BULGARIA  1983-1988. Por Luis García y Erdmann

Vivencias Diplomáticas:

        Las cosas han cambiado radicalmente en el mundo de cuando escribí este capítulo de mis memorias hace más de cuarenta años, se estaba en plena guerra fría, nadie pensaba en el derribo del Muro de Berlín, la unificación alemana, la desintegración y desaparición de la Unión Soviética. Bulgaria era el Estado socialista más afín a la URSS. En el marco del Pacto de Varsovia tenía entre sus cometidos el espionaje lo cual también realizaba abiertamente a los diplomáticos extranjeros acreditados en el país, por otra parte tenía particularidades sui generis, a lo que se sumaba el clima extremoso que en muchos colegas les causaba depresiones. 

Este capítulo trata de la experiencia que tuve con mi familia – esposa, hijo pequeño y madre – en Bulgaria, entonces Estado de régimen socialista, como la mayoría de los de la Europa Oriental en donde los extranjeros y principalmente los diplomáticos estuvimos monitoreados todo el tiempo por los diversos órganos de seguridad estatal: micrófonos en las viviendas de los diplomáticos, en las embajadas y demás representaciones extranjeras; los teléfonos intervenidos, cámaras de monitoreo en los accesos a los edificios, además de la información que secretarias, interpretes, chóferes y personal doméstico, todos ellos personal proporcionado por el Buró de Servicios al Cuerpo  Diplomático (BODK), obligado a informar los pormenores de la vida cotidiana y actividades de sus jefes y patrones extranjeros. Además de las cámaras en los torreones de policía, erigidos en las principales avenidas de Sofía.

A lo anterior, como otros elementos para adquirir el carácter de Estado de vida difícil, se añade la prohibición que pesaba sobre los búlgaros de tener cualquier contacto con agentes diplomáticos extranjeros, so pena de ser castigados, en consecuencia, requerían de permiso para recibir extranjeros en sus hogares.

Por otra parte la barrera del idioma, el búlgaro lengua eslava se escribe con caracteres cirílicos, idioma que proviene de San Cirilo que junto con San Metodio fueron los creadores de este alfabeto, lenguaje poco atractivo de estudiar por no poder practicarlo con la población local como se mencionó, Además la población habla ruso, un sector minoritario habla turco y algunos viejos entienden algo de alemán.

De lo anterior resulta que “la vida en búlgaro para los extranjeros” no es fácil y menos para los diplomáticos. Las compras cotidianas en todo caso se hacían con el lenguaje universal de las señas y unas cuantas palabras en búlgaro, sin embargo, en Bulgaria hay ciertas complicaciones desde el momento que para negar mueven la cabeza en la forma en que nosotros asentimos y viceversa; de ahí que no siempre entienden los movimientos y otro poco que se hace los orates, para desesperar al extranjero. Los espectáculos son en la lengua nacional, por lo que el cine y el teatro quedaban fuera de las actividades recreativas, no así la ópera, la gran excepción que no necesita del idioma para disfrutarla; existían excelentes artistas, el más conocido el bajo Nikolai Guiurov, casado con la soprano italiana Minela Freni, que por cierto vivían en el extranjero. La temporada de invierno era sinónimo de opera, así que en compañía de mi mamá asistíamos a casi todas las funciones en el Teatro de la Ópera en donde ocupábamos lugares en la cuarta fila junto con otros diplomáticos.  Cabe destacar que la primera ocasión estuvimos en primera fila pasamos la novatada, pues al recorrer las pesadas cortinas de terciopelo color vino, dejan una estela de polvo, con lo que la respiración, se normaliza hasta la mitad del primer acto.

El cortinaje se identifica con los palcos en donde aún luce el escudo con el águila coronada de la época zarista, no debemos olvidar que el monarca búlgaro era como su homólogo ruso denominado zar, si bien a secas y no “de todas las Bulgarias”. En cuanto al ballet clásico, más que para gozar de movimientos ágiles, iba uno a divertirnos, pues los bailarines son de una torpeza extraordinaria y siguen la escuela ruda, en lugar de la rusa o la cubana de los Alonso. El más memorable fue la puesta de Carmen por Alberto Alonso –ex cuñado de Alicia- en que los flecos de los chalecos de los bailarines se entrelazaron; en otras ocasiones volaron sus zapatillas de los danzantes más allá de la décima fila. Esto hacía contraste con los gimnastas -que son excelentes- de enorme elasticidad y limpieza en sus acrobacias y los reconocidos levantadores de pesas. Cabe destacar que se presentaron dos artistas mexicanos de fama internacional la crotalista Sonia Amelio y el celista Carlos Prieto.

Retomando el tema de los “días sanitarios” eran una necesidad que se imponía con mayor fuerza para los diplomáticos provenientes de países cálidos de América, África y Asia, por los largos y fríos inviernos que además producían depresiones por los cambios de presión atmosférica. Salir de Bulgaria era un aliciente a pesar de tener que dejar el departamento a merced de la insana curiosidad de los servicios de inteligencia. Yo acostumbraba colocar un juguete de mi hijo, un animal de madera con ruedas atrás de la puerta, para ello lo jalaba con el cordón por debajo de la puerta y lo enredaba para que quedara debajo de la misma; luego en el vestíbulo de mármol blanco colocaba talco antes de entrar a la estancia alfombrada de rojo, dejaba desconectados el tocadiscos, la video casetera y la televisión, y los ceniceros quedaban limpios. Al regresar abría con cuidado la puerta para cerciorarme de las visitas inesperadas, así el juguete ya había rodado varios metros, la alfombra de la estancia tenía huellas blancas por doquier, en ocasiones los ceniceros tenían colillas de cigarros y los aparatos eléctricos aún estaban calientes, sólo olvidaban dejar su tarjeta de presentación.

Obviamente la primera ocasión que comprobé la trasgresión a nuestra privacidad, considerando las deferencias que se debe tener a los diplomáticos, me ocasionó una reacción encontrada y varios cuestionamientos: ¿por qué querían que nos enteráramos que habían estado ahí dejando tantos rastros visibles, sabiendo que en el esquema de trabajo dentro del Pacto de Varsovia eran los agentes búlgaros los que hacían “el trabajo sucio de una manera limpia”? Ahí esta el caso de Markov disidente peligroso que huyo a Londres, en donde sufrió un cortés piquete con veneno en la pantorrilla con un paraguas muy británico accionado por uno de sus compatriotas mientras esperaba el autobús, lo que lo despachó al otro mundo en unos cuantos días.

Los visitantes indeseables causaban tanto indignación como una emoción especial al saber que se estaba dentro del juego de la Guerra Fría y por ello era espiado. Cuando abordamos el tema varios colegas, algunas de las historias de los agentes búlgaros resultaron más descaradas: algunos encontraron los aparatos eléctricos encendidos, así como restos de alimentos. Nuestro vecino representante de Air France encontró al regresar de un viaje su gran congelador desconectado y la cantidad de sus delicatessen echados a perder.

 En cuanto a los micrófonos en el departamento lo pude comprobar como resultado de una conversación con un colega de Indonesia, quien me facilitó el detector correspondiente-. Esa tarde llegué al departamento como niño con juguete nuevo, de inmediato me di a la tarea detectivesca de pasar el aparato por las paredes del hall y de la estancia sin que hubiera sonido alguno. Repetí la operación con mayor detenimiento, pero tampoco hubo resultado, por lo que entristecí, mientras me preguntaba si México no sería importante para los búlgaros, pues el anterior inquilino a quien sustituí en la Embajada era obviamente mexicano. A la vez consideraba, bueno si el edificio es prefabricado lo más seguro es que desde su edificación estén colocados los micrófonos. En lugar de seguir elucubrando si el aparato servía o qué pasaba, bajé unos pisos al departamento de mi amigo quien me preguntó si tampoco había ruido en las recámaras, como no llegué a ellas, me despedí y subí al departamento para probar y ¡oh sorpresa! el detector casi se me cae de las manos, bueno claro las cosas importantes se dicen en la cama y si no en ella, cuando se tiene invitados se hacen los famosos apartes para comunicar cuestiones reservadas.  

Una estrategia que empleé con un colega venezolano y funcionó espléndidamente fue el “teléfono descompuesto”, así cuando después de varios meses de espera y las promesas del BODK de que me instalarían un vidrio en una de las ventanas dobles, pero que era necesario en un piso trece pues, el frío se filtraba con fuerza, me decidí llamar a mi amigo y le dije que me parecía increíble tantos éxitos de Bulgaria en la construcción del socialismo, pero inaudito que no contaran con vidrios. A los dos días llego el “técnico” del BODK con el vidrio. Mi colega también me llamaba para comentarme de ciertas cosas que debería proporcionar el BODK o la municipalidad –como la limpieza de la nieve en la zona de su casa y que no le permitía salir en auto- hablaba en ocasiones en conversación incoherente, pero los oidores hacían llegar la queja y el problema se resolvía. 

Cuando tomamos el departamento hubo que comprar teléfono pues mi antecesor se llevó su aparato italiano, así que compramos uno búlgaro, el cual pronto sustituimos por uno adquirido en Tesalónica, Grecia, pero la sorpresa fue que no funcionaba e ingenuamente se llamó al BODK para que lo revisara, cuando dijo que se lo tenía que llevar para arreglarlo, le di las gracias y le comenté que mejor nos quedábamos con el anterior que era búlgaro y obviamente ya contaba con la pastilla correspondiente. Nos dimos cuenta que el número telefónico no solo estaba intervenido, sino además lo compartíamos con algún búlgaro, creo militar, pues en algunas ocasiones en su desesperación de que tuviéramos llamadas largas, en un mal inglés pedía que colgáramos.

Las llamadas de largas distancias deberían ser en un idioma conocido para los búlgaros; el español estaba dentro de ellos, así que no tuvieron problema de entender lo que decíamos, pero al Embajador de Indonesia no se le permitió usar su propia lengua que, en este tipo de llamadas, por lo que fue interrumpido en su conversación por el telefonista quien le indicó que debería hablar en inglés o cortaría la comunicación.

En el piso de arriba de nuestro departamento estaba un centro de control, pues todos los choferes que tuvimos llegaban de arriba. Cuando salíamos en los días sanitarios, pues se enteraban desde el momento en que pedíamos las visas para Turquía, Grecia, Yugoslavia y Austria. Luego cuando se subía el equipaje y por los días libres que tendría el chofer. Además, las torres de tránsito en las principales avenidas que desembocan en las carreteras

En el invierno los blancos paisajes nevados en Sofia duraban poco, pues con el deficiente sistema de limpieza pronto se tenían obscuros lodazales. Pero los paisajes en los parques arbolados eran la ocasión para jugar con las bolas de nieve y hacer muñecos y en las montañas los paisajes eran hermosos más cuando iba uno descendiendo con los esquís.  

Sofía era una ciudad apacible, pequeña con no muchas pretensiones si se le compara con otras de la región, en ocasiones un tanto aburrida, aburrimiento que se diluía un poco con la actividad social-diplomática, pero como eran pocas las representaciones diplomáticas y su personal reducido, éramos los mismos con frecuentes reuniones. Por todo lo anterior era necesario viajar al extranjero, para cambiar de aires, sentir la libertad y hacer las compras, pues en Bulgaria con la producción planeada en quinquenios en ocasiones les fallaba y había escasez de algunas mercancías y sobre oferta de otras.

Los comestibles enlatados eran buenos, pues la agroindustria era su fuerte como ya se mencionó, pero los vegetales y verduras frescas se conseguían en los mercados, pero los vendían sucios, así había que adivinar si la tierra seca en realidad envolvía papas. Conseguíamos frijoles que cultivan y consumen los gitanos, pero los vendían en medida de lata pequeña, así que cuando se pedían doce latas o más se quedaban sorprendidos y en ocasiones no los querían vender. ¡Quién sabe cómo los consumían ellos? Con el accidente de Chernobyl y la expansión de la nube radioactiva se hizo difícil comer frutas, verduras y carne, por lo que nos vimos precisados a importa los alimentos congelados desde Australia, a través de Osterman una compañía danesa para atender a los diplomáticos.

Los guisos tradicionales no son variados, varios provienen de la cocina turca, al haber estado Bulgaria como la mayor parte de los Balcanes bajo el dominio otomano, por lo que al viajar teníamos la oportunidad de comer sabroso, además visitar museos, zonas arqueológicas y tiendas.

Las playas del Mar Negro estaban contaminadas y en el verano repletas de turistas socialistas que no podían viajar a otros países, por lo que los diplomáticos preferíamos las griegas y turcas menos concurridas y con excelente cocina.

CDMX, enero de 2022

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