VII. LA BATALLA DE UCRANIA.

Decían los antiguos que el principio es la mitad del todo. Entre otras cosas, nuestra estancia diplomática en Bucarest representó un sitio privilegiado para observar los acontecimientos de la región en todas direcciones, así como para adentrarnos en la historia del Mar Negro.

De Rumania sólo podemos expresar encomios y alabanzas. Se trata de un pueblo cuya población fue forjada por siglos de historia, ardua no pocas veces como consecuencia –es de creerse- de su geografía. Se ubica en la confluencia de corrientes- físicas y espirituales- de pueblos y culturas de tres continentes: Asia, África y Europa. De modo que los momentos de tranquilidad y paz del país no han sido abundantes. Actualmente resiente la tragedia que agobia a su vecina Ucrania.

¿Qué amenaza cierta representa Ucrania para Rusia, como no sea la búsqueda del deslindamiento del régimen de Putin, quien presidente o primer ministro suma ya poco más de veinte años en el poder supremo de su país? No son verosímiles los motivos públicos que aduce el presidente ruso para invadir y atacar con tamaña desmesura a Ucrania, sometida hace más de un mes a bombardeos y otras barbaridades. El presidente Putin comenzó la guerra en fecha precisa y nadie sabe cómo o cuándo acabará. Las vicisitudes de la fortuna escapan a los cálculos de la razón.

Ucrania remonta su historia a tiempos remotos, lejana aún de su fisonomía actual. Los griegos de la antigüedad fueron quienes primero dejaron testimonio de aquellos territorios. Del mar que bordeó Herodoto al mediar el tercer milenio antes de Cristo; el mismo mar cuyas playas acogieron a Jasón y los Argonautas hace muchos siglos y que en tiempos menos lejanos vio nacer a Antón Chéjov y a Isaac Babel.

En el curso de los siglos Ucrania estuvo sometida a los mongoles, luego a los polacos y finalmente a los rusos. Declaró su independencia en 1991 y sus fronteras colindan al presente con siete países: Rusia, Bielorrusia, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Moldavia.

Es Ucrania en la actualidad un país de tamaño mediano, poco menos que un tercio de la superficie de México y veintitantas veces más chica que Rusia. Su población ronda en unos 50 millones de habitantes. En cierta medida Ucrania resulta una continuación de la comarca balcánica y comparte con otros países ribereños no sólo las aguas del Mar Negro. En la geografía y en la jurisdicción ucrana cabe también gran parte de las costas del otro mar histórico de la región, el Mar de Azov.

Ucrania es notable productora de trigo y otros cereales y productos agrícolas. El valor de su producción agrícola representa alrededor de una quinta parte de su economía nacional. En alguna época Ucrania fue el granero de la URSS.

A Ucrania la bañan las corrientes de ríos abastados. El Dniéper, el Dniéster, el Kubán y el Don, todos ríos extensísimos. El subsuelo ucrano, a su vez, abunda en carbón, gas natural, uranio y petróleo.

Ucrania se distingue por contar con ciudades populosas y elegantes. Una es Kiev (Kyiv), la capital del país, que se halla en la base del nacimiento de Rusia. Habría sido establecida en el siglo nueve y habitada por vikingos. Otra es Odesa, ciudad portuaria en el Mar Negro, a quien Isaac Babel comparaba en belleza con el San Petersburgo de su tiempo. Internacional y cosmopolita, contó en su levantamiento con la contribución de italianos en la construcción de muchos edificios; de ingleses, en el sistema de canales; en los tranvías, con el apoyo de los belgas; en la ópera, de los austriacos; y en los barcos, de los armadores griegos.

Otras ciudades populosas son Jarkov (Kharkiv), Donetsk y varias más. Cuando se iniciaba esta nota –al mediar marzo- Mariupol, una de las diez mayores ciudades del país, era bombardeada indiscriminadamente. Al parecer -según reportes del diario El País de España- la saña es atribuible al carácter geoestratégico de la ciudad, vista su producción industrial y metalúrgica, así como su ubicación a orillas del Mar de Azov.

La ciudad alberga también a la mayor comunidad de griegos de Ucrania. Y no alejada de allí se ubica Taganrog, el lugar que dio a luz a Antón Pavlóvich Chéjov.

Grosso modo, en el sur y en el este del país predomina la población rusa o de origen y lengua rusas; en tanto que en el oeste y en el centro predominan los ucranos. Nikita Krushev, el famoso expremier ruso, tenía origen ucrano.

Luego del largo invierno bajo la tutela rusa el país obtuvo su independencia y transitó por ese tramo común de zigzagueos que toda nación recorre en la consolidación de su identidad nacional. En todo trayecto aparece un tramo de mal camino. Cuando concurren esas circunstancias, es usual que despierten intereses aviesos, los cuales obstaculizan o pervierten el desarrollo pacífico de las naciones.

Arsenal de la democracia militante, Estados Unidos mostró en las últimas elecciones presidenciales que no hay pueblo que se libre de las tentaciones y maniobras del poder por parte de algún vivillo.

Los fenómenos de los que hablamos por hablar, pero que se observan raramente en la realidad, cesaron de ser increíbles, escribe Tucídides en La guerra del Peloponeso. Fueron los temblores de tierra los que por su violencia y la extensión del territorio que sacudieron, sobrepasaron todo lo que se había visto en el pasado; fueron los eclipses de sol, más numerosos que en cualquier otra época histórica; fueron, en ciertos pueblos, largos periodos de sequía y las hambrunas consecuentes; fue, en fin, la peor de las calamidades y la que en ciertas regiones causó el mayor número de muertes: la peste. Todos estos males –remata el historiador ateniense- se abatieron sobre Grecia al mismo tiempo que la guerra.

¿Qué sigue? Es difícil predecirlo. Una vez desencadenados, los acontecimientos suelen ser dirimidos por la fortuna y al margen de todo raciocinio.

San Miguel de Allende, abril de 2022

 

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