación en el mundo entero. Puede tenerse la certeza de que Alemania, tras la dolorosa y aleccionadora experiencia de su pasado, sabrá estar a la altura de su nueva responsabilidad y de las expectativas que están cifradas en ella. Su pueblo así lo desea, el mundo así lo espera, la historia así lo reclama.
Berlín, septiembre/octubre de 1990.

El autor es Embajador Eminente de México, en retiro, y fue el último representante diplomático mexicano ante la extinta RDA.

Download Attachments

Compártelo
Sobre Antonio Pérez Manzano 234 artículos
Diplomático mexicano de carrera, ingresó al Servicio Exterior Mexicano en 1973. Después de 35 años ininterrumpidos de representar a México fue ascendido a embajador y al cumplir 65 años fue jubilado. Fundador de la Revista de la Asociación de Diplomáticos Escritores, que en 2024 cumplió 23 años de publicación. Tiene varias obras pedagógicas escritas y novelas.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.