V. SAN JUAN DE ULÚA. ÚLTIMO BALUARTE COLONIAL EN MÉXICO

Hablo de la Marina Nacional, de esta palanca
de la prosperidad de los pueblos,
que protege su comercio exterior
y defiende sus costas
de los insultos y pretensiones
ambiciosas de sus enemigos.

José Joaquín Herrera.

La historia oficial de México registra como fecha de la proclamación de la independencia nacional al 27 de septiembre de 1821, cuando ocurrió la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México y se constituyó una regencia de cinco miembros encabezada por Agustín de Iturbide para gobernar a la nueva nación.

Hasta principios de 1822 la evacuación de las tropas españolas no había terminado y algunos contingentes continuaban estacionados en el país, propiciando enfrentamientos con las incipientes fuerzas armadas mexicanas, como aconteció en Juchitepec y Cuernavaca en 1822, cuando grupos de criollos y peninsulares reacios a reconocer la independencia animaron a las guarniciones realistas a emprender acciones armadas, lo que ha sido visto desde entonces como los primeros intentos de reconquista de la antigua colonia.

Tomando en cuenta que la consumación de la independencia se dio en septiembre de 1821 y la capitulación de la fortaleza de San Juan de Ulúa en el puerto de Veracruz acaeció el 23 de noviembre de 1825, se puede deducir que el bloqueo tuvo una duración de 50 meses, plazo en el cual las fuerzas armadas de México fueron incapaces de reducir a la guarnición, establecer un bloqueo por mar, tomar el fuerte y, finalmente, consolidar la independencia nacional.

La construcción de la fortaleza de San Juan de Ulúa se inició en 1535 por decisión del Virrey Antonio de Mendoza como recurso de defensa del puerto de Veracruz ante los ataques e incursiones de piratas y corsarios ingleses, franceses y holandeses. Para su edificación se utilizó un diseño italiano de murallas extendidas en forma octagonal para no ofrecer un frente lineal.

La construcción del fuerte duró 172 años y se emplearon materiales como roca de coral con argamasa hecha de concha de ostión, huevos de tortuga, arena y agua de mar. Su utilidad y ubicación estratégica quedó demostrada desde 1568 cuando la flota española derrotó a los corsarios ingleses Drake y Hawkins y desde la fortaleza se rechazaron incursiones de otros bucaneros.

Sin embargo, cabe dejar anotado que la capacidad defensiva de la fortaleza no impidió que fuera ocupada por el ejército francés en 1838 (durante la llamada “guerra de los pasteles”), por las fuerzas armadas norteamericanas en 1847 y nuevamente por los franceses en 1862. San Juan de Ulúa fue asimismo sede del poder ejecutivo federal de los presidentes Benito Juárez y Venustiano Carranza.

El 13 de noviembre de 1823 el ministro de Guerra y Marina, José Joaquín Herrera, compareció ante el Primer Congreso de México para advertir sobre el riesgo que representaba la permanencia del ejército colonial español en San Juan de Ulúa. Herrera expuso que ese hecho amenazaba la independencia del país y la integridad del territorio nacional. En la oportunidad el ministro de Guerra y Marina destacó que desde esa fortaleza se podría intentar una operación de reconquista con el apoyo de la flota española.

En su comparecencia José Joaquín Herrera anunció la decisión de comprar y adecuar 9 embarcaciones para formar la primera escuadra naval mexicana. Se trató de: las fragatas “Iguala” y “Libertad”, los bergantines “Victoria” y “Bravo”, las balandras “Papaloapan”, “Tampico”, “Orizaba” y “Chalco” y el pailebot “Federal”.

Los buques se compraron en Filadelfia, se concentraron con sus tripulaciones en el puerto de Alvarado, Veracruz y fueron puestos al mando del capitán Pedro Sainz de Baranda.

José Joaquín Herrera expuso al Congreso que el ministerio a su cargo se encontraba preparando el plan para atacar, sitiar y bloquear la fortaleza hasta conseguir su rendición. Que la operación estaría a cargo del general Miguel Barragán, contando con “varios” batallones de infantería, 200 marinos y 100 artilleros.

Por la parte española la fortaleza estaba defendida por 200 soldados al mando del brigadier Francisco Lemaur, a los que habría que añadir otros 2,000 efectivos embarcados en buques fondeados frente al puerto.

Como se expuso líneas atrás, la fortaleza se mantenía en territorio nacional sin que, aparentemente, ningún contingente militar o naval mexicano iniciara un ataque o un bloqueo. Se puede inferir que el ejército trigarante o las fuerzas insurgentes dispersadas por el país se encontraban realizando operaciones de pacificación o de ocupación de zonas realistas u opuestas a la separación de España y que por sus limitaciones materiales, de efectivos y hasta financieras no tenían la capacidad ni el entrenamiento para atacar una fortaleza que fue considerada como la más formidable en América.

El 8 de octubre de 1823 el comandante de San Juan de Ulúa, Francisco Lemaur, ordenó inexplicablemente el bombardeo de Veracruz (dos años después de la proclamación de la independencia), hecho que determinó la reacción del gobierno de México en los términos que fueron descritos con la comparecencia del ministro de Guerra y Marina.

Por sus decisiones inopinadas el brigadier Francisco Lemaur fue relevado del mando. En su lugar las autoridades militares españolas con sede en Cuba nombraron al brigadier José María Coppinger, quien fue el último comandante de la fortaleza de San Juan de Ulúa.

A principios de noviembre de 1825 se desplegó, por tierra y mar, la operación para ocupar la fortaleza. Desde Veracruz la posición fue atacada por la infantería y la artillería del general Barragán. Por mar la escuadra al mando del capitán Baranda impuso el bloqueo, evitaba la llegada de suministros y refuerzos y atacaba con artillería las murallas y el interior del fuerte. La difícil situación de la guarnición aunada a una epidemia de escorbuto determinó al brigadier Coppinger a entregar el fuerte. La capitulación de San Juan de Ulúa fue el 23 de noviembre de 1825.

Una vez ocupada la fortaleza por las fuerzas armadas mexicanas el general Barragán ofreció las facilidades para evacuar a los 163 soldados españoles que sobrevivieron al sitio, para levantar los restos de 37 bajas y para que se retiraran los 2,000 militares que se encontraban embarcados. El capitán de Baranda incautó cerca de 10 embarcaciones españolas de varios tipos.

Este episodio tiene gran importancia para la historia del México independiente. Confirma la voluntad para preservar la integridad territorial. Ratifica la vocación anticolonial. Y puede ser vista como la primera acción para rechazar intervenciones militares extranjeras. Otro aspecto que puede destacarse de este hecho es que fue, sin lugar a dudas, la primera victoria de las fuerzas armadas nacionales contra un enemigo externo (antigua potencia colonial por añadidura). También fue la primera ocasión en que se organizó y desplegó una operación conjunta de ataque terrestre y naval. La Armada de México reconoce en el capitán de Baranda al fundador del arma naval de nuestro país.

Sin embargo no dejan de llamar la atención los siguientes aspectos: para la parte mexicana no es un episodio histórico debidamente estudiado, tampoco está incluido correctamente en el calendario de efemérides para destacar su importancia en la consolidación de la independencia, en la defensa de la integridad territorial y su importancia como victoria de las fuerzas armadas nacionales, mucho menos se ha abordado la incapacidad o las limitaciones de las fuerzas trigarantes o insurgentes para tomar una fortaleza durante 50 meses y dejar que con su sola presencia pusiera en duda la independencia de la nueva nación y la construcción del estado mexicano.

Por la parte española parece que constituye un episodio olvidado por desidia histórica o condena militar tratándose de la derrota de una fortaleza que mantuvo su defensa durante 50 meses y que fue ocupada por una conjugación de factores perversos como la carencia de un plan estratégico que definiera la importancia de la guarnición, la dificultad de hacerle llegar refuerzos y suministros a pesar de que España contaba con una de las flotas navales más poderosas del mundo y la irrupción de una epidemia de escorbuto.

En opinión del autor sigue pendiente el reconocimiento pleno de México al significado que tiene la capitulación del fuerte de San Juan de Ulúa para la construcción del estado mexicano, soberano, independiente e íntegro. Hace falta un reconocimiento histórico por parte de España a sus fuerzas armadas que defendieron la posición por poco más de cuatro años. Si bien fueron derrotadas y expulsadas de México, su cometido bien pudo alcanzar horizontes de heroísmo por las circunstancias en que se desempeñaron.

Everardo Suárez A.
Septiembre de 2019.

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