VIII. EN EL 250 ANIVERSARIO DE LUDWIG VAN BEETHOVEN.

Prodigioso compositor, pianista y director de orquesta
Truenos y relámpagos anunciaron su nacimiento
y su defunción.

Este ensayo para conmemorar el 250 aniversario de Ludwig van Beethoven se adelanta a diciembre cuando es su cumpleaños, para estar conscientes del acontecimiento y disfrutar desde ahora, la música del genio de Bonn.

Beethoven nació en Bonn el 16 de diciembre de 1770. Hijo de Johann Beethoven, músico y tenor de la corte electoral, y María Magdalena Keverich. Su padre quiso que su hijo fuera niño prodigio como Mozart, por lo que empezó a darle clases de piano, órgano y, clarinete a temprana edad, incluso lo despertaba a media noche para enseñarle, lo que lo afectó emocionalmente. Posteriormente, recibió lecciones de otros maestros, entre ellos Christian Gottlob Neefe quien fue muy importante e influyente en su instrucción musical y en los conocimientos que le impartió sobre los grandes pensadores. Sus avances fueron significativos, sobre todo en la interpretación del órgano, guiado por músicos experimentados. Neefe en 1783 escribió sobre su alumno «Si continúa así, como ha comenzado, se convertirá seguramente en un segundo Wolfgang Amadeus Mozart», el virtuoso de Salzburgo le dio algunas lecciones en el invierno de 1786 en Viena, ocasión en que dijo a sus amigos “Escuchen a este joven; no lo pierdan de vista que alguna vez hará ruido en el mundo”.

Desgracias familiares lo obligaron a mantener a sus hermanos, tocando el violín en una orquesta y dando clases de piano durante cinco años. En 1792, Hayden “el Padre de la Sinfonía” de visita en Bonn escuchó la Cantata por José ll, compuesta por Beethoven y le dijo “No solo te felicito y aliento a continuar con tus estudios musicales, sino que te propongo que los sigas conmigo en Viena. Ese año Beethoven ya con el apoyo del conde Ferdinand von Waldstein su mecenas, se estableció en la capital austriaca y con las recomendaciones que llevaba le abrieron los salones aristocráticos y recibió clases de composición del mismo Hayden; así como de Salieri en composición vocal, de Schuppanzig de violín, de Albrechtsberger y Aloys Föster de escritura de cuartetos y quintetos. Beethoven Sostuvo varios duelos musicales con otros pianistas, el más famoso fue en el palacio de Lobkowitz con Franz Sterkel, a quien venció aún tocando obras de éste que fue modificando y obtuvo un éxito rotundo.

Su primer concierto público como pianista, en el que interpretó sus propias obras, lo dio en Viena el 30 de marzo de 1795, pero fue hasta el 2 de abril de 1800 cuando se presentó ante el gran público. La corte, la iglesia y el público acogieron la música de Beethoven y se convirtieron en mecenas y protectores del joven músico quien también se presentó en Praga, Berlín, Dresde, Leipzig y Budapest.

Entre 1796 y 1800 compuso más de noventa obras con el más puro romanticismo. Ya para entonces experimentaba síntomas de la sordera, hecho que compartió en una carta a su amigo de infancia el Dr. Franz Gerhard Wegel,[1] le escribió: “Desde hace dos años evito a los demás porque no puedo decir a la gente que estoy sordo. Si fuese otra mi profesión, me resultaría fácil confesarlo, pero la situación es terrible para un músico”. También escribió “El testamento de Heiligenstadt”, del 6 de octubre de 1802, carta a sus hermanos en que relata su desesperación por su creciente sordera y sus deseos de sobreponerse a sus achaques físicos y emocionales para completar su destino artístico, documento que se leyó después de su fallecimiento. También en su diario escribió ¡Valor! A pesar de todas las flaquezas del cuerpo, mi genio triunfara… ¡Veinticinco años! los tengo ya, y es necesario que este año el hombre se revele todo entero.”[2]

En 1801 se inició el segundo período de la obra de Beethoven, etapa de su vida en que tiene “las esperanzas más sonrientes con los desengaños más desalentadores; el optimismo y el pesimismo, todo ello dentro de la taladrante realidad de una sordera progresiva e incurable”.[3] Sus obras “atestiguan el vigor de genio indomable que rehúsa sacrificar a las exigencias de la moda la abundancia y la originalidad de sus ideas.“ De esta época data el Claro de Luna que dedicó a Giulietta Guicciardi de quien estaba enamorado, pero también acorde a los tiempos revolucionarios su música se convierte en épica y turbulenta. En este segundo período que va hasta 1814 produjo cerca de ciento cincuenta obras, entre ellas la ópera Fidelio, la “Eroica” dedicada a Napoleón, pero cuando supo que se declaró emperador, exclamó ¡No es más que un hombre vulgar… que será un tirano! En 1807 compuso la V Sinfonía y estrenó la VI llamada Pastoral, en que dio testimonio del amor que sentía por la naturaleza. A la VII Sinfonía, Wagner la llamó “la apoteosis de la danza”. La VIII Sinfonía se considera una de las obras más alegres de Beethoven.

En 1815 Beethoven recibe la ciudadanía honoraria de Viena y durante el Congreso fue presentado a los monarcas y príncipes que asistieron a la reunión para recomponer Europa, tras la derrota napoleónica y él los invitó a una audición en el palacio Rasumowsky, en que dirigió la cantata El Momento Glorioso, la Batalla de Wellington y la Séptima Sinfonía.

Beethoven vivió rodeado y apoyado por poderosos protectores como el Archiduque Rodolfo, el conde Waldstein, y los príncipes Moritz von Lichnowski, Lobkowitz y Kinski, pero no por ello su vida estuvo exenta de estrechez, pues a la muerte de su hermano Kaspar Karl se hizo cargo de su sobrino, al que quiso como a un hijo, pues sus varios intentos de contraer matrimonio resultaron frustrados, se mantuvo soltero y su ingrato sobrino solo le dio dolores de cabeza. En cuanto a su aspecto físico se dice que era moreno, de estatura baja, rostro achatado y picado de viruela, que sonreía bondadosamente y había en su conversación un tono amable y alentador

En los últimos años de su vida a causa de su sordera, Beethoven estuvo aislado y solo mantuvo contacto con algunos amigos mediante los «cuadernos de conversación», que le sirvieron como medio de comunicación.

De 1815 hasta 1826 compuso más de ciento veinticinco obras, su último gran éxito fue la Novena Sinfonía que inició en 1816, terminó en 1823 y se estrenó el 7 de mayo de 1824. Se dice que con la Missa Solemnis se liberó de las vicisitudes terrenales y con la Novena Sinfonía “hizo el intento de volver hacia los hombres para mostrarles el camino por el que se llega las alturas sublimes de la fraternidad humana y de la felicidad”[4] A los once años Franz Liszt tocó para Beethoven quien le deseo un brillante porvenir, años más tarde, Liszt transcribió todas las sinfonías de Beethoven para piano y fue un destacado intérprete de su obra.

Las enfermedades fueron minando más a Beethoven y el 26 de marzo de 1827 -así como una tormenta de rayos anunció su nacimiento, los truenos de su música inmortal anunciaron su partida-, a su sepelio asistieron más de veinte mil personas.

Cabe destacar que recientemente se hizo una genial combinación de la Quinta Sinfonía y el mambo No. 5 que vale la pena escuchar.

Luis García y Erdmann. CDMX 2 de abril de 2020


  1. El Dr. Wegel y el compositor Ferdinand Ries publicaron en 1838, la mejor biografía de Beethoven.
  2. ORTA VELÁZQUEZ, GUILLERMO, 100 Biografías en la Historia de la Música, Editorial Olimpo, México, 1962, pág.84
  3. Op.cit. pag. 85
  4. Beethoven, los Grandes de todos los tiempos, coedición Mondadori-Novaro, México, 1967, pág. 70

 

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