
Haciendo un paréntesis en la presentación de artículos sobre acontecimientos políticos, económicos o sociales, en esta oportunidad me permitiré escribir acerca de ese deporte masivo llamado fútbol o balompié; dado que, por ahora, una parte importante de la población mundial está expectante ante la celebración de la Copa Mundial de Fútbol de Qatar. Se habla de cientos y miles de millones de televidentes, actuales o potenciales consumidores de los productos que se promueven utilizando dicho deporte como atractivo para las ventas.
En el caso del campeonato mundial de fútbol de Qatar se sabe que su costo económico fue muy elevado, que se tuvieron que construir 8 estadios cuya capacidad va de un mínimo de 40 mil asientos, hasta 80 mil; así como un número importante de instalaciones, para poder albergar a los miles de aficionados al fútbol. Para algunos analistas fueron gastos necesarios, pero para otros superfluos y exagerados. Siguiendo ese ejemplo muy pocos países en el mundo están en condiciones de organizar individualmente un evento de estas características.
De manera oportuna, algunos economistas han publicado comentarios y análisis acerca de los beneficios que el evento en mención reportará. Dichos especialistas han llegado a afirmar que el Mundial de Fútbol representa un medio para la reactivación económica mundial, o como una forma de paliar los estragos provocados por la pandemia de Covid-19. Otros más, hacen notar que ese deporte como fenómeno social, se está convirtiendo en el opio del pueblo y que solo sirve como distracción de problemas profundos que viene padeciendo la sociedad.
Asimismo, en el campo de la Física como ciencia, se trata de explicar la importancia de aspectos como los materiales de que están fabricados los implementos deportivos, especialmente el balón, el calzado y las camisetas. Por ejemplo, se consideran determinantes la redondez, el peso y el material de que esté fabricado, esos elementos van a desafiar la resistencia del aire y otras condiciones naturales, que se encuentran en un campo de juego. Asimismo, se toma en cuenta el estado de las canchas y el clima a la hora de disputar un partido.
Por otra parte, no se debe omitir una mención a los beneficios que trae aparejada la práctica del deporte -en este caso el fútbol tanto amateur, como profesional-, como una actividad asociada o de grupo. Por ejemplo: el deporte como disciplina, contribuye a la formación del individuo desde temprana edad; como parte de la educación, ayuda a fomentar los valores de respeto a los demás practicantes del mismo; fortalece el espíritu de grupo y la actuación en equipo, para lo que se requiere de una determinada organización y coordinación y además, enseña y exige la observancia de reglas para que se pueda llevar a cabo en forma ordenada.
Entre los valores a rescatar están: la buena educación, tolerancia, colaboración, ayuda mutua, solidaridad ante los problemas ajenos, pacifismo para la solución de diferencias, respeto y apoyo al derecho de los demás, para llevar una vida digna.
Como fenómeno social de alcances internacionales y de gran repercusión en distintos ámbitos de la vida (el número de países afiliados a la Federación Internacional de Fútbol Asociado FIFA, supera en mucho a los miembros de la Organización de las Naciones Unidas), por lo tanto, se puede afirmar que el fútbol influye en las relaciones internacionales, generalmente para bien.
Por lo anterior, resulta de interés el tratamiento de temas internacionales, con especial enfoque a los asuntos relativos a la paz y al desarrollo. En el ámbito de las relaciones bilaterales, varios países han firmado acuerdos de cooperación y asistencia técnica en materia deportiva, capacitando entrenadores, preparadores físicos, médicos especialistas en diferentes ramas del deporte, hasta planificadores y administradores.
Uno de los aspectos negativos, es el fanatismo. No obstante, todo lo positivo que aporta el fútbol como deporte de masas, en algunas ocasiones, ha sido utilizado para enfrentar no solo a los respectivos equipos que representan a una nación o a una ciudad, sino también a sus seguidores, que algunos llaman fanáticos. Y es precisamente cuando las personas se ganan ese calificativo, lo que ha llevado en ocasiones anteriores, a exacerbar los ánimos, con consecuencias lamentables.
Un caso digno de citar es el enfrentamiento armado ocurrido entre Honduras y El Salvador, del 14 al 18 de julio de 1969 y al que se le llamó “La Guerra del Fútbol o de las 100 Horas”, dado que ambos países se encontraban disputando la eliminatoria regional para el Campeonato Mundial de México 70. De acuerdo con diferentes opiniones, como consecuencia de la excesiva promoción o exaltación de los valores nacionales durante los encuentros de fútbol, se produjeron enfrentamientos entre los seguidores de ambos equipos.
El primer partido se jugó en Tegucigalpa, capital de Honduras, el 6 de junio de 1969, donde se afirma que era tanto el deseo de ganar, que los aficionados locales recurrieron a diferentes medios, para no permitir el descanso de los futbolistas salvadoreños. Al día siguiente, la Selección Nacional de Honduras logró el triunfo por marcador de un gol contra cero.
De acuerdo con el reglamento de la competencia, la eliminatoria era a visita recíproca, por lo cual el segundo partido se jugaría en San Salvador, capital de El Salvador. Los seleccionados del país vecino fueron recibidos en condiciones similares, a las que se recurrió la semana anterior: desde la llegada los futbolistas fueron abucheados, molestados y se recurrió a todo tipo de recursos para no dejarlos dormir. Al día siguiente, tuvieron que ser conducidos al estadio fuertemente custodiados.
El ambiente era de gran hostilidad en contra del equipo visitante, así como de los hondureños que acudieron al estadio para apoyar a su selección. El partido se llevó a cabo el 15 de junio del mismo año y El Salvador triunfó sobre Honduras, con un marcador de tres goles a cero. Terminado el partido los futbolistas de la selección visitante fueron llevados al aeropuerto bajo custodia, para evitar que fueran atacados.
Los aficionados hondureños no tuvieron la misma protección y se produjeron enfrentamientos con los fanáticos locales. El resultado: muchos heridos y la destrucción de decenas de vehículos en los que habían viajado los visitantes. El 27 de junio se tuvo qué jugar el partido de desempate en la Ciudad de México, con resultado a favor de El Salvador (3-2), ganando así un lugar en el Campeonato Mundial que se jugaría en México el año siguiente.
En el fondo, los partidos de fútbol solo fueron el caldo de cultivo para que las hostilidades mostradas por los aficionados de cada país, llegaran a las autoridades gubernamentales, partidos políticos y las fuerzas armadas. También muy en el fondo subsistían razones de inestabilidad social en ambos países y en cuanto a las relaciones bilaterales, se produjo descontento entre la población salvadoreña, que de acuerdo con las permisivas leyes hondureñas, trabajaba en ese país, o bien, había ido adquiriendo terrenos y otras propiedades.
Honduras decide modificar sus leyes (reforma agraria), con lo cual se procede a la expropiación de muchas propiedades en manos de salvadoreños –muchas de ellas ubicadas en la zona fronteriza-, quienes se vieron obligados a regresar a su país en forma masiva. Entre reclamos legales y demandas en proceso, se provocó un clima de confrontación, que llevó al gobierno salvadoreño a tomar la decisión de intervenir militarmente en Honduras; país que respondió a los ataques. El saldo en vidas perdidas de ambos lados se acerca a los dos mil, más los daños materiales causados por los bombardeos de la fuerza aérea de ambos países.
Posteriormente, se firmó un Tratado de Paz y las diferencias fueron sometidas a la Corte Internacional de Justicia, que emitió su fallo hasta 1992, con el que se delimitaron las nuevas fronteras. El mayor daño sin embargo, fue perpetrado en contra de la paz, incluyendo los proyectos de cooperación bilateral y el proceso de integración económica centroamericana.
Aspectos Positivos en Materia de Cooperación Internacional. Para finalizar en forma optimista, cabe destacar un hecho ejemplar: dos países cercanos del área asiática, Japón y Corea del Sur -no obstante sus diferencias históricas-, lograron conciliar sus intereses nacionales, para en forma conjunta, organizar con éxito el Campeonato Mundial de Fútbol del 31 de mayo al 30 de junio de 2002. Resultó un evento muy exitoso para los países y federaciones organizadoras.
Por otra parte, tomando el ejemplo de Corea del Sur y Japón, se ha visto como una fórmula viable para que países pequeños, o con recursos limitados, puedan organizar eventos regionales o mundiales (como Juegos Olímpicos y campeonatos mundiales de fútbol), compartiendo gastos, responsabilidades y también beneficios.
Seguidamente, vendrá otra prueba, ya que para el campeonato mundial de 2026 la sede de los juegos fue adjudicada a tres países de América del Norte: Canadá, Estados Unidos y México. La sede triple fue adjudicada el 13 de junio de 2018, durante el 68º Congreso de la FIFA en Moscú, Rusia. Es la primera vez que esta organización otorga una sede a tres países para organizar el campeonato.
Para 2026 el número de selecciones de fútbol participantes se incrementará de 32 a 48, que quedarán ubicadas en uno de los 16 grupos. Es importante aclarar que los tres países organizadores de la 23ª Copa del Mundo, cuentan con las instalaciones necesarias para el desarrollo de los juegos; empezando por estadios modernos, vías de comunicación y medios de transporte, así como capacidad hotelera de excelente nivel. Para el caso, los 3 países procederán a modernizar o modificar dichas instalaciones, las que serán supervisadas por la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA).
*Embajador en retiro del Servicio Exterior Mexicano
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