IN MEMORIAM
Gustavo Maza Padilla, Nicolás Escalante y Barret,
Francis de Roux López, Federico Urruchúa Durand,
Mauricio Toussaint Ribot, Graciela de la Lama y Gómez,
Jaime García Amaral, Carlos Rodríguez y Quezada.[1]
Hace poco tiempo un colega del Servicio Exterior Mexicano (SEM) lanzó un reto: a ver si alguien se atreve a escribir algo sobre “la parca”[2], que se está llevando a varios compañeros.
Su servidor ha decidido recoger el guante y echarse a cuestas la difícil tarea de escribir acerca de mis amigos y compañeros de profesión que se nos han adelantado en el camino. Al final de los ciclos anuales muchas personas disfrutan de las fiestas, pero otras (sobre todo los de la tercera edad) padecen depresión, los agolpan los recuerdos sobre los buenos tiempos, cuando todo era sonrisas y optimismo por la vida y la profesión que decidimos abrazar. Planes, proyectos y realizaciones: una vida intensa en muchos sentidos.
Todo lo anterior se magnifica si además de dichos aspectos, a la persona la presionan algunas limitaciones de tipo material, más concretamente económicos y, no se diga si (como es natural por razones de la edad) enfrenta padecimientos físicos, limitantes para llevar una vida normal. Entre los dichos populares hay uno que ilustra ese ambiente lúgubre para algunos y que para quienes vivimos en el Hemisferio Norte, comprende la estación invernal: “enero y febrero, desviejadero.”[3]
En términos generales, los mexicanos nos consideramos como “amigos de la muerte”. A nosotros “la calavera nos pela los dientes” y celebramos cada día 2 de noviembre el “Día de los Muertos”, fiesta pagana y cristiana, heredada de nuestros ancestros fundadores de la nacionalidad mexicana.[4] Algunos estudiosos de la sociología y de otras ciencias, podrían catalogar al mexicano como un bravucón, alguien que desafía a la muerte, que le canta y le compone versos y hasta la invita a comer y beber. Nacer, crecer y morir, son solo etapas del ser humano sobre la tierra, como dijera el escritor Mario Benedetti: “La muerte es solo un síntoma de que hubo vida.”
Los funcionarios del SEM jubilados nos reunimos mensualmente a comer e intercambiar comentarios sobre la vida nacional e internacional; así como también compartimos algunas recetas o recomendaciones sobre los achaques de la edad. Entre las actividades realizadas hemos querido tomar una fotografía al final de la comida, para poder revisar al mes siguiente quienes sobreviven. No siempre lo hemos cumplido.
Entre los jubilados formamos una fila no muy larga (creo que no pasamos de 250), esa condición nos uniforma, por lo cual no tenemos un escalafón que determine quién se va primero. Es decir, que la cercanía del final de la vida nos empareja o nos impone una especie de democracia.
Desde luego, no se puede ignorar que algunos colegas que nos han precedido en la partida, pudieron haber seguido acompañándonos un tiempo más si hubieran contado con mejores condiciones de vida y un seguro médico de gastos mayores con cobertura total. Algunos han recurrido a la seguridad social que nos corresponde, otros se han querido acoger a los servicios médicos de las fuerzas armadas, no siempre con buenos resultados. Las autoridades gubernamentales han olvidado o no les importa saber que después de la jubilación es cuando más cuidados requiere quien fuera servidor público por más de 30 años, que en algunos casos pasa de los 40. En esta etapa de la vida es cuando más se necesita estar tomando medicinas (la lista sería extensa), complementos alimenticios y tratamientos de fisioterapia, que le ayuden a sobrellevar las molestias propias de la edad. Al saber de la poca eficiencia de los servicios médicos que se ofrecen a los jubilados, se recurre a conseguirlos y pagarlos de su propio peculio; lo que representa una merma importante a lo que se recibe con la ya de por sí exigua pensión.
Ahora bien, quienes entregamos buena parte de nuestra vida al servicio de nuestro país ¿podríamos esperar gratitud de la sociedad y gobierno de México? O de otro modo ¿se podría pensar que en algún momento se produjera una reivindicación, reconocimiento, o justicia?
De lo que no nos salva nadie es de “la parca”, la que nos espera para conducirnos al destino final, pues como los demás seres humanos somos mortales. Para finalizar a continuación una calavera:
“Muertos existen miles
y se acumulan cada mes
gobierno ya no vaciles
nos faltan más de tres.”[5]
APM/abril de 2019
- Miembros del Servicio Exterior Mexicano jubilados y recientemente fallecidos. Me disculpo si omití algún nombre, en virtud de que yo no tengo el control o registro de este tipo de acontecimientos. ↑
- https://es.thefreedictionary.com/parca “La parca” en México es sinónimo de la muerte. Por otra parte, la mitología griega hace referencia a esa misma figura representada por tres deidades hermanas con figura de viejas, de las cuales Cloto hilaba, Láquesis devanaba y Átropos cortaba el hilo de la vida de los hombres. ↑
- Visto en: https://vanguardia.com.mx/eneroyfebrerodesviejadero-99338.html El dicho “Enero y febrero, desviejadero”, aunque parece un simple adagio del ingenio popular, uno de tantos refranes que ilustran la vida del mexicano o uno de esos versos inventado por un poeta de arrabal, lo cierto es que es ésta una sentencia que año con año, y para asombro de muchos, se cumple al pie de la letra. Si no lo cree, basta que eche un vistazo a los registros de las principales agencias funerarias de la localidad, que todos los años y por estas fechas, eleven el número en sus servicios de inhumación hasta en un 400 por ciento. El dato más revelador es que el 80 por ciento de los fallecidos son adultos mayores de entre 60 y 90 años de edad, lo que inicia que la frase “enero y febrero, desviejadero”, puede no ser mera falacia. ↑
- https://www.mexicodesconocido.com.mx/dia-de-muertos.html La UNESCO nombró este festejo el año 2008 como “Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”. ↑
- https://www.calaveras-literarias.com/seccion/calaveras-de-politicos/ ↑
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