V. NÉSTOR SÁNCHEZ. UN VOLUNTARIO MEXICANO EN LA GUERRA CIVIL DE ESPAÑA

Jugarse el cuero bajo el brío del sol.
Héctor Perea.

Los autores e historiadores que se han ocupado de investigar y narrar la participación de voluntarios mexicanos en la Guerra Civil de España estiman que el número de combatientes fluctuó desde los 350 a los 800 e inclusive a los 1,000.

El profesor Mario Ojeda Revah expuso en su libro “México y la Guerra Civil Española”, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, que el número de voluntarios mexicanos que combatieron en ese conflicto osciló entre los 800 y los 1,000 efectivos. El muralista David Alfaro Siqueiros refirió en su libro “Me llamaban el coronelazo” que los voluntarios mexicanos llegaron a ser 330.

Otros autores como Thomas G. Powell, profesor de la universidad norteamericana de Duke, afirmó en su libro “Mexico and the Spanish Civil War” que fueron 330 los voluntarios mexicanos. Para el historiador inglés Hugh Thomas, especialista en la guerra de España, y autor del libro “Historia de la Guerra Civil Española”, los combatientes mexicanos alcanzaron la cifra de 90. En opinión del historiador español Enrique Moradiellos, expuesta en su libro “Las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española”, la cantidad de mexicanos que participaron en la conflagración fue de 300. Y para la historiadora estadounidense Lois Smith esos voluntarios llegaron a ser 400.

En agosto de 1937 el ministro de Defensa de la República, Indalecio Prieto, dio a conocer una lista de 11 mexicanos que participaron como oficiales, capitanes, comandantes, tenientes coroneles y coroneles en el ejército republicano, entre ellos David Alfaro Siqueiros y Juan Gómez Ortiz.

La variedad de las estimaciones se puede explicar, entre otras razones, porque no se cuenta con información precisa por el vacío propiciado por el gobierno y ejército mexicanos para definir la participación de connacionales en ese conflicto. Se debe tomar en cuenta que el gobierno de México respaldó oficialmente a la república española con el envío de suministros materiales (armas, municiones y algunos equipos militares) y el apoyo diplomático y solidario a nivel internacional, pero evitó involucrarse abierta y públicamente en el reclutamiento y envío de voluntarios a España. Los que tomaron la decisión de trasladarse a ese país y enlistarse en el ejército republicano lo hicieron con el patrocinio de sindicatos, organizaciones políticas de izquierda y hasta con sus propios recursos. Se puede afirmar que el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas sólo mostró cierta tolerancia en el caso de militares que decidieron trasladarse a España, pero sin ofrecerles ningún apoyo oficial.

De acuerdo con el doctor Mario Ojeda Revah la inmensa mayoría de los voluntarios mexicanos eran casi adolescentes y cayeron en el limbo de la historia. No figuraron en las menciones del gobierno mexicano y para nada en las del franquismo victorioso. El protagonista de la presente narración, Néstor Sánchez, señaló en su libro “Un Mexicano en la Guerra Civil Española y Otros Recuerdos” que los voluntarios mexicanos formaban parte de una generación de jóvenes surgidos de las clases más bajas, que soñaban con cambiar la realidad social y económica del mundo.

En una analogía con lo antes expuesto algunos de los autores citados coinciden en destacar que los brigadistas internacionales en España fueron, en promedio, veinteañeros. Los más veteranos eran los alemanes de la brigada Thaelmann integrada por sindicalistas, obreros y activistas comunistas.

Para tratar de explicar el interés de los jóvenes mexicanos en la Guerra de España el profesor Ojeda Revah describió que, al iniciarse la sublevación militar contra el gobierno de la República Española, en julio de 1936, México enfrentaba su propio proceso de cambio radical. La polarización prevalecía entre las tendencias cardenista y revolucionaria y los conservadores herederos del porfirismo y el huertismo, presagiando para el país un desenlace similar al de España.

Ojeda Revah opinó que hasta 1936 México parecía una nación un tanto tímida en sus contactos con el exterior y en cierta medida vivía de espaldas al mundo. De esta forma, la guerra civil en España fue como un espejo en el que México, como América Latina, se vieron reflejados. Se advertía que la tendencia política e ideológica que se impusiera en el conflicto se propagaría a América Latina.

En su libro “Inventario” Octavio Paz escribió “mi generación fue la primera que, en México, vivió como propia la historia del mundo, especialmente la del movimiento comunista internacional”.

Iniciado el relato dedicado a Néstor Sánchez, se puede indicar que éste fue originario del estado de Oaxaca, con raíces zapotecas. Nació en 1918 en la población de Xia, localizada en plena sierra mixteco-zapoteca. En edad adolescente se dio de alta en el ejército mexicano, como recluta de trasmisiones, como recurso para alejarse de la pobreza de su región y en búsqueda de un futuro mejor. Participó en hechos de armas en la sierra sur de Oaxaca en persecución de grupos cristeros y bandas de abigeos.

En 1937 tomó la decisión de viajar a España y darse de alta en el ejército republicano. Un rumor de esa época, ventilado en la prensa, indicó que el gobierno del presidente Cárdenas había financiado el viaje de Sánchez y otros voluntarios, de manera secreta, a España. El viaje se inició en Veracruz, luego a La Habana, Nueva York, Cherburgo y Paris, entrando a España por los Pirineos.

De esa etapa de su periplo Sánchez recordaría que llegó a sentirse como un delincuente libre por las conspiraciones fascistas y falangistas para impedir que los voluntarios viajaran de Francia a España. Eran viajes clandestinos. Tomando en cuenta la posición oficial del gobierno mexicano de no intervenir en el reclutamiento de voluntarios, se podría pensar que el traslado de Sánchez y sus compañeros habría sido pagado por organizaciones sindicales o por los comités de solidaridad con la república que eran bastante activos.

Una vez ubicado en Figueras, Néstor Sánchez se enlistó en las fuerzas armadas republicanas. No se conocen las razones, pero Sánchez fue encuadrado enel batallón Rakosi de la XIII Brigada Internacional Dombrowski, integrada por voluntarios polacos. Cabe dejar asentado que Sánchez no conocía el idioma polaco ni tenía experiencia en contactos con otras nacionalidades.

Como todos los voluntarios internacionales Sánchez fue enviado a la población de Albacete en donde estaba ubicado el cuartel general de las brigadas internacionales y el centro de adiestramiento de estas unidades.

En su calidad de efectivo del batallón Rakosi Néstor Sánchez vio acción en los enfrentamientos de Jarama, Brunete, Belchite y, principalmente, a lo largo de la batalla del Ebro que se prolongó por varios meses. Por la capacidad militar demostrada Sánchez alcanzó el grado de capitán de la brigada y resultó herido en un enfrentamiento, permaneciendo internado en el hospital militar de Mataró en donde conoció a la enfermera mexicana Carlota O´Neill (autora del libro “Una mexicana en la Guerra Civil de España“) y a la voluntaria anarquista, también mexicana, Zoila García.

El hecho de armas más relevante en el que participó Sánchez ocurrió durante la batalla del Ebro, cuando éste al mando de una compañía de brigadistas cruzó el rio hacia la ribera ocupada por los franquistas, destruyendo un puesto de ametralladoras y tomando como prisioneros a una treintena de soldados enemigos, oficiales incluidos, los cuales fueron interrogados por el alto mando republicano. Por esta acción Sánchez recibió un reconocimiento por parte del comandante general de las fuerzas republicanas, Enrique Líster. Años después Sánchez fue condecorado por el gobierno de Polonia.

Debido a que algunos comentarios un tanto parciales en favor de Néstor Sánchez lo identificaban como el único voluntario mexicano en las brigadas internacionales, sugiriendo que los demás combatientes habrían sido efectivos regulares del ejército y la fuerza aérea republicana, en su libro Sánchez recuerda a otros brigadistas como Luis Rodríguez Álvarez, oaxaqueño también, que intervino en la batalla del Ebro, y que posteriormente fue profesor de arqueología en la Universidad Benito Juárez de Oaxaca. Néstor Sánchez alude asimismo a su compañero y paisano Tito Ruiz, con quien efectuó el viaje a España y murió en combate. También menciona a otro brigadista de apellido Bautista, un ex villista, que al igual habría muerto en una acción de armas. En su libro Sánchez refiere que habían sido cerca de 400 los brigadistas mexicanos y que solo sobrevivieron 60.

El 23 de septiembre de 1938 se acordó la retirada de las brigadas internacionales, como un gesto del gobierno de España para que el Comité de No Intervención (Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos) modificara su posición con respecto a la intervención extranjera en el conflicto y se ejerciera presión para que Alemania e Italia retiraran sus respectivos contingentes que apoyaban a las fuerzas franquistas, lo que no se logró.

Las brigadas internacionales estuvieron conformadas por voluntarios de más de 50 nacionalidades. Hugh Thomas calculó el número de voluntarios en 40,000. Michael Lefevre los estimó en 35,000. Remi Skoutielski extrañamente citó a 34,111 y un reporte del comisario de Defensa de la Unión Soviética a la Komintern de abril de 1938 los enlistó en 31,369.

Las unidades internacionales participaron en las batallas de Madrid, Jarama, Guadalajara (en este enfrentamiento la brigada italiana Garibaldi derrotó a las fuerzas fascistas italianas de Mussolini), Brunete, Belchite, Teruel y el Ebro. 10,000 voluntarios internacionales perdieron la vida en la guerra y el 50% de los efectivos de las brigadas sufrieron heridas de combate. Para 1937 los reclutas españoles eran mayoría en las brigadas internacionales según Enrique Moradiellos.

De esta manera, en noviembre de 1938, el gobierno de la república organizó un gran desfile en Barcelona para despedir a las brigadas internacionales de territorio español. Para esa ocasión el jefe de gobierno republicano, doctor Juan Negrín, declaró que “España no olvidará a los que cayeron en nuestros campos de batalla. Sus propios países se sentirán orgullosos de ellos, lo que será la más alta recompensa moral que puedan recibir”. En 1938 salieron de España 12,673 voluntarios internacionales.

En el documental francés de 1963 “Morir en Madrid” del cineasta Frédéric Rossif se ven conmovedoras escenas del desfile de las brigadas internacionales en Barcelona. En un de ellas se aprecia el paso del contingente de voluntarios mexicanos, unos 30 o 40, encabezados por Néstor Sánchez quien porta la bandera nacional. Esa bandera era la del Consulado de México en Barcelona. El entonces titular de la representación, Cónsul Luis Octavio Madero, la prestó a los mexicanos para el desfile,

En enero de 1939 se cerró el consulado. La misma bandera y los archivos permanecieron al cuidado de un empleado local durante 40 años. Los objetos fueron devueltos al gobierno de México cuando se reabrió la representación en 1978.

Frederic Rossif escribió para la parte final de su documental: “Fue la última guerra de hombres. La primera guerra totalitaria. En el curso de cuatro años, un mundo murió. Otro, el nuestro nacía “.

Hacia finales de 1938 Néstor Sánchez y el resto de los voluntarios mexicanos cruzaron la frontera en dirección a Francia, permaneciendo en calidad de refugiados, en espera de su repatriación a México. El 1º de febrero de 1939 arribaron a Nueva York 34 veteranos mexicanos de la guerra de España en el barco “Ausquia”. El grupo estaba encabezado, muy probablemente, por David Alfaro Siqueiros e integrado, entre otros, por Néstor Sánchez, el pintor Antonio Pujol (autor de los murales del mercado Abelardo R. Rodríguez) y el ex -cadete del Colegio Militar Roberto Mercado.

Las autoridades de migración del puerto de Nueva York no autorizaron, en principio, el ingreso de los mexicanos a los Estados Unidos y posteriormente exigieron a los representantes consulares mexicanos una garantía de que los connacionales no se internarían en territorio estadounidense. Resuelto el trámite, con la participación del Comité de No Intervención, el gobierno de México alquiló varios autobuses para trasladar al grupo a Texas y luego continuar el viaje por tren a la ciudad de México.

El grupo de veteranos fue recibido con un gran mitin frente a la Universidad Obrera, participando líderes sindicales y representantes del gobierno. El presidente del Partido de la Revolución Mexicana (PRM), Luis I. Rodríguez (futuro embajador de México en Francia) pronunció un discurso en el que dijo “en nombre del PRM gracias por lo que habéis hecho en Europa, gracias anticipadas por lo que haréis en México”.

El embajador de la República Española, Félix Gordon Ordas, rindió homenaje “a los mexicanos que regaron su sangre en mi patria y que con ella harán más fecundo el suelo de las democracias”. Agregó que “los excombatientes mexicanos han ratificado, con su conducta, la política del gobierno de México basándose en el derecho internacional, al acudir en primer lugar a ayudar a un pueblo victima de la intervención extranjera”.

Néstor Sánchez recordaría que “a pesar del boato político y social organizado para la noche misma del recibimiento y de los discursos, los héroes no teníamos ni pan ni techo en nuestra propia patria”.

A su regreso a México Néstor Sánchez, junto con los otros voluntarios, fue recibido como héroe. La clase política le ofreció numerosos apoyos, ninguno se cumplió. Fue vendedor callejero, trabajó en el periódico nacional Novedades. En Oaxaca fundó la revista Oaxaca en México y el diario Carteles del Sur (de tendencia opositora y continuamente reprimido). Estableció la Hemeroteca Pública de Oaxaca. Murió en el año 2001.

Néstor Sánchez llegó a establecer vínculos de identificación ideológica con David Alfaro Siqueiros (marxistas de corte estalinista). Por ese motivo participó en el ataque encabezado por Siqueiros contra la casa de León Trotski en Coyoacán, en la Ciudad de México, en mayo de 1940. Sánchez estuvo preso en la prisión de Lecumberri durante dos años.

En contraste con la versión que refiere que Néstor Sánchez fue el único voluntario mexicano integrante de las brigadas internacionales se puede citar el caso de Juan Miguel de Mora, quien dejó anotadas sus memorias en sus libros “Cota 666: Mi Batalla del Ebro” y “Solo Queda el Silencio” dedicado a otro brigadista mexicano, José Jaramillo Rojas quien murió en el frente.

Juan Miguel de Mora era estudiante en Paris cuando se trasladó, en 1936, a España. Se enlistó en las brigadas internacionales. Tuvo acción de guerra en la batalla del Ebro. En 1939 volvió a México para continuar sus estudios en literatura y se inició como periodista. En 1964 regresó a España con la ayuda del partido Nacionalista Vasco y llevó a cabo algunas operaciones clandestinas contra el franquismo. Fue profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Falleció en 2017.

Se conocen datos sobre la existencia de un batallón llamado Benito Juárez García, cuyo comandante era Felipe Garrido Llovera (hijo del entonces gobernador de Tabasco Tomás Garrido Canabal). Esta unidad habría formado parte de la XV brigada internacional e integrada por soldados regulares del ejército mexicano, ex -revolucionarios, voluntarios yaquis y mayos, veteranos de la guerra cristera, socialistas, comunistas y liberales. De acuerdo con la información disponible, en este batallón habría figurado una compañía de guerrilleros que se hacían llamar Pancho Villa.

Una de las pocas referencias documentadas sobre la existencia de esta unidad militar de voluntarios mexicanos es la de la escritora Elena Garro. Ella, en compañía de su entonces esposo Octavio Paz, asistió al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, que se realizó en Valencia, España, en julio de 1937.

Elena Garro escribió que en esa oportunidad fue invitada por el coronel mexicano Juan Bautista Gómez, comandante de la brigada 92, a conocer “la brigada de los mexicanos, la 115 “, la unidad Juárez, de la cual fue nombrada madrina.

En julio de 1937 nueve cadetes del Colegio Militar desertaron para ir a luchar por la república en España. Los cadetes fueron capturados antes de embarcarse en Veracruz y posteriormente expulsados del colegio. Tres de ellos lograron viajar a España. Uno de estos jóvenes fue Roberto Vega González (futuro general), los otros fueron Roberto Mercado Tinoco y José Conti Varcé. Por su adiestramiento militar previo fueron nombrados tenientes del ejército regular republicano y desplegados a distintos frentes. De esta forma, se aprecia que no formaron parte de las brigadas internacionales

Vega González estuvo confinado en el campo de prisioneros de Miranda del Ebro junto con otros mexicanos y estuvo a punto de ser fusilado. Las protestas diplomáticas de México, Francia y Cuba lo salvaron al concedérsele un indulto. De los prisioneros mexicanos no se volvió a tener noticias. Roberto Mercado Tinoco regresó a México en el grupo del que formó parte Néstor Sánchez.

En 1954 Vega González publicó su libro intitulado “Cadetes Mexicanos en la Guerra de España”.

Otro voluntario mexicano que participó en la guerra de España fue Francisco Tarazona. No fue miembro de las brigadas internacionales. Tarazona fue un piloto de combate tripulando aviones caza, los conocidos como “moscas”, Polikarpov de manufactura rusa. Tarazona recibió entrenamiento en Ucrania, volvió a México y fue uno de los fundadores del sindicato de pilotos comerciales (Asociación de Pilotos Aviadores, ASPA). En este caso si se puede aseverar que Tarazona fue el único piloto de combate mexicano enlistado en la fuerza aérea republicana.

Francisco Tarazona es el autor del libro “Sangre en el Cielo” que en España fue editado con el título de “Yo Fui Piloto de Caza Rojo “.

“Fue en España donde

mi generación aprendió

que uno puede tener

razón y ser vencido,

que la fuerza puede

destruir el alma y que

a veces el coraje no

obtiene recompensa.”

Albert Camus.

Everardo Suárez A.

Enero de 2023.

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