Dr. Cuauhtémoc Villamar,
Consejero jubilado del Servicio Exterior Mexicano
El tiempo y la memoria son los dos materiales con que trabaja el historiador.
El presente texto es un balance, desde un ángulo personal, de la experiencia de participación de México en los esquemas de cooperación de la Cuenca del Pacífico, entre 1990 y 2020.
1. Tuve la fortuna de ingresar a la Cancillería en 1982, donde pude aplicar mis magros conocimientos al estudio del mercado petrolero internacional en la subsecretaría de Asuntos Económicos dirigida por el Embajador Jorge Eduardo Navarrete. Mi experiencia previa se resumía en cuatro años en la Secretaría de Patrimonio y Fomento Industrial. Mis primeros años en la Cancillería fueron de un aprendizaje acelerado de conceptos clave de la Política Exterior de México así como de las sutiles formas que dicta el protocolo.
La Política Exterior de México en aquellos años gozaba de un reconocimiento internacional por su respaldo al proceso de descolonización de países en África y Asia, sumado a las demandas de desarrollo y democratización en el ámbito latinoamericano. México era una voz que se escuchaba en los organismos multilaterales por su solidaridad con las demandas del llamado Tercer Mundo y sus principales foros, como el Movimiento No-Alineado y el Grupo de los 77. Se buscaba poner coto al excesivo papel de empresas transnacionales en amplios espacios del planeta. Por ese camino, México estableció relaciones diplomáticas con la República Popular China en 1972 y con Vietnam en 1976. Los lazos de México con los países asiáticos mantienen un remarcado aprecio mutuo a nuestras culturas, lo que aún se puede constatar desde la India hasta Filipinas, desde Corea hasta Indonesia.
Desde el observatorio privilegiado de la Cancillería en los años ochenta era evidente el cambio de época motivado por la transformación tecnológica, el papel de las llamadas empresas transnacionales, el poder del sector financiero internacional, lo que motivaba más dudas que respuestas.
Era frecuente tener que registrar en nuestros informes el debilitamiento de las organizaciones multilaterales, sobre todo las que intentaban generar un ordenamiento paritario de la economía internacional, UNCTAD, ONUDI, FAO, entre otras, en las que México tenía una voz de mucho peso. En aquella época, la participación de México en el mercado petrolero internacional había sido dulce y amarga, pues a pesar de las ingentes cantidades de petrodólares recibidas por la economía mexicana, se había caído en una desesperante incertidumbre financiera marcada por la deuda exterior y la inflación interna. Otros países latinoamericanos sufrían la misma perspectiva por su condición de ser simples exportadores de materias primas.
A finales de los años ochenta, el tema de la Cuenca del Pacífico ganaba terreno en la Cancillería mexicana. Era un tópico que se trataba en las reuniones oficiales y venía a sumarse a las discusiones a la hora del almuerzo entre los jóvenes compañeros del área económica de la SRE, junto con los temas difusos de la globalización, la innovación tecnológica, los bloques comerciales. Era atractivo hablar de los fabulosos avances de las Nuevas Economías Industriales, o NICs, por sus siglas en inglés, que adquirían la fisonomía de “Tigres Asiáticos.” Era una alegoría que evocaba las novelas de Emilio Salgari.
Por contraste, para la generación de mexicanos jóvenes, la década de los ochenta arrojaba la sombra de una crisis intermitente en nuestro país y en América Latina. También teníamos nuestros tigres pues habíamos vivido un ciclo de estancamiento económico, de turbulencias financieras internacionales, deuda externa e inflación. Esos tigres, bien lo sabíamos, devoraban nuestro ingreso y nuestro futuro.
Ya se han hecho algunos recuentos de cómo se formuló la idea de incorporar a México a los mecanismos de cooperación económica de Asia Pacífico. Si bien se reconocía la creciente dimensión económica de Asia en el conjunto de la economía mundial, aún no se habían explorado mecanismos para sostener una relación directa con los espacios más atractivos de esas economías y México. No existía el empresariado mexicano dispuesto a explorar aquellos senderos económicos. Desde el sector gubernamental y académico se hablaba en términos generales de las oportunidades de negocios, pero cada vez menos de acciones para mejorar el ámbito económico mundial. Se seguía subrayando la cooperación internacional para el desarrollo, que había sido la experiencia de las décadas anteriores, pero algunos sectores desdeñaban esta política como un lastre del discurso internacional de México.[1]
Aún no se hablaba de cadenas de valor, de la infraestructura necesaria para atraer y establecer empresas asiáticas en México, de la incursión en tecnologías informáticas y digitales, pues todavía estaban en etapa de despegue la inteligencia artificial y el internet. En los sectores conectados con el exterior se aludía al hecho de que nuestro país estaba a un costado del mercado más grande del mundo en ese entonces: Estados Unidos. Esa parecía ser nuestra única carta, tratando de reducir la Política Exterior a una estrategia económica, que ponía en segundo plano las capacidades de negociación política ejercida en décadas anteriores, la importancia de mantener el control soberano sobre nuestros recursos, y la necesidad de promover nuestra cultura.
Como parte de ese desmantelamiento de una Política Exterior integral, en 1985 desapareció la Subsecretaría de Asuntos Económicos, dirigida por el Embajador Jorge Eduardo Navarrete. Era una señal clara del cambio que se operaba desde la Secretaría de Programación y Presupuesto, con Carlos Salinas de Gortari a la cabeza, y que ponía un límite a la acción de la SRE. Pocos meses después de estar desempleado, pude regresar a la Cancillería gracias a la Embajadora Carmen Moreno, quien me colocó en un puesto de línea, en la Dirección de Asuntos Económicos Multilaterales, bajo el mando del joven diplomático Leandro Arellano.
En 1987 se anunció el interés de nuestro país de participar “en la región de mayor potencial económico y tecnológico” mundial y no solamente en proyectos específicos de desarrollo sino en los mecanismos institucionales de la región Asia Pacífico.[2] En abril de 1988 se creó la Comisión Mexicana para la Cuenca del Pacífico.[3] Con la autorización al más alto nivel, varios departamentos de la Cancillería comenzaron a trabajar en aspectos concretos de esa iniciativa. Se creó la Dirección General de Asia Pacífico, escindida de la macro-región Asia, África y Medio Oriente, a la que llamábamos el “resto del mundo.” Se dieron pasos para la apertura de tres embajadas en lugares que parecían remotos, como Singapur, Tailandia, Malasia, y el Consulado General en Hong Kong. Personajes de la talla de Sergio González Gálvez y Daniel de la Pedraja, movilizaron a la Cancillería junto con otros, para caminar por el nuevo terreno que entonces se abría.
La efervescencia que existía en la Cancillería para enlazarnos con los países más dinámicos de la región asiática era paralela al descubrimiento súbito de que teníamos una prolongada relación histórica con el Pacífico. Casi re-descubríamos los 250 años de existencia del Galeón de Manila (1565-1815). Para México era una oportunidad y un reto, sobre todo comparado con el estancamiento económico de nuestra región natural. Me refiero, claro, a América Latina, porque si miramos hacia el norte, en 1988 Canadá y Estados Unidos ya habían sellado su relación preferencial sin considerar a México. Fue hasta 1990 cuando comenzaron las negociaciones para incluir a nuestro país en un acuerdo de tres países. La firma de un Tratado de Libre Comercio con América del Norte se obtuvo hasta 1991, por lo que entró en vigor en 1994.
A partir de aquel momento, México entró de lleno en un entramado geopolítico en el que sumábamos tratados comerciales con varios países y regiones, pero frecuentemente se nos veía con cierta distancia y como socio subordinado de Estados Unidos. En 1994, México entró a la OCDE a pesar de mantener índices de desarrollo menores que los demás miembros. La Política Exterior comenzó a limitar sus demandas a favor de un trato proporcional entre naciones de diversos niveles de desarrollo. Se estimuló la idea de que aliarnos a los vecinos del norte, por medio de un tratado comercial, pronto nos convertiría en un país desarrollado.
2. La compleja relación con China. En 1989 tuve una oportunidad que no dudé en tomar: quedar adscrito a la Embajada de México en la República Popular China. En esa etapa profesional pude observar que las diversas perspectivas mexicanas sobre la región todavía no asimilaban las dimensiones y la complejidad de los países asiáticos en el contexto internacional en rápida transformación. Desde el ángulo bilateral era común ver los árboles sin poder ver el bosque. Creo que esto ha cambiado pero hasta mediados de los noventa, era bastante difícil salir de la visión limitada de la adscripción en cada país.
En la actualidad, gracias a la experiencia acumulada por nuevas generaciones de diplomáticos mexicanos y sin duda a la apertura que permite el uso de internet, podemos enterarnos al instante de lo que sucede en cualquier parte del mundo.
Mi experiencia en la República Popular China se adscribe a la de una generación de diplomáticos que buscaba comprender otras formas culturales que tienen un gran peso en la realidad internacional y en el ámbito económico. En el primer año en esa adscripción fui testigo del movimiento estudiantil que sacudió al sistema político de China y que derivó en la crisis de Tiananmen, en julio de 1989. Varias familias mexicanas fueron evacuadas primero a Japón y después a México. China fue castigada por las potencias occidentales con un bloqueo diplomático y comercial que duró más de un año. Se vivieron meses pesados y prácticamente no hubo actividades relevantes durante ese tiempo.
En general, los ojos de México estaban puestos sobre todo en países como Japón y Corea, así como los países del Sudeste de Asia, en la búsqueda constante de la diversificación comercial. China, en cambio, era vista como un enorme país de gran importancia en el concierto político internacional pero a principios de los noventa todavía no aparecía como un polo económico de las dimensiones que adquirió en el presente siglo. Mensualmente informábamos desde la Embajada de situaciones insólitas para un país de economía centralmente planificada: el manejo de inventarios acumulados de mercancías no adquiridas por el público, las carencias en las comunicaciones y en el transporte que afectaban al conjunto de la economía, el desmantelamiento paulatino de fronteras inter-estatales, la homogeneización de impuestos en todo el país. China impulsaba las Zonas Económicas Exclusivas, sobre todo en las costas, que en gran parte estaban inspiradas en la industria maquiladora mexicana.
Todavía está por escribirse una historia económica de la relación bilateral México-China, que tome en cuenta las variables geopolíticas y culturales; las miradas tanto de EUA como de China y el papel asignado a México en esa triangulación. Lo más que se puede decir en esta breve reseña es que el comercio con China se convirtió en el factor sombra de nuestra relación con Estados Unidos. En varios momentos, México sirvió como plataforma para las exportaciones chinas a Estados Unidos. Sospecho que el incremento de las exportaciones mexicanas al país asiático a finales del siglo pasado fue la determinación planificada para reducir el déficit de México, a fin de compensar el aumento de exportaciones a México para abastecer a la industria de EUA. Esta circunstancia ha cambiado a medida de que se ha transformado la economía de consumo de China, con el aumento de la demanda privada de una variedad de productos no industriales. [4]
Parte del juego geopolítico hizo que México impusiera en 1993 desorbitantes aranceles de hasta 1,105 por ciento, como una acción contra precios artificialmente bajos (dumping), principalmente en zapatos, juguetes y textiles.[5] Años después, en 2001, México fue el último país en reconocer las condiciones de ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio, tras 15 años de arduas negociaciones.[6] Se percibía que México defendía su condición relativamente privilegiada dentro de América del Norte y, en el marco multilateral, se actuaba con suspicacia ante la poderosa economía china. En la actualidad, la relación bilateral ha alcanzado un grado de madurez que permite establecer líneas de beneficio mutuo, como es la posibilidad de atraer inversiones chinas a México en infraestructura y turismo. Se ha entendido que la sinergia del comercio es diferente a la guerra, de suma cero, pues en la relación entre América del Norte y China, México puede aprovechar a su favor un papel de intermediario.
3. La manera en que entramos a APEC y aprendimos los métodos con que se practica la diplomacia asiática. Por aquellos años tuvimos que tomar con cuchara grande la sopa de letras de una arquitectura institucional casi desconocida. Diplomáticos, economistas y empresarios tuvieron que enterarse de manera rápida qué era el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, conocido como APEC, la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN), el Consejo Económico de la Cuenca del Pacífico (PBEC), el Consejo de Cooperación Económica del Pacífico (PECC), entre otros organismos. Se hablaba desde entonces de la necesidad de diversificar las relaciones económicas de México en el mundo. Se evaluaban riesgos y ventajas de que México participara en esquemas de integración regional (tal como se les veía en aquella época) en los que nuestro país NO había participado desde su diseño y creación inicial.
El foro de APEC, fundado en 1989, era la entidad que nos permitía entrar en contacto directo con el conjunto de economías de la región del Pacífico asiático. Desde sus orígenes, las metas de APEC fueron la facilitación del comercio y de la inversión, así como la cooperación para el desarrollo económico. Parece sencillo, pero la disparidad del desarrollo entre sus miembros, las divergencias en sus políticas comerciales y de inversión, implicaban un enorme trabajo de diálogo para aprender de los demás las formas más efectivas que permitieran aprovechar las corrientes de comercio e inversión y, por supuesto, transferir esos avances al bienestar de las poblaciones. [7]
La naturaleza de APEC, que no es un organismo multilateral sino una asociación que avanza conforme a las necesidades y condiciones, tiene un mecanismo de negociación muy asiático. Es una fórmula propia del Sudeste de Asia que permite discutir y acordar únicamente temas en los que los miembros están preparados. Esto es importante para avanzar en conjunto y para dejar temas espinosos para el momento propicio. Otra característica de APEC fue su contenido económico comercial, lo que permitió la convivencia de las llamadas tres chinas (República Popular China, Taipei y Hong Kong) en el mismo foro, consideradas como economías, no como estados. Esta fórmula política ha servido para reducir conflictos entre el espacio chino y los vecinos del Este y del Sudeste de Asia.
Estas prácticas de negociación y convivencia eran difíciles de digerir por parte de funcionarios de otras regiones, incluyendo a los mexicanos, que desesperaban ante lo que consideraban un proceso demasiado lento. Varias veces fue necesario explicar que el consenso no se trataba de un mecanismo de mayoría o la imposición del poder sobre los demás. Paulatinamente, la experiencia de varios años de negociación permitieron limar esas asperezas y sumarse a los consensos.
Tuve el honor de ser el primer diplomático mexicano adscrito al nuevo Secretariado de APEC en Singapur, de 1994 a 1997. Trabajé junto con colegas de otras economías participantes en la construcción de una estructura administrativa que debía ser muy efectiva, pequeña y a la vez de amplia perspectiva. El secretariado sirve por igual a todos los miembros, sobre varios temas de trabajo. Me correspondió apoyar por medio de seminarios, publicaciones, y la preparación de estudios en los temas de Transporte y de Pequeña y Mediana Empresa. En esa época publicamos en conjunto desde varias ciudades, y por vez primera un libro electrónico sobre homogeneización de los estándares de carreteras en la Cuenca del Pacífico. Pocos años después este esfuerzo parece poco relevante, pero ese esfuerzo indica la velocidad del cambio tecnológico y la incidencia que ha tenido en nuestras vidas.
El tema de las pequeñas y medianas empresas es vital para economías como las latinoamericanas, ya que generan el mayor porcentaje de empleo. Por ello, el trabajo de los miembros de APEC en este terreno ha sido muy positivo para transmitir las mejores prácticas en políticas de apoyo y desarrollo de empresas pequeñas y medianas. APEC impulsa el acceso a mercados, facilitación del comercio y de la inversión, pero en los hechos se encuentra con una realidad bastante compleja: la concentración oligopólica de las economías. La principal contradicción en este sentido es que en las dos primeras décadas del presente siglo se han acentuado problemas derivados de la estrategia conocida como Consenso de Washington o simplemente como políticas neoliberales que destruyen el tejido económico y social de nuestros países. A esto me referiré en la siguiente sección.
4. Las crisis de 1994, 1997 y 2007-2008. Es difícil recuperar una perspectiva de largo plazo en un texto tan breve, pero es importante señalar que el encuentro de México con las economías del Pacífico también ha estado marcado por varias crisis, que han tenido repercusiones en casi todo el mundo. Por lo general, estos son factores que no dependen directamente de la voluntad de los participantes individuales en el juego multipolar. Con esto quiero decir que son las tendencias hegemónicas de la economía internacional las que obligan a establecer ciertos tipos de políticas, tanto económicas como sociales, con poco margen de maniobra soberana.
Me refiero por supuesto al periodo neoliberal iniciado en los años ochenta por Ronald Reagan y Margaret Tatcher, a la cabeza de dos de las principales economías de Occidente. El modelo se ofrecía como una alternativa a múltiples problemas acumulados de super concentración financiera, cambios tecnológicos, y de ingreso. Simultáneamente, en el terreno político se dieron cambios radicales como fue la caída de la Unión Soviética, del Muro de Berlin, el fin de la Guerra Fría y el ascenso de China. Cada una de las piezas del cuadro mundial formaban parte de las premisas, y de los obstáculos, para la acción gubernamental en economías de tamaño medio como México.
Una de las tareas que me tocó cumplir durante la primera etapa de mi adscripción en la Embajada de México en Tailandia (1997-2001) fue explicar la manera en que México había sobrellevado tres años antes la crisis llamada Efecto Tequila. En 1997 se sufría el efecto devastador de la crisis denominada Efecto Tom Yum, como la picante sopa tailandesa de camarón. México había recibido el respaldo de Estados Unidos, por un monto de 50,000 millones de dólares para resolver su problema inmediato de liquidez, además de que entraba en vigor el TLCAN. Esas eran condiciones quizás irrepetibles que los asiáticos no podían utilizar. En cambio, de la experiencia de 1997, los gobiernos principalmente del Sudeste de Asia emplearon una estrategia audaz para crear fondos soberanos de recuperación que los protegen desde ese entonces. Se trata de ahorros acumulados para emergencias que no están inscritos en el Fondo Monetario Internacional y que desde hace dos décadas juegan un papel importante en la estabilización financiera, además de que reducen la condicionalidad de los organismos financieros.
La caída de las torres gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, desató una nueva crisis, que abrió una dimensión desconocida hasta ese momento en el entrelazamiento de las sociedades. Por supuesto, la respuesta contra el terrorismo se dejó sentir en todos lados, pero resultó paralizante en la región asiática. Los mecanismos de cooperación tuvieron que aceptar una agenda de seguridad que no tenían contemplada. Un caso notable fue el cambio en los planes para facilitar la movilidad de personas en la Cuenca del Pacífico, desde el turismo, el transporte por mar, tierra y aire de todo tipo de productos y finalmente el movimiento de empresarios. De pronto, los aeropuertos diseñados para ser abiertos y de fácil tránsito tuvieron que volver a ser corredores altamente vigilados. Esto se llevó a las discusiones multilaterales y al diálogo entre países. Nada volvería a ser igual.
Pero esta historia de tropiezos no puede ser entendida sin ver el conjunto del proceso internacional. Una nueva crisis, surgida del colapso de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, se convirtió en 2008 en un golpe financiero a nivel mundial. A partir de ello, una de las características del período ha sido el tema de la gobernanza global y el manejo de las crisis recurrentes, sean regionales o generalizadas. Cuando México comenzaba a tener mayor presencia en los esquemas de cooperación con Asia, el apagón financiero mundial tuvo nuevamente efectos devastadores. Sin embargo, esta vez se amplió la idea del diálogo entre los actores económicos y políticos más notables del escenario mundial con la creación del Grupo de los Veinte. México cumplió un papel relevante en ese proceso y podría señalar que el conocimiento acumulado en el trato con los socios asiáticos ayudó en parte a enriquecer los temas de diálogo.
No se han resuelto las raíces que provocaron aquella crisis y el G-20 ha dejado de ser una opción para tratar de resolver los problemas de gobernanza. El escenario mundial se ha tornado mucho más complejo y delicado. La estrategia de Estados Unidos para desacoplar (decoupling) su economía de la de China ha conducido a terrenos de conflicto no solamente económico, sino de seguridad internacional. Con el desmantelamiento de cadenas de valor que suministraban la producción en China se afecta a cientos de empresas de terceros países que se habían conectado a tales redes de producción.
El ámbito en el que se juegan las batallas comerciales se concentra en las nuevas tecnologías de inteligencia artificial, aeroespacial, nuevos materiales, y de comunicación digital, que tienen efectos en la vida cotidiana de los pobladores de todo el mundo. Lo paradójico es que podemos hablar de super modernidad mientras las poblaciones de nuestros países siguen padeciendo carencias en aspectos tan básicos como salarios remuneradores, acceso de la población a la vivienda, la educación y la salud.
Han quedado pendientes muchas tareas de reforma del sistema internacional, sobre todo las que reconozcan la responsabilidad diferencial de los miembros de la comunidad mundial. Algunos de los planteamientos hechos por países como México hace cuatro décadas siguen siendo vigentes, a fin de reestructurar a las instituciones financieras internacionales, y reflotar la preeminencia de la cooperación internacional equilibrada. La tarea actual de la Cancillería mexicana es recuperar la visión integral de la Política Exterior, no solamente económica sino primordialmente política y multilateral.
La pandemia del Covid 19 ha puesto en crisis el viejo modelo de concentración monopólica de los recursos y del conocimiento. Es una crisis de doble hélice, pues incluye la crisis económica que se viene arrastrando desde hace tiempo y la crisis de salud, que muestra el retroceso de los niveles de vida de amplias capas de la población en todo el mundo. Hoy es bastante clara la diferencia en la manera de afrontar la crisis de salud de los países del Pacífico asiático, comparada con el manejo en América Latina. El ejercicio de acciones político-diplomáticas de México ha permitido mantener el diálogo con todo tipo de países y hay coincidencia y respeto hacia nuestro país en el ámbito asiático. No podría explicarse de otra manera el apoyo que hemos recibido de China, así como de otros países, en el suministro de vacunas y material médico-hospitalario.
5. A manera de conclusión
A principios de los noventa, en México se planteaban posibilidades de contacto con las economías de mayor crecimiento económico y de mayor éxito en la satisfacción de las necesidades vitales de su población. Esa macro región era Asia del Este y el Sudeste de Asia. En México se asentaba un modelo económico de apertura comercial y financiera que reducía el papel del Estado en aras del mercado. Esto limitó sensiblemente la Política Exterior integral que ha distinguido a México a lo largo de su historia. El acercamiento a los mecanismos de cooperación en Asia Pacífico era visto como una sincronización de las políticas llamadas neoliberales, aunque no se visualizaban los matices de aplicación de tales políticas en varios países de Asia. De hecho, los principales jugadores asiáticos de la Cuenca del Pacífico no abandonaron la gestión estatal en sectores como la infraestructura, vivienda, educación y salud.
Nuevamente, la fortuna me benefició al ser nombrado en 2012 Jefe de Cancillería en la Embajada de México en China con rango de Ministro. Volví a un país que sigue siendo muy atractivo y estimulante. Así lo comprobé pues pude comparar el pasado y el presente a la distancia de apenas dos décadas. De hecho, fui testigo de la forma de vida de una generación completamente nueva en aquel país.
Concluí mi paso por el Servicio Exterior Mexicano con una gran satisfacción por lo que viví y aprendí durante más de tres décadas, casi siempre en contacto con Asia. De esta experiencia surgió mi interés de estudiar a profundidad la relación histórica entre Asia y América, lo que me llevó a obtener el Doctorado en Historia en la Universidad Nacional de Singapur en 2020 y escribir un libro sobre el Galeón de Manila en 2021.
Si el desconocimiento de la historia conduce a cometer errores en el presente, mirar al pasado sin comprender el presente distorsiona la explicación de la historia.
Sakon Nakhon, Tailandia, 3 de julio de 2021.
- Antonio Ocaranza Fernández. “El Debate sobre la participación de México en la Cuenca del Pacífico: algunos elementos de la discusión.” Estudios de Asia y África, Vol. 25, No.1 (81) (Jan-Apr., 1990), pp 47-82. El Colegio de México. ↑
- V Informe de Gobierno de Miguel de la Madrid, Presidencia de la República, 1987, pp. 31-32. ↑
- http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=4730336&fecha=15/04/1988 ↑
- http://revistaeconomia.unam.mx/index.php/ecu/article/view/601/619 ↑
- https://www.latimes.com/archives/la-xpm-1993-05-03-fi-30608-story.html ↑
- https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/7/3023/7.pdf ↑
- https://www.apec.org/About-Us/About-APEC ↑
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