Estimados amigos, lectores de ADE, en estos días con motivo de la próxima publicación del No. 62 de nuestra revista trimestral, con ánimo informativo y formativo hacia mis lectores, quise adoptar acciones reflexivas que me permitieran analizar alguno de los acontecimientos mundiales de interés para todos.
Con dicho espíritu empecé a escribir sobre la XXII Reunión Ordinaria del Consejo de Ministros de la Asociación de Estados del Caribe, que tuvo lugar en La Habana, Cuba, del 9 al 10 de marzo pasado. Igualmente, pretendía dar seguimiento a la importante XVI Reunión Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno, del llamado Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla, celebrada el 28 de marzo en San José, Costa Rica, a la que asistió el Presidente de México y los mandatarios de Guatemala, Panamá, Colombia, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y ministro de Belice.
De pronto me saltan algunas noticias recientes: ¿Qué está pasando en nuestro continente?
- En el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA) se ha estado discutiendo el asunto de Venezuela, tratando de darle sentido a la “Carta Democrática” en cuanto a conflictos internos de los Estados y el problema de la división de poderes, que por estos días han venido acrecentando sus enfrentamientos y que nadie sabe cómo o cuando se va a solucionar esa tragedia política, económica y social.
- Dicha noticia me provocó un impacto, que me llevó a olvidar otros posibles temas, para enfocarme en un asunto que me interesa y que se supone conozco por haber trabajado en ese país durante casi cinco años (2002-2007) en plena era de Chávez.
Conflicto en Venezuela. Un Punto de Vista Personal. Inmerso en las actividades de los organismos internacionales regionales, que involucran a México, Estados del Caribe y Centroamérica, las noticias, los gritos, las acciones violentas, me llevan a Venezuela, país en el que estuve dedicado a los asuntos económicos y al organismo internacional conocido como Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), con sede en Caracas, aunque analizaba y colaboraba en los asuntos políticos que tenían lugar en ese país y en otros de la región.
Antecedentes. Cuando llegué a la capital del país (diciembre de 2002) proveniente de Trinidad y Tobago, todo era efervescencia política, había marchas y manifestaciones por distintos lugares de Caracas y en otras ciudades del país. ¿Cómo explicarse ese ambiente de crispación política y social?
Yo tenía como referencias de otros colegas diplomáticos que los venezolanos tenían poca participación en asuntos políticos, inclusive se les consideraba como indiferentes a dicho fenómeno. Pero, lo que se estaba viviendo en esos días contradecía aquella visión parcial sobre la sociedad de Venezuela.
Algo que explicaba en parte aquel ambiente era el hecho de que estaba reciente el intento de golpe de Estado en contra del Presidente de la República, que ocurrió el 11 de abril de 2002. En su lugar los golpistas nombraron como nuevo Jede de Estado al líder empresarial Pedro Carmona Estanga, quien permaneció en el poder menos de tres días; dado que el 14 del mismo mes Hugo Chávez fue reinstalado, gracias a las presiones internacionales de organismos como la OEA y las movilizaciones dentro de Venezuela.[1]
Entre los meses de diciembre de 2002 y febrero de 2003 –apenas unos meses después del fallido golpe-, la oposición al régimen chavista mostraba su fuerza con marchas y manifestaciones en un principio festivas, que cada vez más se fueron haciendo más agresivas, al extremo que idearon la paralización del país al decretar el llamado “Paro Cívico Nacional”. Las facciones bien definidas entre los seguidores y favorecidos del gobierno de Hugo Chávez y los de la oposición relativamente unificada.
Dicho paro obligó a empresas, fábricas, talleres y todo tipo de negocios a cerrar. Solo algunos servicios indispensables funcionaban durante una parte de la jornada laboral. Asimismo, el ingenio de los paristas y marchistas pagados, instrumentó una forma de obstaculizar el tráfico automotor, a través de un sistema bien orquestado llamado “guarimba”; que consistía en colocar troncos de árboles y llantas ardiendo, con una guardia de personas para evitar su remoción; esto se llevó a cabo en las principales arterias y autopistas de la ciudad. El movimiento nacional encabezado por la Federación de Cámaras de Comercio (FEDECÁMARAS) decidió que se cubrieran los salarios de los trabajadores que aceptaran marchar por las calles para exigir la renuncia de Hugo Chávez; situación que se prolongó durante casi dos meses, hasta que los recursos de los empresarios empezaron a menguar, pues el presidente no renunciaba. La oposición logró que los trabajadores de la empresa petrolera nacional (PDVSA) se sumaran al paro, con lo que los recursos del gobierno se veían fuertemente disminuidos, pero aún así el gobierno resistió. Esa es toda una historia aparte.
El ambiente era de enfrentamientos si se les quiere catalogar como “verbales y simbólicos”, pues el gobierno también acarreaba adeptos para organizar “contra marchas” y demostrar que tenía el apoyo popular. Los medios de comunicación también se unieron al paro, pero en lugar de cerrar sus negocios, dedicaron su tiempo, esfuerzo y creatividad para golpear al régimen chavista en todas las formas posibles; incluso más allá de lo permitido en las leyes venezolanas y la libertad de expresión. Aquello parecía la propaganda en un estado totalitario, pero al revés, ya que por esos tiempos el gobierno solo contaba con un canal de televisión con muy poca audiencia y un periódico que pocos leían.
En virtud de que el paro no logró doblegar al gobernante bolivariano, entonces iniciaron los movimientos para exigir con lo establecido en la Constitución, la posibilidad de revocar el mandato por la voluntad popular. Ese intento tampoco progresó pues los tiempos eran prematuros para la aplicación de dicha cláusula de revocación de mandato; pero la efervescencia continuaba y cuando ya se había cumplido la mitad del mandato presidencial, por fin se llevó a cabo el “referéndum revocatorio”, pero lo ganó el presidente Chávez. La historia continua y el asunto no se ha resuelto y no se sabe hasta cuándo la situación vaya a cambiar, para devolver a la sociedad venezolana la paz, la tranquilidad y el bienestar que se merece.
Provoca tristeza (por decir lo menos) observar cómo países potencialmente ricos en muchos sentidos -como es el caso de Venezuela-, atraviesan por graves crisis provocadas por individuos que solo buscan estar en el poder, no para servir a la sociedad, sino para servirse de ella; o para cumplir objetivos egoístas, tratando de imponer nuevos sistemas o modelos de vida, en cuyo propósito provocan una visible división entre los sectores de la sociedad que no comulga con sus ideas. Los que no están con la “revolución” están contra ella o sus dirigentes, por lo tanto hay qué combatirlos.
Por su parte, los oposicionistas a ultranza no han reparado en invertir sus capitales para mantener un ambiente de enfrentamiento social que por momentos los ha llevado a la violencia, a la creación de mártires y a la huida de personas y capitales que buscan mejores horizontes.
En esa lucha irracional, unos y otros han llevado al país a la ruina económica y a la permanente confrontación social, dado que el sistema que se trata de imponer no se ha consolidado; lo cual ha dañado no solo a los capitalistas que se venían beneficiando salvajemente con el statu quo que les garantizaba la alternancia en el poder y les permitía una estabilidad aparente, pero olvidándose de las clases desprotegidas, cuyos derechos humanos elementales habían sido ignorados, no obstante los periodos de bonanza petrolera.[2]
Al final, para un observador alejado de lo bueno y lo malo que pasa en el país sudamericano mencionado, Venezuela es un país dividido en dos grandes grupos (que no es el caso de religiones confrontadas como las facciones musulmanas sunitas y shiitas en Irak y países vecinos), que no se encuentran separados geográficamente, sino que conviven en las distintas ciudades y pueblos: por un lado los “revolucionarios bolivarianos” beneficiados con los cambios realizados por su gobierno, que durante un buen periodo se apoyó en los ingresos de divisas por la exportación de hidrocarburos; que ha destinado grandes cantidades de esos recursos a la creación de misiones sociales, para tratar de remediar problemas de salud, educación, vivienda y otras más, con criterios asistencialistas y partidarios, lo cual ha desvirtuado lo bueno que tienen y ha provocado el rechazo de la otra parte “la oposición”, que no se ha visto beneficiada; sino más bien ha sido afectada como consecuencia de un control de divisas, exigencias para el pago de impuestos, fondo para la vivienda, seguridad social y otras cargas; así como el control de precios a los productos que se venían fabricando en el país, o de importación.
Los efectos indeseables de tales medidas, han sido en primer lugar, la escasez de los productos en el mercado, la especulación y el acaparamiento, todos ellos fenómenos de un capitalismo manchado por la corrupción, el mercado negro de dinero y el contrabando de todo tipo de bienes.
Finalmente, consigno que mi salida del país se llevó a cabo en agosto del año 2007 y, las peleas y los enfrentamientos por todos los medios continuaban.
Ahora 10 años después, se podría pensar que por fin, tanto gobierno, como oposición, han aprendido a convivir, lo cual no es cierto. Que los primeros han venido poniendo en práctica todo tipo de subterfugios para mantenerse en el poder y, los opositores sin mayor imaginación ni capacidad, continúan buscando la forma de dar por terminados esos 18 años de “socialismo del siglo XXI”. En las últimas elecciones parlamentarias la oposición –corrigiendo los errores del pasado-, logró la mayoría de diputados en la Asamblea Nacional; con lo cual se esperaba que el legislativo se constituyera en un contrapeso entre los otros poderes del Estado, especialmente del Ejecutivo, lo cual no ha ocurrido.
Parafraseando una de las leyes de Newton (principio de acción y reacción) que dice: “A toda acción corresponde una reacción, de la misma magnitud, pero en sentido contrario”[3] Así ha sido la historia reciente de Venezuela: una acción y una reacción.
Ante los avances de una oposición más unificada y consciente de la coyuntura política venezolana, el poder ejecutivo ha buscado diferentes formas para tratar de neutralizar los embates de la Asamblea Nacional, por lo que se producen continuos enfrentamientos. Unos a otros se acusan de desacato a las decisiones soberanas del poder legislativo, del poder judicial, del poder electoral y obviamente, del poder ejecutivo.
La confrontación política rebasa las fronteras venezolanas, ante la crisis humanitaria que padece la población, se han producido intentos de mediación por parte de personajes de la vida internacional, como el grupo formado por los ex presidentes Martín Torrijos (Panamá), Leonel Fernández (República Dominicana) y por el ex jefe del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, quienes dirigen una carta a los representantes de los Estados miembros de la OEA y les recuerdan que llevan casi un año «en esta misión para intentar superar un profundo antagonismo político y social que data desde hace casi 20 años».
Dicho grupo se constituyó a mediados del 2016, bajo los auspicios de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), la que se unió a los trabajos de mediación bajo la dirección del ex Presidente colombiano Ernesto Samper. Más recientemente, una comisión de diálogo propuesta por el Vaticano ha estado celebrando reuniones con las partes involucradas.
Nada de lo hecho hasta ahora, ha podido producir un acuerdo permanente de paz y de concordia que permita enfocarse en los padecimientos de la población, la que ha pasado a segundo término. Un intento más de la oposición ha sido involucrar a la Organización de Estados Americanos (OEA), de la cual Venezuela es miembro de pleno derecho. La Asamblea Nacional de Venezuela aprobó una Resolución en la que pide a la OEA aplicar la “Carta Democrática” al gobierno venezolano, se supone que dirigido solamente al ejecutivo.
Como reacción a lo anterior, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) emitió dos fallos contra la Asamblea Nacional dominada por la oposición, con los cuales despojó a los diputados de su inmunidad y de las potestades que le restaban; son apenas dos eslabones más de la larga cadena de dictámenes que en los últimos 15 meses ha emitido y con los cuales ha ido reduciendo paulatinamente al Parlamento a un club de debates o tertulias. El TSJ se atribuye las funciones legislativas.
El argumento del TSJ para semejante operación, que hoy es calificada como un “golpe de Estado” por varios gobiernos y el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro. Dicho argumento del TSJ afirma: “es que el Legislativo está en desacato porque no ha atendido sus instrucciones para desincorporar en un acto público a tres de sus miembros a los que suspendió, mientras decide si en su elección hubo o no irregularidades; y porque no ha reformado su reglamento interno.” Posteriormente, ante las críticas de la Fiscal de la Nación y la opinión pública el TSJ retrocedió parcialmente.
Ante dichas acciones, se producen las reacciones de los integrantes de la Asamblea Nacional, quienes se proponen destituir a los magistrados del TSJ y esto parece el cuento de nunca acabar, dado que en la OEA un grupo de países aprobó una resolución sobre Venezuela (previo sainete entre quienes se oponían a la celebración de la reunión, entre ellos el actual Presidente del Consejo Permanente de la OEA, el representante permanente de Bolivia y un importante grupo de representantes que exigían respeto a la agenda aprobada).
Por considerarlo de interés para el presente trabajo a continuación se inserta el texto de dicha decisión colectiva:
- Resolución del 3 de abril de 2017 sobre los Sucesos Recientes en Venezuela.
El Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos, reiterando, reafirmando, etc.
- Declara que:
- Las decisiones del Tribunal Supremo de Venezuela de suspender los poderes de la Asamblea Nacional y de arrogárselos a sí mismo son incompatibles con la práctica democrática y constituyen una violación del orden constitucional de la República Bolivariana de Venezuela. A pesar de la reciente revisión de algunos elementos de dichas decisiones, es esencial que el Gobierno de Venezuela asegure la plena restauración del orden democrático.
RESUELVE:
- Urgir al Gobierno de Venezuela a actuar para garantizar la separación e independencia de los poderes constitucionales y restaurar la plena autoridad de la Asamblea Nacional.
- Mantenerse dispuesto a apoyar las medidas que permitan el retorno al orden democrático a través del ejercicio efectivo de la democracia y el estado de derecho en el marco constitucional de Venezuela.
- Seguir ocupándose de la situación en Venezuela y emprender, en la medida que sea necesario, gestiones diplomáticas adicionales para fomentar la normalización de la institucionalidad democrática, de conformidad con la Carta de la Organización de los Estados Americanos y la Carta Democrática Interamericana, incluyendo la convocatoria de una reunión de nivel ministerial.”
Para cerrar momentáneamente este capítulo, me permito transcribir el poema titulado:
“Los niños de Venezuela exigimos nuestros derechos”[4]
Los niños de Venezuela no queremos que nos usen
como conejillos de indias en las escuelas…
por qué pintar el rostro del odio y el ensañamiento
y no un arco iris de fe y esperanza en el firmamento;
en lugar de un criminal adoctrinamiento,
paz y amor como vivos mandamientos;
en lugar de ideología con falso endiosamiento,
una oración por la acción de tano niño hambriento;
en lugar de metralla y demás armamento,
mejor la melodía con musicales instrumentos;
en lugar de orden cerrado sin razonamiento,
los más bellos ejemplos a cielo abierto;
en lugar de armas y discursos violentos,
la bondad de una paloma con vuelo libre al viento;
la idea de un mundo más humano y sin regimientos,
es el sueño del orbe sin fronteras en un concierto;
y por no desear la muerte, las armas y los pertrechos,
los niños de Venezuela exigimos nuestros derechos.
Por Hermes Varillas Labrador
[1] Cabe hacer notar que, el mismo Chávez fracasó años atrás (febrero de 1992) en su intento de derrocar al Presidente de la República Carlos Andrés Pérez. Chávez y otros militares cayeron presos. Tras ganar las elecciones presidenciales Rafael Caldera, decretó en 1994 una amnistía que dejó en libertad a los golpistas. Hugo Chávez salió fortalecido de la aventura golpista y participó como candidato a la presidencia en 1999, obteniendo el triunfo.
[2] Como una consecuencia de la situación política del país, viene al caso comentar que en cuestiones de crecimiento económico Venezuela decreció en 2002 en menos 10% y en 2003 tras una leve recuperación menos 8%.
[3] Visto en http://www.monografias.com/trabajos30/leyes-newton/leyes-newton.shtml#tercera
[4] http://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-436976
Interesante relató el del embajador Pérez Manzano, aunque omitió mencionar el empeño de los EEUU de acabar con el régimen y criticar la actitud del gobierno de México que viola lo prescrito en nuestra Constitución: NO INTERVENCIÓN. Todo para congraciarse con Trump
Efectivamente, lo escrito es solo un punto de vista de una parte de la situación venezolana. No mencioné la evolución de las relaciones Venezuela-Cuba; así como tampoco la creación de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA); dejé de lado las diferencias entre los gobiernos de Fox y Chávez, cuando estuvimos a punto de romper relaciones diplomáticas; las diferencias entre lo acordado en al Acuerdo de San José y las alianzas PetroCaribe y PetroAmérica; la denuncia y salida por parte de Venezuela del Grupo de los Tres. La ingerencia en los asuntos internos de México al declarar públicamente, tanto Chávez, como el entonces canciller Maduro, que no reconocían al presidente electo (Felipe Calderón), cuando es algo que solo corresponde a los mexicanos. Tampoco llegué a mencionar la cercana relación de Venezuela con China, Irán y Rusia; así como con bloques como MERCOSUR, PACTO ANDINO y otros. Mucho menos, consideré contar con espacio suficiente como para hablar de las relaciones venezolano-estadounidenses. En fin que, de todo ello podemos comentar en otra ocasión -o varias oportunidades-; o de otro modo, esperar a que me decida a considerarme capaz de escribir un libro donde aborde todos los temas citados y otros más que, de momento, no vienen a mi memoria. Gracias por tu comentario.