Durante muchos años uno de los temas implícitos en la agenda de política exterior de nuestro país fue el de la ciencia, la tecnología y la innovación (CTI). No obstante, este asunto ha ido tomando carta de naturalidad y actualmente se plantea como un asunto prioritario sobre el cual México ha ratificado la cooperación internacional como una de sus fortalezas y ha llamado la atención sobre los efectos que tiene, y seguirá teniendo, una de sus vertientes: el cambio tecnológico acelerado.
Es cierto que la postura mexicana sobre asuntos de CTI es de viejo cuño tanto al interior de la UNESCO, máximo organismo internacional responsable del análisis y seguimiento de estos asuntos, como de otros órganos internacionales especializados: la Comisión sobre Ciencia y Tecnología para el Desarrollo de las Naciones Unidas, el Departamento de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Organización de Estados Americanos, o el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo, por mencionar algunos. Sin embargo, es durante la última década que México se ha convertido en un importante actor internacional que busca de soluciones y estrategias sobre la evolución y el impacto de la CTI.
En 2016 se planteó el tema del cambio tecnológico acelerado al interior de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a fin de encontrar una ruta de atención a un fenómeno con repercusiones innegables en ámbitos como el futuro del trabajo, el cambio climático y el bienestar social. El logro más sustantivo de esta estrategia es la resolución “Impacto del cambio tecnológico rápido en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y sus metas” (A/RES/72/242), presentada por México en diciembre de 2017, así como una versión actualizada de la misma (A/73/L.20), que tuvo patrocinio de 43 países y fue adoptada en noviembre de 2018 por la Asamblea General de la ONU.
La decisión de México de convertirse en un activo participante internacional sobre este asunto, la ha convalidado con acciones en diversos frentes. Así, en coordinación con el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DAES) de la AGONU, organizó encuentros bianuales (2016 y 2018) con expertos de todo el mundo a fin de generar recomendaciones y posibles rutas estratégicas. Adicionalmente, ha tenido una importante participación en espacios como el Foro de Innovación, Ciencia y Tecnología para los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que copresidió con Japón en 2018, así como en las conferencias sobre Ciencia, Innovación y Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de la CEPAL.
Acorde con sus esfuerzos internacionales, también ha dado pasos sustantivos internamente. Durante la pasada administración de gobierno se estableció una Coordinación Nacional de Estrategia Digital y un programa de diálogo multisectorial sobre Inteligencia Artificial, lo cual le permitió sumarse a la veintena de países que cuentan con una estrategia específica sobre este último tema. A ello se sumó la creación de la Coordinación de Ciencia, Tecnología e Innovación y el del Consejo Consultivo de Ciencias en la Oficina de la Presidencia de la República.
En la postura internacional de nuestro país sobre estos temas destaca su reconocimiento a los avances recientes asociados al cambio tecnológico rápido y a su impacto en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Del mismo modo, ha destacado que la creación, el desarrollo y la difusión de las innovaciones y las tecnologías nuevas son fuerzas motrices del crecimiento económico y el desarrollo sostenible de los países. Por ello no ha dejado de insistir en lo necesario que es promover estrategias nacionales y políticas públicas; fomentar las capacidades de los científicos, y asegurar la participación del sector privado, las organizaciones internacionales, la sociedad civil, las comunidades técnica y académica y otros actores fundamentales.
Una preocupación fundamental ha sido reconocer que las tecnologías nuevas, en particular los avances en la automatización, pueden tener un efecto transformador y disruptivo en los mercados de trabajo y en los empleos y salarios del futuro.
Al respecto, un reciente estudio realizado por el Banco de México[2] considera que esta tendencia afectará a un porcentaje considerable de la población ocupada en nuestro país. El documento define la automatización del empleo como la sustitución de procesos productivos que se realizan –parcial o totalmente- por técnicas de producción en las que se utilizan equipos controlados por computadora. Este proceso crece exponencialmente, y continuará haciéndolo en el futuro cercano porque representa un aumento en la productividad de las empresas a partir de mejoras en la calidad de los productos y servicios, mayor rapidez en la producción y menores costos operativos.
El estudio de Banxico es valioso porque, tomando en consideración los resultados de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo publicada por el INEGI, realiza una clasificación de ocupaciones para medir su probabilidad de automatización en 3 umbrales de impacto: alto, medio y bajo. No obstante subraya que las proyecciones presentadas representan la probabilidad de que se desarrollen tecnologías que permitan la automatización de distintas ocupaciones, lo cual no implica que inevitablemente serán implementadas, lo cual estará en función de su costo relativo a otros factores productivos, del marco regulatorio, de la inserción de diversas actividades en las Cadenas Globales de Valor (CGV) y de los costos de implementación del proceso de automatización (curva de aprendizaje, costos de adaptación, etc.).
Así, tomando en consideración la distribución de la población ocupada de acuerdo con su probabilidad de automatización en cada sector para el periodo 2005 – 2017, el estudio plantea que, aproximadamente, dos terceras partes de la población ocupada en el país desempeñan ocupaciones con una alta probabilidad de automatización, destacando las actividades primarias; los servicios de alojamiento y preparación de alimentos; la construcción; las industrias manufactureras; y los servicios financieros. En contraste, los sectores en los que existe una menor probabilidad de automatización comprenden los servicios educativos; de salud, y los culturales y recreativos.
Un aspecto fundamental mencionado en el estudio y de gran prioridad para tomar en consideración en cualquier política pública o estrategia de cooperación internacional futura que diseñe nuestro país, es que las ocupaciones con mayor propensión a ser automatizadas corresponden a las de menor nivel educativo, mientras que aquellas ocupaciones menos susceptibles de ser automatizadas están cimentadas en personas con educación superior o que han recibido algún entrenamiento profesional.
Este aciago panorama, donde es visible un porcentaje considerable de la población en ocupaciones con una alta probabilidad de automatización, no es único de México ya que desde hace cierto tiempo es una tendencia en países con desarrollo similar o inferior al nuestro. En este contexto, y en los albores de una nueva estrategia de desarrollo nacional para los próximos seis años, es fundamental insistir en dos aspectos fundamentales.
En primer lugar, en fortalecer la estrategia que nuestro país realiza al interior de los foros multilaterales respecto a esos ámbitos, fundamentalmente con aquellos vinculados los objetivos de la Agenda 2030. En segundo lugar, en continuar con los esfuerzos internos que den sustento al esfuerzo internacional.
Ante el paradigma de que la mejor política exterior será la interior, se impone la armonización de políticas realizadas por los actores fundamentales en estos ámbitos (CONACYT, AMEXCID, Foro Consultivo Científico y Tecnológico y Coordinación Nacional de Estrategia Nacional, entre los más relevantes), a fin de garantizar mejoramiento interno y posicionamiento externo.
Es innegable que las nuevas tecnologías cambiarán el destino de nuestra nación –en los niveles subnacional y geográfico- y al mismo tiempo, motivarán que nuestro país -de forma individual, regional o internacional- establezca estrategias que le permitan trascender uno de los principales dilemas de este fenómeno: la velocidad lineal de las acciones gubernamentales y la velocidad exponencial con que emergen los cambios motivados por esas tecnologías.
- El autor es Consejero del Servicio Exterior Mexicano, actualmente adscrito a la Misión Permanente de México ante la OCDE, encargado de los Asuntos de Ciencia &Tecnología. ↑
- La Automatización en México desde una Perspectiva Regional. Extracto del Reporte sobre las Economías Regionales Julio–Septiembre 2018, Recuadro 2, pp. 18-21. Diciembre 2018.
http://www.banxico.org.mx/publicaciones-y-prensa/reportes-sobre-las-economias-regionales/recuadros/%7BE3665296-DCDE-78FD-54CB-0420E1CD9A36%7D.pdf ↑
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