Entre el cúmulo de secuelas que ha dejado el COVID-19 destaca una de carácter benévolo, la conjugación entre la ciencia y diplomacia para afrontar un fenómeno de alcance global. Sin duda la elaboración de vacunas es un crédito que no se puede escatimar a los científicos, pero su acceso y distribución no hubieran sido posibles con la rapidez que se requería sin los esfuerzos diplomáticos realizados.
El acontecimiento que confirma este enlace lo evidencia el mecanismo COVAX, colaboración global para acelerar el desarrollo, la elaboración y el acceso equitativo para todos los países del mundo a pruebas, tratamientos y vacunas contra el COVID-19, el cual es codirigido por la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI), la Alianza de Vacunas (GAVI) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto con un socio clave encargado de la entrega: el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Su objetivo es acelerar el desarrollo y la fabricación de vacunas contra la COVID-19 y garantizar un acceso justo y equitativo.
Aunque el resultado de esta colaboración ha recibido opiniones a favor o en contra, lo cierto es que se trata de una estrategia novedosa que exhibe la interrelación entre ciencia y diplomacia, un vínculo con raíces desde la Guerra Fría, pero que ha cobrado relevancia creciente hasta nuestros días y se puede evidenciar en otros ámbitos de la agenda mundial actual: cambio climático, Agenda 2030, y efectos de la aplicación de nuevas tecnologías, entre otros.
Al respecto, es conveniente rescatar primero lo que la Royal Society (Reino Unido) y la Asociación para el Avance de la Ciencia de los Estados Unidos (AAAS) definieron como la triada de expresiones de la diplomacia científica: la aplicación de la ciencia en la diplomacia (uso de datos y evidencias); la cooperación científica en el devenir diplomático (colaboración entre institutos y científicos desarrollada desde las Embajadas) y la participación de científicos en el ejercicio diplomático (representación que favorece la instrumentación del “poder blando” de un país en el exterior).
Desde esta perspectiva, el momento actual representa un campo fértil para desarrollar cualquiera de las variantes referidas y eso lo constatan la amplia gama de mecanismos existentes que involucran a la diplomacia científica para afrontar los desafíos de una realidad internacional que se transforma a una velocidad sin precedente histórico.
Respecto a los esfuerzos globales, destaca el trabajo del Foro de Ciencia, Tecnología e Innovación para los Objetivos de Desarrollo Sustentable (STI Forum), creado por el Consejo Económico y Social de la ONU y coordinado por 10 personalidades provenientes de diversos ámbitos (entre ellos el mexicano especialista en tecnologías emergentes José Ramón López Portillo). En sus reuniones anuales, aglutina a representantes de la academia, la sociedad civil, el gobierno y el sector privado para debatir y definir estrategias encaminadas a avanzar en el logro de la Agenda 2030.
También en el ámbito de la ONU, sobresale la Comisión de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo de la Comisión de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD), que de manera permanente atiende estos temas, con particular atención lo referente a las tecnologías digitales, como lo confirma la realización anual de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (WSIS), y en las políticas de ciencia, tecnología e innovación en los países en desarrollo. Sobre el mismo tema, tiene relevancia también el Panel de Alto Nivel de Cooperación Digital, creado por el secretario general de la ONU António Guterres y formado por 18 personalidades (entre ellas Melinda Gates y Jack Ma). Su objetivo es crear conciencia en el efecto de las tecnologías digitales en la sociedad y la economía, para lo cual sugiere acciones en las cuales participen gobiernos, sector privado y sociedad civil.
Todas las esferas anteriores, sin menoscabo de la labor permanente que desarrolla la UNESCO en el ámbito de la ciencia. Suficiente mencionar que desde julio de 2022 y hasta junio de 2023 esta organización conmemora el Año de la Ciencias Básicas para el Desarrollo Sustentable realizando diversas actividades. Ello sin olvidar sus aportaciones en: a) ciencia abierta, cuya Recomendación proporciona un marco internacional que contribuye a reducir las brechas digitales, tecnológicas y de conocimiento existentes entre y dentro de los países; b) Inteligencia Artificial, cuya Recomendación y Grupo de Expertos buscan garantizar que esta herramienta tecnológica se enfoque en el ser humano y beneficie al conjunto de la humanidad y, c) las tendencias y estadísticas incluidos en su Informe sobre Ciencia.
En ámbitos globales, pero con membrecías más reducidas, destacan el G-20 y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). En el G-20, dentro del conjunto de grupos de involucramiento/colaboración destacan el SSH20 (que reúne a representantes de las academias de ciencias sociales y humanidades) y el S20 (formado por integrantes de las Academias de ciencias exactas y aplicadas), los cuales se reúnen anualmente y plantean posicionamientos y acciones sobre temas de relevancia actual. En la OCDE, es notable el trabajo que realizan el Comité de Políticas de Ciencia y Tecnología, que a partir de su observación permanente ha desarrollado una de las bases de datos más sólidas en sus ámbitos de análisis, y el Foro Global de Ciencia, que aglutina investigadores y académicos e identifica sus principales demandas y preocupaciones en sus ámbitos laborales y de análisis.
La lista se engrosa al referir espacios regionales de diplomacia científica. A guisa de ejemplos, sin pretender la exhaustividad, se pueden referir el Programa Iberoamericano de Ciencia y Desarrollo para el Desarrollo (CYTED), que en el marco de la edición 2021 de la Cumbre Iberoamericana presentó un plan de acción para desarrollar una Estrategia Iberoamericana de Diplomacia Científica. Otro caso es el del Foro de Ciencia, Tecnología e Innovación entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y China, que fomenta la cooperación en diversos ámbitos, particularmente en tecnología 5G, inteligencia artificial y digitalización. Y la iniciativa CELAC-Unión Europea sobre Investigación e Innovación (JIRI), que impulsa acciones que contribuyan a promover soluciones a los problemas globales más urgentes y lograr un desarrollo justo, incluyente, equitativo y sostenible.
En este entramado de acciones no se puede dejar de mencionar el trabajo que de manera individual han realizado: 1) los representantes diplomáticos, denominados agregados de ciencia y tecnología, así como los Embajadores acreditados en ciudades donde se realizan actividades de tecnología de punta (Silicon Valley, Hong Kong, Pekín) y, 2) Los asesores científicos que han sido contratados o colaboran pro bono tanto con Cancillerías, como con oficinas de asesoramiento presidencial, la mayoría de los cuales forman parte de la Red Internacional de Asesoramiento Científico Gubernamental (INGSA), que reúne secciones regionales y en la correspondiente a América Latina participan representantes de la UNAM y el CINVESTAV.
En este contexto, la situación de México es sui generis. La amplia trayectoria en materia de cooperación científica-técnica, que se consolida con la creación de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID), permitió formar diplomáticos especializados en este sector estratégico y establecer una amplia red de contactos en el exterior en diversos ámbitos científicos y tecnológicos. No obstante, no se estableció una estrategia que permitiera maximizar los beneficios de estas dos tendencias en el desarrollo nacional.
En 2019, se crean al interior de la AMEXCID diversos consejos técnicos para fortalecer las labores de la agencia en diversos ámbitos, entre ellos el del Conocimiento y la Innovación (COTECI), que además de fomentar el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico busca consolidar a nuestro país como destino y referente en la generación del conocimiento. Aunque su corta existencia y la afectación de sus actividades por la pandemia dificultan la evaluación de sus logros, se vislumbran ámbitos de oportunidad que están pendientes de abordaje: la vinculación con los científicos y tecnólogos mexicanos radicados en el exterior y la actualización de los diplomáticos en las prioridades y oportunidades científicas de nuestro país.
No hay duda de que el sistema internacional de la diplomacia científica descrito es un campo fértil para lograr una conjugación virtuosa entre la diplomacia y la ciencia que beneficie a México.
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