El movimiento de las personas a lo largo y ancho del mundo ha sido una constante desde los inicios de la Humanidad (140 mil años atrás, según científicos). Imposible calificarla de ilegal entonces. Entendible el cambio a partir del concepto de propiedad privada (propiamente después de la Edad Media) y, mayormente, con la separación de las sociedades por medio de fronteras, “donde se estrellan hombres y pueblos”, escribió Jorge Trias Sagnier, cuando fue diputado español.
El concepto de migración, hoy, por lo antes dicho; y, particularmente, querer darle un calificativo como legal o ilegal, es una tarea que indiscutiblemente va de la mano de sus circunstancias; y estas varían de momento y lugar.
Asimismo, para lograr nuestro cometido, recordemos el principio de la filosofía hermética, que dice: “Como abajo es arriba, como arriba es abajo”. Más sencillo, si queremos saber a grandes rasgos cómo funciona la economía de un país, basta observar cómo funciona nuestra economía en casa.
Pues bien, primero, liberémonos de romanticismos, como: “los seres humanos no son ilegales en la Tierra”. El aquí y ahora me dice que yo no puedo entrar a tu casa sin tu previo permiso. De darse el caso, ¿Qué harías tú? En buenos términos, me pedirías amablemente salir; en los malos, utilizarías la fuerza o pedirías apoyo a la autoridad, la que indudablemente acudiría en tu ayuda y, tan pronto constatara que tú eres el propietario y yo un intruso, me desalojaría del lugar, con posibles consecuencias de carácter penal.
Evitemos las ambigüedades: “A mí no me interesa tu casa. Mi destino es la casa de tu vecino. Sólo cruzo tu propiedad para alcanzar mi cometido. Así que no interfieras”. Si tal destino fuera tu casa y no esperas, no deseas, ni haz autorizado el ingreso a tu domicilio de tal “visitante” ¿aprobarías el apoyo de tu vecino al “visitante” para que éste, además de ingresar a tu domicilio, lo hiciera subrepticiamente? En estricto sentido, serías cómplice de participar conscientemente en un ingreso ilegal a la casa de tu vecino.
Seamos solidarios…pero…: Accidentes, circunstancias particulares o fenómenos naturales, nos pueden dejar sin casa. Por lo general, en tales situaciones somos solidarios y brindamos techo al vecino que ha perdido su casa o se encuentra impedido para regresar a ella. Pero esta ayuda es momentánea, imposible mantener su permanencia sin pagar por ello consecuencias. Toda visita cansa, por muy bien recibida que sea en su inicio. La obligación de brindar el apoyo en todo caso corresponde a la autoridad, para ello son en alguna parte nuestras contribuciones.
El anterior, desde luego, es un ejemplo doméstico, si su carácter fuera internacional, el deber de atenderlo habría de corresponder a la autoridad internacional que para ello es creada por los propios estados. Sin embargo, la institución internacional demanda (aunque más bien deberíamos escribir, exige) nuestro apoyo. Sin empacho, el organismo internacional dicta la política de ayuda que nuestro país debe otorgar al refugiado o asilado, olvidando por completo las responsabilidades de aquellos otros sujetos del derecho internacional que son la causa del desplazamiento forzado de esa persona. Es claro que algo anda mal en el derecho internacional y es este el asunto que merece nuestra prioridad.
Hoy en día, por frontera entendemos una delimitación de espacio, sea física o natural, que nos señala el límite de cada uno de los estados modernos; una barrera que nos demarca su contorno.
“En la sociedad internacional moderna (nos dice Fernando Oliván “El Extranjero y su Sombra”. Editorial San Pablo) también se refleja la discusión entre el concepto de frontera y su negación. Si bien es cierto que la propia prohibición de la Guerra contenida en la Carta de las Naciones Unidas suponía un reconocimiento expreso de la función de las fronteras y la condena de su vulneración, por contra, los nuevos conceptos desarrollados desde el Derecho Internacional Humanitario, tales como ´derecho a la injerencia humanitaria´ o, incluso, a la ´intervención humanitaria´, han vuelto a poner en quiebra este concepto”. Sin embargo, hoy por hoy, es un hecho que esa “barrera” denominada frontera, existe; y nos señala el límite entre lo propio y lo ajeno. Bajo el concepto de soberanía que nos da el estado moderno y nacional, la frontera delimita los espacios y no nos ofrece opción, o estamos en un estado o, al atravesar, ya estamos en otro. De un lado nuestra casa, nuestra soberanía, del otro, la del vecino, lo ajeno, lo que no nos pertenece.
La legislación migratoria mexicana, decían los estadounidenses en la década de los 70´s, no permite a los extranjeros demandar, en México, lo que las autoridades mexicanas exigen en Estados Unidos para sus nacionales. Frente a este hecho, para las autoridades mexicanas, lejos de reconocer sus faltas y cumplir de una vez con su obligación de establecer políticas eficaces para brindar espacios de crecimiento y desarrollo para los mexicanos, en su propio país, les resultó más sencillo acabar con la ambigüedad cambiando la legislación y abrir los brazos a la migración extranjera, pues sólo así tendrían cara para exigir igual trato a los estadounidenses. Así, nuestros problemas sólo crecieron.
Nuestras autoridades entonces no dimensionaron el significado de la migración, no observaron sus verdaderas causas y mucho menos llevaron el asunto, con real preocupación, a instancias internacionales.
En todo caso, la realidad nos dice:
- Estados Unidos se formó con migrantes. Es hoy la primera economía del planeta y el destino que ambicionan millones de migrantes en el mundo.
- Las políticas migratorias de los últimos años en EUA, han desvelado que un alto número de estadounidenses repudian hoy la migración. Nuestros compatriotas en ese país, sabemos, sufren discriminación.
- La situación geográfica y económica de México nos convierte en destino fácil para la migración mundial que ambiciona llegar a los EUA.
- Los organismos internacionales nos exigen y presionan para atenderlos y facilitar su tránsito.
- EUA les cierra sus puertas, nos convierte en su muro y nos obliga a quedarnos con ellos. El costo de este juego, para México, es carísimo. Además y en tiempos de pandemia, no hay recursos para atender a los nuestros, que mueren por decenas de miles; no obstante, se nos exige atender a los otros.
- La Cepal estima que al cierre de 2020 el 47.8% de la población mexicana estará en condiciones de pobreza. Esto, agrega la Cepal, implicará un aumento de 5.9% con respecto a 2019, mientras que el 15.9% estará en pobreza extrema (informe al 12/05/2020).
Luego de lo anterior, resultaría lógico que el lector respondiera en sentido negativo a la pregunta sobre si está a favor o en contra de la migración. Su casa es su casa y hoy no está en posibilidad económica de atender visitantes, mucho menos hacerse cargo de ellos. Si decidiera hacerlo, los suyos no tardarían en reclamarle, con sobrada razón.
Es indiscutible que los mexicanos desearían vivir y desarrollarse en su país, de la misma manera en que nacionales de otros países quisieran hacer lo propio en sus lugares de origen; pero, en general, son sus malos gobernantes los que lo han impedido ¿Por qué?
La historia tiene la respuesta y el caos que viene dará la solución.
Primero, la historia. Con incontable número de ejemplos nos muestra cómo, desde sus inicios, grupos sociales fuertes han siempre desplazado de tierras y bienes a grupos débiles y mal dirigidos. Estos últimos son esclavizados para servir a su opresor; o, de otra manera, se les esclaviza mediante el pago de “impuestos” a cambio de no ser atacados.
Europa se apropió de África y de otros territorios, tanto en Asia como en América. Más adelante, Estados Unidos actuó de igual manera con América Latina y posteriormente extendió su hegemonía por todo el planeta.
La independencia de los países nunca fue suficiente para impedir la ingerencia, esta se manifiesta con base en nuevas tecnologías e ideas y métodos múltiples de “cooperación”. No es necesario el uso de la fuerza pero, si las circunstancias lo ameritan, los países que cuentan con ella no vacilan para utilizarla. Sus intereses son primero y lo único que a ellos importa. Si deben probar sus nuevas armas, medicinas, experimentos químicos, descargar desechos industriales; o vender equipamiento obsoleto de cualquier área, pues ahí están los países dominados.
No descubramos el hilo negro, naciones débiles con gobiernos corruptos, displicentes y/o disipados, siempre han sido presa fácil para incrementar la riqueza y mantener el crecimiento de los depredadores. ¿Qué futuro pueden entonces esperar los habitantes de países subyugados?
Segundo: el caos y la solución. Ante la cruda realidad, migrar hacia países desarrollados es una opción para sociedades que no encuentran desarrollo educativo y laboral, o mínima tranquilidad en sus propios lugares de origen.
Guerras, economías subyugadas, hambrunas, crimen exacerbado, impunidad y falta de estado de derecho, son motivos de expulsión, de desplazamiento de sociedades que lo único que anhelan es un lugar donde puedan desarrollarse y vivir en paz.
El caos migratorio que hoy observamos, es la respuesta a tantos años de saqueo y depredación de sociedades menores cuyos integrantes hoy buscan en las metrópolis el bienestar que estas les arrebataron.
Tanto los países europeos como los EUA, no pueden llamarse víctimas de las olas de migrantes que ahora llegan a sus territorios en busca de un mínimo de bienestar, pues están frente a la causa de sus políticas expansionistas, de los saqueos que en otros años infringieron y de las verdaderas víctimas que generaron. Son ellos el origen del desbalance. Son ellos, sus corporaciones y sus organismos cooptados, quienes deben solucionarlo.
Como eso no va a ocurrir por iniciativa de ellos, debemos entonces prepararnos para el caos que se avecina con una migración mundial desenfrenada. Debemos prepararnos para dar la pelea en casa y en el ámbito internacional. ¡Es urgente!
En tanto, México debe ahora responder a la migración centroamericana que reclama cruzar por su territorio. Para su respuesta, debe considerar todos los gastos y problemas sociales que tal tránsito le podría generar. Pero es un hecho: México no tiene hoy recursos asistenciales, mucho menos económicos y su población se encuentra dividida ¿Convendrá agregar a esto el ingrediente migratorio?
Por cierto, una “caravana de migrantes” bastante anómala si observamos que se organiza en un época inusual, pues estas se reúnen en época de verano que les facilita la pernocta en exteriores y la caminata misma; a breves días de una votación crucial en el país de su destino, donde el ala conservadora la utilizará políticamente para reclamar el voto de sus ciudadanos, pues claman ser ellos quienes liberan al país de la migración indeseada; en momentos en que una pandemia azota fuertemente a los dos países involucrados (México y EUA). Imposible no considerar lo anterior para tomar una decisión.
Por tanto, volvamos a la pregunta inicial: ¿Estás a favor o en contra de la migración?
La respuesta a mi entender debe comprender dos casos. El primero, debería referirse a la inminente llegada de una nueva ola de centroamericanos, sudamericanos, africanos, caribeños y etc., etc., que posiblemente la integran; y quienes al parecer están siendo utilizados con propósitos electorales en nuestro país vecino. Posiblemente una agrupación desorganizada, desinformada y mal preparada para evitar el contagio en esta particular época de pandemia, que puede poner en grave peligro a pequeñas poblaciones por donde llegara a transitar.
El segundo, habría de referirse a la migración en general, que amerita una solución en instancias internacionales y que debería comprender una real independencia para aquellos países, expulsores de población, que han venido siendo afectados; así como una cooperación eficaz para su desarrollo.
- ¿Aceptarán las grandes corporaciones algún cambio a sus políticas?
- ¿Seguirán recibiendo de sus gobiernos el apoyo de sus cañoneras?
Es un asunto complicado que México debería encarar con decisión, con espíritu independiente, con verdadera responsabilidad porque en ello va el futuro y esencia de su pueblo y del propio país.
Como se adelantó párrafos atrás, el caos que viene dará la solución; o ¿acaso será que existe, todavía, la posibilidad de encontrar entendimiento entre los Estados, incluidas las grandes corporaciones, que nos pudiera llevar a una solución pacífica, duradera e integral? porque de lo contrario, será el caos el que finalmente estalle hasta encontrar su propio cauce, aunque para ello habrá que sacrificar todavía más vidas.
México, 2 de octubre de 2020.
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