LA ETERNIDAD EN VILO.
El espacio es la otra cara del tiempo. Y los saldos se aprecian mejor a la distancia. Tanto en usos sociales como en expresiones culturales, los años sesenta del siglo pasado fueron pródigos en descubrimientos e innovaciones. Anhelos profundos de la humanidad fueron impulsados por aires novedosos que –manifiestos en solidaridad y simpatía por causas justas-, soplaban en todas direcciones y tocaban a las diversas clases sociales. Pero igual, aquellos años no escaparon a la vileza, a una etapa cargada de episodios cruentos y brutales. En Vietnam se libraba una guerra sangrienta y feroz.
1968 se reveló como un año inusual. Florecieron afanes humanos reivindicadores y tuvo lugar un como examen de conciencia social que alcanzó a todo el mundo. Exhibió también la inquietud y el malestar de jóvenes en todos los continentes con el status quo de las sociedades capitalistas, igual que puso a prueba la ignorancia y el autoritarismo de no pocos gobernantes de la época, que promovieron o permitieron desviaciones lamentables.
La Guerra fría se calentaba de modo intermitente y las disputas ideológicas no se daban cuartel. Las potencias rivales ponían en riesgo a la humanidad con su acopio nuclear. En todos los frentes se revisaban y debatían valores y posturas –posicionamientos según el neolenguaje- ideológicas. La política oscilaba entre los extremos de tirios y troyanos, de burgueses y jacobinos.
*El autor es diplomático y escritor
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