A modo de preámbulo, estimo apropiado establecer brevemente el estado actual en que se encuentra el mundo respecto al Coronavirus, entendiéndose como tal la actitud de los países en general y sus respectivas comunidades en lo particular. En tal sentido se aprecia que a ocho meses de iniciado el contagio universal (en China y Europa…en México hace seis), aún no salen de su azoro e inclusive –países y comunidades- se encuentran atrapados en un miedo-pánico derivado de los efectos directos y colaterales, así como de las consecuencias futuras que la pandemia seguirá causando.
De la misma manera es preciso anotar que en este caos psicológico mundial, todos los gobiernos continúan intentando responder adecuadamente a las necesidades más apremiantes de sus poblaciones que, en la mayoría de los casos, pueden calificarse como poco satisfactorias: mejora sustancial de sus servicios de salud, reapertura de centros de trabajo en todas las áreas de los respectivos quehaceres nacionales, búsqueda de nuevos y mejores mecanismos para reactivar la economía, el comercio y el turismo (principalmente) y, desde luego, acceder a beneficios universales propuestos por países más industrializados o por organizaciones internacionales sanitarias preocupados todos por restablecer con seguridad la vida “normal” a través de una vacuna “salvadora”.
Cabe destacar que el panorama mundial no es nada favorable al deseo expresado por la mayoría de los países que pretenden iniciar un proyecto de cooperación universal. En efecto, existen situaciones y factores que, por diversos motivos, se convierten en verdaderos obstáculos para lograrlo. Por principio, es preciso dejar en claro que para la OMS, el Covid19 sigue constituyendo una emergencia sanitaria internacional, consecuentemente, ningún país puede pensar en una reapertura económica, comercial y turística total, hasta que los contagios del coronavirus hayan sido controlados.
Igualmente, tanto la OMS como otras instituciones sanitarias privadas reconocidas internacionalmente (laboratorios), insisten en que la superación del problema seguirá residiendo en el progreso de cada país en la lucha contra la pandemia, así como de la forma y tiempos de cómo se involucren en la cooperación mundial, lo cual nos lleva a establecer que es una prueba de eficiencia y solidaridad para la comunidad internacional, misma que determinará sus capacidades y potencial para detener o por lo menos contrarrestar el flagelo.
Por otra parte, existen varios espectros naturales, políticos, económicos y comerciales en la actualidad que continúan y seguirán entorpeciendo los esfuerzos sanitarios y económicos que han puesto en ejecución gobiernos y entidades sanitarias: la llegada del invierno en el hemisferio norte del planeta, que puede desencadenar otra oleada de contagios (lo cual es una realidad en varios países de Europa); los programas de apoyo a trabajadores realizados por los gobiernos de varios países que se verán detenidos por carecerse de recursos económicos; las moratorias concedidas por los bancos para el desembolso de préstamos que están a punto de desaparecer y, desde luego, como factor colateral, la creciente tensión entre EUA y China que sigue poniendo en riesgo la economía global.
Ahora bien, ahondando en el plano económico, connotados especialistas han hecho notar las principales características que ha dejado la pandemia hasta ahora: no hay coordinación ni cooperación a nivel global pata atender la crisis económica; el proteccionismo de los países más desarrollados está incrementando las tensiones comerciales; las economías registran derrumbes históricos; consecuentemente la desigualdad económica y social entre países y al interior de cada uno ha quedado más expuesta reflejando las profundas inequidades que se han acumulado durante décadas de globalización neoliberal y esto, ha llevado al Estado a que ocupe un rol central en las sociedades, diseñando una red de emergencia sanitaria y económica para proteger empresas y trabajadores y así evitar un caos aún mayor, pero con un futuro poco promisorio. “Economía pospandemia: ¿Qué prevén los principales economistas del mundo?”. Periódico digital Sputnik News del 10/09/2020.
Para dar mayor respaldo a las anteriores precisiones, es preciso destacar que organizaciones y grupos de poder político-económico como la OMC, el G7 y el G20 no se hayan pronunciado hasta la fecha en ningún sentido.
A estos factores señalados con anterioridad debe de sumarse la actitud egoísta y poco cooperativa del país hegemon, toda vez que desde el principio de la crisis sanitaria mundial se mostró reacio a coadyuvar en un esfuerzo conjunto y, por el contrario, procedieron a acaparar medicamentos e insumos con características de piratería. En este mismo plano multilateral, los estadounidenses dinamitaron los espacios de intercambio y colaboración entre las potencias, como sucedió en el G20. Con estas acciones, dicho país reiteró su histórica tradición aislacionista.
Es precisamente por todo lo anterior que, en forma por demás tímida pero persistente, los Estados-Nación han apreciado la importancia de poner en ejecución una “nueva” inter relación en materia de política exterior, entendida esta como la unión de esfuerzos tendientes a trabajar en acciones conjuntas que permita establecer un nuevo marco de cooperación global en todos aquellos asuntos de importancia universal: calentamiento global, búsqueda de un sistema económico que sustituya al obsoleto y caduco modelo neoliberal pero, particularmente, apoyo mutuo e inmediato para resolver la actual pandemia y prepararse para enfrentar futuras crisis sanitarias.
Aquí, es preciso destacar lo dicho por el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, en su discurso de apertura del LXXV Período de Sesiones de la Asamblea General de la mencionada organización, oportunidad en la que hizo un llamado a la unidad global, criticando duramente el populismo y el nacionalismo, no solo por su incapacidad para contener la pandemia, sino también porque a menudo empeoró la cosas y, al referirse a la “rivalidad” entre los Estados Unidos y China, fue enfático en señalar que “Una división tecnológica y económica corre el riesgo de convertirse inevitablemente en una división geoestratégica y militar (una nueva Guerra Fría). Debemos evitar esto a toda costa”.Cabe recordar que a principios de septiembre, Guterres hizo un llamado a la comunidad de naciones solicitando, especialmente a todas aquellas que tienen un conflicto con características militares, detener las hostilidades y atender primeramente la situación de la pandemia. Su petición no obtuvo respuesta y, por el contrario, se activó el conflicto congelado entre Armenia y Azerbaiyán por la disputa territorial del enclave de Nagorno-Karabaj. Desde mi óptica, si bien considero urgente y necesario tomar debida nota de las preocupaciones del Secretario General, estimo poco probable que reciba un apoyo positivo a su última propuesta.
Para nadie es un secreto que la arquitectura de la ONU necesita una profunda modernización pero, en esta oportunidad, además de las reformas que ya hace tiempo la comunidad internacional ha identificado, la organización necesita cambios sustanciales que inserten nuevos modelos y nuevos formatos de cooperación.
En otro orden de ideas, analizando los propósitos y sugerencias que ya han sido vertidas por algunas instituciones internacionales o regionales, destaca la emitida por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la que ha propuesto el otorgamiento de un ingreso básico de emergencia, un bono contra el hambre, políticas sociales universales, ampliación de plazos a los créditos concedidos a las pequeñas y medianas empresas y, acceso a financiamiento en condiciones favorables. La pregunta sigue siendo la misma: ¿dónde obtener los fondos necesarios para satisfacer las necesidades de cada país?. (Alicia Bárcena, Secretaria de CEPAL en un foro virtual de la FAO. 23/07/2020. CEPAL promueve más integración).
Desde mi perspectiva, lamentablemente considero que el caos mundial seguirá alimentándose con datos, estadísticas y proyecciones relacionadas con la expansión descontrolada de la pandemia y, acompañando este tétrico panorama, continuarán surgiendo predicciones de crisis inimaginables en la economía, las finanzas y el comercio internacional y, como consecuencia, la pérdida de millones de empleos, sus efectos en el turismo, la inestabilidad progresiva en sectores estratégicos como la cadena alimenticia y, desde luego, el decrecimiento universal del PIB, lo que seguramente llevará a los gobiernos de los Estados a suscribir préstamos con las principales organizaciones crediticias (FMI;BM,BID, etc.) instituciones en las que, desafortunadamente, sigue apoyándose un agotado y cada día menos confiable sistema neoliberal (capitalista).
Así pues, en términos generales, la política exterior, llevada al grado de diplomacia, en sus niveles bilateral, regional y multilateral, tendrá que seguir siendo el principal coadyuvante de todos los países en sus relaciones internacionales, pero ahora con una nueva agenda de vida para la humanidad. En cuanto a la diplomacia multilateral, es necesario recordar que la solución de los problemas mundiales nunca ha dependido de la voluntad política ni del interés específico de los países de menor desarrollo, aunque sean la gran mayoría; por el contrario, el poder financiero, económico, comercial y militar y, por ende, la influencia política de las potencias, basadas en “sus intereses y su seguridad nacional”, seguirán siendo la base sobre la cual continuarán desarrollándose las negociaciones de los principales problemas mundiales y, por obvias razones, el futuro de las mismas permanecerá pendiendo de la “voluntad” de los países poderosos.
Si bien es cierto que todos los escenarios de la diplomacia se han ido desvirtuando por diferentes causas y motivos, es preocupante que en el ámbito multilateral, se reflejen con mayor énfasis, no sólo por ser cada día mayor el número de países que ignoran el Derecho Internacional y desdeñan a la ONU y sus órganos, sino porque diversos Estados adoptan posiciones unilaterales negativas ante situaciones críticas, poniendo no solo en riesgo la paz y la seguridad internacional sino, asimismo, provocando la paralización de acciones que pretenden dar solución a los graves problemas mundiales.
Por todo lo anterior me atrevo a señalar que es el momento preciso para que la comunidad internacional (léase Estados-Nación) inicien un proceso progresivo de cooperación y ayuda conjunta a nivel mundial, mismo que tiene que partir de una verdadera voluntad política, haciendo a un lado el tradicional uso mediático de sus buenas intenciones y, desde luego, modificar o reestructurar su política internacional con esos fines.
Es así como llego a la convicción de que la diplomacia universal debe de reinventarse de tal manera que, en forma coordinada y consensuada, ponga en ejecución un accionar global que descanse en tres pilares: El Respeto, la Cooperación y la Solidaridad (el orden de los tres pilares puede variar sin alterar el resultado), en un marco integracionista multilateral. Esta diplomacia debe de convertirse en el eje que impulse un cambio sustancial de un mundo actual aterrado por la pandemia; virtualmente inerte por la no solución de problemas mundiales como el cambio climático (calentamiento global), convulsionado por una serie de conflictos militares en diversas partes del mundo, sin olvidar las presiones políticas, sanciones económicas, y amagos militares unilaterales del país hegemon contra aquellos países que no se suman a la voluntad estadounidense.
Es por lo anterior que la diplomacia universal tiene la responsabilidad ineludible de acompañar e inclusive tratar de que se tomen en consideración sus propuestas, en la Reunión de los líderes de los cinco Estados nucleares que conforman los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, propuesta por la Federación de Rusia, cuyos temas a tratar, en principio, serían: Pasos para desarrollar principios colectivos en los asuntos mundiales; Mantenimiento de la Paz; Fortalecimiento sobre la seguridad global y regional; Control estratégico de armas; Esfuerzos conjuntos para combatir el terrorismo, el extremismo y otros desafíos y amenazas urgentes. La propuesta no solo surgió en un momento oportuno sino, inclusive, tiene todas las características de ser inclusiva. No obstante existe una fuerte resistencia por parte de los EUA a quien acompaña su fiel adlater, Gran Bretaña.
En forma concomitante, es deber de todos los Estados miembro de la ONU impulsar y apoyar con decisión los urgentes y necesarios cambios que requiere la organización, particularmente la reestructuración del Consejo de Seguridad, otorgarle mayor fuerza política a la Asamblea General y al Secretario General y, desde luego, enfatizar la imperiosa necesidad de establecer un nuevo marco de cooperación internacional.
En cuanto a América Latina se refiere, la diplomacia Latinoamericana y Caribeña debe de convencerse que el camino a seguir es trabajar de manera conjunta para establecer una verdadera integración de la región; impulsar el acatamiento irrestricto del Derecho Internacional; cumplir con lo establecido en la Carta de las Naciones Unidas; respetar y acudir a sus órganos ante cualquier problemática, así como hacer de la cooperación y la solidaridad un compromiso firme; paradigmas que han sido destrozados por la actitud injerencista y desestabilizadora de los estadounidenses que han hecho de la frase “divide y vencerás” su mejor arma para desarticular, en todos los sentidos, la unidad de los países del Continente.
Estados Unidos ha vuelto a ser una fuerza hegemónica que representa no solo una amenaza real para los países del mundo sino, particularmente para Latinoamérica y el Caribe, al volver a convertir la región en su “patio trasero”. Así, en su papel de “Imperio”, lograron el desmembramiento de una efímera pero latente integración de esta zona del mundo, tal y como sucedió en ocasión de la elección del Secretario General de la OEA y la designación del Presidente del BID, ya que los estadounidenses, mediante promesas que no van a ser cumplidas, o amenazas políticas, económicas y hasta militares que están dispuestos a llevar a cabo, “obligaron” a varios países de la región a apoyar su decisión en ambos nombramientos.
En forma de conclusión, vale la pena destacar que, de acuerdo a múltiples analistas internacionales, el liderazgo global de los EUA no solo está en retirada, sino se está desintegrando pero, además este declive no es cíclico, sino permanente. Según los expertos, después de un círculo vicioso de eventos favorables que una vez fortalecieron el poder estadounidense, ha comenzado un etapa de eventos que ahora impulsan su disolución. El cambio de este orden mundial, entre otros factores, obedece a que las fuerzas motrices que hacían posible la hegemonía estadounidense se han vuelto en su contra y, esto también se debe a la creciente influencia de China y Rusia. En efecto, Pekin y Moscú desafían directamente los aspectos liberales mundiales mediante una variedad de instituciones, organismos y foros (Unión Económica Euroasiática-BRICS, etc), que contribuyen a la creación de un orden mundial alternativo. La realidad es que, en el mejor de los casos, mientras esto sucede, los estadounidenses seguirán imponiendo sus directrices y, en el peor, van a morir matando.
Ante todo lo anterior, estimo que es el momento para darle un apoyo fuerte y decidido a la multilateralidad y a la cooperación, que si bien no podrán dar fin a la hegemonía mundial, si puede ser posible se alcancen metas importantes en los principales problemas que aquejan a la humanidad y a la región latinoamericana y caribeña.
Finalmente, reitero el reto que tiene la diplomacia universal, ya que su transformación permitirá a los respectivos países insertarse de mejor manera en un mundo que pretende desarrollarse en un ámbito multipolar, en el que destaque la unidad como valor fundamental; la cooperación como requisito indispensable, el respeto hacia el Derecho Internacional, a la Carta de la ONU y a los organismos internacionales y, todo lo anterior, con la debida solidaridad, entendiéndose ésta como la humanización de sus acciones internacionales.
De acuerdo a connotados expertos internacionalistas, economistas e intelectuales, el destino global ha alcanzado al mundo, por lo que éste deberá optar por dos modelos: uno de concentración y profundización del neoliberalismo, y otro que es de promoción de derechos y de redirigir recursos hacia la protección de la vida. De la misma manera, es hora de que los Estados-Nación apoyen decididamente una nueva arquitectura de la ONU, mediante una profunda reforma que inserte nuevos formatos de convivencia política, cooperación y ayuda.
Como reflexión final, parafraseo lo expresado por el ex presidente de la República Oriental de Uruguay, José Mujica: “la política exterior no es una cuestión de afinidad sino que responde a los intereses de los Estados”. Consecuentemente, el propósito final siempre será asegurar a la humanidad un marco de coexistencia pacífica en un ámbito multipolar, distinguido e inserto en un diálogo permanente entre Estados.
Brillante estimado Victor! De lo mejor que he leído sobre el tema. Claro, un enfoque de un especialista.