En una anterior colaboración con la revista de la Asociación de Diplomáticos Escritores (ADE) afirmaba que en estos turbulentos tiempos de polarización por los que atraviesa México, uno de los pocos temas que suscitan consenso entre los mexicanos es el orgullo que sentimos por el patrimonio cultural de nuestro país.
Recalcaba, asimismo, que una de las principales manifestaciones de nuestra riqueza y diversidad cultural – el “poder suave” de México – es el hecho que somos una de las naciones del mundo con el mayor número de inscripciones en el Patrimonio de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
En septiembre de 2017, un par de meses después de iniciada mi misión diplomática en Oslo, fui invitado por el Centro Hispano-Noruego a inaugurar el ciclo anual de conferencias de embajadores de América Latina y el Caribe. Lo que se anunciaba como una ocasión festiva, tristemente se convirtió en un evento luctuoso en memoria de las víctimas de los devastadores sismos que sufrió México.
Con ese sombrío telón de fondo, pero con el propósito de resaltar que México es más grande que los problemas que enfrenta, por insuperables que parezcan, así como la resiliencia del pueblo mexicano ante la adversidad, escogí como tema para mi conferencia una de las principales fortalezas de nuestro país: su Patrimonio Mundial, sobre el cual versa el presente artículo.
- ¿Qué es el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO?
El antecedente histórico del Patrimonio de la Humanidad se remonta a 1959, cuando el gobierno de Egipto decidió llevar a cabo la construcción de la presa de Asuán. La UNESCO lanzó una campaña internacional de protección y traslado de los tesoros arqueológicos que se verían afectados por esta magna obra de infraestructura, especialmente el templo de Abu Simbel. A raíz de esta exitosa experiencia, la UNESCO, junto con el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, propuso la negociación de una convención para proteger el patrimonio cultural común de la humanidad.
A lo largo de los años sesenta, diversos países, en colaboración con la Unión Mundial para la Conservación, lanzaron la idea de combinar la preservación cultural con la conservación natural. En 1972, diversas propuestas fueron presentadas ante la conferencia de la ONU sobre el Ambiente Humano en Estocolmo. Y, finalmente, en noviembre de ese mismo año, en París, la Conferencia General de la UNESCO adoptó la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, misma que ha sido ratificada por 193 estados miembros.
El Patrimonio de la Humanidad se define como el título conferido por la UNESCO a sitios específicos propuestos y confirmados para su inclusión en la lista elaborada por dicha organización internacional. Puede tratarse de un bosque, montaña, lago, cueva, desierto, edificación, complejo arquitectónico, paisaje o ruta cultural, o de una ciudad entera. Su objetivo es catalogar, preservar y dar a conocer sitios de importancia cultural o natural excepcional para la herencia común de la humanidad.
Con base en la mencionada convención, se estableció el catálogo del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO que, actualmente, consta de 1121 inscripciones, distribuidas en 167 países y divididas en culturales, naturales y mixtas.
Para lograr una inscripción en ese catálogo, debe seguirse un procedimiento formal que comprende diversos pasos, que van desde el levantamiento de un inventario de sitios culturales y naturales hasta la integración de un expediente de candidatura y su evaluación independiente por órganos internacionales especializados, culminando con su presentación al Comité del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, que se reúne una vez al año para determinar si el sitio candidateado es incluido en la lista definitiva.
Una condición indispensable para que un sitio sea incorporado en dicha lista es que tenga un “valor universal excepcional” y satisfaga al menos uno de diez criterios de selección que fueron establecidos en 2015, de los cuales seis son para sitios culturales y cuatro para sitios naturales.
Hoy en día, los diez primeros países con el mayor número de sitios inscritos en el catálogo son: Italia y China (55); España (48); Alemania (46); Francia (45); India (38); México (35); Reino Unido (32); Rusia (29); y Estados Unidos (24).
- El Patrimonio Mundial de México
Sin vanagloria ni falsa modestia, los mexicanos podemos afirmar orgullosamente que México es, en el mejor sentido del término, una auténtica potencia cultural a nivel mundial. Un país con un patrimonio cultural milenario: cuna de grandes civilizaciones prehispánicas, la “joya de la corona” del imperio colonial español – la “Nueva España” – y, en este siglo XXI, una joven y vibrante nación en plena transformación, con una creatividad cultural contemporánea fuera de serie.
La riqueza y diversidad cultural de México se refleja en su llamado Patrimonio Mundial, es decir los sitios que se ha logrado inscribir en el catálogo del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Con 35 inscripciones, México ocupa el 7º lugar a nivel mundial y el 1º no sólo en América Latina sino en todo el continente americano. De ellas, 27 corresponden a sitios culturales, 6 a sitios naturales y 2 tienen carácter mixto (cultural y natural). Adicionalmente, México cuenta con 8 patrimonios culturales inmateriales.
- El patrimonio cultural
De los 27 patrimonios culturales inscritos, la mayor parte son vestigios de las épocas precolombina y colonial y, en menor cuantía, también de la era moderna y hasta de la prehistórica.
Los primeros sitios inscritos en el Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO datan de finales de los años ochenta. Entre ellos figuran: los centros históricos de la Ciudad de México, Oaxaca y Puebla; y las zonas arqueológicas de Monte Albán, Teotihuacán y Palenque, todos ellos inscritos en 1987.
Otros ejemplos representativos del patrimonio cultural de México de la época prehispánica son: Chichen Itzá, inscrita en 1988; el Tajín (1992); Uxmal (1996); y Xochicalco (1999).
Entre los sitios culturales de la época colonial figuran, además de los ya mencionados, los centros históricos de Guanajuato, inscrito en 1988, Morelia (1991) y Zacatecas (1993); la ciudad fortificada de Campeche (1999); los primeros monasterios del siglo XVI en las laderas del volcán Popocatépetl (1994); y las misiones franciscanas de la Sierra Gorda de Querétaro (2003).
De la era moderna, destacan la casa-taller del arquitecto Luis Barragán, inscrita en 2004; y el campus de la Ciudad Universitaria de la UNAM, en 2007.
Sin olvidar otros sitios culturales como las pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco en Baja California Sur (1993); el Hospicio Cabañas de Guadalajara (1997); el paisaje de agaves y antiguas instalaciones industriales de Tequila (2006); el Camino Real de Tierra Adentro, así como las cuevas prehistóricas de Yagul y Mitla en Oaxaca, inscritos en 2010.
- El patrimonio natural
México se distingue no únicamente por su diversidad cultural sino también por su mega diversidad natural: como el segundo país con mayor número de ecosistemas en el mundo; con el 2% de la superficie de la tierra pero el 10% de las especies existentes en el planeta; con más de 11,000 kilómetros de costas en los océanos Pacífico y Atlántico/Golfo de México, en el Caribe y el Mar de Cortés; ríos y lagos; desiertos y selvas tropicales; además de cordilleras y volcanes de más de 5,000 metros de altura.
El Patrimonio Natural de México consta de 6 escenarios naturales empezando por la reserva de la biósfera de Sian ka´an, en Quintana Roo, inscrita en 1987; el santuario de ballenas de El Vizcaíno (1993); las islas y áreas protegidas del Golfo de California (2005); la reserva de la biósfera de la Mariposa Monarca (2008); la del Pinacate y el gran desierto de Altar, ambos inscritos en 2013; y el archipiélago de Revillagigedo (2016).
- El patrimonio mixto
Los patrimonios mixtos de México, parte cultural y parte natural, son la antigua ciudad maya y los bosques tropicales protegidos de Calakmul, inscritos, respectivamente, en 2002 y 2014; así como la reserva de la biósfera Tehuacán-Cuicatlán, la más reciente incorporación en el catálogo de la UNESCO, en 2019.
- El patrimonio cultural inmaterial
Las manifestaciones culturales inmateriales reflejan otro de los signos más distintivos de México, apreciados en el mundo entero, como son sus tradiciones ancestrales indígenas, su folklor popular y su gastronomía.
Forman parte del Patrimonio Inmaterial: las fiestas indígenas dedicadas a los muertos (2008); la ceremonia ritual de los Voladores (2009); la pirekua, el canto tradicional de los purépechas (2010); la cocina tradicional mexicana, inscrita también en 2010; el mariachi (2011); los parachicos en la fiesta tradicional de enero de Chiapa de Corzo en Chiapas (2015); y la charrería mexicana (2017).
- La protección y preservación del patrimonio cultural de México
En un ensayo publicado a finales del siglo pasado, Rafael Tovar, el primer Secretario de Cultura de México y recordado colega del Servicio Exterior Mexicano (SEM), afirmaba que todos los pueblos, culturas y sociedades que florecieron en suelo mexicano tuvieron su propio modo de entender y valorar su cultura en el tiempo; que las distintas culturas prehispánicas, la sociedad novohispana y el México independiente del siglo XIX tuvieron memoria de su pasado y aprecio por su herencia cultural; pero que fue hasta el siglo XX que se tomó conciencia plena sobre el patrimonio cultural nacional.
Nos recordaba que con la Revolución mexicana de 1910 se inició un proceso de auto reconocimiento que llevó a iniciativas para asumir y preservar el patrimonio nacional, creando museos, abriendo al público zonas arqueológicas y monumentos históricos y artísticos, y fundando instituciones para la protección, investigación y difusión de nuestra rica herencia cultural.
Según Tovar, nunca antes había sido rescatada tal cantidad de testimonios culturales. Sin embargo, advertía que se trataba apenas del comienzo de un esfuerzo por entender mejor nuestros orígenes, el desarrollo de nuestra historia y el presente que nos había tocado vivir. Concluía su reflexión con la exhortación a seguir cobrando conciencia de que el patrimonio cultural no sólo es nuestro más vivo vínculo con el pasado sino también el puente hacia el futuro.
Como corolario, puede afirmarse que el siglo XXI, con sus impresionantes avances tecnológicos, abre valiosas oportunidades para seguir avanzando en esta trascendental tarea, pero también enfrenta a México – como a muchos otros países – ante complejos retos para la protección y conservación de su patrimonio cultural y natural. Sin omitir la delicada cuestión, cada vez más actual y candente, de la recuperación de bienes culturales sustraídos de nuestra herencia nacional.
El orgullo que sentimos por nuestro invaluable patrimonio debe servirnos de aliciente para valorarlo como nuestro “vínculo con el pasado” y cuidarlo como nuestro “puente hacia el futuro”, pero también para asumir responsablemente que hoy prevalecen graves problemas que, pese a las innegables fortalezas de México, afectan negativamente su prestigio en el mundo.
Solo sumando esfuerzos, unidos como nación, podremos enfrentar estos retos con miras a aprovechar, en todo su potencial, el inmenso “poder suave” de México, logrando así un impacto positivo en su imagen internacional y su pleno reconocimiento como una de las principales potencias culturales del orbe.
Ciudad de México, noviembre de 2019.
*El autor es Embajador Eminente de México, en retiro.
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