A la memoria de Enrique Eugenio Fernández Zapata [1]
Bucarest, sin duda alguna, es una ciudad difícil de describir en pocas palabras. Al cabo de un tiempo en la capital rumana, me dio por definirla como una hermosa mujer que se había abandonado, dejando de asearse y de engalanarse, como si hubiera renunciado a lucir sus atributos y bondades. Otra definición que se me antojó -al recorrer por primera vez la Calle Victoria, una de las arterias más antiguas y tal vez la más famosa-, fue “locura exuberante” desde el punto de vista arquitectónico, por esa gran heterogeneidad de las construcciones a que pasaba revista, aunque placentera y favorecida por la naturaleza. La misma impresión me suscitó el centro de la ciudad, en donde la variedad de elementos eclécticos presenta igual desorden arquitectónico falto de lógica, pero dominado por un gigantesco conjunto de edificios blancos, mucho más coherentes y con un asombroso palacio al fondo, último souvenir de la Época de Ceausescu.
Posteriormente, iba a comprender el porqué de semejante mezcolanza e incluso tuve el interés de descubrirle a Bucarest el latido nuevo que en pocos años ha alcanzado… La principal paradoja de este conglomerado de alrededor de 300 kms cuadrados es que encierra no una, sino varias ciudades y grandes contrastes. Una mezcla sorprendente de historia y modernidad, de opulencia y pobreza, de desolación y euforia; de desganas y ambiciones que le confieren una nota aparte en el Sureste Europeo, donde Rumania, no obstante que geográficamente hablando se sitúa en plena Europa Central, tiene fama de puerta entre Oriente y Occidente.
Es obvio que una ciudad abandonada a su suerte, sin programas de conservación suficientes, y además administrada con los criterios socialistas de proporcionar a todos los habitantes un techo donde vivir, a la larga llegó a perder mucho de su “cachet”, de “Pequeño París del Este”, como dieron en llamarle por los años 30’ del Siglo XX, época de su mayor auge. Las casas señoriales, que en verdad son pequeños palacios, fueron convertidas en multifamiliares, dividiéndolas arbitrariamente y entregadas a sus inquilinos sin que éstos asumieran la responsabilidad de cuidar y dar mantenimiento al inmueble en que fueron ubicados. Su falta de conservación, de decoro y de orden hizo que bellos y aristocráticos palacios -que se encuentran en forma profusa en el centro de la ciudad y en los principales barrios residenciales- luzcan vetustos y deprimidos, situación que se transmitió al desarrollo general de la ciudad. Algo parecido a lo que desgraciadamente le pasó al centro histórico de la Ciudad de México. Otro aspecto del pasado glorioso de Bucarest son los grandes bulevares que fueron concebidos para darle a la ciudad un aire señorial y en mucho teniendo el modelo de París en la mente.
La descripción se refiere al ambiente reinante en la primavera del año 2000. Esto puede explicar el trazo radial que tiene la ciudad, cuyos bulevares resuelven en cierta manera el desplazamiento de un extremo a otro de la ciudad. Partiendo del Arco de Triunfo, copia algo más pequeña del de París, el tráfico de Norte a Sur por el Bulevar Kiseleff desemboca a la ¨Plaza Victoria¨ – sede del Gobierno– y continúa por la Calle Victoria, que como ya se dijo es una de las arterias más antiguas y sofisticadas. En forma casi paralela, y cambiando de nombre baja la Avenida de los Aviadores, luego Magheru, Balcescu, I.C. Bratianu, que en su tramo céntrico se convierte en la arteria comercial más señalada. La Avenida de la Unión, que recorre el nuevo Centro Cívico y bajo el régimen comunista fue denominada Avenida de la Victoria del Socialismo, se merece una mención aparte por el desahogo que ofrece al tráfico de Este a Oeste.
La Ciudad de Bucarest (“Bucuresti” en rumano) nació en las riberas del río Dámbovitza, (pronunciación en español) en la amplia planicie que se extiende al sur de Rumania, entre las estribaciones de los Cárpatos Meridionales y el Danubio y que antaño fue parte del antiguo Estado de Dacia, luego de la provincia romana de Mesía y seguidamente, del Estado feudal de Valaquia o País Rumano.
Excavaciones arqueológicas del lugar revelan restos de asentamientos prehistóricos desde el paleolítico. Se tiene conocimiento de que la zona fue habitada, conforme a las seguidas etapas históricas, por los traco-geta-dacios, por los dacio-romanos hasta el siglo III cuando Roma retiró sus legiones, y por los vlacos, nombre que se le dio a la población rumana resultante de esa mezcla entre dacios, romanos y los diversos pueblos migratorios que dejaron sus huellas por aquí. Resulta extraño que cruzando el gran Danubio por el territorio rumano – prácticamente lo linda de Oeste a Este y luego lo atraviesa de Sur a Norte-, no se haya fundado la capital rumana en sus márgenes, como Bratislava, Viena, Budapest o Belgrado. La explicación tal vez se encuentra en la ubicación de Bucarest, cercana y lejana a la vez del puerto fluvial de Giurgiu por donde los otomanos, después de haber ocupado la otra ribera del Danubio, solían incursionar en territorio valaco.
El príncipe Vlad “el Empalador”, quien además de “Drácula” fue un estupendo estratega militar, mandó fortificar la ciudad de Bucarest para defender a Valaquia en contra de los turcos, e incluso trasladó su Corte de Targoviste -en la falda de los Cárpatos- a Bucarest, más cerca de la ribera del Danubio y en donde la frondosidad de los bosques aseguraba tanto la defensa, como la victoria de sorpresivos ataques. La leyenda establece que el pastor Bucur Ciobano edificó una iglesia en el lugar donde pastaba a sus ovejas, produciendo este hecho la creación de un asentamiento con el nombre de “Bucuresti”.
Vlad Tepes, príncipe rumano que reinó en Valaquia entre 1456-1462 y cuya figura le inspiró a Bram Stoker al Conde Drácula, por su fama de hombre muy cruel y ascendencia. Fue apodado Tepes (El Empalador) por la costumbre de matar a sus enemigos sentándolos en picas. Como hijo de Vlad Dracul (Vlad el Dragón), solía firmar con el diminutivo “Draculea”, o sea, “hijo del Dragón” lo que dio lugar a un juego de palabras, propiciado por un doble sentido del vocablo drac en el viejo rumano, de diablo y dragón. Falleció un mes después de asumir el poder por segunda vez, en 1476, y fue sepultado en el Monasterio de Snagov, en las afueras de Bucarest.
El nombre de la ciudad de Bucarest fue mencionado por primera vez en una carta que el príncipe Vlad dirigió a los notables de la localidad en 1459, a sólo seis años de la caída de Constantinopla. Poco después de aquella tragedia del mundo Cristiano, llegó a ser el refugio de la flor y nata del Bizancio y un centro de irradiación para todo el mundo ortodoxo del Este. Un siglo después, ya estaba ocupada por los turcos y los incendios que sus tropas provocaron en el momento de retirarse explican la desaparición de la mayoría de las construcciones de aquel período e incluso de las fortificaciones que habían rodeado la ciudad, hechas de tierra, madera y argamasa. Bajo el dominio otomano, Bucarest registró un descomunal desarrollo, llegando a ser el centro económico más importante de Valaquia. En 1694, se crea la Academia Real de Santo Sava, primera institución de educación superior. El período pos-Bizantino conoció su clímax bajo el príncipe Constantin Brancoveanu, cuando se construyeron mar de iglesias y monasterios bonitos y la ciudad se expandió, de manera que a finales del siglo XVII, Bucarest era la ciudad cristiana más grande del Sureste de Europa y contaba con casi 100,000 habitantes. Fue entonces cuando se construyeron el Palacio Mogosoaia (1702), edificio de gran valor arquitectónico al Norte de la ciudad –y simultáneamente, nació la Calle Victoria, para vincularlo a los palacios céntricos-, o el Hospital Coltea, el más antiguo edificio de este tipo que aún se conserva, en pleno centro.
En el siglo XVIII, los sultanes turcos sustituyeron a los príncipes rumanos defensores del mundo cristiano, tanto en Valaquia, como en Moldavia, por príncipes fanariotas, los cuales trajeron consigo el modelo de la arquitectura turca: construcciones grandes de fachadas severas y patios amplios, recintos comerciales y calles estrechas, oscuras y sinuosas, en tanto que en las riberas del Dambovitza aparecieron numerosas posadas. La revolución liderada por Tudor Vladimirescu en 1821, primera manifestación de los movimientos insurrectos de los Balcanes en Valaquia, no obstante fracasada, puso fin al gobierno de los fanariotas.[2]
En 1861, Bucarest llegó a ser la capital del Estado Moderno de Rumania, bajo el coronel Alexandru Ioan Cuza, príncipe de la Unión, y a partir del 1º de diciembre de 1918, sigue siendo la Capital de Rumania. Iluminado representante del Renacimiento y protector de las artes. Impuso un estilo arquitectónico propio, llamado “brancovenesc” y caracterizado por un derroche de ornamentos esculturales, murales, fachadas de ladrillo postizo y azulejos, arcos, bóvedas y puertas de pórtico amplio.
El Coronel Ioan Alexandra Cuza Príncipe de Moldavia, famoso por sus reformas sociopolíticas y además, conocido como el Príncipe de la Unión. A sugerencia de Napoleón III, Cuza fue electo casi simultáneamente en Lasi y Bucarest, capitales de los Principados Rumanos de Moldavia y Valaquia (1859), lo que obligó a las grandes potencias a aceptar la edificación del Estado Moderno de Rumania.[3]
Bucarest no es una ciudad muy grande en cuanto a población, cuenta con algo más de 2 millones de habitantes, pero por su extensión es la tercera ciudad del Sudeste europeo, después de Atenas y Estambul. En la segunda mitad del siglo XIX, cuando Rumania se emancipó del Poder Otomano recuperando su independencia (1877), buena parte de las antiguas construcciones del centro, pertenecientes a la Edad Media, al período Bizantino y al período Fanariota, fueron reemplazadas por los actuales bloques de aire occidental de las Avenidas Magheru y Balcescu.
Por todas partes, se derribaron edificios y se construyeron otros nuevos, a ritmos frenéticos, pero en forma anárquica, sin ninguna alineación y sistematización, en tanto que en medio de la ciudad se creó el Parque Cismigiu, según el modelo del “Jardín des Plants” de París. El proceso de modernización de la capital rumana se intensificó a principios del siglo XX, cuando se registró una amplia expansión del entorno urbano. El centro ya tenía alumbrado y tranvías eléctricos, los bulevares enderezaron su trayecto y fueron asfaltados, las nuevas construcciones adoptaron la línea sencilla y práctica del cubismo. Fue el período cuando la ciudad creció verticalmente, a través de altas construcciones de concreto, metal y vidrio al estilo americano, como el Palacio de la Telefónica, edificado en el tramo céntrico de la Calle Victoria. Sin embargo, la “Belle Epoque” de Bucarest fueron las dos décadas entre la Primera y la Segunda Guerras Mundiales (1919-1939), cuando se registraron considerables avances en el campo económico y cultural y esta ciudad llegó a merecer, como ya se dijo, el apodo de “Pequeño París”. En 1921 se inauguró la sede de la Ópera Rumana, si bien cabe anotar que espectáculos de ópera hubo a partir de 1880.
Vuelos internacionales vinculaban ahora Bucarest con Belgrado, Estambul, Budapest, Viena, Praga y París. Los bucarestinos disfrutaban ya de los servicios de una emisora de Radio (1928) y telefónicos (1933), así como de un sistema de alcantarillado. Entre los principales monumentos de aquella época se cuenta el Arco de Triunfo (1935-1937), puerta de piedra y mármol de la capital (37 m de alto), construido en honor al ejército rumano y la victoria obtenida durante la Primera Guerra Mundial. Por aquel entonces, Rumania gozaba de gran prestigio entre la aristocracia europea que solía visitarla para pasar el verano en las bulliciosas calles bucarestinas, llenas de cafés y restaurantes, o en los Cárpatos, donde podía gozar de un clima más fresco y de la elegancia de las grandes residencias que se construyeron en lugares como Sinaia, en donde el primer Rey de Rumania, Carol I, erigió su palacio de verano: el “Palacio Peles”. Tras el acuerdo concertado por Churchill y Stalin en Moscú, en el otoño de 1944, Rumania fue “entregada” -políticamente hablando- a Rusia, lo que significó el inicio del gobierno comunista.[4]
Al quedar bajo la égida de la Unión Soviética y con el advenimiento del régimen socialista, el país deja los ecos de la vida disipada y frívola. En 1866, la nueva oligarquía burguesa obligó al príncipe Cuza a abdicar y lo relevó por el príncipe prusiano Carol de Hohenzollern Sigmaringen.
Los comunistas iniciaron gradualmente su ascenso en el poder con ayuda de Moscú y del joven e inexperto rey Miguel I. En junio de 1946, el Mariscal Ion Antonescu fue juzgado y condenado a pena de muerte. El 30 de diciembre, el rey Miguel I de Rumania fue constreñido a abdicar y se instauró una República Popular, cuyas autoridades liquidaron brutalmente a las fuerzas políticas anteriores. La doctrina soviética fue complementada con la nacionalización de la industria, de los bancos, los transportes y de todos los patrimonios privados, en tanto que la agricultura fue “cooperativizada”. A partir de 1951, se iniciaron los planes quinquenales para el desarrollo nacional, que consagraban un capítulo especial a las construcciones urbanísticas.
La política del Partido Comunista Rumano de emancipación a la influencia soviética, iniciada por los años’60 bajo la dirección de Gheorghe Gheorghiu-Dej y continuada por su sucesor Nicolae Ceausescu a lo largo de todos sus 24 años en el poder, le facilitó a Rumania un intenso proceso de industrialización de la economía nacional y grandes cambios urbanísticos. El rápido crecimiento de la industria pesada provocó un traslado de la población rural hacia la ciudad, y las demandas de alojar a los miles de campesinos convertidos en obreros determinaron la aparición, a ritmos sin precedentes, de miles de tales edificios populares, sin que su construcción tomara en cuenta la orientación o la distribución de los ambientes, y mucho menos los aspectos estéticos interiores, aunque los exteriores sí fueron contemplados de alguna manera, para formar grandes barriadas, cual pequeñas ciudades satélites incluidas en la urbe capitalina.
Una de las inconveniencias de ese grandioso proyecto de ¨modernización¨, fue el riguroso programa de austeridad que Ceausescu impuso a la población, para poder extinguir la deuda pública en poco tiempo. La década de los ’80 fue la más dura, cuando Rumania, gracias a la gran apertura de su política exterior, tenía acceso a los mercados de todos los continentes y exportaba casi todos los productos alimenticios y petroleros que producía, a precios bajos, para ganarle a la competencia.
Sin embargo, Bucarest también heredó de los 50 años de comunismo tres edificios monumentales que ya forman parte definitivamente de su paisaje. Uno de ellos es la ex Casa de la Chispa, actualmente conocida como Casa de la Prensa Libre, construida por los años 50’ como copia fiel de las macizas ciudadelas de la cultura stalinista, como lo es la Universidad de Lomonósov. El segundo es el Hotel Intercontinental, construido después de 1970 y destinado a aumentar el aire moderno del centro de la ciudad, dominándolo con sus más de 20 pisos.
Desde su fundación hasta hoy, en Bucarest se han mezclado estilos arquitectónicos que responden a todas estas épocas históricas e influencias culturales a que acabo de pasar revista, como el estilo propio de Brancoveanu, el Veneciano, el Turco, el Francés, el Art Nouveau, el Rumano específico del Palacio Cotroceni, sede de la Presidencia, o el Neo Rumano, el Cubismo y el Soviético de la Cultura Stalinista.
Pero finalmente, se debe señalar la arquitectura que creó la megalomanía del dictador Nicolae Ceausescu, dando paso a la construcción de un gran barrio administrativo cuyo eje principal es el gigantesco Palacio del Pueblo (“Casa Poporului”) hoy día sede de la Cámara de Diputados y del Senado, que presenta algunos elementos neo modernistas pero sin estilo definido. A su falda se extiende el nuevo “Centro Cívico”, conjunto arquitectónico erigido también entre 1983 y 1989, atravesado por la Avenida de la Unión y destinado por el dictador a las principales instituciones político administrativas del país. Para subrayar la envergadura de ese nuevo “Centro cívico”, vale la pena mencionar que en ello trabajaron 700 arquitectos y 35 mil trabajadores, con turnos que cubrían las 24 horas del día, y ocuparon millones de toneladas de materiales. Dicen que todos los materiales empleados fueron rumanos: mármol, madera, cueros, seda, etc. Ceausescu, para construir este nuevo centro administrativo, mandó demoler 10,000 construcciones; entre ellas, casas, edificios públicos, monumentos históricos, monasterios e iglesias de valor inestimable.
Según las estadísticas, el perímetro demolido es equiparable a la superficie de Venecia. “Casa Poporului” genera diferentes sentimientos, hay quienes lo alaban y quienes lo rechazan, en realidad es una mezcla de todo; desde el punto de vista económico, es una locura que costó al pueblo rumano grandes sacrificios, el ejemplo más claro de lo que nunca se debe hacer. Desde el punto de vista arquitectónico, su estética externa no es desagradable pero es una rara combinación de estilos y su tamaño es impresionante. Se dice que, por su superficie interior, de 265 mil metros cuadrados, es la segunda construcción más grande del mundo, tras el Pentágono, y por su volumen, la tercera, tras el edificio de Cape Cañaveral, de EE.UU, y la Pirámide del Sol de Teotihuacán, México.
En cuanto al interior, no obstante la nobleza de sus espacios y la elegancia de los mismos, es un elefante blanco por las tremendas dimensiones que tienen todos y cada uno de los más de 6,000 ambientes. Sin embargo, Ceausescu no destruyó toda la vieja ciudad. Aún quedan muchísimas construcciones bellas y espacios interesantes, como la Plaza de la República, en donde se conserva la iglesia Kretzulescu, de 1722. Dada la religiosidad de la población, las iglesias siguen abundando. Diminutas en su mayoría y al estilo bizantino, se encuentran por doquier. Las más conocidas son la Iglesia de la Corte Antigua (siglo XVI), el Monasterio Antim (1715), la Stavropoleos (1724) y la Spiridon (1747).
Un aspecto peculiar de Bucarest es que el Dámbovitza, que la recorre por un tramo de 24 km, por su poco caudal poco contribuye al atractivo de la urbe, pese a la preciosa arquitectura de los palacios edificados en su vecindad. En cambio el Colentina –que la recorre al norte por un tramo de 33 km–, es la fuente de varios lagos naturales y artificiales, distribuidos en medio de amplias extensiones de bosques y que dan a la ciudad magníficas áreas verdes, jardines y parques públicos de solaz esparcimiento para sus habitantes.
Últimamente, gracias a la belleza del paisaje en esa zona, se nota una tendencia de la ciudad a extenderse hacia el Norte. Más allá del barrio residencial Primaverii, en donde residió el propio Ceausescu, y detrás de los edificios utilitarios del sector norteño de Baneasa, en los últimos años se han venido construyendo barrios modernos en los cuales proliferan los condominios horizontales con casas amplias de arquitectura contemporánea.
Entre los diversos proyectos grandiosos de Ceausescu – varios de ellos materializados, como el Canal Danubio-Mar Negro (1984); una carretera que cruza los Cárpatos; la reconstrucción casi por completo de las partes Sur y Este de Bucarest, el nuevo “Centro” político-administrativo (1981-1989) o la construcción del Metro bucarestino (iniciada en 1985) –el que acaso le haya sido más caro pero que no llegó a materializarse debido a sus altos costos-, otro más fue convertir al endeble Dambovitza en un canal navegable que vinculara Bucarest al Danubio, y consiguientemente, a través de una red fluvial de envergadura continental, vincular a esta capital con otras grandes ciudades puerto de Europa, incluido Rótterdam.
Al caer el muro de Berlín como resultado del proceso de agotamiento del régimen soviético y ante los abusos cometidos por los cuerpos policiales en la represión de manifestaciones callejeras, la dictadura de Ceausescu fue derribada y el dictador, inmediatamente fusilado, lo que marcó los inicios de un cambio de régimen político.
Tras la promulgación de una nueva Constitución y elecciones generales, Rumania inició el proceso de transición hacia la economía de libre mercado, con un claro deseo de ingresar a la Unión Europea y a la Organización del Atlántico Norte. Con gran dificultad y venciendo aspectos de mentalidad, estructura social, falta de cultura política, falta del conocimiento de lo que son los servicios -aspecto importantísimo de la economía moderna-, el país va avanzando y día a día se nota el cambio.
Desde luego, siendo la capital y sede del poder político, Bucarest no sólo no está ausente de este proceso de cambio, sino que se ha verdaderamente transformado en los últimos años y comienza a presentar lo bueno y lo malo de las capitales occidentales. Sin embargo, se puede decir que la vida en Bucarest y en general en toda Rumania, es una vida tranquila, donde la delincuencia violenta aún es muy reducida. Debido a las condiciones climáticas específicas, la vida en Rumania cambia considerablemente a lo largo del año, de conformidad con las cuatro estaciones. Lo propio sucede en Bucarest (la vida en Bucarest comienza en la primavera cuando la naturaleza sufre una verdadera explosión y dado a la profusión de avenidas arboladas y de parques, en pocos días la ciudad entera se viste de un verde tierno extraordinario, trasmitiéndole vigor a toda la actividad de la ciudad).
Es a partir de este momento que la vida cambia, comienzan a desaparecer los pesados abrigos obscuros y tímidamente comienzan a aparecer los atuendos coloridos. En pocas semanas, la ciudad en que se caminaba en la penumbra y como si se quisiera uno ocultar de alguien, se llena de vida. Las calles se llenan de gente que va y viene, los pequeños restaurantes comienzan a abrir sus terrazas, a las cuales los bucarestinos suelen ir por las tardes a reunirse con sus amigos y donde tomando un café, una limonada, una cerveza o unas copas de vino, permanecen por largas horas en amenas charlas. Es en esta época del año cuando mejor se puede apreciar la singular belleza de la mujer rumana, sobre todo de las nuevas generaciones, que se han vuelto mucho más sofisticadas y cuidan mucho su figura.
Está por terminar el año escolar y se ven grandes grupos de estudiantes que se desplazan por el centro para acudir a estudiar o presentar sus exámenes finales en los colegios y en las diferentes facultades universitarias.[5]
Después de una corta primavera fresca, comienza a subir la temperatura con mediano grado de humedad llegando frecuentemente a los treintas altos y hasta los cuarenta y cuatro grados centígrados a la sombra, esto hace que, al igual que en el resto de Europa, el principal período vacacional sea en los meses de julio y agosto.
La ciudad queda vacía durante estos dos meses, todo el mundo huye de la canícula refugiándose en la costa del Mar Negro o en los Cárpatos, en donde la altura hace que el clima sea más benigno. Sin embargo, quienes permanecen en la ciudad continúan asistiendo a las terrazas y a los parques que proliferan por toda la ciudad y que son grandes y muy bellos, como el Parque Nacional ¨Carol¨ (Herastrau) con una extensión de 187 hectáreas, que permanecen abiertos hasta muy entrada la noche. En verano, las noches de Bucarest son bulliciosas, los cafés están muy animados y las discotecas se llenan de jóvenes que al ritmo de música principalmente latinoamericana -salsa, merengue, cumbia, etc. -, bailan durante largas horas de la noche y de la madrugada.
La música culta cede su espacio al desenfreno juvenil y no hay conciertos ni opera rumana en esta época, los eventos culturales que se llegan a presentar corresponden a promociones nacionales que realizan los países con representación diplomática en Rumania. Los cines continúan su programación habitual y es también uno de los pasatiempos favoritos de la población.
Luego se reanudarán las funciones en las grandes salas de conciertos, como el Ateneo Rumano y la Sala del Palacio; a finales de septiembre o principios de octubre da inicio la temporada de ópera y se prolongará hasta mediados de abril y las galerías de arte presentarán exposiciones. Por su gran colección de importantes y magníficas obras de los grandes maestros europeos y rumanos, así como por las exposiciones temporales destaca desde luego el Museo Nacional de Arte, que se encuentra alojado en el que fuera el Palacio Real de Rumania.
El otoño va poniendo miles de colores en la naturaleza, los árboles se llenan de bellos colores amarillos y toda la gama de ocres, haciendo de todos los bosques un verdadero espectáculo. El otoño es muy corto y en poco tiempo –finales de octubre, principios de noviembre-, el frío se deja sentir y los días también son muy cortos. La gente se prepara para el largo invierno que durará hasta abril o mayo del año siguiente y generalmente la ciudad de Bucarest y el país entero estará cubierto por la nieve, esperando el nuevo amanecer de su primavera permanente que vendrá en pocos años más cuando, con su ingreso a la Unión Europea, eleve su nivel de vida y se convierta en un destino frecuente del turismo internacional.
Bucarest puede gustar mucho a algunos; a otros no, pero no hay quien le niegue el hecho de que es un lugar interesante. Peculiaridades de la burocracia administrativa aún hacen que sea un lugar idóneo para entender por qué el padre del teatro absurdo tuvo que ser un rumano. A la vez, empero, es el lugar idóneo para reflexionar sobre la historia de todo este ámbito regional, tan revoltoso como la propia arquitectura de Bucarest lo refleja.
*Enrique Eugenio Fernández Zapata, estuvo adscrito como Embajador de México en Rumania 1996-2003.
1Breve semblanza: Fernández Zapata, Enrique Eugenio.
Descanse en paz, Embajador. ↑
- Nació en la Ciudad de México en febrero de 1941.
- Contrajo matrimonio con la señora María Angélica Opazo Ramos.
- Falleció el 30 de mayo de 2024 en la Ciudad de México.
- Realizó estudios de Derecho en la Universidad de Chile; de Sociología en la Universidad Pro Deo de Roma, Italia; y en la Universidad Rafael Landívar, de Guatemala, C.A.
- Ha participado en seminarios en las universidades de Bologna y Pro Deo en Italia.
- Ingresó a la Secretaría de Relaciones Exteriores en 1960, siendo adscrito a la Dirección de Archivo y Bibliotecas.
Dentro del Servicio Exterior Mexicano ha desempeñado los siguientes cargos:
- Embajada de México en Haití, en el área secretarial (1963-1964);
- En Santiago de Chile, en la Sección Consular (1964-1971).
Obtuvo la categoría de Vicecónsul en exámenes de oposición (1971).
- Embajada de México en Jamaica, como Jefe de Cancillería (1971-1973);
- En Italia como Encargado de la Sección Consular (1973-1976);
- Jefe de Cancillería en Guatemala (1977-1979).
- Asimismo, fue el primer Delegado de la Secretaría de Relaciones Exteriores en Guadalajara, Jalisco (1976-1977), organizando y entrenando al personal que debía prestar los servicios consulares;
- Subdirector General de Pasaportes y Servicios Consulares en la propia Secretaría (1979-1983);Cónsul de México en la ciudad de Sacramento, California (1983-1988), donde desarrolló el sistema de consulados móviles;
- Cónsul General en Australia y Nueva Zelandia (1988-1990);
- Embajador de México en Bolivia (1990-1995);
- Embajador de México en Rumanía (1996-2003);
- Delegado de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en la Delegación Benito Juárez (2003-2004);
- Delegado de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en la Delegación Álvaro Obregón (2004-2006).
En Organismos Internacionales actuó como:
- Delegado de México en las reuniones del UNIDROIT (Roma, Italia);
- Miembro de la Delegación Mexicana al XVIII período de sesiones de la Conferencia General de la FAO (1975 Y 1976).
- Presidió la Delegación de México a la Segunda Conferencia de Democracias Nuevas y Restauradas;
Ha dictado conferencias en distintas universidades.
- Universidad de California: “Arte Popular Mexicano“;
- Universidad de California en Chico: “La Situación Económica Prevaleciente en México los años 1983-1984”;
- Universidad de California en Sacramento: “Las Naciones Unidas”;
- Universidad de California en Davis: “La Transformación Económica de México”;
- En la Universidad de Sidney, Australia y ante el Comité de Hombres de Negocios en Nueva Zelandia: “ La Inversión Extranjera en México“;
- En la Academia Diplomática Boliviana: “Las Relaciones México-Bolivia”;
- En la Cancillería de Bolivia: “México en el TLC”.
Fue distinguido con las siguientes condecoraciones:
- Cavaliere Officiale Dell’Ordine al Merito della Republica Italiana;
- 25 Años de Servicio Exterior;
- Cóndor de los Andes en grado de Gran Cruz, otorgada por el Gobierno de Bolivia;
- Gran Cruz de Rumanía.
Miembro de la Asociación de Diplomáticos Escritores y colaborador en la Revista Electrónica Trimestral “ADE”. ↑
2 Aristócratas otomanos de origen helénico, que residían en el Fanar, opulento barrio de Constantinopla. ↑
3 Fecha cuando se realizó la Rumania Grande, mediante la incorporación de Transilvania y de otras tierras rumanas – el Norte de Bucovina y Besarabia – posteriormente enajenadas. ↑
4 Para convertirse en una sociedad de burócratas, obreros y campesinos, pero en la cual la intelectualidad fue estimulada a través del respeto a los centros de cultura, museos, teatros, salas de conciertos y la edición profusa de libros de todo género, traducidos al rumano y a precios irrisorios. Son varios los autores mexicanos que se encuentran traducidos al rumano y se puede decir que lo más granado del mundo entero fue traducido y se siguen traduciendo. ↑
5 Al regreso del período vacacional, la ciudad poco a poco va retomando su ritmo. Las escuelas y universidades comienzan un nuevo año escolar y tanto el sector oficial como la empresa privada retoman sus actividades con normalidad. ↑
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