Parecería que pudieran no existir diferencias en la relación bilateral entre México y los Estados Unidos cuando, en el caso de ese país, pasa de un gobierno republicano a un gobierno demócrata o viceversa, pero la realidad y la historia nos dicen lo contrario. Si a lo anterior agregamos ahora que México cuenta con un gobierno nacionalista (algunos sectores mexicanos dicen que socialista), podemos entonces pensar que los cambios de gobierno en ambos países si pueden deparar nuevas actitudes con efectos que pueden provocar, por ejemplo, que los estadounidenses transformen –a su modo- su actual posición en varios de los principales campos de esa relación bilateral, y que México pueda aprovechar la oportunidad para precisar con mayor énfasis cuáles son las nuevas reglas del juego en temas como soberanía y seguridad nacional, en donde se insertarían la cooperación en áreas tales como el combate a los carteles de la droga, lavado de dinero, tráfico de drogas y de armas, delincuencia organizada, migración y comercio, particularmente.
Me permito dejar en claro que, desde mi punto de vista, tanto republicanos como demócratas son, como se dice popularmente, “la misma chola pero con distinta pollera”, es decir, cuando están gobernando, ambos partidos nunca han podido hacer a un lado su ADN expansionista, lo que los lleva a que –ante todo- antepongan y prevalezca su seguridad y sus intereses nacionales y, desde luego, a que insistan una y otra vez en establecer una política exterior intervencionista y desestabilizadora. En otras palabras, su hegemonía está apegada a lo que ellos han hecho suyo: el “Destino Manifiesto” a través del cual están convencidos de ser los elegidos y destinados a expandirse por autoridad divina[1].
Si históricamente nunca ha cambiado esta situación, no alcanzo a apreciar por qué ahora existen analistas internacionales que esperan un cambio en su comportamiento mundial en general. Lo anteriormente expuesto nos lleva entonces a analizar algunos escenarios que, en mi opinión, pueden suscitarse en 4 años de gobierno demócrata, coincidiendo con los 4 años que le restan por cumplir al Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Llevo a la atención que este análisis no pretende ser exhaustivo ni mucho menos caer en escenarios fatalistas o triunfalistas sino, por el contrario, está ubicado en un pensamiento pragmático con ejemplos de la realidad política, económica y social que se están desarrollando en cada país, así como basado en una perspectiva histórica en el campo de las relaciones internacionales de cada Estado.
Entre los principales escenarios que directa o indirectamente pueden influir en la relación bilateral entre ambos países destaco, lo que en mi opinión, son los principales temas en cuanto a los estadounidenses se refiere: política interna, particularmente el desarrollo de los acontecimientos relacionados con las últimas elecciones presidenciales; la tradicional política exterior de ese país; la tendencia estadounidense a salir de aquellos tratados, acuerdos o convenios que no le benefician, que le estorban o que ya no son de su utilidad; los aspectos financieros, económicos y comerciales que están afectando sensiblemente a esta potencia; y desde luego, los conflictos pos elecciones presidenciales y, los problemas que emanen de los estragos políticos, sociales y económicos que dejará la pandemia del Coronavirus en ese país.
Ahora bien, respecto a México, en el plano político interno es de particular preocupación el constante enfrentamiento de grupos opositores (partidos políticos, medios de comunicación y ciertos sectores empresariales) en contra del Presidente Andrés Manuel López Obrador, sectores que insisten en objetar toda acción presidencial, que se ha traducido en un permanente roce que, lamentablemente, está produciendo una división en otros tantos sectores de la población mexicana al crearse grupos y subgrupos que solamente se dedican a criticar pero no aportan nada al sistema democrático o a la gobernabilidad y sí en cambio están dando paso a un lento proceso de desacreditación política y de desestabilización social, lo que obviamente preocupa a los vecinos del norte y desde luego, puede llegar a disminuir un importante rubro para la economía mexicana: la Inversión Externa Directa (IED) proveniente de ese país.
Otro aspecto en la política interna mexicana que puede no sólo desestabilizar la conducción presidencial sino también producir ciertos efectos negativos en su relación con los estadounidenses, lo es sin duda la celebración en 2021 de las elecciones de medio tiempo, toda vez que se renovarán los 500 asientos de la Cámara de Diputados, 15 gubernaturas, 30 Congresos locales y casi 2,000 alcaldías municipales (80% del total a nivel nacional). Aquí, llevo a la atención que muchos de los avances presidenciales en su programa de gobierno inicial, dirigido con énfasis a los sectores socio económicos más afectados históricamente (obreros-campesinos-pobres), han sido gracias al apoyo brindado por su partido, Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), ya que éste obtuvo la mayoría en ambas Cámaras, así como en otros poderes legislativos estatales. En caso de que MORENA no alcance igual mayoría en 2021, será muy difícil que el Presidente López Obrador pueda realizar todos los objetivos que se ha propuesto durante su gestión. De suceder esta situación, podría generarse un descontento social masivo.
En cuanto a la relación bilateral con los EUA, el gobierno mexicano debe poner especial atención al debido desarrollo y cumplimiento puntual del T-MEC, que evite no sólo críticas de carácter político sino, más importante aún, la imposición de tarifas arancelarias a lo que son tan afectos los estadounidenses. De la misma manera, México tendrá que actuar con decisión pero al mismo tiempo ser cuidadoso ante las nuevas disposiciones que pretende incorporar en el área de la cooperación en seguridad en un marco general, pero también relacionado con la Iniciativa Mérida (IM), medidas que tienen sumamente preocupados a distintos sectores de seguridad estadounidense, aun cuando éstos están conscientes de que después de 13 años la iniciativa no ha obtenido los resultados esperados.
La anterior aseveración emana de un Informe presentado por la Comisión sobre Política de Drogas en el Hemisferio Occidental del Congreso de EU, en el que se señala que este acuerdo (IM), basado en objetivos mutuos, ha sido expuesto por la parte estadounidense debido a la detención del General Salvador Cienfuegos, ex Secretario de Defensa durante el gobierno de Peña Nieto, sin que en ningún momento haya sido comunicado a ninguna institución gubernamental mexicana del proceso de investigación realizada por la DEA, provocando que se socavara la confianza y, por lo tanto, la colaboración mexicana hacia los EUA en un área tan sensible para ese país como lo es la seguridad, misma que sufrirá cambios sustanciales.
Como se recordará, a principios de diciembre actual el Presidente López Obrador envió al Congreso de México una iniciativa tendiente a actualizar y modernizar la Ley de Seguridad Nacional, especialmente en lo que se refiere a la “cooperación” en distintas áreas de seguridad entre los dos países, en donde se inscriben convenios y acuerdos que no han respetado distintas agencias estadounidenses (DEA, CIA, FBI, SNA, etc,) y, dentro de este tema, la decisión unipersonal de permitir que sus agentes transiten y actúen armados libremente por todo el territorio mexicano. Es preciso destacar que, con esta regulación soberana, México pretende solamente aplicar el principio de reciprocidad que es universal pero, seguramente, los estadounidenses (léase autoridades oficiales y medios de comunicación afines), independientemente de que van a seguir protestando por tal decisión, presionarán en todos los niveles para que sus agencias y agentes continúen gozando de total impunidad.
Otro escenario seguramente se va a desarrollar en torno a las negociaciones que permitan resolver el asunto de la migración de mexicanos hacia ese país pero, particularmente, de las corrientes migratorias centroamericanas y de otras zonas geográficas que han utilizado a México como país de tránsito, y que ante el fracaso de las presiones contra nuestro país para designarlo como Tercer Estado Seguro, los estadounidenses decidieron –de manera unilateral- regresar a la frontera mexicana a miles de migrantes que buscaban refugio o asilo, obligándolos a permanecer en territorio mexicano hasta que las autoridades pertinentes de los EUA decidan su estatus migratorio, lo cual sigue afectando sensiblemente la soberanía y los intereses de nuestro país. Sobre el particular, resaltan las declaraciones del próximo mandatario de ese país, en el sentido de que los EUA brindarán “un trato especial” a aquellos ciudadanos de los países (centroamericanos y caribeños) que recientemente fueron afectados por huracanes. Todo parecería indicar que los estadounidenses pretenden dar “cobijo” temporal a los afectados pero, en ningún momento se han referido a los miles de personas que se encuentran en la frontera mexicana.
En este mismo tema de la migración, otro escenario que debe aprovechar México es, sin lugar a duda, el deseo y compromiso del Señor Biden en apoyar la continuación del proceso de la denominada Acción Diferida para los llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés), misma que fue creada por el Presidente Demócrata Barack Obama en 2012, y que está dirigida a proteger de la deportación a cientos de miles de migrantes llevados ilegalmente a los EUA cuando eran niños. Al respecto, se lleva a la atención que resulta paradójico que Obama también fue el presidente que se distinguió por deportar, durante su gestión, el mayor número de migrantes latinoamericanos y de otras latitudes, particularmente mexicanos. Tomar nota de que ésta acción es parte de las incongruencias en que caen republicanos y demócratas.
Otros escenarios que están surgiendo se ubican en el tema geoeconómico y monetario. Es indudable que se está produciendo un cambio de las realidades políticas y económicas mundiales. La tendencia es que junto con el centro económico mundial, el centro político comenzó a desplazarse hacia la región de Asia-Pacífico, debilitando la hegemonía estadounidense en esa área geográfica, pero reforzándola en su “patio trasero”. Mención especial merece la opinión de analistas financieros estadounidenses y de otras latitudes, los que coinciden en señalar que los EE.UU se están acercando a una doble recesión y al derrumbe del dólar, ambas situaciones causadas por los efectos de la pandemia del coronavirus. Los dos problemas son sustancialmente peligrosos para México, considerando los analistas que las repercusiones de la recesión y el derrumbe se manifestarán en México, a más tardar a mediados de 2021.
Al respecto, considero que si bien son sumamente preocupantes para México los aspectos económicos, geoeconómicos, geopolíticos o de política exterior, inclusive tomando en cuenta que México se ha constituido (por lo menos coyunturalmente) en el primer socio comercial de los estadounidenses (a partir de su guerra con los chinos) y con ello, se ha fortalecido la entrada de divisas al país; nuestro país tendrá que estar muy atento a lo que se cierne internamente sobre los estadounidenses.
En efecto, analistas de todo tipo y los principales medios de comunicación de ese país hacen notar con suma preocupación la herencia dejada por Trump a Joe Biden producto de las últimas elecciones presidenciales: una profunda y todavía no dimensionada división de la población de ese país[2]. Sobre el particular, es necesario tomar en consideración que Donald Trump ha creado condiciones que han permitido que el extremismo de derecha se expanda por ese país, debido a su retórica y a su negativa a condenar a esos grupos de extrema derecha pero, especialmente, por cuestionar la legitimidad de las elecciones y tratar de ignorar la voluntad del electorado, lo cual ha tendido un manto de desconfianza en gran parte de la sociedad estadounidense.
En este sentido cabe destacar que, de acuerdo al FBI, “entre los simpatizantes de Trump, sobresalen el grupo de supremacistas blancos, los cuales constituyen el grupo más grande de terroristas internos por motivos raciales en Estados Unidos”, sin olvidar que son apoyados por otros grupos “menores” de nazis y neonazis, así como anarquistas y hasta milicianos, a los que habría que sumar agrupaciones políticas de extrema derecha plenamente constituidas como Boogaloo, Bois o QAnon, que promueven el extremismo violento por motivos raciales.
En contraparte, han surgido grupos o asociaciones de “activistas de izquierda” como Antifa (abreviatura de Acción Antifascista), movimiento militante extraparlamentario de carácter antifascista y anticapitalista, cuya ideología política de izquierda no se ajusta al programa del Partido Demócrata pero que, según analistas estadounidenses, se fueron constituyendo en uno de los principales soportes para que Joe Biden saliera triunfante y, con ello, el “compromiso obligado” de Biden y los Demócratas con dichos grupos.
La pregunta resulta entonces necesaria: en qué momento o por qué estos escenarios podrían afectar la relación bilateral entre México y los Estados Unidos? Considero la necesidad de analizar, por principio que, por lo menos hasta finales de diciembre de 2020, aún no se sabe con certeza si los demócratas continuarán siendo la mayoría en la Cámara baja y tampoco cuál será finalmente la distribución de fuerzas en la Cámara Alta. En caso de que los demócratas continúen dominando solo la Cámara baja, resultará sumamente complicado que Biden gobierne con amplitud; más aún si como los analistas prevén, los republicanos tratarán de obstaculizar el mandato demócrata y, por lo tanto, muchos de los proyectos del nuevo presidente -internos y externos-, no solo se verán detenidos sino, inclusive, los planes presidenciales, que por cierto a la fecha no son muy claros, afectarán el comportamiento estadounidense a nivel bilateral y multilateral.
Si bien lo anterior es preocupante, y sin entrar en el campo de la especulación, puede también ser posible que de lo señalado en el párrafo anterior, surja un escenario que produzca una mayor implosión no solo entre las fuerzas de extrema derecha e izquierda de ese país sino, inclusive, entre grupos minoritarios, lo que puede llevar a una posible incremento de la inestabilidad política o peor aún, a una ingobernabilidad, tanto Estatal como a nivel nacional.
También en mi opinión, una desestabilización “ganada” por los grupos de extrema derecha (xenófobos y racistas) de ese país repercutirá, tarde que temprano, en la comunidad latinoamericana, particularmente en nuestros connacionales los que, aparentemente, también estarían divididos en su preferencia partidista. Al respecto, medios de comunicación estadounidense afirman que los mexicanos que habitan en California apoyarían a los demócratas, mientras que los que viven en Texas están más identificados con los republicanos.
Otros medios de comunicación de ese país agregan que la dinámica centrífuga que exhibe actualmente los EUA, California (y Nueva York) por un lado, y Texas (y Florida) por otra parte, constituyen dos polos diametralmente opuestos en la geometría política de ese país desde el punto de vista de la pertenencia partidista y los aspectos económicos, políticos, electorales y demográficos[3]. Todo lo anterior auguraría una balcanización y/o una guerra civil.
Ahora bien, en lo relativo a su política exterior, y ante los escenarios planteados con anterioridad, de ninguna manera estimo que vaya a cambiar el rumbo intervencionista y desestabilizador, ni menos aún su accionar como país imperial. Si en cambio se prevé, como ya se está observando, que su hegemonía económica, comercial, política e inclusive militar vaya disminuyendo en ciertas áreas geográficas del mundo, pero eso no significa que los estadounidenses no sigan con sus planes estratégicos, especialmente los militares. Al respecto, cabe resaltar lo publicado en el “Índice de la Fuerza Militar de EU 2021) (Fundación Heritage), el cual coloca como las 4 principales amenazas a la seguridad expansionista de ese país, a China, Rusia, Irán y Corea del Norte pero, en forma por demás significativa, considera que los estadounidenses no están preparados para librar una guerra simultánea contra China y Rusia.
Sobre este mismo tema, es importante resaltar que los intereses estadounidenses también se ubican en su “bajo vientre” (softbelly): en el Golfo de México y el Mar Caribe, con todo lo que ello representa para nuestro país y el Continente Americano. Al respecto, en los círculos de analistas estadounidense y europeos, se comenta con insistencia que si Jeh Johnson es nombrado Director de la CIA, lo más probable es que aumenten las guerras internacionales y se susciten cambios de regímenes en Oriente Medio, Europa del Este y Rusia pero, especialmente se desarrollará una guerra híbrida contra China, sin olvidar un mayor accionar contra los regímenes progresistas latinoamericanos e, igualmente, se acreciente la presión hacia México para que disminuya su apoyo e identificación con esos países.
A manera de conclusión, considero que tal vez la principal preocupación mexicana debería de ser la situación interna en el vecino del norte la cual, desde mi punto de vista que coincide con el de ciertos analistas estadounidenses, se presentaría en dos escenarios. El primero de ellos estaría insertando tiempos más impredecibles y potencialmente volátiles en la historia estadounidense, particularmente en lo que se refiere a la serie de acciones políticas, mediáticas y jurídicas contra los resultados de las últimas elecciones presidenciales, mismas que están lejos de haber terminado y, más bien, todo indica que estarán sujetas a meses de disputas legales, acciones negativas de congresistas republicanos y, potenciales usos de fuerzas militares (Guardia Nacional o mínimo un estado policial) para mantener la ley y el orden, todo esto, aún si Donald Trump llegara a reconocer su derrota plenamente.
Como un ejemplo de la anterior apreciación resaltan los hechos ocurridos el 9 de diciembre de este año, oportunidad en la que 17 estados estadounidenses (gobernados por republicanos) presentaron un escrito en la Corte Suprema de ese país, en apoyo a la demanda de Texas, para que anulara los resultados de las elecciones presidenciales. Asimismo Texas presentó otra demanda para impedir que los estados de Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin, participen en el colegio electoral. Si bien estas demandas no procedieron toda vez que la Corte Suprema de ese país las considero faltas de veracidad y sin sostén jurídico, es un ejemplo de que los republicanos y sus fuerzas (no tan ocultas) están dispuestos a llevar al extremo este tipo de actitudes que, definitivamente, atentan severamente el caduco sistema democrático estadounidense.
Si lo señalado con anterioridad es preocupante, lo es más el segundo escenario. Las predicciones de politólogos estadounidenses se ubican en una situación hipotética sobre lo que depara la política interior de ese país: además de una guerra civil, la ruptura nacional del federalismo, el descenso al regionalismo y por ende el surgimiento de “repúblicas independientes” y, todo lo anterior, traería consigo que Joe Biden terminara siendo removido como presidente y reemplazado por otra persona.
En síntesis, si bien es cierto que las predicciones tienden a ser fatalistas, también es verdad que el escenario interno que se está desarrollando es una realidad, particularmente porque hay mucho engaño y manipulación orquestadas por varias partes: demócratas, republicanos, diferentes grupos de oligarcas, élites religiosas; los principales medios de comunicación; las más importantes empresas tecnológicas: Twiter, Facebook, YooTube y Google y a los “grupos izquierdistas” que apoyan; sin olvidar a las grandes empresas militares fabricantes de armas, aviones, barcos y sistemas de misiles, sectores todos que de una forma u otra integran el denominado “Estado Profundo”.
La paradoja de toda esta situación interna en los EUA, es que ni la agresividad de Donald Trump ni el estilo de negociación que supuestamente pondrá en práctica Joe Biden, pueden frenar la aparente y futura decadencia estadounidense. En este sentido lo que se prevé con mayor certeza, es que una profunda desestabilización política puede llevar a la Casa Blanca a oscilar entre los extremos de guerra-negociación, lo que finalmente puede deteriorar aún más la delicada situación interna y, por ende, la política exterior del aún país hegemon pero, con la advertencia de que este declive en su política interior, puede ser sustituido por un comportamiento militar más agresivo en cualquier latitud del mundo.
Cabe la esperanza de que los anteriores escenarios no lleguen a concretarse y sean reemplazados por el ofrecimiento, que desde la precampaña e inclusive antes de que tome posesión, ha reiterado el futuro mandatario estadounidense: el regreso al multilateralismo, la destrucción las barreras comerciales con China, el retorno a los grandes compromisos universales como el cambio climático; al acuerdo de cielos abiertos, los tratados y los acuerdos militares con Rusia, etc,, dejados como una pesada, obsesionada y absurda herencia de Donald Trump. Es necesario dejar en claro que, en cuanto al futuro de las relaciones con China, es poco probable que Washington deje de presionar a Pekín por completo, ya que esto contradice los intereses geopolíticos y económicos estadounidenses.
Desde luego que no hay que perder de vista que, para Estados Unidos, la principal preocupación interna es la conflictividad social: por un lado por el desempleo pero, por otra parte, debido al crecimiento exponencial del racismo, la xenofobia, la pobreza y el deterioro de las condiciones de vida de una parte muy importante de su población, más lo que se acumule por los efectos de la pandemia.
Todo el panorama anteriormente expuesto, eventualmente puede favorecer a México tal vez con mayores posibilidades en el campo comercial a través del T-MEC pero, nuestro país debe tomar en cuenta que esta situación es temporal toda vez que, por principio, China ha recuperado toda su estructura económica y, por lo tanto, su poder de exportación y, en segundo lugar, nuestro país tendrá que ponderar y desarrollar planes específicos sobre los efectos que provocará el surgimiento de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés)[4].
Por otra parte, México tendrá también que enfrentar la sensible disminución de la Inversión Extranjera Directa (IED) y tomar en cuenta que la mayoría de analistas coinciden en señalar que no existen expectativas de que se recupere el próximo año ni en los dos siguientes.
Como conclusión final, estimo que México tiene la necesidad e inclusive obligación de estar muy atento del comportamiento interno que se está desarrollando en el vecino del norte ya que, eventualmente, tendría que hacer frente no sólo a una desestabilización política, económica y social sino, más importante aún, al surgimiento de un entorno negativo para el cual no está preparado.
Es de destacar la firme posición y el apego a los principios y al espíritu de los principios de la política exterior mexicanos por parte del actual gobierno. No obstante, debe de seguir actuando con firmeza ante cualquier intento estadounidense de menospreciar o de no acatar las leyes mexicanas; así como hacer uso de una especial diplomacia que permita expresar debidamente al “vecino y socio” el respeto absoluto de los acuerdos, convenios o tratados suscritos entre los dos países y, desde luego mantener una política exterior donde el Canciller y el Presidente de México no deben dudar en ejecutar, en tiempo y forma, su accionar bilateral y su posición internacional la cual, por cierto, actualmente es dubitativa e inclusive a destiempo.
En este mismo tema, sugiero que los responsables de la política exterior mexicana, se den cuenta que si bien el trato, el contacto directo y la búsqueda de la empatía con el mandatario de ese país es importante, creo que es tiempo que también se busque esa misma empatía con los presidentes de ambas cámaras de ese país, recordando al respecto que son la otra fuerza política que necesita México en su trato bilateral con los Estados Unidos.
Estamos en un momento preliminar de la transición de poderes a nivel mundial y, dentro de este contexto, México debe de aprovechar las ventajas de un mundo que, se prevé, regresará a un orden liberal multipolar pero, asimismo, un orden mundial preocupante que día a día se ve amenazado por pandemias, guerras, hambre y pobreza. Si ambos gobiernos lo ponderan debidamente, es la oportunidad para recuperar espacios de cooperación en los principales temas de la agenda bilateral. Mexicanos y estadounidenses no deben olvidar que los dos países son interdependientes pero, al mismo tiempo, sumamente vulnerables si cada uno continúa por su lado, particularmente en el tema de la seguridad nacional pero, por otra parte, México no puede perder de vista el radar geopolítico que se está forjando en los Estados Unidos de América.
Notas:
- Biden, Trump y el Estado profundo: las entrañas del monstruo”. Montes Mauricio. Periódico digital Sputnik Mundo del 28/dic/2020.
- “¿Se encamina EEUU a una guerra civil? Jalife-Rahme, Alfredo. Periódico digital Sputnik Mundo del 13/11/2020.
- ElonMusk abandona Silicon Valley: Guerra de Texas/Republicanos vs. California/Demócratas”. Jalife-Rahme, Alfredo. Periódico digital Sputnik Mundo del 11/12/2020.
- Países que forman la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Brunei, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam, más China, Corea del Sur, Japón, Australia y Nueva Zelanda. Esta nueva asociación, abarca un tercio de la población global y representa el 30% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, lo que seguramente hará perder la competitividad de otros esquemas comerciales como la Unión Europea, el T-MEC, así como el Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP) y la Alianza del Pacífico.
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