VIII. MIGRACIÓN: DILEMA SECULAR.

La migración es un fenómeno tan antiguo como la humanidad, pero en cada nueva época, enfrenta obstáculos frescos. Es un hecho cierto que el ser humano emigra de modo natural. Lo hace desde los albores de la humanidad, impulsado por los rigores climáticos, obligado por calamidades naturales, en respuesta a la sobrepoblación, en búsqueda de mejores cultivos, de nuevas oportunidades de vida, a veces sólo por curiosidad.

Emigrar es un derecho natural, un derecho humano y la más inmediata manifestación de libertad. Las fronteras nacionales se levantaron en la época contemporánea. El siglo dieciocho erigió las nacionalidades y el nacionalismo condenó abruptamente las migraciones. Actualmente son las guerras, los odios, el miedo, las rivalidades (étnicas, religiosas, económicas), la pobreza y la marginación los principales generadores de migrantes.

Hace algunos lustros se celebraba en casi todas partes el arribo y encumbramiento de la globalización. Se asumía con alivio el que, gracias a la conclusión de la Guerra fría, sobre todo, pero en parte también al desarrollo de nuevas tecnologías el mundo ingresaba a una época de paz. La humanidad estaba conectada por varios conductos -mediante imágenes, sonidos y otros- y, muy importante, la población mundial tenía conciencia de vivir en tiempo real. La crónica de la Guerra del Golfo no la leímos en la prensa del día siguiente: la vimos en vivo por televisión desde el momento de su inicio.

Un académico reconocido llegó a afirmar que acabada la Guerra fría, concluida la rivalidad y la disputa ideológica Este – Oeste, la humanidad había llegado al fin de la historia. Se daba por sentado que a futuro la humanidad viviría en paz y sin mayores contratiempos.

Esa perspectiva se ha desvanecido y han emergido aquí y allá señales visibles de una honda mutación. Son varios los motivos, en nuestra opinión. El fin del capitalismo, como lo conocimos. El debilitamiento del poder de Estados Unidos. La emergencia mundial de varias naciones, destacadamente China. La invasión de una multitud de nuevas tecnologías, señaladamente las digitales, que han revolucionado no solo la economía.

Igualmente complejas y profundas, otras señales se manifestaron de modo silencioso y patético. Uno de esos fenómenos fue la generalización y el aumento de la migración mundial.

Occidente, impulsor de la globalización, se esforzó en derribar los obstáculos a la libre circulación de bienes, servicios y capitales pero no de las personas. En ese mismo Occidente, donde surgieron y desde donde se impulsan las ideas de libertad, democracia y los derechos humanos, se produjo una regresión.

Son los gobiernos, las autoridades locales y nacionales quienes tienen la responsabilidad, la obligación primigenia de crear las condiciones para desalentar el éxodo, para asegurar modos de sobrevivencia digna y segura para sus habitantes, una obligación que demanda también el sano sentido de la lógica económica.

A los migrantes los motiva la sobrevivencia en primerísimo lugar. Escapan de la guerra, de la violencia, de la inseguridad, de la pobreza, de la discriminación… fenómenos generalizados en muchas partes. La realidad es que son cada vez menos las posibilidades de establecerse en un nuevo territorio, visto el número de países cuyos gobiernos se oponen y bloquean el ingreso. Igual, los métodos para rechazar a esos grupos que emigran son cada vez más rudos y mayores los riesgos de los migrantes.

Por décadas millones de mexicanos se han visto obligados a emigrar a Estados Unidos. Pero el Gobierno de México –hasta donde colegimos- no solo no se ha planteado ese fenómeno como problema – la migración aloja varias aristas-, sino que se acogió a él como a una tabla de salvación, a una válvula de escape: la mano de obra mexicana desempleada, que emigre a Estados Unidos.

En realidad ha sido un acto de prevaricación. Sucedió por décadas y aún sobrevive: el volumen de remesas proveniente del Norte incide decisivamente en la marcha de la economía del país.

Por lo demás, el fenómeno de los muros, materiales y jurídicos, no es novedad. Desde la antigüedad algunos pueblos han intentado detener la migración por esa vía. Era esa la misma pretensión que impulsaba al Presidente Trump a la construcción de un muro en la frontera con nuestro país; y porque también le aportaba una magnífica carnada electoral. Con o sin muro, no es improbable que quienes necesiten cruzar a Estados Unidos, hallarán el modo de hacerlo. Lo ideal es que no hubiera necesidad de ello.

Es ése el problema en el norte. Hay otro correspondiente en el sur. Durante años ya, un caudal de trabajadores centroamericanos ha atravesado el territorio mexicano para llegar a Estados Unidos. Provienen sobre todo de Guatemala, Honduras y El Salvador (una cuarta parte de la población salvadoreña radica en Estados Unidos). Lo han hecho por décadas.

En víspera de que se redactara esta nota los medios reportaban el hallazgo de más de cien migrantes en San Luis Potosí en condiciones que no permitían establecer su condición, no solo migratoria sino física. Los migrantes procedían de Honduras y El Salvador y penosamente, también ya de Venezuela.

La migración es un problema mundial que parece no tener remedio a corto plazo. Acompañará a la humanidad por algún tiempo. Aliviarla demanda años de trabajo y convencimiento. Podemos comenzar a plantearnos algunas interrogantes.

Una de los mayores causas generadoras de migrantes en la época actual es la de la pobre administración de los gobiernos nacionales, los que en vez de crear, producir y distribuir bienestar, introducen y propagan caos, pobreza, destrucción y migrantes.

La vida política y social de las naciones demanda orden y concierto. Sería patético considerar al planeta como un edén original. En el hombre hay mala levadura. Con todo ¿por qué los migrantes prefieren dirigirse a Europa, a Estados Unidos, a Australia y Nueva Zelanda y no a…? Por el grado de paz y seguridad, de vigencia y aplicación del estado de derecho –de civilidad- que han alcanzado aquellos países y que garantiza un mínimo de libertad, seguridad y, con probabilidades, de trabajo.

Un riesgo inédito ha aparecido en años recientes. No solo para los migrantes. Se refiere a la nueva generación de dirigentes nacionales que va asumiendo el poder en cada vez más países, apelando al populismo, al miedo, a la etnia, al resentimiento. Se trata de una nueva categoría de mandatarios, de políticos que promueven posiciones francamente reaccionarias o fascistas.

CDMX, abril de 2023

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