VI. LAS EMPRESAS ENERGÉTICAS Y LA IMPOSTURA VERDE (GREENWASHING)

Un tema preponderante desde hace varios meses es el alza en los precios internacionales del petróleo y el gas -natural y licuado-, así como la reconfiguración del mercado mundial de esos energéticos, donde algunos oferentes se fortalecen y nuevas rutas de abastecimiento emergen. Es claro que las expectativas de mejoría económica que se vislumbraron después los peores efectos de la pandemia se desvanecieron con la invasión de Rusia a Ucrania en febrero de 2022 y que el mundo enfrenta energéticos costosos, una sobreproducción energética (incluso el carbón renació en su utilización) y un alejamiento de los objetivos planteados en las conferencias de la ONU sobre Cambio Climático.

El efecto de esta situación ha favorecido a las empresas energéticas, que en el caso de

las mayores petroleras del mundo que cotizan en Bolsa, en 2022 aumentaron su valor de mercado en 451,013 millones de dólares, debido al repunte en los precios del petróleo y al aumento de la demanda de combustibles. Tan solo Aramco, la mayor petrolera del mundo reportó utilidades por 48,800 millones de dólares el segundo trimestre de 2022, la mayor ganancia de una empresa en el mercado bursátil en el Mundo.

La bonanza económica, no obstante, ha ido a la par de una práctica cuya atención ya forma parte del ámbito de atención de las Naciones Unidas, el denominado Greenwashing (impostura verde), que refiere una acción o conjunto de afirmaciones falsas o engañosas realizadas por una empresa u organización sobre el impacto positivo de alguno de sus productos o servicios en el medio ambiente.

Al respecto, el Grupo de expertos de alto nivel de la ONU sobre los compromisos de emisiones netas cero de entidades no estatales presentó recientemente un informe con principios y recomendaciones dirigidos a actores no estatales, a fin de evitar la contabilidad climática deshonesta y otras acciones diseñadas para eludir la necesidad de una descarbonización profunda, enfatizando la necesidad de que esos actores informen públicamente sobre su progreso en este ámbito con datos verificables y accesibles.

Si bien la tendencia actual en el mundo es hacia el uso de energías limpias, incluidas las renovables y de bajas emisiones, a fin de limitar el calentamiento global a 1,5 °C reduciendo las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, parece que las grandes corporaciones petroleras no van en la misma ruta y cada vez son más frecuentes las acusaciones de ꞌgreenwashingꞌ que afrontan.

Así, la investigación The cleanenergyclaims of BP, Chevron, Exxon Mobil and Shell: A mismatchbetweendiscourse, actions and investments, de MeiLi, Gregory Trencher y Jusen Asuka, publicada en febrero de 2022, incluye un examen de los archivos de los últimos 12 años de Exxon Mobil, Chevron, Shell y British Petroleum (BP), que en conjunto son responsables de más del 10% de las emisiones globales de carbono desde 1965. El resultado general es que, a pesar de sus constantes menciones de “cambio climático”, “bajas emisiones de carbono” y “transición ecológica”, no existe alguna acción que corrobore acciones alineadas a esos conceptos y lo que predomina son más acciones de exploración del energético, confirmando su permanencia en el modelo de negocios característicos de los combustibles fósiles y un gasto insignificante y opaco en energía limpia.

Otro caso similar ocurrió en diciembre pasado, cuando dos legisladores demócratas acusaron a las compañías petroleras más grandes de los Estados Unidos de ecoimpostura o impostura ecológica, como también se le denomina al Greenwashing en español, por no hacer lo suficiente para descarbonizar sus operaciones y cumplir con los objetivos de contención del cambio climático.

Carolyn B. Maloney, y Ro Khanna, del Comité de Supervisión y Reforma y del Subcomité de Supervisión Ambiental, respectivamente, redactaron una carta amplia con los hallazgos de su investigación sobre la industria de los combustibles fósiles. En términos generales, destacan que las compañías petroleras han realizado esfuerzos insuficientes para descarbonizar sus negocios y exhiben documentos internos que muestran cómo continúan invirtiendo en la producción de combustibles fósiles y aumentando la producción, además de que están impulsando el gas natural como una solución climática a largo plazo.

Todo lo anterior, además de poner en riesgo cualquier avance en los objetivos de contención del calentamiento global, confirma un desafío fundamental planteado por una organización especializada en la materia, la Agencia Internacional de Energía, que ha señalado persistentemente que el mundo no podrá lograr el llamado cero neto de emisiones de carbono en 2050 si no se detienen nuevos proyectos de exploración y explotación de combustibles fósiles.

Ante tal realidad, es necesario recurrir a procedimientos y métricas que permitan contener cualquier impostura verde por parte de las empresas. Es innegable que la contención del calentamiento global debe provenir de ellas y no de los gobiernos, aunque la responsabilidad de estos deberá seguir enfocada en la regulación, el monitoreo y la sanción, iniciando, cuando sea el caso, con sus propias empresas nacionales energéticas.

Al respecto, la Unión Europea inició el 1º de enero de 2023 un modelo de posible aplicabilidad universal motivado después de que reconoció como energías verdes al gas y la nuclear. Si bien es una amplia taxonomía que regula y sanciona las operaciones energéticas de los miembros comunitarios que afecten al medio ambiente, lo fundamental es que toma en consideración lo planteado por los científicos respecto a los niveles de nocividad y las formas de atenuar los efectos implícitos en la producción energética no renovable.

Es cierto que lo óptimo sería aplicar las recomendaciones que hace el Grupo de expertos de alto nivel de la ONU, sobre los compromisos de emisiones netas cero de entidades no estatales respecto al petróleo y el gas – finalizar la exploración de nuevos campos, ralentizar la producción y la expansión de las reservas nacionales, desarrollar planes de transición a energías renovables hacia la meta de cero neto-, pero mientras eso no ocurra, el desafío seguirá siendo combatir la impostura verde de las empresas a partir de consideraciones científicas y con datos e información verificables.

Como lo refiere el mismo informe de la ONU, el riesgo es claro: si no se aborda el Greenwashing eficazmente, se socavará cualquier acción de mejora climática que desarrollen los Estados. Está fuera de duda que la atención a este fenómeno, además de concluir con la falta de transparencia y el cinismo de algunas empresas energéticas, permitirá establecer un campo de juego que garantice un equilibrio entre el desarrollo, la cooperación y el bienestar del mundo.

 

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