Algunos autores e historiadores como Paco Ignacio Taibo II, Pedro Salmerón, Fabricio Mejía Madrid, Gastón García Cantú y Carlos Monsiváis han expuesto que los períodos históricos de la Reforma, la Intervención Francesa y la República Restaurada fueron trascendentales para la consolidación del proyecto nacional del país y para reafirmar la independencia de la nación.
En opinión de esos autores la figura del presidente Benito Juárez fue fundamental en la consecución de un orden político, jurídico e institucional para superar casi cuatro décadas de inestabilidad que se manifestaron en golpes de estado, revueltas militares y cuartelazos, invasiones extranjeras, guerras y dictaduras, además de las crisis provocadas por la pérdida de más de la mitad del territorio nacional por la guerra con los Estados Unidos y la disputa de la nación entre los bandos liberal y conservador, que proponían, los primeros, construir una república federal, dotada de un marco legal que dejara atrás el sistema feudal y autoritario heredado de la colonia española, y los segundos tratando de mantener un modelo centralizado, neocolonial y de custodia de los privilegios de los grupos de militares, terratenientes, propietarios de los limitados medios de producción, religiosos y resabios de una rancia aristocracia.
Sin embargo, se puede aseverar que el mérito no fue exclusivamente del presidente Juárez. Uno de los principales aciertos de Juárez fue la visión que tuvo para hacerse acompañar por una brillante generación de ideólogos, políticos, escritores y militares, que no solamente lo apoyaron en la lucha contra la dictadura de Antonio López de Santa Anna, sino también en el combate al intento del partido Conservador de imponer su modelo de país de tradiciones, clerical, militarizado y vigilante de privilegios y adicionalmente en la restauración de la república al derrotar al imperio de Maximiliano y al ejército francés que lo sostenía. Asimismo, participaron de manera activa y comprometida en la redacción y promulgación de la Constitución de 1857, en la edificación de un país de instituciones y leyes, que contara, por primera vez, con un incipiente modelo de desarrollo que generara progreso y bienestar para la nación.
El escritor Carlos Monsiváis expuso en su libro “Las Herencias Ocultas”, 2000, que la élite que acompañó al presidente Benito Juárez en el liberalismo triunfante y la república restaurada estuvo constituida por 18 letrados y 12 soldados. En el grupo de los primeros figuraron: el propio Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada, José María Iglesias, José María Lafragua, José María Castillo Velasco, José María Vigil, José María Mata, Juan José Báz, Manuel Payno, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Luis Vallarta, Ignacio Manuel Altamirano, Antonio Zarco, Gabino Barreda, Antonio Martínez de Castro y Matías Romero. Los soldados fueron: Porfirio Díaz, Manuel González, Vicente Riva Palacio, Ramón Corona, Mariano Escobedo, Donato Guerra, Ignacio Mejía, Miguel Negrete, Gerónimo Treviño, Ignacio Alatorre, Sóstenes Rocha y Diódoro Corella.
El autor considera necesario e indispensable agregar a esa lista los nombres de los generales Ignacio Zaragoza, Santos Degollado y Leandro Valle y, de manera destacada, el del ideólogo de la Reforma Melchor Ocampo.
En opinión del autor del presente trabajo, desde entonces y hasta la fecha los gobiernos del país no han contado con una generación de brillantes, capaces y patriotas funcionarios, políticos, ideólogos y líderes como esa que se hizo presente en el tramo histórico de la Reforma. No se debe pasar por alto que ellos rescataron a la república y le dieron forma al proyecto nacional vigente hasta ahora.
Leandro Valle Martínez nació en la ciudad de México el 27 de febrero de 1833. Creció en las cercanías de Cuautla, Morelos. Fue hijo de Rómulo Valle, caudillo de la guerra de independencia y coronel en las fuerzas de José María Morelos y Juan Álvarez. A los 11 años ingresó al Colegio Militar.
En el colegio tuvo como compañeros, entre otros, a Miguel Miramón, Manuel Ramírez de Arellano y Tomás Cuellar.
Leandro Valle fue un cadete sobresaliente. Se distinguió en los estudios. Destacó en disciplinas como matemáticas, física, infantería y caballería. Fue el primer lugar de su generación y por ello fue promovido al rango de sargento segundo de cadetes y más tarde a subteniente. A los 14 años, recién graduado, le tocó el inicio de la guerra con los Estados Unidos.
En esos días, ya como suboficial, participó en la contención de la llamada rebelión de los polkos (grupos de civiles y miembros de la guardia nacional, de tendencia conservadora y clerical, que iniciaron una revuelta, en plena guerra con los Estados Unidos, para oponerse al gobierno provisional del vicepresidente Valentín Gómez Farías. El ingenio popular los llamó polkos por su gusto criollo, conservador, de clase alta, de bailar polkas).
Valle no tuvo presencia en la batalla del castillo de Chapultepec pero combatió en las cercanías, fue prisionero de las fuerzas norteamericanas junto con Miguel Miramón y estuvo recluido por varios meses. Debido a que no murió en la defensa del castillo la historia oficial no lo incluyó en el selecto grupo de los Niños Héroes. Pero, para Paco Ignacio Taibo II, Valle fue uno de “los mutilados emocionalmente del 47”.
Desde 1849 Leandro Valle fue un constante escritor de poesía. Fue un lector dedicado y constante de Alejandro Dumas, Oscar Wilde, René Descartes, Heródoto y de Pierre Joseph Proudhón. Los episodios bélicos que mayor atención le merecían fueron las batallas de las Termopilas en la antigua Grecia y la de Saló que acabó con la república de Sodoma.
En 1850 obtuvo una beca para estudiar en Francia. La falta de cupo en la academia militar de Saint Cyr y los limitados recursos que recibía le impidieron realizar los estudios, pero viajó por Europa. Regresó a México y fue encuadrado en la compañía de ingenieros de la guardia de Santa Anna, con el grado de capitán. En 1854 el dictador ordenó la detención de su padre, el coronel retirado Rómulo Valle, por su adhesión a la revolución de Ayutla encabezada por Juan Álvarez que terminaría con el derrocamiento de la dictadura de Santa Anna. Por ese motivo y siendo consecuente con su vocación liberal, Valle renunció al ejército y se trasladó al estado de Guerrero para sumarse a la rebelión.
En el gobierno interino de Ignacio Comonfort (1855-1857) se reincorporó al ejército republicano y combatió contra las fuerzas conservadoras de Félix María Zuloaga en Puebla. Una vez que Comonfort fue confirmado en la presidencia en diciembre de 1857, Valle fue designado agregado militar en la legación de México en los Estados Unidos, pero el nombramiento no se hizo efectivo. Nuevamente fue comisionado para viajar a Francia para ampliar estudios militares. Como ocurrió años atrás, la falta de salarios lo obligó a vivir en la pobreza y regresó a México en 1857. De manera acertada, Paco Ignacio Taibo II escribió que en cuestión de comisiones para viajar al extranjero Leandro Valle “parecía estar salado”.
Después de que Comonfort desconoció la Constitución de 1857, intentó un golpe de estado y propiamente se inició la guerra de Reforma entre liberales y conservadores, Valle se trasladó a Salamanca, Guanajuato para sumarse al ejército liberal. En esos días tenía 24 años de edad.
En septiembre de 1858 formó parte de la escolta que protegió al presidente Benito Juárez en Guadalajara, en aquel memorable episodio en que ante la inminencia de que un pelotón de soldados conservadores disparara contra Juárez en el palacio de gobierno de esa ciudad, la figura de Guillermo Prieto se interpuso, arengó a los militares y exclamó que “los valientes no asesinan”, consiguiendo que los soldados se retiraran.
Bajo las órdenes del general Santos Degollado, Valle combatió a los conservadores y se distinguió en la batalla de Cuevitas, derrotando a las fuerzas de Francisco García Casanova. Dirigió las operaciones en las campañas de Jalisco y Colima en mayo de 1859. A los 26 años fue ascendido a general.
En el sitio a Guadalajara fue designado jefe de intendencia del ejército republicano, responsable del suministro de armas, municiones, transportes y alimentos por parte del general Ignacio Zaragoza. También se le encargó preparar el plan de ataque.
Valle tuvo una participación distinguida en la batalla de Calpulapan, el 22 de diciembre de 1860, que significó la derrota definitiva del ejército conservador y el fin de la guerra de Reforma. Combatió junto con el general Francisco Lamadrid.
La figura en el enfrentamiento de Calpulapan y en la derrota de los conservadores fue el general Jesús González Ortega. Sin embargo, las personalidades que llamaron la atención fueron los jóvenes generales Ignacio Zaragoza y Leandro Valle, considerados como radicales entre los liberales, vistos como los rojos y los herederos del reformismo liberal.
Desde su adolescencia Leandro Valle fue conocido por su vocación liberal, heredada seguramente de su padre. En su juventud, como muchos, fue asiduo a las tertulias del café Cazadores ubicado en los portales del centro de la ciudad de México. Ahí se hablaba de literatura, de doctrinas políticas y se debatía intensamente. En esas reuniones coincidían Leandro Valle y Miguel Miramón, amigos desde sus tiempos como cadetes en el Colegio Militar, Valle exponía sus ideas liberales, republicanas y anticlericales y Miramón se exhibía como un conservador a ultranza, fanático religioso y convencido de aquella propuesta que animó las rebeliones reaccionarias de años atrás de religión y fueros. Valle se presentaba en el café luciendo ostentosamente su corbata color rojo (el color que representaba a los liberales, mientras los conservadores portaban una de color verde).
Su amistad con Miramón se mantuvo a pesar de la guerra y de formar parte de bandos opuestos e irreconciliables. Ante la dificultad para encontrarse el contacto se llevaba a cabo de manera epistolar. El escritor José Luis Trueba Lara refirió en su novela “La Derrota de Dios”, 2010, que en 1856 Valle le salvó la vida a Miramón después de un combate en Puebla. En esa ocasión el reaccionario le pidió al liberal proteger a su familia.
Algunas crónicas recogidas por historiadores recuerdan que Valle gustaba de cantar y leer poemas en francés a la tropa, acompañado de su amigo y ordenanza Aquiles Collin (un ex militar francés opositor a Napoleón III). El pasatiempo favorito de Valle era el ajedrez, que jugaba con Melchor Ocampo. Con este personaje compartía lecturas, en particular a Proudhon, haciendo suya la frase del autor francés de que “la propiedad es un robo”.
Para mayo de 1861 Valle es comandante militar del Distrito Federal y en esa calidad cobraron fama sus operaciones para descubrir e incautar los bienes de la iglesia católica, como cuando curas y monjas escondían joyas debajo de sus sotanas y hábitos. Valle localizó tumbas con valores en el convento de las Hermanas de la Caridad en la ciudad de México, una de ellas con 17,000 pesos oro.
Para esa época ya es general de brigada, a los 28 años. También fue diputado por Jalisco en el congreso federal y participó intensamente en los debates parlamentarios, particularmente en el tema de los derechos y garantías individuales y también se dio tiempo para escribir artículos de opinión que se publicaron en los periódicos liberales de la capital, como “El Chapulín” de tendencia radical.
Sus amigos, Vicente Riva Palacio entre ellos, decían que “Valle era la popularidad y la alegría de la revolución”. Pero también era visto como un duro y lo demostraba como encargado de la salud pública (sin relación con el tema sanitario) que evocaba a la revolución francesa.
El escritor y periodista Victoriano Salado Álvarez (1867-1931) lo describió como alto, apuesto, de tez blanca, musculoso, ojos verdes, barba incipiente de pelos rubios y cabello cortado al rape.
Otro periodista y escritor, Ángel Pola Moreno (1861-1948), publicó en 1890 una crónica sobre la comisión que recibió Leandro Valle en junio de 1861 para combatir a las gavillas de guerrilleros conservadores que merodeaban en la parte montañosa del camino a Toluca. Valle había solicitado con insistencia un mando para enfrentar a los reaccionarios después del asesinato de su amigo y mentor Santos Degollado en esa zona.
Pola Moreno pudo averiguar que Leandro Valle fue puesto al mando de una brigada compuesta por el 2º batallón de Zacatecas, el batallón Moctezuma, el escuadrón del caudillo guerrillero Nicolás Romero, 60 soldados del batallón Reforma y 500 efectivos de la división del estado de México, con cinco piezas de artillería.
El 22 de junio de 1861 Valle inició el desplazamiento hacia Toluca sin esperar la llegada de la mayor parte de las unidades puestas bajo su mando. Esperaba vengar a Melchor Ocampo y a Santos Degollado asesinados por las bandas de Leonardo Márquez y Félix María Zuloaga.
Leandro Valle y su contingente fueron interceptados en la localidad de Atlalulco y hecho prisionero. Paco Ignacio Taibo II refiere en su libro “Patria”, volumen I, 2017, que su juventud y deseos de vengar a Ocampo y Degollado lo determinaron a precipitarse a pesar de su experiencia en combate. Ese día, 22 de junio, Valle fue fusilado, de espaldas como si fuera un traidor, y su cuerpo desnudo colgado de un árbol en el monte de las Cruces, en la zona de Santa Fe.
En su relato Pola Moreno agregó que años después entrevistó a la madre de Valle, Ignacia Martínez, quien le contó que el día de su salida a Toluca su hijo pasó a despedirse de ella, que trató de convencerlo de que esperara a sus soldados y que le ofreció un escapulario a lo que él se resistía. Finalmente lo recibió y lo guardó en las alforjas de su caballo (llamado San Pedro). Ese escapulario lo recibió de vuelta la señora Martínez con el recado de Valle en términos de que “no le había servido de nada”.
Una anotación de Taibo II señala que en los funerales de Valle su amigo y compañero de armas Vicente Riva Palacio pronunció la oración fúnebre y dijo: “la sangre se agolpa en mi corazón, mis nervios se estremecen, se me eriza el cabello, se me embarga la voz y siento que de mi pecho se escapa un rugido de venganza y de maldición”.
El general reaccionario Leonardo Márquez, que ordenó el fusilamiento de Valle, exclamó: “a estos jóvenes de talento son los que necesitamos desaparecer”, lo que confirma el sentimiento de revancha, fruición y rencor que tenían los conservadores por la figura joven, capaz, atrayente, políticamente sólida y militarmente triunfadora de Leandro Valle (“Leandro Valle. El audaz comandante liberal”, revista Historias de México, número 105 de 2007).
En opinión del autor de este trabajo la trayectoria militar y política del general Leandro Valle no ha sido reconocida en toda su importancia por la historia oficial del país. Sus aportaciones como soldado, como político y como liberal republicano fueron, como las de muchos, esenciales para el triunfo de la Reforma. Si bien Taibo II escribió, con cierta ironía, que Valle “se salvó de ser niño héroe y de pasar a formar parte de la nomenclatura de la ciudad”, el ejemplo, la juventud y las convicciones de este soldado deberían ser tomadas en cuenta para explicar el devenir de México durante la agitada y complicada mitad del siglo XIX.
Sin llegar a constituir un rescate histórico ni mucho menos de la figura de Leandro Valle, en diciembre de 1963 se organizó una llamada Asociación General Leandro Valle dentro de la estructura del Partido Revolucionario Institucional (PRI), atendiendo un impulso oficial del sistema político de carácter casi unipartidista, autoritario y hegemónico que imperaba en México, que procuró otorgarle un espacio de participación a la alta oficialidad de las fuerzas armadas (en 1946 con el cambio de siglas de PRM a PRI en el partido oficial se eliminó el sector militar). Representantes de esta asociación llegaron a ocupar cargos como gobernadores, senadores y diputados, sin llegar a distinguirse en el plano político y su plataforma siguió siendo confusa en sus propuestas de promover el desarrollo y la divulgación de los principios proclamados durante la independencia, reforma y revolución mexicana. Cuando el país empezó a madurar política y democráticamente esta asociación fue vista como un posible riesgo de militarización y hasta de fascismo y la dirigencia del PRI decidió colocarla en un segundo y alejado plano en su estructura partidista.
“Valle era la popularidad
y la alegría de la revolución.”
Vicente Riva Palacio.
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