Introducción. Como escribí en ocasiones anteriores, soy un ciudadano mexicano nacido casi a la mitad del siglo XX, en el apogeo de la fatídica 2ª Guerra Mundial y al estar cercano a cumplir dos décadas del XXI, puedo afirmar que soy un “hombre de dos siglos”.
En virtud de lo anterior, me considero un testigo de la historia y puedo hablar de lo que he percibido en el mundo que me rodea y un poco más allá, gracias a los estudios realizados y al privilegio de haber abrazado primero la carrera magisterial y después la profesión diplomática, lo que me concedió la oportunidad de conocer mi país de origen, así como otras realidades. Lo anterior no quiere decir que los lectores y demás ciudadanos no puedan tener sus propias percepciones, conocimientos, o experiencias, que deben de ser muy válidas y respetadas.
Para no dispersarme sobre lo que he percibido del “mundo actual”, me concentraré en tratar de compartir mis impresiones sobre mi país, sobre todo de los tiempos recientes: “Cuando se inició el Siglo XXI yo veía con optimismo el futuro de México, pensaba que era el momento de despegar y de alcanzar para toda la población los índices de bienestar por los que sucesivos gobiernos habían venido “luchando” en forma declarativa, pero que en los hechos, se avanzaba poco en ciertos sectores y se retrocedía en otros.”
Una de las bases para mostrarme optimista sobre el futuro, fue la elección en el año 2000 de un presidente de la República Mexicana de un partido distinto al que nos había gobernado durante más de 70 años; la “alternancia” al decir de muchos politólogos era la medicina que iba a establecer una competencia por hacer las cosas mejor que los otros, para merecer el apoyo de los votantes. La triste realidad ha sido que nuestros políticos no estuvieron a la altura del reto y de la oportunidad que se les presentaba, en lugar de ayudar a la solución de los problemas ancestrales de nuestra sociedad, se dedicaron a entorpecer las acciones del partido en el poder, centraron sus mayores esfuerzos en no dejar gobernar y como “francotiradores” a dispararle a todo lo que pareciera progreso, avances y mejoras: “porque iba en contra de sus intereses partidarios, mezquinos y egoístas”.
Los hechos. Arrancando el presente siglo nos encontramos con una “clase política” de muy bajo nivel, mediocre e inmoral, que con tal de conseguir sus propósitos no dudó en aliarse con lo peor de la política y los dos sexenios (2000-2012) fueron un desencanto, por no poder cumplir con la solución de los problemas sociales que venimos arrastrando desde décadas anteriores; a lo cual se vino a sumar la violencia, encabezada por la delincuencia organizada y desorganizada, impulsada en buena parte por el inmenso contrabando de armas, drogas, dinero y mercancías de todo tipo hacia nuestro país.
La sensibilidad e inteligencia de nuestros dirigentes no ha sido suficiente para enfrentar dichos problemas, dado que por la parte económica siempre hemos tenido el recurso de justificar alzas y bajas debido a la economía de nuestro mayor socio comercial, los Estados Unidos: si a ellos les va bien en México las cosas mejoran, pero si sufren de algún “resfriado”, estamos en alto riesgo de sufrir una “pulmonía”.
Los temas del contrabando nos los explican como imposibles de eliminar, toda vez que firmamos un tratado o acuerdo de libre comercio que debe permitir el tránsito expedito de mercancías y que es “imposible” controlar aproximadamente tres mil kilómetros de nuestra frontera norte, así como el espacio aéreo y marítimo, por donde transitan de igual manera personas y mercancías; sin olvidar que en los más de mil kilómetros en la frontera sur los problemas son similares, aunque en grado diferente.
Una oportunidad histórica desperdiciada. Las asimetrías señaladas en el transcurso del acuerdo de libre comercio (TLCAN), no se emplearon para buscar una nivelación salarial para los trabajadores de los tres países (Canadá, Estados Unidos y México); pensando en el tiempo, en más de dos décadas pudo haberse alcanzado esa meta; seguramente porque a nuestros negociadores no les interesó el tema y seguramente en esos tiempos tampoco a los de enfrente, protegiendo a la clase empresarial “para no quedar fuera de la competencia por atraer inversiones extranjeras.” Nuestros gobiernos pronto olvidaron que a la hora de crearse las llamadas “afores”, con lo que se iba a estimular el ahorro de los trabajadores, estas se iban a constituir en la principal fuente de financiamiento de la economía nacional. En la práctica sabemos que eso no ocurrió.
En el ámbito interno las organizaciones criminales han crecido y se han fortalecido, pero los encargados de otorgar seguridad a la ciudadanía y de impartir justicia, se quedaron muy rezagados; se situaron en medio de la ineficiencia y la corrupción, que en algunos momentos, ha permeado distintas capas sociales. El resultado de varios años de violencia, se traduce en decenas de miles de muertos, por enfrentamientos armados entre los mismos grupos delincuenciales y entre estos y los distintos cuerpos de seguridad del Estado, llevándose de paso a muchos individuos que no tienen la culpa de lo que pasa y que quizá ni siquiera puedan explicarlo.
No podemos negar algunos avances en materias como la salud pública, educación, comunicaciones (internet principalmente)[1] y transportes; así como en la modernización de la infraestructura en carreteras, aeropuertos, instalaciones escolares, hospitalarias y otros. Pero todo ello, no se ha visto reflejado en un mejor bienestar de la población, sobre todo en ingresos y mejores niveles de vida; sino que se ha beneficiado a ciertos sectores que sacan provecho de la industria, el comercio y por el hecho de que nuestro país se considera un lugar seguro y rentable para las inversiones extranjeras, para el turismo y otras actividades productivas.
La clase trabajadora sigue esperando salarios y prestaciones justas y dignas para alcanzar sus aspiraciones y las de sus familias, para brindarles un futuro libre de sobresaltos. Frente a estas legítimas esperanzas, se ha encontrado con gobiernos que se encargan de la “contención salarial para no rebasar los índices de inflación” y que además, han permitido que los precios de los productos y servicios fluctúen entre la oferta y la demanda; al más puro estilo de un capitalismo salvaje, sin la pureza requerida, ya que tanto productores como comerciantes, siempre tienen recursos para manipular los productos, con su consecuente encarecimiento. El resultado es que los salarios nunca van a alcanzar a sobrepasar a los índices de precios, tomando en cuenta además, que los niveles inflacionarios mencionados, se prestan a la interpretación o manipulación de los grupos de poder.
En la teoría se supone que quien debería mediar entre una y otra situación como la arriba planteada, serían los sindicatos y otras organizaciones de trabajadores y consumidores, pero estos se han visto mediatizados o corrompidos en muchos casos, al grado de que ya no representan la voz y fuerza de los trabajadores y menos de la sociedad en su conjunto.
En materia de creación de empleos, hace muchos años que no se logra el mínimo necesario para absorber la cantidad de jóvenes que cada año llegan a la edad de convertirse en trabajadores asalariados, con obligaciones y derechos. Desde el año 1980, entidades oficiales reconocían que se requería crear un millón de empleos anuales para lograr nivelar esa necesidad básica. Podemos imaginarnos que en la actualidad se presume de haber logrado crear más de tres millones de puestos de trabajo en cinco años, lo cual obviamente es un maquillaje barato de la realidad, pues ignoran las cifras reales, así como el rezago de años anteriores.[2]
Se disimula o se omite (seguramente por vergüenza) mencionar que buena parte de los millones de personas que faltan son los que se van a los Estados Unidos o a otros países, a buscar lo que en su país no encuentran, sabiendo que arriesgan la vida y se exponen a la discriminación y malos tratos. Lo anterior se justifica por las diferencias abismales que existen entre las percepciones mínimas de un trabajador en México, con el que logra quedarse en el país vecino del norte.
Con el ajuste salarial realizado el pasado mes de diciembre, se anunció con bombo y platillos que de manera excepcional en esta ocasión los salarios mínimos generales obtendrían un jugoso incremento del 16.21% (el mayor en los últimos 23 años)[3] lo que equivale a $14.32 diarios (catorce pesos treinta y dos centavos), con lo que se alcanza la cantidad de $102.68 (ciento dos pesos sesenta y ocho centavos diarios), equivalentes a aproximadamente 5 dólares de los Estados Unidos. Este es el pago por una jornada de 8 horas, que comparada con los salarios que perciben nuestros trabajadores indocumentados en los Estados Unidos, representa apenas la mitad de lo que allá se gana en una hora. Luego nos preguntamos: ¿Por qué millones de mexicanos emigran a otros lugares en busca de trabajo?
El panorama descrito no me permite ver con optimismo el futuro de mi país, con los actuales criterios económicos, políticos y sociales, estamos muy lejos de lograr la justicia social que merece y necesita la sociedad mexicana. No estoy amargado, pero sí desilusionado por no percibir una salida que nos lleve a solucionar esos problemas que de diferente manera he denunciado y criticado.
Ojalá que el año que inicia y los que vienen, nos aportaran algún signo positivo real y duradero, a favor de todos los mexicanos. Desearía poder derrochar optimismo y contagiar del mismo a mis pocos lectores, sobre los planes y proyectos del nuevo gobierno de la República, que ha prometido la “cuarta transformación.” Veremos.
Por lo pronto, conservemos la esperanza de poder tener un mundo mejor para las actuales y futuras generaciones de mexicanos. ¡Feliz Año![4]
- Cabe destacar que se ha creado una nueva necesidad vital: contar con internet y un aparato celular. Más de la mitad de la población ya cuenta con alguno de estos servicios, aunque no tenga resueltas otras necesidades. ↑
- El Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), en su reporte “Bajos salarios, informalidad y pobreza, la debilidad social del modelo económico” se asienta que en México, cerca de 30 millones de mexicanos labora en la informalidad, lo cual se encuentra vinculado a un ciclo de precariedad y pobreza, donde dos de cada cinco personas ocupadas mantienen un ingreso que no les permite alcanzar un mínimo bienestar. Si bien durante 2012 y en lo que va de 2017 se han generado 3.6 millones adicionales de personas ocupadas, la creación del mismo se ha dado en los menores rubros de salarios, mientras que en los rangos de mayores ingresos se ha reducido. “México no debe preocuparse sólo por la creación de empleo, la calidad del mismo también es relevante, de ello depende el nivel de ingreso, la seguridad social e incluso la estabilidad familiar”, concluye el análisis publicado en el diario mexicano Milenio, del 13 de diciembre de 2017. ↑
- Para los Estados de la frontera norte el aumento será casi del doble, donde el mínimo quedó en $176.72. A dicho privilegio se la agrega que se ha decidido disminuir el pago del impuesto al valor agregado (IVA) y el menor costo del precio de las gasolinas. Dichas acciones son contrarias a lo que se ha anunciado de fortalecer la economía de los Estados del sureste, considerados como poco desarrollados. ¿Hasta cuándo seguirán esperando una verdadera integración nacional? En descargo de lo anterior, se ha presentado por parte del gobierno de México una propuesta para promover el desarrollo de nuestros países vecinos de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), así como el sureste mexicano. Con esta iniciativa (firmada el 2 de diciembre de 2018), el Gobierno de México se compromete con la región del Triángulo Norte a fortalecer el desarrollo social y combatir de manera integral las causas del fenómeno migratorio. ↑
- Quedan a la consideración del lector las reflexiones y comentarios sobre los temas abordados y su posible trascendencia. ↑
He leído con detenimiento un escrito dolorosamente realista. Su contenido es una historia compartida con muchos países latinoamericanos. Lo grave del asunto es que no se ve luz al final del túnel, sino más opacidad. Será que el siglo XXI tiene reservadas salidas airosas y respetables para nuestros pueblos, con gobiernos más probos e inteligentes?
Estimada Embajadora, a pesar de todo me considero optimista y espero que entre las nuevas generaciones vengan quienes solucionen esos añejos problemas. Gracias por sus comentarios.