EL PODER SUAVE DE MÉXICO. Ilusión o Realidad. Por Jorge Castro-Valle Kuehne

En momentos en que el signo característico de México es la polarización política y la discordia social, pocos temas suscitan tanto consenso entre los mexicanos como nuestro orgullo por el patrimonio cultural de nuestro país, su naturaleza y atractivos turísticos, su música, folklor y tradiciones, y su gastronomía; es decir, su impresionante “poder suave”.

Este término, acuñado por el investigador de Harvard Joseph Nye, comúnmente se entiende como la capacidad de un Estado de persuadir a otros mediante medios culturales o ideológicos, incluyendo los diplomáticos, sin recurrir a la fuerza o la coerción.

En la última reunión anual de embajadores en la que participé antes de mi retiro del Servicio Exterior Mexicano, estando acreditado en Noruega, se me asignó el tema del poder suave de los países nórdicos.

Para preparar mi presentación en dicho foro, me avoqué a identificar literatura relevante sobre el tema y di con uno de los índices internacionales más autorizados en la materia, el Soft Power 30 Index.

Mi sorpresa fue enorme al descubrir que México no figuraba en la lista correspondiente al informe de 2017 – el último disponible en ese momento – y, más aún, al percatarme que únicamente había aparecido una sola vez, desde el lanzamiento del índice, entre los treinta principales países del orbe en función de su poder suave.

Para entender la razón de este asombroso hecho, recurrí a los criterios que se siguen en dicha medición, entre los cuales no figura únicamente el atractivo cultural de un país – como es el caso de México –, sino factores como el buen gobierno, el emprendimiento, la educación, la digitalización y el compromiso internacional a nivel global. Y, en efecto, es en algunos de estos criterios – estemos de acuerdo o no con ellos – donde nuestro país muestra deficiencias.

En el caso de los nórdicos, por ejemplo, el éxito de su “marca país” se basa en el uso estratégico de sus ventajas comparativas, combinando “poder suave” con elementos de “poder duro”, y complementándolo con posiciones internacionales firmes y de principios, así como políticas internas de bienestar económico y social.

Sus políticas públicas se caracterizan por privilegiar la gobernanza, los valores liberales y un sistema igualitario, incluyendo la equidad de género, un clima de negocios que alienta la innovación y el avance tecnológico, así como el respeto al medio ambiente. En suma, los nórdicos son un ejemplo de cómo utilizar el poder suave de manera estratégica e integral, promoviendo la colaboración entre gobierno, sociedad civil y sector privado.

La preocupante conclusión a la que llegué en mi presentación fue que, para que México pueda avanzar en su pleno reconocimiento como potencia de poder suave a nivel mundial, debemos trabajar sobre los retos que enfrentamos como nación y que han afectado negativamente la imagen internacional de nuestro país. Entre ellos, destacan el estado de derecho y la impunidad, el fortalecimiento de las instituciones democráticas, la corrupción y la transparencia, los derechos humanos, la desigualdad, la discriminación y la equidad de género, por mencionar algunos de los más relevantes.

Sin embargo, a pesar de tan desalentadora conclusión, los mexicanos tenemos sobradas razones para estar orgullosos de las diferentes manifestaciones de nuestra riqueza cultural. Así lo comprueba el hecho que México es uno de los países del mundo con el mayor número de bienes culturales y sitios naturales inscritos en el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, incluyendo a nuestra gastronomía.

Asimismo, son dignos de mención los numerosos reconocimientos y premios internacionales que distinguidos mexicanos han obtenido en ámbitos tan diversos como la literatura, la música, la ópera, el ballet, la pintura, la cinematografía, la fotografía, la arquitectura, entre otros.

En época reciente, mientras lastimosamente la polarización se adueña de nuestra vida cotidiana, hemos sido testigos de impresionantes logros de compatriotas que han puesto muy en alto el nombre de México en el mundo.

Tan sólo baste recordar:
• la sobresaliente actuación de los 136 medallistas en los Juegos Panamericanos de Lima, representada ejemplarmente por la sonrisa del corredor José Carlos Villarreal al cruzar la meta para ganar una medalla de oro;

los prestigiosos premios internacionales, entre ellos el Oscar, merecidamente otorgados a cineastas como Guillermo del Toro, Alejandro González Iñarritu; Alfonso Cuarón o Emmanuel Lubezki;

• el reconocimiento de Elisa Carrillo e Isaac Hernández con el premio Benois de la Asociación Internacional de la Danza, ubicándolos entre los bailarines clásicos más sobresalientes del mundo;

• la designación de Daniela Soto-Innes como la chef mujer más destacada y la inclusión de los restaurantes de los afamados chefs Enrique Olvera y Jorge Vallejo entre los mejores del orbe;

• y, por último, pero no menos importante y admirable, la hazaña histórica del tenor Javier Camarena rompiendo récord tras récord en los más renombrados escenarios internacionales, como la Metropolitan Opera House de Nueva York.

En una coyuntura crucial para recuperar el prestigio internacional de México, estos impresionantes logros de nuestros compatriotas deben servirnos de ejemplo e inspiración para sumar esfuerzos como sociedad y contribuir con nuestro respectivo granito de arena a la solución de nuestros retos, por insuperables que parezcan, en beneficio de nuestra gran Nación.

Sólo así podremos ejercer integralmente el considerable poder suave de México, de manera exitosa y eficaz, para lograr un impacto positivo en el posicionamiento y la imagen de nuestro país en la comunidad internacional.

**El autor es embajador eminente de México, jubilado.

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