Nuestra relación con España
es como nuestra relación con
nosotros mismos. Una palabra
lo dice todo: pasión.
Carlos Fuentes.
En septiembre de 1936 la situación del gobierno de la República Española ya era políticamente delicada y frágil en el plano militar.
El levantamiento militar del 18 de julio de ese año ya se había extendido por el país. El golpe de estado perpetrado por la alta oficialidad del ejército se consolidó y atrajo a los principales generales, todos ellos con mando directo en las fuerzas armadas y todos ellos de filiación monárquica, conservadora, clerical y anticomunista.
De ese grupo de generales facciosos sobresalían: José Sanjurjo, Emilio Mola, Gonzalo Queipo de Llano, José Yagüe, Manuel Goded y Francisco Franco. El jefe de la revuelta en sus inicios fue el general Sanjurjo que murió en un extraño accidente de aviación. Francisco Franco, que no fue el líder original y uno de los últimos comandantes en sumarse al pronunciamiento, asumió el mando de la rebelión a finales del mes de septiembre de 1936.
Dos meses después del levantamiento contra el orden legal constituido, las fuerzas rebeldes ocupaban una porción del territorio que equivalía a una tercera parte del país que se extendía de Málaga y Sevilla en el sur; a Asturias y Santander en el norte; y de Salamanca en el occidente a Huesca en el oriente. La capital, Madrid, era asediada desde Segovia, Ávila y Soria. Para esas fechas la república ya había perdido importantes centros urbanos como: Sevilla, Irún, Talavera, Córdoba, San Sebastián y, como se señaló, los franquistas avanzaban hacia Bilbao y Madrid.
El golpe de estado se había convertido en una autentica y abierta guerra civil. Por esos días el conflicto se había definido en términos de una guerra popular por parte del gobierno republicano, apoyado por sindicatos, agrupaciones campesinas, partidos políticos de izquierda, centro- izquierda y republicanos. Por otra parte, los militares golpistas habían confirmado su vocación conservadora y monárquica y se habían definido como un movimiento de corte fascista, identificándose desde un principio con la Alemania nazi y la Italia fascista.
En este ambiente de enfrentamiento militar y de subversión, Francisco Largo Caballero asumió la jefatura de gobierno en septiembre de 1936. Al mismo tiempo en el bando republicano se produjo una crisis entre las organizaciones políticas (existía un gobierno de coalición) por la definición del curso de la guerra y por el proyecto de los sectores radicales de iniciar una revolución, aprovechando el surgimiento del conflicto.
Largo Caballero era un dirigente histórico del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y de la Unión General de Trabajadores (UGT). A partir del gobierno de este personaje las dirigencias del Partido Comunista y algunos líderes anarquistas aceptaron participar en la administración para reforzar a la coalición gubernamental conocida como Frente Popular.
Con este tipo de acuerdos políticos y ante el hecho de que la república enfrentaba una guerra civil contra el fascismo el gobierno inició un acercamiento con la Unión Soviética, que habría de redituar en el plano diplomático, en el suministro de equipos y armamentos y en la asesoría militar. Se debe recordar que la política internacional de José Stalin impulsaba, por medio de la Internacional Comunista o COMITERN, la creación de frentes populares como recurso para participar en los sistemas políticos de “democracia burguesa” y para contener al fascismo.
En estas circunstancias el gobierno de Largo Caballero evaluó los siguientes hechos: los avances que registraban las fuerzas rebeldes de Franco, la inminente posibilidad de que se estableciera un cerco en torno a Madrid, la necesidad de que el gobierno republicano se trasladara a otra ciudad, Valencia o Barcelona de preferencia, la importancia de asegurar suministros para la población y materiales de guerra para el ejército republicano y, ante todo, poner a salvo los recursos, valores y patrimonio de la república.
Un artículo del historiador español Santos Juliá, profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED, publicado en la revista Historia, serie “La Guerra Civil”, número 7 de 1986, expone que el 15 de octubre de 1936 Largo Caballero se reunió con el embajador de la URSS en España para consultarle sobre la posibilidad de que ese país pudiera custodiar una parte de las reservas de oro del Banco de España.
De acuerdo con Santos Juliá el gobierno soviético aceptó la propuesta y se trasladaron a Odesa desde el puerto de Cartagena 7,780 cajas con lingotes de oro en cuatro buques rusos. Según este autor con ese hecho se consolidó la dependencia de la república española con respecto a la Unión Soviética. Otros depósitos de oro se hicieron en Turquía, Checoslovaquia y Hungría.
El citado historiador destacó, asimismo, el hecho de que el envío de las reservas de oro a la Unión Soviética coincidió, en días, con la movilización del gobierno de Madrid a Valencia, con el arribo de los primeros tanques rusos a España y con la llegada de los primeros contingentes de las brigadas internacionales.
Otro objetivo fue el de asegurar recursos financieros para la eventualidad de tener que organizar acciones de resistencia en caso de una victoria fascista (guerrillas, ofensivas, sublevaciones o inestabilidad política, social y sindical).
El despacho de las reservas de oro a la URSS fue el punto de inicio para que el gobierno republicano desplegara una serie de operaciones para trasladar y depositar valores en Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá y México, con el fin de financiar la adquisición de materiales de guerra (aviones, artillería, fusiles y municiones principalmente) y para contar con fondos que aseguraran el funcionamiento de un eventual gobierno republicano en el exilio.
El presidente de gobierno Largo Caballero relató en su libro “Mis Recuerdos. Cartas a un Amigo” (Ediciones Unidas, México, 1967), que con el dinero que estaba depositado en la embajada de España en Washington se compraban aviones en Canadá y se transferían recursos a México para financiar a la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) para apoyar a los refugiados en ese país.
El punto de vista mejor documentado sobre el traslado del oro del Banco de España a la Unión Soviética es, sin lugar a dudas, el del autor Amaro del Rosal, dirigente sindical de los empleados bancarios durante el gobierno republicano, director general del organismo financiero Caja de Reparaciones, uno de los responsables en preparar el envío de valores al extranjero, refugiado en México y funcionario público en nuestro país.
En su libro “El Oro del Banco de España y la Historia del Vita “(Editorial Grijalbo, S.A., México, 1976), Amaro del Rosal expone que por acuerdo del Presidente de Gobierno Largo Caballero, del Ministro de Hacienda, Juan Negrín y del director del Tesoro, Francisco Méndez Aspe, se preparó el envío de las reservas de oro a la URSS. Según del Rosal los trabajos de empaque duraron varias semanas, se realizaron en el mayor sigilo y se integró un conjunto de 7,800 cajas, con un peso de 75 kilos cada una, conteniendo barras y lingotes de oro y plata amonedada.
Prosiguiendo con del Rosal, el cargamento se envío al puerto de Cartagena, se embarcó en los buques rusos Neva (2,697 cajas), Kim (2,100cajas), Volgores (983 cajas) y Jruso (2,020cajas), zarparon con rumbo al puerto ruso de Odesa y de ahí las cajas fueron transportadas por tren a Moscú en donde el 5 de febrero de 1937 el oro quedó depositado en el Banco Central del Estado Soviético. Todo lo anterior quedó reportado – según del Rosal – en un informe que presentó el enviado diplomático y agente soviético Alexander Orlow.
Con el interés de ampliar la información sobre el contexto de esta guerra civil el autor del presente trabajo estima oportuno dejar registrado que la promulgación de la Segunda República Española, ocurrida el 14 de abril de 1931, fue consecuencia inmediata de las elecciones municipales celebradas días antes, en las que triunfaron los partidos políticos opuestos a la monarquía y al régimen dictatorial del general Miguel Primo de Rivera, lo que determinó la caída de ese sistema político y la salida al exilio del rey Alfonso XIII.
En opinión del historiador Bernardo Gil Mugarza, autor de la monumental obra “España en Llamas 1936“ (Ediciones Acervo, Barcelona, 1970), en España se impusieron las poblaciones de los centros urbanos que exigían una transición a la revolución industrial, dejar atrás al país medieval, e introducir una reforma agraria en el campo. (La Primera República se proclamó en 1873 y en 1874 cayó el gobierno y se restauró la monarquía).
El advenimiento de una forma de gobierno republicano en España facilitó e impulsó una nueva etapa en el marco de las relaciones diplomáticas mexicano-españolas.
Si bien los contactos entre México y España se mantenían y seguían un curso normal, los vínculos no eran cercanos. Por la parte mexicana parecía perdurar la desconfianza propia de un modelo político surgido de un proceso revolucionario hacia una monarquía conservadora y tradicionalista que había sido por añadidura la metrópoli colonial. En nuestro país se seguía tomando en cuenta que la corona española se había mantenido cercana a la dictadura de Porfirio Diaz, que España había sido uno de los primeros países en reconocer al régimen golpista de Victoriano Huerta, que tardó en dar su reconocimiento al gobierno constitucional de Venustiano Carranza y que en el por entonces reciente conflicto cristero, la iglesia católica difundía ideas propias de la vieja doctrina que resaltaba la hispanidad, las tradiciones católicas y la llamada cruzada contra ateos y masones.
Para 1931 los gobiernos republicanos de México y España encontraron numerosas coincidencias. Entre ellas: el desarrollo de un sistema de justicia social, impulso a la reforma agraria, industrialización y modernización de las actividades económicas, sindicalización de los trabajadores, educación laica y gratuita, salud universal y el estado laico. Se debe tomar en cuenta otro factor contribuyente a estas coincidencias, la personalidad de los dirigentes políticos mexicanos (antiguos militares revolucionarios) y la de los políticos republicanos españoles (líderes sindicales, políticos opositores a la monarquía e intelectuales), que se expresaba en su filiación a grupos masones.
Como una muestra adicional de coincidencias y acercamientos el gobierno de México decidió, ese año, elevar la categoría de su representación diplomática en Madrid de legación a embajada.
En julio de 1936, cuando ocurre el golpe de estado y se inicia la guerra civil, las relaciones entre la España republicana y el México revolucionario con el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas se habían estrechado aún más. Las coincidencias se habían acrecentado y se apreciaba un ambiente de afecto y solidaridad hacia el modelo republicano español y, más aún, porque se trataba de un gobierno surgido de un frente popular integrado por una coalición de socialistas, republicanos, regionalistas vascos y catalanes y hasta comunistas, que había triunfado en las elecciones de febrero de 1936 y que confirmaba la orientación popular y progresista del nuevo gobierno, imponiéndose claramente a las corrientes conservadoras y derechistas por poco más de medio millón de votos.
El gobierno de Cárdenas tenía un interés adicional en el seguimiento puntual de la actualidad española. Su administración, al igual que el gobierno republicano español, era acosada por movimientos derechistas y conservadores que se oponían a cambios profundos en las respectivas estructuras nacionales y seguían proponiendo un orden de cosas similar al que imperaba en las dictaduras de Diaz y Huerta en el caso de nuestro país y en la rancia monarquía en el caso español. Se puede aseverar que el presidente Cárdenas miraba la situación española como un laboratorio político y social para tratar de evitar, en la medida de lo posible, la repetición de los mismos errores en los tratos con la reacción.
Desde julio de 1936 la posición de la política exterior de México con respecto a España fue de completo apoyo y solidaridad con el régimen republicano. El respaldo se manifestó, obviamente, a nivel bilateral, y también se presentó en la Sociedad de las Naciones condenando el golpe militarista y la injerencia de potencias extranjeras en el conflicto interno, como Alemania e Italia.
El llamado Comité de No Intervención integrado por Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos también recibió críticas por parte de México al considerar que esas potencias aplicaban políticas de no intervención para la España republicana, pero no impedían la abierta intromisión alemana e italiana con el envío de materiales de guerra, financiamientos y reconocimientos diplomáticos a una de las partes en conflicto, las fuerzas rebeldes de Franco.
El desarrollo del conflicto, los avances de los ejércitos rebeldes y la vulnerabilidad de la república determinó al gobierno del presidente Lázaro Cárdenas a modificar, en parte, la política de neutralidad de México y a aumentar y diversificar los apoyos diplomáticos y materiales que ya se daban al gobierno legítimo de España.
A partir de 1937 se empezaron a ventilar noticias que insinuaban que el general Cárdenas había autorizado el envío de armamento a España y que se había autorizado a la embajada española a realizar operaciones de compra de equipos y armas en México para su ulterior remisión a España.
El autor Fernando Benítez hace alusión a esas noticias en su libro “Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana III. El Cardenismo” (Fondo de Cultura Económica, México, 1978), refiriendo que el 19 de enero de 1937 el general Cárdenas declaró: “el gobierno de México continuará proporcionando armas y municiones de fabricación nacional. México no variará la línea de conducta que adoptó desde que el gobierno español presidido por don Manuel Azaña ha solicitado material de guerra para su defensa”.
En la prensa nacional de esas fechas se publicaron algunos reportajes que se referían de manera un tanto sensacionalista a las operaciones que realizaba el embajador de España en México, Félix Gordón Ordás, para adquirir aviones en Canadá (desarmados), vehículos, piezas de artillería y municiones para enviarlos a España desde Veracruz.
Las armas y municiones que citó Fernando Benítez, cuyo envío a España fue reconocido por el presidente Cárdenas, consistieron en 20,000 fusiles del tipo máuser y 20 millones de cartuchos de 7 milímetros, según lo expone el historiador de la UNAM Héctor Perea en su libro “Jugarse el Cuero Bajo el Brío del Sol” (UNAM, México, 2008). Para el historiador inglés Hugue Thomas ese armamento fue comisionado al cuartel de Albacete para equipar a los combatientes de las brigadas internacionales. Un dato adicional que vale la pena dejar anotado es que durante 1937 la Embajada de México en Francia compró varios aviones bombarderos de fabricación francesa del tipo Potez 54 para enviarlos a España. Estos aparatos formaron parte de la “Escuadrilla España”, comandada por el escritor francés André Malraux e integrada por 130 voluntarios franceses entre pilotos, artilleros y mecánicos. Las acciones de este escuadrón quedaron registradas en la novela “La Esperanza“ (“L´Espoir“) del propio Malraux y en la película Sierra de Teruel.
Otra expresión de solidaridad de México hacia la España republicana fue la presencia de combatientes mexicanos en el ejército republicano, principalmente en las brigadas internacionales.
La salida de voluntarios mexicanos a España no fue una acción organizada y auspiciada por el gobierno de Cárdenas. No tuvo un carácter oficial. Se puede aseverar que las autoridades mexicanas asumieron una actitud de tolerancia hacia los deseos manifiestos de los voluntarios para trasladarse a España y enlistarse en las fuerzas republicanas.
En opinión de los profesores Héctor Perea y Mario Ojeda Revah (El Colegio de México y el CIDE), el número de voluntarios mexicanos osciló entre los 360 y 400 efectivos, de los cuales solamente 60 regresaron al país.
Algunos autores han dado cuenta de la presencia y desempeño de esos combatientes. Entre ellos se puede hacer referencia a los testimonios del muralista David Alfaro Siqueiros (“Me Llamaban el Coronelazo “), del general Roberto Vega González (“Cadetes Mexicanos en la Guerra de España”), del periodista Néstor Sánchez (“Un Mexicano en la Guerra de España “), del aviador Francisco Tarazona (“Yo fui Piloto de Caza Rojo” y “Sangre en el Cielo”), del escritor Juan Miguel de la Mora (“Cota 666. 65 Aniversario de la Batalla del Ebro “) y de las enfermeras Carlota O´Neill y Mary Binham de Urquidi.
Pero sin lugar a dudas la máxima expresión de solidaridad de México con la república española fue la decisión del presidente Cárdenas de acoger a ex – combatientes, refugiados e inmigrantes españoles a causa de la guerra.
Hacia finales de 1938 y principios de 1939 los frentes se derrumbaban ante las ofensivas de los fascistas. Para esa época la república solo contaba con 10 provincias y Madrid. Las fronteras con Portugal y Francia habían caído y sólo quedaba una estrecha franja en Gerona para facilitar la salida de refugiados hacia Francia cruzando los Pirineos.
Para autores como Gil Mugarza en febrero de 1939 ya habían cruzado la frontera 240,000 personas entre hombres, mujeres, niños y heridos, para Benítez la cifra llegaba a medio millón.
En su libro antes citado Fernando Benítez expuso que el presidente Cárdenas acordó recibir a grupos de refugiados españoles a pesar de la oposición de la prensa conservadora, la burguesía y las clases medias que cuestionaban la decisión política en términos de que cómo México iba a recibir a esa “chusma”, a esos “pistoleros, comunistas, anarquistas y atracadores “, si “hasta la misma URSS los rechaza”.
Algunas de esas críticas provenían de hispanistas mexicanos como Alfonso Junco y Jesús Guisa y Azevedo que promovían la defensa del movimiento fascista de Franco, haciendo alusión a la hispanidad y la cruzada en contra del comunismo y la masonería o las del escritor José Vasconcelos que para entonces ya se mostraba como un autentico apologista del fascismo español.
Los fundadores del partido Acción Nacional (PAN), Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna, también plantearon una defensa del régimen falangista de Franco al proponer una “hermandad hispanista” con la España fascista, afirmando que ese vínculo tendría que ser imperial, católico y hablado en castellano. Lo anterior fue expuesto por el articulista y periodista Fabrizio Mejía Madrid, lo que refuerza la opinión de otros comentaristas, compartida por el autor del presente trabajo, de que el PAN surgió como una opción política de carácter reaccionario contra las políticas del gobierno cardenista y que sustentó buena parte de sus propuestas en la doctrina falangista-fascista de Franco y en las añejas corrientes de opinión promotoras de la hispanidad, la religión, la raza (racismo contra el indigenismo ), la civilización occidental y otras ideas de extrema derecha.
En el informe presidencial del 1º de septiembre de 1939 el general Cárdenas respondió a esas diatribas con una declaración que Benítez destacó en su libro: “ante el cumplimiento de deberes universales de hospitalidad y frente a las desgracias colectivas de España, se abrieron las puertas de México a los elementos republicanos que no pueden estar en su país sin peligro de sus vidas y por considerar, además, que se trata de una aportación de fuerza humana y de raza afín a la nuestra en espíritu y sangre. Demos la bienvenida a los refugiados españoles, porque la aportación de esas energías humanas viene a contribuir con su capacidad y esfuerzo al desarrollo y progreso de la nación”.
En opinión de Benítez nuestro país recibió cerca de 20,000 refugiados republicanos españoles. Otros autores calculan esa cantidad entre 22,000 y 25,0000. En esta parte del presente trabajo es importante dejar anotado el simbolismo de los viajes que realizaron a Veracruz, a partir de junio de 1937, los buques Sinaia y Mexique transportando refugiados a México. En este último buque llegó el contingente de 400 niños que después sería conocido como los Niños de Morelia.
El 28 de marzo de 1939 Madrid empezó a ser ocupada por las fuerzas de Franco. El 1º de abril siguiente el futuro dictador entró a la capital y anunció el fin de la guerra.
Para ese entonces el gobierno republicano se encontraba en el exilio, en Paris. Un mes antes don Manuel Azaña había renunciado a la presidencia de la república. En consecuencia, la república estaba encabezada por el último jefe de gobierno, Juan Negrín.
Las prioridades para el gobierno en el exilio eran varias: mantener y difundir la legitimidad de la república a nivel internacional, buscar alianzas con países democráticos que pudieran servir para una eventual recuperación del poder, propiciar condiciones políticas para que, ante la inminencia de la guerra mundial, deponer la dictadura fascista impuesta por Franco, administrar los recursos financieros y materiales de la república depositados en otros países y velar por la seguridad y bienestar de los expatriados españoles.
La consecución de esos objetivos no era tarea fácil. La caída del régimen republicano fue propiciada no solamente por la derrota militar, sino también por las profundas diferencias políticas irreconciliables entre partidos, sindicatos y dirigencias.
Para citar un solo ejemplo de esa situación se puede exponer que la última sesión de las Cortes o parlamento español se celebró el 1º de febrero de 1939, todavía en territorio español, y los 67 diputados participantes ratificaron la administración de Negrín ( antiguo ministro de hacienda, de defensa, entre otros cargos ) lo que dio lugar al rechazo por parte de la facción de Indalecio Prieto ( otro ex – jefe de gobierno y ministro en varias carteras ); mientras esto ocurría el Comité de Defensa de Madrid, encabezado por el coronel Segismundo Casado, dio un golpe de estado, desconoció al gobierno de Negrín por abandonar el país y preparó la rendición ante Franco.
Para empezar a atender el urgente asunto del cuidado de los refugiados, el gobierno en el exilio estableció, en el período marzo – abril de 1939, el Servicio de Evacuación de los Refugiados Españoles (SERE).
El presidente Negrín y el presidente del SERE, Pablo Azcárate (diplomático e internacionalista español), iniciaron contactos y negociaciones con el embajador de México en Francia, Narciso Bassols y los funcionarios de la representación Federico Gamboa y Gilberto Bosques, acordándose el traslado de 40,000 refugiados. Por esta razón distintos autores que se han ocupado del exilio español a nuestro país consideran que el SERE se creó con el patrocinio de México.
Para financiar el funcionamiento del SERE Negrín acordó hacer uso de algunos valores y bienes depositados en Paris y Londres. Esta medida fue avalada por las Cortes también en el exilio. El jefe del gobierno en el exilio consideraba la importancia de que los refugiados españoles no se convirtieran en una carga para el erario de México, que no se propiciaran situaciones de pobreza y desempleo, sino que, al contrario, esos recursos se convirtieran en verdaderas inversiones para crear industrias, centros agrícolas y negocios que ocuparan a los refugiados y contribuyeran a generar riqueza y desarrollo en México.
De esta forma, una de las primeras acciones patrocinadas por el SERE fue el fletamento de barcos para llevar refugiados a México. Amaro del Rosal enlista esas evacuaciones de la siguiente manera:
Mayo de 1939, el Sinaia transportó 1,600 personas,
Julio de 1939, el Ipanema transportó 1,000 personas,
Julio de 1939, el Mexique transportó 2,067 personas,
Junio de 1940, el Cuba transportó 630 personas.
El referido autor incluyó en su relación a los cerca de 3,000 refugiados que fueron llevados a la República Dominicana en 6 viajes realizados entre noviembre de 1939 y mayo de 1940.
Amaro del Rosal destacó el caso del buque Champlain que fue torpedeado en julio de 1939 cuando transportaba 1,000 refugiados a Veracruz, salvándose todos ellos incluyendo al mencionado autor.
Para conformar el fondo de inversión en México el SERE recurrió a unos lotes de lingotes de oro, joyas, colecciones numismáticas, obras de arte y relojes antiguos suministrados por la Caja de Reparaciones, dependencia del ministerio de Hacienda.
La cuestión del transporte de esos valores a México la resolvió el SERE utilizando un viejo yate de nombre Giralda que había sido la embarcación de esparcimiento del rey Alfonso XIII y que en una operación simulada fue adquirido por un empresario de origen filipino y nacionalidad norteamericana de nombre Marino Gamboa. El nuevo nombre del yate sería Vita. Más adelante el Vita apareció atracado en el puerto del Havre, Francia, sin registros legales por la nueva operación de compra y al servicio del SERE.
Amaro del Rosal refirió que a finales de marzo de 1939 llegó al Havre, procedente de Paris, un cargamento consistente en 110 cajas conteniendo los valores reunidos por el SERE. Fernando Benítez agregó a esos bienes las joyas de la Capilla Real, el famoso “Clavo de Cristo”, la Virgen de la Requena, una edición antigua del Quijote empastada en corcho y lotes de joyas decomisadas a la aristocracia española. El autor Bernardo Gil Mugarza llegó a exponer, con exageración sin duda alguna, que el cargamento incluía las joyas de la reina Juana de Castilla.
Los bienes y valores se embarcaron en el yate y desde entonces fueron conocidos como el tesoro del Vita. Según del Rosal el Vita habría zarpado del Havre con rumbo a Veracruz a finales de marzo de 1939 en el mayor sigilo como es comprensible. El yate iba al mando del capitán José María Ordorica. El responsable de la carga y portador del inventario fue José María Sabater, funcionario del ministerio de Hacienda. Como encargado de la vigilancia y seguridad viajaron una persona de apellidos Méndez Aspe y Enrique Puente, teniente coronel del ejército republicano.
En esta parte es de interés señalar que una fracción del tesoro estaba destinada a su comercialización para financiar las acciones del SERE. La otra parte, la de carácter artístico e histórico, iba en calidad de resguardo para su ulterior devolución al patrimonio español cuando las condiciones lo permitieran.
Al tiempo que daba inicio la travesía del Vita hacia Veracruz llegó al país el ex -jefe de gobierno, ex ministro y líder de una facción del PSOE Indalecio Prieto. Por las circunstancias imperantes en Europa y España, Prieto decidió permanecer en México arropado por otros políticos españoles exiliados como José Giral, Augusto Barcia, Félix Gordón Ordás y Sebastián Pozas.
La habilidad y astucia política de Prieto le facilitaron acercamientos con el presidente Lázaro Cárdenas, con el secretario de la Defensa Nacional, Manuel Ávila Camacho, con el secretario de Gobernación, Ignacio García Téllez y otros miembros del gabinete. Prieto se ostentaba como el legítimo representante del gobierno republicano en el exilio, aduciendo que la Comisión Permanente de las Cortes, reunida en Paris el 26 de julio de 1939, había desconocido al gobierno de su rival político, Juan Negrín, y él en su carácter de diputado tenía esa representación.
De esta manera, el arribo del Vita a Veracruz dio inicio a un episodio que hasta la fecha no ha sido debidamente aclarado. Un par de semanas después de su zarpe del Havre, el Vita llegó a Veracruz (según del Rosal en los últimos días de marzo de 1939). De acuerdo con los planes del SERE estaba previsto que la recepción de la embarcación y de los valores que transportaba estuviera a cargo de José Puche y Joaquín Lozano, representantes del Comité Técnico de Ayuda a Refugiados Españoles.
Debido a que esos funcionarios no se encontraban en los muelles de Veracruz cuando hizo su arribo el yate, el capitán Ordorica decidió, de manera extraña e inopinada, proseguir la travesía hacia Tampico, zarpando durante la noche del 29 de marzo, siguiendo ruta de cabotaje y navegando con bandera de los Estados Unidos.
Cuando la Presidencia de la República fue informada de esa circunstancia el general Cárdenas instruyó al jefe del Estado Mayor Presidencial, general José Manuel Núñez, para que se trasladara a Tampico y organizara el traslado del cargamento a la ciudad de México. El Vita atracó en Tampico el 30 de marzo de 1939. Las maniobras de descarga, custodiadas por efectivos del ejército, se realizaron, sin ningún trámite aduanal, el día 31 y el mismo día se movilizó a la ciudad de México por ferrocarril.
Otro episodio extraño ocurrió a la llegada del cargamento a la capital, el 2 de abril, cuando se dispuso su depósito en el domicilio particular del funcionario diplomático español José María Arguelles, en el barrio de San Ángel. Se ignora quién giró las instrucciones para tal efecto. Tampoco se sabe quién recibió el inventario y quien firmó oficialmente el recibo correspondiente.
Amaro del Rosal consigna en su libro que cuando José Puche y Joaquín Lozano se presentaron en el domicilio del diplomático Arguelles pudieron constatar que las cajas y maletas que contenían los bienes y valores estaban apiladas en el sótano de la casa, sin ningún orden, con cajas abiertas y visiblemente saqueadas. Arguelles no presentó ningún recibo oficial y por ello los enviados del SERE se negaron a recibir el cargamento y a certificar su contenido.
Como se ha expuesto líneas atrás la fecha del arribo del Vita a México coincidió con la estancia en el país de Indalecio Prieto. Éste había llegado procedente de Chile a donde acudió como enviado del gobierno republicano de España a la toma de posesión del presidente de ese país Aguirre Cerda.
En esas confusas circunstancias Prieto y sus allegados se asumieron como legítimos representantes de la república española y maniobraron para hacerse cargo del tesoro del Vita, sin que ninguna autoridad mexicana se los impidiera y sin que interviniera en el asunto.
Los argumentos a que recurrió Prieto para respaldar sus acciones fueron desde la supuesta legitimidad que él asumía, a la anuencia de una autoridad “del más alto nivel”, a la importancia y oportunidad de su intervención para evitar que el cargamento pudiera ser clasificado como contrabando (como ya se advirtió la carga llegó sin conocimiento de embarque, sin facturas y no se realizo ninguna gestión aduanal para su legal ingreso al país) y que él ya tenía planes y proyectos para invertir los bienes en México.
La autoridad “del más alto nivel“ a la que Prieto aludió en repetidas ocasiones nunca fue identificada. Algunos autores han llegado a considerar que pudo haberse tratado del presidente Cárdenas o del general Ávila Camacho (futuro presidente de México) o hasta del secretario de Gobernación García Téllez.
En una intentona para conseguir respaldo institucional a sus planes, Prieto manipuló, desde la ciudad de México, a los diputados españoles que aún mantenían en Paris a las agonizantes cortes para que aprobaran la creación de un nuevo organismo que se ocupara de la instalación de los refugiados en México. De esta manera, a finales de julio de 1939, se aprobó la constitución de la Junta de Ayuda a los Refugiados Españoles (JARE), designando a Prieto presidente de la delegación en México.
En consecuencia, se pudo advertir que nuestro país no era solamente el espacio de enfrentamiento entre el dirigente del gobierno español en el exilio, Juan Negrín, y el ex jefe de gobierno Indalecio Prieto, sino que también era el sitio en donde colisionaban los proyectos de socialistas, republicanos, comunistas y moderados por lo que tocaba a la restauración del sistema republicano español teniendo a la vista la proximidad de la guerra mundial. A esta delicada crisis política habría que agregar la pugna entre las agencias SERE de Negrín y JARE de Prieto en México.
La importancia de asegurar el patrimonio transportado en el Vita y la situación provocada por la creación de dos dependencias para atender a los refugiados, con lo que ello implicaba para el gobierno de México como anfitrión de esas agencias, determinó que el jefe de gobierno Juan Negrín y el ministro de Hacienda, Francisco Méndez Aspe, viajaran a México a finales de mayo de 1939, con el objetivo de reunirse con el presidente Cárdenas y exponerle la situación, buscando su apoyo y, según lo expone Amaro del Rosal, “ encontrar una solución amistosa al conflicto creado por Prieto”.
Sobre este punto cabe dejar anotado que no se dieron a conocer detalles sobre la entrevista de Cárdenas y Negrín. Asimismo, el gobierno de México no dio a conocer ningún posicionamiento con respecto al diferendo entre el SERE y la JARE y Prieto se negó a reunirse con Negrín.
El autor Fernando Benítez afirma en su libro antes citado, que el entonces secretario de Gobernación, Ignacio García Téllez, le confió en una entrevista que el presidente Cárdenas le había dado instrucciones para entregar el tesoro del Vita a Indalecio Prieto, agregando lo siguiente : el cargamento había llegado a México sin previo aviso; el buque no contaba con manifiesto de carga, ni inventario, ni facturas; que él ( García Téllez ) había hablado con Prieto sobre estas dificultades y que el político español le había propuesto “llegar a un entendimiento”, sugerencia que fue rechazada por el titular de Gobernación, además de que se negó a entregar el tesoro a Prieto y dispuso la vigilancia del cargamento.
Prosiguiendo con el relato de Benítez éste agregó que Prieto presentó su queja al presidente Cárdenas con el alegato de que García Téllez estaba desconociendo la legitimidad de la representación española y se ofendía a la república.
La inconformidad de Prieto dio lugar a que el general Cárdenas reiterara sus instrucciones al secretario de Gobernación, quien presentó su renuncia al presidente, dimisión que no fue aceptada. Al final del episodio el presidente Cárdenas le notificó a García Téllez que había tomado la decisión de designar al general José Manuel Núñez como mediador en la entrega del cargamento.
Es importante agregar que en oportunidad de la visita de Juan Negrín a México se organizó una reunión de trabajo en la secretaría de Gobernación, en donde Negrín insistió en que Prieto preparara un plan de inversiones para su ulterior aprobación, pero en esa ocasión se anunció una instrucción del presidente Cárdenas en términos de “mexicanos, manos fuera del Vita “, dejando la responsabilidad a los representantes españoles.
A partir del inicio de la administración de Manuel Ávila Camacho el tema del tesoro del Vita fue desapareciendo paulatinamente de la agenda política y del quehacer internacional del país. Una excepción fue el acuerdo presidencial del 2 de enero de 1941 con el que se delinearon las políticas que debían regir en favor de los refugiados españoles bajo la supervisión del gobierno de México.
En 1945 el Poder Ejecutivo Federal expidió un decreto disponiendo que los fondos restantes que había administrado la JARE y más tarde la Comisión Administradora del Fondo de Auxilio a los Republicanos Españoles se depositaran en una cuenta en la Nacional Financiera, para finalizar el proceso administrativo de los recursos pecuniarios que la JARE había tenido en México.
Del proyecto de inversiones aludido por Indalecio Prieto no se tuvo noticias. La JARE no dio a conocer programa de trabajo, estados contables, proyecciones financieras o consecución de objetivos. De manera un tanto irónica Amaro del Rosal incluyó en su libro un reporte de gastos de la oficina de la JARE en Veracruz que detallaba erogaciones por concepto de pasajes de camión por 445 pesos, donativos a sindicatos por 10 pesos o gastos especiales por 1,000 pesos.
Por lo que compete a Indalecio Prieto éste decidió establecerse en México en donde murió el 12 de febrero de 1962, sin aclarar especifica y detalladamente lo que se hizo con el tesoro del Vita. Se dedicó al periodismo escribiendo en la revista Siempre, publicando eventualmente algunos textos de su correspondencia particular en donde, entre otros temas, justificaba su comportamiento durante la guerra civil y el exilio.
Se puede apreciar que desde los años cuarenta del siglo pasado se inició en el país una serie de rumores, versiones, opiniones y hasta leyendas sobre el paradero final del tesoro que insinuaban malos manejos, actos de corrupción, sustracción de bienes y el destino final de los recursos en inversiones alejadas de los objetivos originales.
Fernando Benítez registró en su libro un comentario del secretario de Gobernación García Téllez en el sentido de que un personaje extraño se acercó a su esposa para ofrecerle un lote de valiosas joyas procedentes de la carga del Vita. Benítez también recogió otra declaración de García Téllez en términos de que parte de los recursos transportados en el yate fueron utilizados para fundar el “Banco Sacristán”, refiriéndose, con toda seguridad, al establecimiento de la Sociedad Mexicana de Crédito Industrial que más adelante se convirtió en Banco SOMEX, con Antonio Sacristán Colás en la presidencia de ambas instituciones. Sacristán Colás fue un inmigrante español ligado al gobierno republicano. Fue presidente del CIDE y profesor de las facultades de Derecho y Economía de la UNAM.
Otro caso del que se ocupó la imaginación popular fue el del general José Manuel Núñez, antiguo jefe de la policía del entonces Distrito Federal, jefe de ayudantes y jefe del Estado Mayor Presidencial del presidente Cárdenas, a quien se le atribuyeron sustracciones de bienes del Vita con los que adquirió el equipo de fútbol Atlante y financió su desarrollo deportivo.
Amaro del Rosal expone en su libro que algunos documentos de la JARE detallaron inversiones en varias empresas como: Fiduciaria Hispano-Mexicana, S.A.; Construcciones La Naval, S.A. de C.V.; El Crisol, S. de R.L.; La Nueva Ideal, S.A.; y el rancho Nirvana en Veracruz (antigua hacienda Manga de Clavo del dictador Antonio López de Santa Anna).
Según del Rosal tales inversiones sólo existían como fachada, ya que no se trataba de industrias o negocios en funcionamiento. El autor puso como ejemplo a El Crisol, S. A., registrado como una fábrica de vidrio cuando en realidad se trataba de un taller para fabricar garrafones en Texcoco.
La inversión más conocida y evidente de la Fiduciaria Hispano- Mexicana, S.A. fue la realizada para establecer el Colegio Madrid en la ciudad de México.
El autor del presente trabajo tuvo la oportunidad de conversar con dos viejos republicanos españoles radicados en el país desde los años cuarenta. Esos personajes repetían frecuentemente una especie que circulaba en el Centro Republicano Español de la Ciudad de México, en el sentido de que buena parte del tesoro del Vita había sido utilizada por algunos altos dirigentes del exilio español para crear la empresa fabricante de estufas Acros y para refaccionar financieramente a la Cervecería Modelo de Toluca.
El escritor Amaro del Rosal, del que nos hemos ocupado con frecuencia, refirió en su libro que los lingotes de oro y las colecciones numismáticas que transportó el Vita fueron fundidas en las instalaciones del Banco de México para comercializar el oro en el mercado de metales preciosos de los Estados Unidos. De los lotes de joyas, títulos financieros, bonos, acciones y obras de arte no se volvió a saber nada.
El saldo histórico sobre el destino de los valores del Vita recae, según del Rosal, en la JARE sin ninguna responsabilidad para el gobierno de México. Para 1945 se podía apreciar que, como ya se ha expuesto, el tema del tesoro del Vita había desaparecido casi por completo de los comentarios políticos, de la prensa nacional y hasta de la imaginación popular.
Tras muchos meses de no abordar el asunto, de ignorarlo por completo, parecía que la maniobra instrumentada por autoridades, dirigentes republicanos y otras personalidades había alcanzado su objetivo. El tema del Vita parecía olvidado. No hubo indagatorias para dar certeza al dicho de Indalecio Prieto en términos de que una autoridad “del más alto nivel” había dispuesto que él administrara los bienes.
En 1945 al constituirse el Gobierno Republicano Español en el Exilio en la ciudad de México, el presidente Ávila Camacho acordó hacer entrega a la representación española de los bienes que se habían incautado con anterioridad a la JARE. No se dio a conocer el saldo y la cuantía de esa entrega. En ese mismo año el presidente de México decidió establecer relaciones diplomáticas con el gobierno republicano en el exilio.
Con la sucesión de estos episodios en torno al llamado tesoro del Vita el debate llegó a su fin, al menos en el plano de la política nacional, pero se iniciaba otro en el ámbito de la política exterior de México.
Como afirmó el escritor Amaro del Rosal: “el tesoro del Vita se perdió en las páginas de la historia entre México y la República Española”.
Al final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, los vínculos entre México y España en el plano oficial eran nulos. Los dos países se mantenían en una situación de ignorarse mutuamente. En la España franquista se seguía teniendo presente que el último embajador de México en aquel país, Adalberto Tejeda, había salido de territorio español entre el 8 y el 10 de marzo de 1939; que para las fechas en que entraron las tropas de Franco a Madrid, a principios de abril de 1939, sólo cuatro países no tenían embajada en España: México, la Unión Soviética, Brasil y Chile; o que el embajador de México en Francia, Luis I. Rodríguez y el cónsul en ese país, Gilberto Bosques, habían rentado el hotel du Midi en Mountaban, en donde murió el último presidente de la República Española, Manuel Azaña, amparado bajo la bandera de México y habían alquilado los castillos de Reynard y Mont Grand en Marsella para recibir y alojar refugiados españoles.
El distanciamiento entre los dos países se acentuó cuando la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas votó la resolución número 39, de fecha 12 de diciembre de 1946, estableciendo que el régimen español era fascista, aliado del eje, que había enviado a la URSS la División Azul y había ocupado ilegalmente la ciudad de Tánger en Marruecos. En esa ocasión México votó a favor de la resolución y se opuso firmemente al ingreso de España a la ONU.
Al día siguiente, 13 de diciembre de 1946, el régimen franquista convocó a una concentración popular para “reivindicar el orgullo nacional, rechazar la hostilidad extranjera y apelar a la autosuficiencia del pueblo español”. México, la URSS, Yugoslavia y otros países fueron mencionados en el acto con críticas y diatribas.
El 4 de noviembre de 1950, por iniciativa de la delegación de los Estados Unidos, se presentó a la Asamblea general de la ONU la resolución número 386, que proponía dejar sin efecto la 39 y recomendaba el ingreso de España a organismos internacionales de Naciones Unidas. Por la influencia norteamericana la resolución se aprobó, pero México votó, otra vez, en contra. El 14 de diciembre de 1955 España ingresó a la ONU y México volvió a votar en contra.
Como lo exponen los autores Tash Dale Raymond (Investigation of the Spanish Question Before the United Nations, University of Montana) y Antonio Fernández (La Percepción Española en la ONU, Universidad Complutense, Madrid, 1995), el panorama internacional ya estaba dominado por la guerra fría y los Estados Unidos estaban urgidos de nuevos aliados y de sitios en donde instalar bases militares orientadas hacia la URSS y los países del bloque comunista.
En el curso de las décadas de los cincuenta y los sesenta se pudo apreciar una cierta tendencia hacia la normalización de algunos contactos entre México y España. Por ejemplo las líneas aéreas Aeroméxico e Iberia mantenían un cuadro de rutas entre las ciudades de México y Madrid; las operaciones comerciales y financieras se realizaban sin ningún obstáculo; los intercambios artísticos y deportivos se desarrollaban sin problemas; el transporte marítimo y el comercio bilateral se mantenían en funcionamiento; la representación extraoficial de España en México estaba a cargo de la oficina del Banco Exterior de España y México contaba con una representación en Madrid a manera de sección consular dependiente de la Embajada de México en Portugal.
En nuestro país las referencias a España seguían siendo de utilidad para la clase política y los sectores intelectuales para condenar a la dictadura franquista, para establecer distancia y diferencia entre un sistema que se decía democrático, el mexicano, y un régimen de origen fascista y totalitario, el español.
Las presiones de los sectores de derecha y conservadores para que México iniciara acercamientos oficiales con España de inmediato eran descalificados por funcionarios públicos, políticos, dirigentes sindicales e intelectuales que rechazaban formalmente y en el discurso a las doctrinas hispanistas, tradicionalistas y reaccionarias de la dictadura franquista (no se le concedía siquiera la calidad de gobierno), destacando que en ese país no había democracia, no existían los derechos individuales, no había sindicatos y la justicia social era inexistente.
Esa posición política quedó muy bien definida por una declaración del presidente Adolfo López Mateos: “Con España todo. Con Franco nada”. Las reacciones en España por la política de México de rechazar y condenar a Franco y su régimen se sucedían de tiempo en tiempo, principalmente en la prensa oficialista que reflejaba la posición de la oficina del llamado jefe de estado (Francisco Franco) o del ministerio de Relaciones Exteriores, en forma de críticas al modelo político mexicano y haciendo alusiones al caso del Vita.
Un ejemplo de lo anterior fue la publicación de un artículo intitulado “El Yate Vita y las Relaciones Entre España y México”, firmado por M. González Mata, publicado en el número 55 de la revista Historia y Vida, de octubre de 1972, en el que el autor expuso lo siguiente: “La administración de los trescientos o cuatrocientos millones de dólares a que debió ascender el valor del cargamento del Vita, vino a constituir una ayuda estimable para la tesorería del gobierno del general Cárdenas, angustiado económicamente como consecuencia de la expropiación de las compañías petrolíferas extranjeras que acababa de realizar”.
Mientras prevalecía este ambiente entre México y España, las relaciones de este país y la Unión Soviética se fueron regularizando paulatinamente. En 1957 el régimen franquista envío una delegación a Moscú para negociar la repatriación de refugiados y la devolución del oro del Banco de España.
De acuerdo con los historiadores Ángel Viñas (“El Oro de Moscú”,1976) y Francisco Olaya Morales (“El Oro de Negrín”, 1997), la parte soviética informó que el oro sirvió para pagar los consumos de la república y cubrir los créditos internacionales que se habían contraído. También se reportó que la URSS había concedido un préstamo por 85 millones de dólares a la república de los cuales sólo se pagaron 35.
Según esos autores los soviéticos informaron a los delegados españoles que el oro se había fundido y se había convertido en dólares por instrucciones del gobierno republicano para comprar armamentos y suministros. De acuerdo con Ángel Viñas el asunto del oro del Banco de España fue un mito creado y difundido por Franco y Luis Carrero Blanco (jefe de gobierno). Para Viñas esos valores estaban agotados al final de la guerra civil.
Los contactos entre España y la URSS se fueron restaurando a partir de 1963 y se establecieron relaciones diplomáticas el 9 de febrero de 1977.
En sentido contrario los contactos mexicano-españoles se mantuvieron en el mismo nivel de distanciamiento y alcanzaron un punto de crisis en 1975 cuando el régimen franquista ejecutó por fusilamiento, el 27 de septiembre de ese año, a cinco activistas políticos de oposición (tres miembros del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, FRAP, y a dos de ETA Político- Militar). Un año antes, el 2 de marzo de 1974, fue ejecutado a garrote vil otro etarra vasco.
Como reacción a esos acontecimientos el presidente de México, Luis Echeverría Álvarez, condenó la barbarie de la dictadura de Franco, exigió la expulsión de España de la ONU y dispuso la suspensión de todo vínculo con España: transportes aéreo y marítimo, comunicaciones e intercambios, operaciones financieras y se ordenó la expulsión de los representantes del Banco Exterior de España.
En el campo diplomático la cancillería mexicana respaldó las decisiones de doce países de retirar sus embajadores de España como muestra de protesta por los fusilamientos, entre ellos: Reino Unido, Noruega y Países Bajos.
De nueva cuenta la reacción por la parte española no se hizo esperar. A pesar de que el dictador Franco ya se encontraba moribundo tomó algunas decisiones. Según el historiador Jaime Sánchez Euraskin (“El Viento y las Raices”,1978) Franco llegó a referirse al “obscuro papel desempeñado por el presidente de México en los acontecimientos del 2 de octubre de 1968, como secretario de Gobernación”.
Adicionalmente las autoridades españolas prohibieron la transmisión de música ranchera mexicana por la radio y editorialistas oficiosos insinuaron una traición de Echeverría a su origen vasco.
En 1978 el libro de Sánchez Erauskin fue decomisado y el autor compareció ante la Audiencia Nacional acusado de apología del terrorismo.
Una vez ocurrida la muerte de Francisco Franco, el 20 de noviembre de 1975, e iniciado el proceso de democratización del país, México y España iniciaron en la ONU discretas pláticas tendientes a la normalización de los contactos y ulteriormente a establecer relaciones diplomáticas. Las negociaciones oficiales tuvieron lugar en el hotel Georges V de Paris en marzo de 1977 y el 28 de ese mes los cancilleres Santiago Roel de México y Marcelino Oreja de España firmaron la nota diplomática respectiva. A propósito del dictador Francisco Franco resulta de interés agregar que sus restos fueron exhumados, sin honores oficiales ni militares, del mausoleo del Valle de los Caídos, el 24 de octubre de 2019. Permanecieron en ese lugar 44 años.
De inmediato se generó un debate para definir la naturaleza de este establecimiento de vínculos diplomáticos. Por ejemplo, para la profesora Clara E. Lida de El Colegio de México se trató de una reanudación de relaciones, ya que entre México y el régimen español no hubo ruptura y no hubo reconocimiento.
Para el doctor Mario Ojeda Revah de El Colegio de México y el CIDE, sí se trató de un establecimiento de relaciones entre los Estados Unidos Mexicanos y el Reino de España, según lo explicó en su ensayo publicado en la revista “Inundación Cristálida”, del 30 de abril de 2017, editada por el Claustro de Sor Juana, exponiendo en el mismo texto que la firma de la nota se dio en un ambiente de entusiasmo por la parte mexicana y lacónica por la española.
Recuperando el tema central del presente trabajo, el autor estima de importancia dejar consignado que hasta la fecha se ignora sí durante las negociaciones de establecimiento de relaciones diplomáticas los representantes españoles expusieron algún argumento inherente al tesoro del Vita y sí eventualmente solicitaron alguna explicación, aclaración o hasta una compensación tal y como se hizo con la URSS a propósito del oro del Banco de España.
En los boletines informativos de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y del Ministerio de Relaciones Exteriores de España no hay ninguna referencia al asunto. Si ocurrió alguna referencia al Vita está quedó debidamente resguardada como información reservada.
El hecho es que después de marzo de 1977 en los círculos oficiales españoles y en los medios de información de ese país no se ha registrado ningún comentario, nota informativa u opinión editorial de corte reivindicativo, ni mucho menos en plan de reclamo del célebre y misterioso tesoro del Vita.
Al final de este trabajo y por lo que respecta al Vita, el autor considera necesario dejar asentado que el yate zarpó de Tampico entre la noche del 31 de marzo de 1939 y el 1º de abril siguiente con rumbo a los Estados Unidos. Se conocieron noticias de que navegó en el Océano Pacífico y que tiempo después recaló en Filadelfia en donde fue llevado a un patio de desguace para ser desmantelado. De su capitán José de Ordorica y los 30 elementos de la tripulación no se volvieron a tener noticias a pesar de que los dirigentes republicanos tenían planeado un segundo viaje a México.
“El esclarecimiento del problema
del Vita, es una cuestión de
honor y de dignidad para todos
los republicanos españoles
acogidos a la hospitalidad del
noble pueblo mexicano, en el
que encontraron, merced a la
figura humana del presidente
Cárdenas una segunda patria.”
Amaro del Rosal.
Everardo Suárez Amezcua
Diciembre de 2019.
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