SEGUNDA PARTE
Aún habría más episodios de ese enredo en que me metió Ricardo Galán en su afán de venganza. Unos meses después, el embajador Madero me comentó, luego de una de sus frecuentes visitas a nuestra capital, que era muy posible que se concretara pronto mi traslado. Que estaba siendo considerado que fuera a Etiopía, donde no mucho tiempo antes había triunfado una revolución socialista que derrocó al emperador Haile Selasie, encabezada por un militar, Mengistu Haile Mariem, por lo que el país era un total caos, no existiendo condiciones de seguridad ni sanitarias mínimas y a todo esto, mi esposa se encontraba embarazada, por lo que me pareció absolutamente inhumano que la SRE pensara siquiera en enviarme ahí. Consecuentemente, comenté al embajador que si el asunto avanzaba y me forzaban a trasladarme, era muy probable que me viera precisado a renunciar, pues no podía arriesgar la salud de mi esposa ni de mi futuro hijo.
El embajador Madero, atento a nuestras difíciles circunstancias, me respondió de inmediato que no era aún necesario plantearse ese extremo, pues, me aseguró, creía haber hallado una aliada en la esposa de Roel, doña Gloria Rodríguez, a quien vería nuevamente en poco tiempo y le comentaría mi caso y que seguramente ella -que era bastante entrona, como coloquialmente se dice- se haría cargo de apoyarme. Y efectivamente eso sucedió tal cual, pues tan pronto don Ernesto le comento la injusticia de que se me hacía objeto, doña Gloria fue a hablar con el director general de la recién creada dirección general del servicio exterior, un arquitecto apellidado de la Serna, a quien regañó por su insensibilidad y en definitiva detuvo el proceso de mi traslado, según me comentó el embajador Madero, al menos hasta después del nacimiento de nuestro primogénito.
Siempre hube de agradecer a don Ernesto ese desinteresado apoyo -que al nacer nuestro primer vástago, Tonatiúh Enrique, fue testigo de su registro en las oficinas de nuestro consulado, por lo que nos convertimos en compadres, aunque no ante la fe católica. Algunos se preguntarán por qué se hizo el registro del nacimiento en el consulado mexicano y no ante las autoridades cubanas; es sencillo, ya que según el código civil de la isla, en el exclusivo caso de nacimientos en el mundillo diplomático, como cortesía hacia los extranjeros desempeñándose en cargos de ese carácter, la ley de Cuba los exenta de la concesión automática de la nacionalidad mediante el principio del ius soli, pues se podrá comprender que para ciertos países, la aplicación forzada del mismo podría representar una dificultad para el neonato, una imposición y no un beneficio o privilegio, como en realidad debe ser.
buenos recuerdos