Una constante en la relación de Irán con los países de occidente en los últimos años ha sido la denuncia de su potencial nuclear, específicamente el relacionado con la construcción de armamento de ese tipo. Un conjunto de sanciones económico-financieras vigentes desde 2015, aun con su variaciones e intensidades; acontecimientos internos recientes; la añeja rivalidad con Israel y sus connotaciones en todo Oriente Medio, así como los avances científicos en la industria nuclear, motivan una reflexión respecto al sentido y las aplicaciones de la energía nuclear en ese país.
1. Historia inmediata
El pasado 5 de julio Irán concluyó un episodio importante de su vida interna contemporánea. La elección de Masoud Pezeshkian como nuevo presidente fue el colofón al trágico accidente aéreo en el cual perdió la vida el mandatario iraní Ibrahim Raisi junto con el canciller y otras altas autoridades en mayo pasado.
A la pléyade de pendientes que tendrá que atender el nuevo mandatario -aislamiento internacional, descontento interno, economía en declive y conflicto directo con Israel, entre los más acuciantes- se suma uno con impacto en diversos ámbitos: el desarrollo de su industria nuclear, aspecto que le ha motivado una enemistad con la comunidad internacional, principalmente con el denominado el grupo P5+1 (formado por integrantes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania y un representante de la Unión Europea) y con la Agencia de Internacional de Energía Atómica (AIEA).
Tal vez esa realidad fue la que motivó al presidente Pezeshkian a manifestar lo siguiente durante el debate que sostuvo con su opositor días previos a las elecciones: “si queremos resolver nuestros problemas con el mundo, también debemos salir del estancamiento y resolver los problemas internos del país”. Con ello parece que el nuevo presidente será favorable al diálogo con los países que cuestionan el programa nuclear de Irán y se centrará en la negociación para iniciar una nueva etapa del acuerdo suscrito con el P5+1 hace casi una década.
Es cierto que en Irán el presidente disfruta de cierto margen de maniobra en el país, sin embargo, la máxima autoridad recae en el líder supremo Ali Khamenei, y, en menor medida, en el Consejo de Guardianes. Empero la elección de Pezeshkian da pauta a cierto optimismo respecto a lo que ha sido el principal móvil de disentimiento con la comunidad internacional: el plan nuclear establecido por las autoridades iraníes desde el triunfo de la revolución islámica. La moderación característica de Pezeshkian podría facilitar el diálogo de su país con occidente y motivar las reformas internas que la sociedad iraní demanda.
Un factor relevante será la designación del nuevo encargado de la política internacional en ese país. Aunque no se ha anunciado hasta este momento, es previsible el regreso de Javad Zarif, quien ocupó ese puesto entre 2013-2021, período en el cual el régimen iraní llegó a un acuerdo con Estados Unidos y otras potencias mundiales para limitar las actividades nucleares de Teherán a cambio de un alivio de las sanciones impuestas.
2. Anales de un fenómeno vigente
Los cimientos del programa nuclear de Irán se remontan a mediados del siglo pasado, cuando este país se benefició del programa ‘Atoms for Peace’, anunciado por el presidente Dwight D. Eisenhower como una estrategia para hacerse de aliados durante la Guerra Fría. Su objetivo era capacitar, proporcionar equipo e información a escuelas, hospitales y centros de investigación de los Estados Unidos y otras partes del mundo a fin desarrollar aplicaciones pacíficas de la energía nuclear.
Así, tanto Irán como Pakistán e Israel, consiguieron tecnología, combustible, equipos de laboratorio, reactores y asistencia para construir plantas nucleares. En 1967 Irán recibió su primer reactor de 5 MW, conocido como el Reactor de Investigación de Teherán, que funcionaba con uranio enriquecido. Hasta ahora es considerado como el cimiento de futuros contratos que Irán desarrolló con otros países (Francia, Alemania y Sudáfrica, entre otros). Otro proyecto emblemático fue la planta nuclear de Bushehr, que alberga dos instalaciones, y fue construida con asistencia de la empresa germana Kraftwerk.
Como una muestra de su disposición a cooperar internacionalmente con otros países y organizaciones, Irán ratificó en 1970 el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (NTP) y decidió someter sus actividades al escrutinio de la AIEA. Adicionalmente, en 1974, estableció la Organización de la Energía Atómica de Irán (OEAI), cuya tarea fundamental fue coordinar la construcción de 20 reactores nucleares, una instalación para enriquecer uranio y una planta de reprocesamiento de deshechos.
Un cambio sustantivo en esta tendencia emergió con la revolución de 1979, que dio origen a la actual República Islámica de Irán. La cooperación internacional, sobre todo con los Estados Unidos, cesó, investigadores y trabajadores del sector nuclear salieron del país ya que el nuevo líder, Ayatollah Khomeini, consideró el programa nuclear de su país como anti islámico durante varios años. Se desarrolló así una etapa de cooperación con Pakistán y China, y Estados Unidos bloqueó los intentos de Irán de hacerse de nuevos reactores nucleares provenientes del exterior.
Lo que se observa durante la última década del siglo pasado es una colaboración de Irán con los aliados que Estados Unidos no logró contener. Se consiguió así asistencia de Rusia, Pakistán, Libia y Corea del Norte para diseñar nuevas plantas y dar mantenimiento a las ya existentes, obtener insumos para sus instalaciones y asegurar centrifugadoras.
El resultado fue el establecimiento de un programa de armamento nuclear conocido como Proyecto Amad, que aparentemente contemplaba la adquisición y producción de material nuclear apto para armamento. Aparentemente el proyecto se detuvo años después de su inicio debido a que la AIEA reveló sus detalles, obligando a las autoridades a ponerle fin, aunque en realidad no se sabe si se descartó definitivamente.
Durante los primeros años del presente siglo, Irán negoció con la AIEA un protocolo que le permitiera al organismo tener acceso a la información y a sus instalaciones nucleares, sin embargo, fue suspendido en 2006 debido a que se descubrieron aspectos de su funcionamiento no develados previamente. Enseguida se anunció la construcción de nuevas instalaciones nucleares para albergar hasta 2700 centrifugadoras. Desde entonces, diversas fuentes han asegurado que Irán puede producir uranio altamente enriquecido (HEU), que representa un contenido de al menos 20% de uranio tipo 235, así como insumos e infraestructura para construir armamento nuclear.
Un acontecimiento relevante fue la elección como presidente en 2013 de Hassan Rouhani, quien manifestó su deseo de negociar con el llamado P5+1 el desarrollo de su programa nuclear. Lo fundamental fue permitir a la AIEA supervisar la estrategia nuclear iraní a fin de impedir la construcción de armamento de ese tipo y observar el proceso de enriquecimiento del uranio en ciertas actividades. Colateralmente se limitaba la construcción de centrifugadores y se impedían actividades que requirieran el uso de agua pesada y la posesión de plutonio y uranio aptos para la producción de armas.
El Plan de Acción Integral Conjunto (Joint Comprehensive Plan of Action, JCPOA) es un acuerdo internacional sobre el programa nuclear de Irán suscrito en Viena el 14 de julio de 2015 entre Irán y el denominado P5+1 (China, Francia, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos más Alemania y la Unión Europea).
Irán aceptó eliminar sus reservas de uranio con enriquecimiento medio; disminuir sus reservas de uranio con enriquecimiento bajo en un 98 %, y reducir en dos tercios sus centrifugadoras de gas durante trece años. También aceptó no construir ningún reactor nuclear nuevo de agua pesada durante el mismo período de tiempo. El enriquecimiento de uranio se limitaría a una sola instalación que utilizase centrifugadoras de primera generación durante diez años. Otras instalaciones serían transformadas para evitar los riesgos de la proliferación nuclear. Para vigilar y verificar el cumplimiento del acuerdo, los inspectores de la AIEA tendrían acceso sin restricciones a sus instalaciones nucleares y a posibles sitios no declarados. El objetivo era descartar toda posibilidad de desarrollar armas nucleares en secreto, como supuestamente Irán lo estaba haciendo.
En compensación por sus compromisos, Irán sería aliviado de las sanciones económico-financieras impuestas. Aunque Estados Unidos se comprometió a quitar las vinculadas con sus exportaciones de petróleo, las mantuvo, igual que las restricciones a las transacciones financieras vinculadas con su comercio internacional, en específico las restricciones para procesar cualquier pago a Irán a través del sistema financiero estadounidense.
En mayo de 2018, el presidente de los Estados Unidos Donald Trump, anunció la retirada de su país del acuerdo, y el mantenimiento de las sanciones. Por otra parte, aunque desde el inicio de su gestión el presidente Biden anunció que Estados Unidos volvería al JCPOA si Irán se comprometía a cumplirlo, hasta ahora ningún compromiso se materializó y desde finales de 2023 las disposiciones del acuerdo comenzaron a expirar.
En represalia, Irán reanudó sus actividades nucleares y, a principios de 2023, inspectores de la ONU informaron que había enriquecido uranio hasta niveles aptos para armas, lo que desató nuevamente la alarma internacional. Así, en marzo de 2023, la AIEA, logró la suscripción de una declaración conjunta para fortalecer el diálogo y resolver las diferencias relacionadas con las actividades de verificación en sitios nucleares, sin embargo, hasta hoy sigue inoperante.
3. Otras historias que suman
El 19 de abril, Israel realizó un ataque cerca de la ciudad de Isfahán en represalia por una agresión iraní previa en su territorio con drones y misiles. Se trató de un sitio militar ubicado en las inmediaciones del Centro de Tecnología Nuclear de Isfahán, que alberga reactores de investigación nuclear, una planta de conversión de uranio y una planta de producción de combustible. La acción constató la beligerancia que existe entre ambos países desde hace tiempo y su afán por exhibir su preponderancia en la región; también permitió constatar lo estratégico que es ese centro en el desarrollo de la energía nuclear iraní.
Por ello, no fue coincidencia que días después del ataque se realizará la 1ª Conferencia Internacional sobre Ciencia y Tecnología Nuclear, organizada por la Sociedad Nuclear de Irán (NSI), la AEOI, el Instituto de Investigación de Ciencia y Tecnología Nuclear (NSTRI) y otras universidades. Su objetivo fue presentar avances novedosos y fundamentales en el campo de la ciencia nuclear y fomentar la comunicación entre investigadores y profesionales de áreas científicas diversas y con interés en mejorar las técnicas relacionadas con la ciencia nuclear. Participó el director general de la OIEA, Rafael Grossi, y más de un centenar de ponentes, entre ellos 50 extranjeros; también se presentaron más de 500 ponencias científicas en paneles especializados y mesas redondas.
Lo que se constató en esta conferencia fue la variedad de posibilidades que ofrece el uso de energía nuclear, más allá de lo bélico. A través de las ponencias se analizó tanto el estado actual como el potencial que tiene su uso en la generación de electricidad, la medicina, la agricultura, la industria, la investigación científica, la propulsión de buques y submarinos o en aplicaciones espaciales. Fue manifiesto que la energía nuclear tiene el potencial de contribuir significativamente a diversos sectores, aunque también conlleva desafíos y riesgos que requieren una gestión y regulación rigurosas para garantizar su uso seguro y responsable.
Lo anterior es importante para contextualizar tanto la magnitud como el potencial de riesgo del sector y del programa nuclear de Irán. Lo fundamental es reconocer la matriz energética del país. Según la AIEA, más del 98% de la energía primaria se deriva de recursos de petróleo y gas (ambos cubren 98% de las necesidades de energía primaria) y sólo alrededor del 2% proviene de energía hidráulica, carbón y energías renovables no comerciales. Asimismo, en el sector eléctrico, más del 83% de la actual capacidad nominal instalada se basa en turbinas alimentadas con petróleo y gas.
Por otra parte, tomando en consideración que Irán tiene un amplio programa para suministrar combustible nuclear a sus centrales eléctricas, el ciclo del combustible nuclear en ese país incluye la exploración, la minería, la producción de dióxido de uranio (U3O8), la conversión, el enriquecimiento y la fabricación del combustible, todo lo cual se inició hace varios años y actualmente exhibe diferentes niveles de desarrollo.
Necesario es también recordar que el uranio sólo necesita ser enriquecido entre 3 y 5% para ser utilizado en la producción de energía eléctrica en plantas nucleares, calificando así como de uso con fines pacíficos. Y se sabe que para enriquecer el uranio arriba de este punto Irán depende de otros países para lograrlo.
Respecto a las reservas de uranio, la OEAI ha reconocido desde hace varios años reservas probadas por alrededor de 3 mil toneladas. Sin embargo, diversos estudios prospectivos, reconocen que sus reservas podrían oscilar entre 20 mil y 30 mil toneladas, con las cuales podrían suministrar la materia prima necesaria para sus centrales nucleares, entre las que se encuentran: 1) Bushehr I y II, cuya construcción se remonta 5 décadas atrás, y 2) Darkhovin ó Esteghal, diseñada, por expertos de Francia, aunque construida sólo por Irán, incluyendo su reactor, lo que la convertirá en 2030 en la primera planta de manufactura plenamente iraní.
Adicionalmente, el programa nuclear de Irán incluye complejos nucleares con plantas productoras de agua pesada (Arak); instalaciones de enriquecimiento de uranio (Natanz y Fordow), y centros de investigación tecnológica nuclear como el de Isfahan.
4. Una historia sin final
La conclusión fundamental de este episodio es que a pesar de las limitaciones impuestas por el P5+1, monitoreadas por la OIEA, el programa nuclear de Irán sigue su curso. Eso no significa que sus esfuerzos sólo estén dirigidos a fortalecer sus capacidades bélicas -enfoque que predomina en Occidente y por el cual se insiste en nuevas sanciones- sino también a otros aspectos del desarrollo de la energía nuclear, como lo exhibió la reciente Conferencia Internacional sobre Ciencia y Tecnología Nuclear.
Ante el inminente fin de algunas cláusulas del JCPOA y el impasse en la colaboración de Irán con la OIEA, lo que predomina es, por un lado, la sospecha internacional de que Irán continúa enriqueciendo uranio para desarrollar armamento nuclear, y, por otro, la negación de éste país de que lo esté haciendo, algo que las cámaras instaladas por la OIEA en diversas plantas e instalaciones aún no logra contradecir.
Es evidente que, aun cuando varios de los apartados del acuerdo suscrito en 2015 estén por llegar a su fin debido a las cláusulas de expiración acordadas, la OIEA seguirá buscando fortalecer el diálogo entre el P5+1 e Irán, así como resolver las diferencias sobre las actividades de verificación en las instalaciones nucleares de ese país.
Un aspecto que demerita los argumentos de Irán respecto a su programa nuclear es la lectura que se hace en occidente de su posesión numerosa de misiles de mediano y largo alcance, un tema no incluido en el JCPOA y en el cual el país sobresale respecto a otros países de la región (Israel, Arabia Saudita, Siria). Al respecto, al considerar que esos artefactos representan un gran avance hacia el desarrollo de un arsenal atómico se afirma que su programa nuclear adolece de cualquier fin pacífico.
Un último aspecto a considerar es el vinculado con los avances científicos y tecnológicos. En los últimos años, la capacidad de Irán para enriquecer uranio rápidamente ha mejorado con sus avances en las pruebas y el desarrollo de modelos de centrífugas más potentes. Irán ha instalado varios de estos modelos en líneas de producción lo cual le ha permitido aumentar tanto el tamaño como el nivel de enriquecimiento de sus reservas de uranio.
En esta conjunción de elementos, que nutren tanto acusaciones como denegaciones, resulta apremiante rescatar lo dicho por el presidente Eisenhower al presentar su programa Atoms for Peace: “no se trata solo de la mera reducción o eliminación de los materiales atómicos para fines beligerantes. No basta con quitarles esas armas a quienes las poseen. Hay que ponerlas en manos de quienes sepan despojarlas de su envoltura militar y adaptarlas a las artes de la paz y del beneficio de la humanidad”.
Dejar una contestacion