VI. UNA VISIÓN DE ROOSEVELT.

El hombre

Cada hombre encierra la forma entera de la condición humana. Luego el tiempo va decantando los perfiles. Por estos días se cumplen noventa años de que asumió la presidencia de Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt. El hombre que, en opinión general, ha encabezado la etapa de mayor desarrollo de ese país. En todo caso se le compara y sitúa al nivel de George Washington y Abraham Lincoln, los dos líderes políticos más reconocidos en la historia de Estados Unidos.

Descendiente de antiguos emigrantes holandeses, Roosevelt pertenecía a la rancia aristocracia del Este americano. Nació el 30 de enero de 1882, en Manhattan, la exquisita zona privilegiada de Nueva York. Uno de sus biógrafos informa que una tutora suiza, además de enseñarle idiomas -Roosevelt era fluido en alemán y francés, además de inglés, su lengua madre- le infundió el sentido de la responsabilidad social.

Hizo estudios en Harvard y Columbia y en 1905 se casó con Eleanor Roosevelt, su prima, una mujer dotada de un carácter y personalidad extraordinarios, con notables méritos propios, y quien nunca cedió en apoyar plenamente a su esposo.

En 1913 Roosevelt fue nombrado Subsecretario de la Marina, en el gobierno de Woodrow Wilson, siendo Secretario de Marina, Josephus Daniels, y a quien Roosevelt –ya presidente- nombró Embajador de Estados Unidos en México, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.

Un hecho trágico acaeció en su vida en 1924, cuando perdió la fuerza y el movimiento de sus piernas y fue diagnosticado con poliomielitis. Acaso el hecho hubiera arredrado a otra persona, a Roosevelt le advirtió que la vida no va en línea recta y transformó su coraje en fortaleza. Existen varias anécdotas sobre su imposición -así fuese momentánea- a las muletas o la silla de ruedas. En cualquier caso, el quebrantamiento de su salud le sirvió para aprender a imponerse a su incapacidad.

El 1º de enero de 1929 asumió el Gobierno del Estado de Nueva York. Por ese tiempo Roosevelt viajaba a menudo a Georgia a tomar baños termales. Allá, con los campesinos del condado de Merryweather -desnutridos, harapientos y habitando en pocilgas- aprendió, conmovido, el significado de no contar con electricidad ni agua potable; observar a los niños descalzos y mal vestidos, sin escuelas qué atender y otros rigores que impone la pobreza.

Gobernó Nueva York de 1928 a 1933 y fue el primer gobernador en aplicar el seguro de desempleo.

Los tiempos de Roosevelt como hombre público fueron tiempos difíciles, colmados de momentos decisivos sobre el futuro de no sólo de su país, sino definitorios de la existencia misma de la humanidad.

Tenía 50 años en 1932, cuando fue electo presidente de Estados Unidos. Fue electo cuatro veces a partir de entonces y hasta su muerte en 1945. Acometió con decisión, sin temor, casi con alegría, cuanto tema o materia alcanzaba su jurisdicción. Con todo, los tres mayores asuntos que enfrentó en su largo ejercicio – fue presidente de 1933 a 1945- fueron, sin duda, La gran depresión, el New Deal (el Nuevo pacto) y la Segunda Guerra Mundial (SGM).

La gran depresión

La gran depresión, conocida también como la crisis de 1929 o el crac del 29, consistió en una enorme crisis financiera que se prolongó hasta fines de los desastrosos años treintas. Tuvo su origen en Estados Unidos y estalló el martes 29 de octubre de 1929, con la caída de la bolsa de valores. La depresión tuvo efectos devastadores en todas partes. Fue la mayor del siglo veinte. Cayó el crecimiento en casi todos los sectores de la economía, el comercio, el empleo, la agricultura, la construcción, etcétera. El desastre alcanzó tal grado, que la propaganda interesada de aquellos días predecía el fin de la democracia.

El desmantelamiento de la crisis fue la labor primordial de Roosevelt y su grupo, al asumir el gobierno del país. El instrumento de ataque -consistió en eso en principio y luego en otras medidas- fue el New Deal.

Hasta 1933 la burocracia de Washington había sido operado por WASPs, descendientes de añejas familias americanas. Roosevelt abrió el gobierno a la gente de talento independientemente de su pedigrí.

Un propósito humanitario animaba la política interior de Roosevelt. El desenfrenado individualismo de los 1920s -refiere Isaiah Berlin- había producido el colapso económico y extendido la miseria. Roosevelt buscaba nuevas reglas de justicia social.

En el fondo, la Gran Depresión fue producto de los graves abusos de los mecanismos del “sistema de libre empresa”, es decir del capitalismo, que operaba como una conspiración. No fue gratuito el que el daño mayor se hallara en el sistema bancario.

La tragedia toda recalaba en la gran depresión, que Rosevelt resumía con veracidad y con simpleza: era responsabilidad de los republicanos.

El propósito humanitario que animaba a Roosevelt consistía en imponer mayor igualdad económica y justicia social.

Para tal efecto, Roosvelt había congregado a un grupito de universitarios -de Columbia, la mayoría-, expertos en distintas áreas, una especie de consejo asesor, quienes prepararon la sustancia y el bulto de lo que se llamaría el New Deal.

El New Deal

El nuevo pacto fue un ambicioso programa nacional en respuesta a la crisis que ahogaba al país; un vasto programa de acción encaminado a componer la economía en todos los sectores, el cual se fue ajustando al paso del tiempo.

Abarcó un amplio programa de acciones de ayuda, de recuperación y de reforma. El New Deal fue asimismo un Programa de Acción en los sectores más importantes: agricultura, empleo, el sistema bancario, las finanzas, la especulación…

En un mes, además de rescatar el sistema bancario, aprobó las leyes sobre los veteranos, la prohibición (del alcohol), laboral y luego la de ayuda de emergencia y la de títulos y valores. Siguieron la industria, la agricultura y los ferrocarriles. Su éxito fue abrumador: la reelección de Roosevelt en 1936 ha sido la más votada en la historia de Estados Unidos.

En nada estaba dotado salvo en política, escribió J. E. Smith, su biógrafo más prolífico. Estadista por naturaleza, se convirtió en héroe para los indigentes y oprimidos. Sus biógrafos señalan que era un hombre de grandes fallas y defectos, pero tenía cualidades que le abrieron el camino a la grandeza: imaginación y arrojo. Poseía también de modo natural una virtud socrática: sabía hacer el bien.

Se asegura que fue el mayor impulsor del progreso social del siglo veinte. En su ideario, ayudar a los menesterosos era un deber social, no caridad. Igual, tenía la convicción de que la mejor sociedad sería la que combinara con armonía la justicia social y la libertad individual.

Su vasta legislación social constituyó el New Deal. Así se formó el Estado benefactor, el Welfare State. Un asunto tan frecuentemente denostado, que había de llegar para quedarse. Ni los republicanos, ganadores de las elecciones en 1952, se atrevieron a tocar aquel acervo histórico.

La vida no le alcanzó para crear el ideal supremo de su pensamiento social: el establecimiento del seguro social de la cuna a la muerte para cada ciudadano.

La Segunda Guerra Mundial

Hombre intensamente optimista y confiado, Roosevelt fue figura central de los acontecimientos mundiales de la primera mitad del siglo veinte. Sus tercero y cuarto mandatos estuvieron marcados por la SGM.

En tiempo de fragilidad y creciente desaliento en el mundo democrático -escribió Isaiah Berlin-, Roosevelt irradiaba confianza y fortaleza. Al comenzar la SGM, Estados Unidos era una potencia de tercera; cuando acabó, era la nación más poderosa de la historia.

El alejamiento geográfico del escenario de la SGM podría tener cierto paralelismo con los motivos inmediatos para la participación de Estados Unidos en ella. Aunque apoyaba diplomáticamente a Ingaterra, a China y a la URSS, el país se declaró neutral.

Roosevelt desconfiaba de los diplomáticos de carrera del Departamento de Estado, todos de pedigrí. Desconfiaba de ellos porque eran antisemitas, antiinmigrantes, antinegritud y anti New Deal. El ejército y la armada eran mas conciliadores que el Departamento de Estado, señala uno de sus biógrafos.

Y se creó una vía para apoyar a Inglaterra, ante la oposición interna. Su entendimiento con Churchill había sido instantáneo.

El 7 de diciembre de 1941, tras el ataque de Japón a Pearl Harbor, Estados Unidos declaró la guerra a ese país. Al paso de los días la fuerza y poderío de Estados Unidos crecería y se fue imponiendo hasta tener el liderazgo en sus manos.

En enero de 1942, la llamada Conferencia de Arcadia significó la primera referencia a las Naciones Unidas. En junio de 1944 firmó el decreto del Bill of Rights (Carta de derechos económicos y sociales) y en la reunión de Yalta participó decisivamente en el establecimiento de los acuerdos de los tres -Churchil, Roosevelt y Stalin- líderes sobre el orden mundial de la postguerra.

Perspectiva

Isaiah Berlin escribió que Roosevelt era un hombre apuesto, encantador, alegre, muy inteligente, muy agradable y muy audaz. Como figura pública era único, anotó.

No es improbable que durante una larga etapa haya sido el hombre con mayor poder en el mundo. Su mayor servicio a la humanidad, además de derrotar a Hitler, consistió en haber mostrado que es posible ser políticamente eficiente y al mismo tiempo humano y benevolente.

Era, sin duda, uno de esos seres que viven del mundo y se valen de él tal como es. Ante un grupo de líderes judíos, dijo de Hitler: es la insania, un caso de psicopatía nacional, que no se puede tratar por medios normales.

Una foto de un receso momentáneo en Yalta, muestra a Roosevelt a solas en la banca donde minutos antes o después se fotografió con Churchill y Stalin. Roosevelt sostiene entre los dedos un cigarrillo humeante. Jean Edward Smith, su biógrafo, asegura que fumaba cada día dos cajetillas de Camel. Un gesto bastante humano de este manhattense peculiar, quien también disfrutaba de los martinis y del cine.

Roosevelt contaba con un temple magnánimo y una aguda visión de los intereses y necesidades de su país. Poseía el signo más revelador de la sabiduría, que consiste en una continua satisfacción. Al final, la vida de un hombre la resume su disposición. Roosevelt fue, al parecer, un hombre cuya semblanza hubieran elaborado con gozo, escritores como Tito Livio, cuya Historia de Roma atiende tanto o más a las flaquezas y cualidades de los hombres que a las instituciones políticas. O Plutarco o Suetonio, creadores del género biográfico.

San Miguel de Allende, julio 2, 2023


Bibliografía:

Jean Edward Smith, FDR. Random House, Nueva York, 2008

John T. Flynn, The Roosevelt Myth. The Devin -Company, Nueva York, 1956

Isaiah Berlin, Impresiones personales. FCE, Colección Popular, México, 1992

 

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