«Los momentos actuales son oportunos para reiterar que, la diplomacia, debe de estar al servicio de la paz, como una forma sublime de comunicación, de diálogo y de convivencia humana. Debemos de apelar a las buenas conciencias, para que dicho concepto llegue a formar parte de nuestra cultura y para que se constituya en un mandamiento que guíe nuestras acciones cotidianas. Asimismo, por ese sendero y con esas bases, se debe trabajar sin descanso, para tratar de alcanzar el desarrollo a que tienen derecho todos los pueblos del mundo; lo cual debería de redundar en un reforzamiento de los diversos trabajos a favor de la paz mundial. Por otra parte, a la luz de acontecimientos bélicos recientes, cabría cuestionarnos si no estaremos pretendiendo una ilusión, o si la paz y el desarrollo compartido, son solamente una utopía.»
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