El programa espacial de los Estados Unidos se inició, propiamente, en octubre de 1958, un año después de que la Unión Soviética (URSS) lograra poner en órbita el satélite Sputnik 1, el primer artefacto en el espacio.
En ese año el presidente norteamericano Dwight Eisenhower fundó la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) como una reacción a la ventaja que había asumido la URSS en la incipiente carrera espacial. Con antelación al establecimiento de esa agencia el gobierno estadounidense ya había avanzado en el diseño y lanzamiento de misiles balísticos del tipo redstone, atlas y titán II, todos con fines militares y estratégicos.
En esos años la prioridad de la carrera espacial entre los Estados Unidos y la URSS era contar con satélites para espiar y observar, así como cohetes para transportar artefactos nucleares.
El primer proyecto de la NASA para tratar de superar la superioridad en materia espacial de la URSS fue el programa Mercury que tuvo como objetivos la planeación y ejecución de vuelos suborbitales sin tripulantes, vuelos suborbitales con tripulantes y vuelos de una órbita con un robot.
Los alcances y consecución de objetivos del programa espacial norteamericano fueron detallados por la NASA en varias etapas: el referido programa Mercurio, después el programa Géminis con vuelos suborbitales sin tripulantes, vuelos orbitales sin tripulantes, vuelos orbitales con dos astronautas, salidas de la nave en órbita, vuelos de semanas en órbita y vuelos de acoplamiento con otra nave no tripulada (“ space rendezvous “). Y posteriormente el programa Apolo, presentado por el presidente John F. Kennedy en 1961, cuya meta era el vuelo a la luna.
Se debe tomar en cuenta que el 12 de abril de 1961 la URSS lanzó al espacio la primera nave tripulada por un humano. El cosmonauta Yuri Gagarin fue el primero en darle la vuelta a la tierra.
Para iniciar la etapa de los vuelos orbitales del programa Mercurio los técnicos de la NASA advirtieron que la red de satélites del tipo Echo, Tiros, Oso, Mariner y Relay no eran suficientes para asegurar el rastreo y las comunicaciones con la nave en órbita y recomendaron la instalación de estaciones rastreadoras en diversas regiones del mundo, tomando en cuenta que los planes de vuelo de las naves espaciales podrían seguir órbitas ecuatoriales o trazando sus rutas considerando los paralelos al norte y sur de la línea ecuatorial.
En esas circunstancias la NASA distinguió las facilidades que podría ofrecer una instalación rastreadora en el noroeste de México.
De esa manera, a principios de 1960 empezaron los acercamientos y consultas por parte del gobierno de los Estados Unidos, proponiendo negociaciones para instalar una estación rastreadora en la comarca de Guaymas-Empalme, Sonora. Como resultado de esos contactos en abril de 1960 se formó la Comisión México-Estados Unidos para Observaciones en el Espacio Relativas al Proyecto Mercurio. Con la constitución de ese instrumento se acordó, de hecho, la instalación de la estación rastreadora.
La sección mexicana de esa comisión estuvo integrada por: los ingenieros Ricardo Monges López, presidente del Instituto Nacional de Investigaciones Científicas de la UNAM; Jorge Suárez Díaz, director de la Comisión de Telecomunicaciones y Meteorología de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes; y Eugenio Méndez Docurro, director general del Instituto Politécnico Nacional.
La sección estadounidense estuvo formada por: Otto Womick, director de la estación; Edmond C. Buckley, director de sistemas de rastreo de la NASA; Ralph E. Cushman, subdirector de administración de la NASA; y Barry Graves, subdirector de instalaciones rastreadoras de la NASA.
El calendario de trabajo para construir la estación fue el siguiente: en junio de 1960 se inició la etapa de ingeniería civil, en octubre se terminó la edificación, en noviembre se empezaron a instalar los equipos; en febrero de 1961 la estación estuvo lista para operar, en septiembre de 1961 la estación participó en el primer vuelo orbital y en agosto de 1963 se ampliaron las instalaciones para vuelos tripulados del proyecto Géminis.
Es importante dejar asentado que la estación rastreadora ocupó una superficie de 16 hectáreas, que el costo de su construcción se aproximó a los 20 millones de dólares, tuvo helipuerto y pista de aterrizaje y llegó a contar con una plantilla de cerca de 100 técnicos norteamericanos y 41 empleados mexicanos.
Tomando en cuenta que la instalación y operación de la estación rastreadora de Guaymas ocurrió en plena guerra fría, cuando el enfrentamiento ideológico entre los Estados Unidos y la Unión Soviética se encontraba en uno de sus puntos más álgidos y la comunidad internacional resentía la sucesión de conflictos de origen bipolar como el enfrentamiento este-oeste en Berlín, el intento de invasión en Cuba ( Bahía de Cochinos ), las guerras de descolonización, el conflicto en Medio Oriente, entre otros. Algunas opiniones disidentes o de oposición, cuestionaron la decisión del gobierno de Adolfo López Mateos de autorizar la operación de una instalación estratégica norteamericana en México.
Para esas opiniones el programa espacial estadounidense tenía un fuerte contenido militar, aseverando que desde Guaymas se podría espiar a naves espaciales rusas o participar en una red mundial de comunicaciones para dirigir el lanzamiento de misiles nucleares desde el espacio. Todo ello hacia del noroeste mexicano una zona de interés táctico y estratégico para los Estados Unidos y por añadidura una zona potencialmente vulnerable en el marco del enfrentamiento bipolar.
Según esos intelectuales, académicos y articulistas, la asociación de México y los Estados Unidos en materia espacial constituía una contradicción a los principios de la política exterior de México, exponía al país a riesgos por acciones de represalia por parte de otras potencias y alineaba al país con los Estados Unidos en materia de intereses hemisféricos y globales.
Por ese motivo, el presidente Adolfo López Mateos argumentó en su III Informe de Gobierno, el 1º de septiembre de 1961, que: “en junio fue inaugurada en Guaymas, Sonora – aclaro: fue en Empalme, Sonora – la estación rastreadora del proyecto Mercurio que, por un acuerdo, en cooperación con el gobierno de los Estados Unidos, y sin otras finalidades – debo insistir en esto – que las estrictamente científicas y humanitarias, permitirá a nuestros hombres de ciencia participar hasta el término del acuerdo, a fines de 1963, en observaciones directas sobre la exploración del espacio exterior”.
Otra reacción de los distintos sectores de oposición se dio en términos de cuestionamiento al carácter del convenio que permitió la instalación de la estación rastreadora en territorio nacional. Si bien los primeros contactos y negociaciones se dieron a nivel gubernamental, la firma del instrumento se dio entre el gobierno de México y la NASA, estableciéndose un período de funcionamiento de la estación que iba del 21 de noviembre de 1960 al 15 de mayo de 1963, cuando concluiría el programa Mercurio.
En respaldo de ese cuestionamiento cabe señalar que en oportunidad de la inauguración de la estación rastreadora, el 26 de junio de 1961, la parte mexicana expidió un boletín de prensa que informó: “México inició su participación en la exploración del espacio. La participación mexicana consiste en el establecimiento y operación de una estación observadora y de comunicaciones en cooperación con la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) de los Estados Unidos de América.”
Como se puede advertir no se trató formalmente de un instrumento oficial firmado entre los gobiernos de uno y otro país. Fue un arreglo entre el gobierno de México y la NASA, que si bien es una agencia gubernamental no es un sujeto de derecho internacional.
En un intento político para tratar de contener las críticas y cuestionamientos, la administración de López Mateos estableció, en agosto de 1962 y por decreto presidencial, la Comisión Nacional del Espacio Exterior como una dependencia de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Más adelante, el 16 de mayo de 1963, se dio un canje de notas entre México y los Estados Unidos para prorrogar el convenio hasta noviembre de 1964, tomando en cuenta con toda seguridad el término del gobierno de López Mateos en esas fechas (la última misión del programa Mercurio se lanzó el 15 de mayo de 1963).
No obstante lo anterior y contraviniendo lo acordado diplomáticamente la estación rastreadora de Guaymas siguió en funcionamiento con el programa Géminis y continuó con el Apolo. Esto con la permisividad y aparente incuria del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. En esta parte es importante recordar que el secretario de Relaciones Exteriores, Antonio Carrillo Flores, manifestó en varias ocasiones su condición de amigo y admirador de los Estados Unidos. La Estación tuvo participación en la misión del Apolo XI y su descenso en la luna el 20 de julio de 1969. Para 1971 la estación estaba completamente desmantelada y ahora es un campo agrícola.
Cuando la estación rastreadora de Guaymas inició su funcionamiento en 1961 la red de estaciones estaba compuesta por 18 instalaciones en varias regiones del mundo, la isla Catón en el Pacífico, Hawaii, California, Texas, Sonora, Florida, Bermuda, Islas Canarias, Nigeria, Tanzania, Madagascar, Australia y unos buques en los océanos Índico y Pacífico.
Las principales funciones de esas bases de comunicaciones eran: localizar y rastrear las aeronaves tripuladas por medio de un sistema de radar, transformar las señales en cifras para reexpedirlas a la base de Goddard ( estación central ) en Virginia, Estados Unidos, recibir datos del estado del astronauta y de las condiciones de los sistemas de la nave, transmitir conversaciones entre el astronauta y el director de vuelo, enviar señales de comando a la nave y mantener comunicación con la red de estaciones en todo el mundo.
Las principales operaciones en las que tuvo intervención la estación de Guaymas como parte del proyecto Mercurio fueron:
El 13 de septiembre de 1961, un vuelo de órbita con robot;
El 29 de noviembre de 1961, un vuelo de 2 órbitas con el chimpancé “Enos”;
El 20 de febrero de 1962, un vuelo de 3 órbitas con el astronauta John Glenn;
El 24 de mayo de 1962, un vuelo de 3 órbitas con el astronauta Scott Carpenter;
El 3 de octubre de 1962, un vuelo de 6 órbitas con el astronauta Walter Schirra (5 contactos con Guaymas);
El 15 de mayo de 1963, un vuelo de 22 órbitas con el astronauta Gordon Cooper (11 contactos con Guaymas).
Una reflexión final sobre este episodio de las relaciones entre México y los Estados Unidos conduce a la consideración de que hasta qué punto nuestro país cedió soberanía ante los intereses militares, geoestratégicos y de exploración espacial de los Estados Unidos.
- Vale la pena preguntarse si México se alineó -aunque fuera de manera temporal, discreta o tenue-, con los enfoques globales de los Estados Unidos y sus intereses como potencia mundial.
- Hasta qué punto nuestro país permaneció en una posición vulnerable durante esos años de guerra fría y de conflictos surgidos por la bipolaridad.
- Una pregunta obligada se refiere a los beneficios que pudo haber recibido nuestro país por la vigencia de ese mecanismo de cooperación con la NASA. La estación se cerró. Los equipos y la sofisticada tecnología volvieron a los Estados Unidos en más de 20 trenes.
- Hasta donde se sabe los técnicos norteamericanos no entrenaron ni capacitaron a técnicos mexicanos. El llamado “know how” en materia espacial, de telecomunicaciones o de funcionamiento y mantenimiento de ese tipo de instalaciones no permaneció en México, ni mucho menos fue compartido.
Algunos reportajes periodísticos que se publicaron con motivo del cierre definitivo de la estación rastreadora detallaron que, durante los últimos años de la década de los sesentas, la zona de Guaymas-Empalme fue una especie de enclave norteamericano en Sonora, en donde se apreciaba la presencia de estadounidenses, se hablaba inglés, circulaban vehículos procedentes de los Estados Unidos, existían negocios para atender los gustos y demandas de los norteamericanos, el dólar era moneda de curso corriente e inclusive no se aplicaban controles migratorios, aduanales y aeronáuticos al personal estadounidense y sus equipos.
En contrapartida las instalaciones de la estación rastreadora estaban cercadas, vigiladas sobradamente y sin ninguna clase de acceso para aquellos que no fueran técnicos o empleados. De manera un tanto contradictoria y hasta socarrona la entonces dirección de la estación llegó a anunciar la disposición de recibir visitantes siempre y cuando la estación no estuviera en funcionamiento.
Finalmente, se puede considerar que existen elementos para aseverar que el establecimiento de la estación rastreadora de Guaymas fue un episodio que reafirmó la preeminencia de los intereses de los Estados Unidos en el marco de las relaciones bilaterales con nuestro país. Como en otros momentos históricos se pudo apreciar que la parte norteamericana impuso sus planes y no mostró disposición para acatar lo convenido diplomáticamente como fue el caso del canje de notas de 1963.
Poco fue lo que obtuvo México por esa asociación con los Estados Unidos en materia espacial. Y sigue siendo debatible aquello de la participación mexicana en la exploración del espacio.
“Aquel terreno era prácticamente norteamericano.
Jardines y caminos especiales en aquellas 16
hectáreas. Hermosos edificios y elevadísimas
antenas capta señales de sus inmensos radares.
La vigilancia ejercida por la policía militar estadounidense,
sin que nadie dijera nada sobre la violación del territorio
nacional.”
Esteban Martínez Díaz.
Periodista mexicano.
Viví en Empalme en ese tiempo, mi padre fué ferrocarrilero, recuerdo que alguien gritaba: ahí vá el globo, ahí vá el globo… y salíamos corriendo de las casas, nos juntábamos como 20 o 30 «buquis» para ver ese objeto redondo que se elevaba al cielo, después supe que eran globos aerostáticos que soltaban para tomar lecturas de las condiciones atmosféricas,…. nunca supe que existieran o pudiesen existir consecuencias políticas por la existencia de esa estación rastreador en Empalme, lo que si recuerdo es que fué una época maravillosa de la infancia y de una comunidad ferroviaria en pleno apogeo….. saludos