Avizorando el siglo XXI los medios electrónicos como internet, fueron facilitando la creación y difusión de páginas web y blogs; tanto individuales, como de empresas, instituciones y “redes sociales”. Dicho fenómeno con el paso de los años ha proliferado y se ha vuelto un “medio de comunicación” fácil, rápido y relativamente al alcance de todos los presupuestos. Por esa razón, comerciantes, políticos, gobernantes y público en general, se han sumado a ese sector, aprovechando la aparición de redes públicas como Twitter, Facebook, Linkedin y Google, entre otros, los que suman varios millones de usuarios.
La comunicación y la información por dichos medios se difunden instantáneamente y no ofrecen tiempo para la reflexión acerca de lo escrito; así como tampoco el suficiente espacio para explicar un asunto o algún tema de fondo (salvo excepciones). Principalmente por ese motivo, ha venido surgiendo un lenguaje distinto al idioma que se habla en casa, en la escuela, o en el trabajo. Se abrevian las palabras, se sustituyen con símbolos, o se deja a medias la idea. Asimismo, se recurre a los llamados “emoticones”, “íconos” y otros símbolos, para señalar que te gusta, te desagrada y otros. Inclusive, en las prisas se omite la revisión y la corrección ortográfica, sin mencionar la sintaxis, inexistente en buena parte de los mensajes.
Como resultado de lo anterior, los partidos políticos y muchos gobernantes, se han dado a la tarea de “aprovechar” esos medios para estar en contacto con “su pueblo” y dar la imagen de acercamiento y contacto cotidiano. Algunos Jefes de Estado y de Gobierno, han decidido tomar esa vía de contacto público; al grado que en la actualidad, antes que un comunicado oficial de la presidencia o de las oficinas encargadas de difundir las noticias de los gobiernos, el máximo responsable de la administración transmite sus mensajes breves; en los cuales abordan asuntos de todo tipo: desde felicitar a un deportista por sus logros, expresar sentimientos de pésame, hasta anunciar una obra realizada por su gobierno. Las prisas por ser los primeros en hacerse presentes.
Dicha práctica de comunicación con sus gobernados pareciera normal y hasta deseable, siempre que fuera completamente comprensible y que el mandatario en turno no se pusiera como ejemplo del “mal escribir”, al verse obligado a emplear el lenguaje a que antes se hace referencia. Un Jefe de Estado o de Gobierno que no escriba correctamente el idioma del país que representa, le está restando valor a lo que se enseña en el hogar y en las aulas escolares.
En el ámbito nacional, sus acciones y dichos, tendrán repercusiones limitadas –aunque en este mundo globalizado, lo que se escribe en México de inmediato se puede leer en prácticamente todo el mundo-. En virtud de que además de intentar comunicarse con “su pueblo”, los políticos, altos funcionarios de gobiernos y los mencionados mandatarios, se dirigen por las mismas redes sociales a sus homólogos de otros países; en ocasiones solo para saludarse, para enviar una felicitación, o expresar sentimientos de pesar por alguna pérdida.
Mi país amenazado por un twittero. Por otra parte, como ha estado ocurriendo últimamente desde su llegada al poder, el Presidente de los Estados Unidos Donald Trump ocupa parte de su tiempo para emitir opiniones, anunciar medidas administrativas, e inclusive, para amenazar a otros países con aplicarles sanciones si no aceptan sus propuestas.
Tal es el caso de mencionar que dicho personaje le ha dedicado a México buena parte de dichos mensajes, mostrando muy poca simpatía y respeto por la población mexicana en general, especialmente a los ciudadanos que trabajan y estudian en los Estados Unidos y muchos otros que también quisieran emigrar hacia dicho país. Ha expresado que los mexicanos somos unos mal vivientes, aprovechados y que nunca damos nada.[2]
Del mismo modo, en otros mensajes ha amenazado con aplicar sanciones si México no hace lo suficiente para terminar con las caravanas de migrantes de varios países que atraviesan territorio mexicano, con el propósito de llegar a la frontera estadounidense. Mis amables lectores deberían de estar informados que, de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas, la amenaza o el uso de la fuerza están prohibidos.[3]
Con dichas actitudes y prácticas de “comunicación”, los gobiernos le restan seriedad a las relaciones bilaterales, o multilaterales, según sea el caso. En primer lugar, habría que verificar la autenticidad de lo escrito: Comprobar si fue personalmente el titular de la cuenta quien escribió el mensaje, o alguien más en su nombre; inclusive, existe la posibilidad de que alguien con altos conocimientos en la materia como los llamados piratas informáticos (hackers en inglés) pudieran ingresar al sitio de uno de ellos y escribir textos perjudiciales para las relaciones personales de los gobernantes y para las relaciones internacionales en general. La credibilidad no es la máxima garantía sobre lo que se escribe en las redes sociales.
Finalmente, pensando en la profesión diplomática – la cual ejercí por más de 35 años-, me he venido preguntando: Cuando los gobernantes recurren a la comunicación a través de las redes sociales, están enviando mensajes en el sentido de que no necesitan de un servicio exterior, ni de embajadores y cónsules; así como tampoco de todo un aparato llamado Secretaría, Departamento de Estado, o Ministerio de Relaciones Exteriores, para mantener el buen estado de las relaciones de todo tipo. Cuando los mensajes de los máximos representantes políticos del Estado van de un lado a otro, me imagino una mesa de “ping pong” y a los diplomáticos profesionales y designados, mirando alrededor –de manera presencial o virtual-, sin saber qué hacer; sin poder opinar o agregar algo a lo que ya se dijo.
Tampoco es una cosa menor considerar las responsabilidades en las que incurre un Jefe de Estado, o de Gobierno, al publicar determinadas ideas u opiniones sobre otros países o sus gobernantes. ¿Hasta dónde es vinculante para el país una declaración supuestamente escrita por un mandatario en una red social? Por otra parte, viene al caso mencionar que, tradicionalmente el ministro de relaciones exteriores de un país, ha sido considerado como portavoz oficial del Jefe de Estado o de Gobierno. Algunas veces actúa bajo la supervisión del jefe del poder ejecutivo y otras bajo el control de la institución parlamentaria, de acuerdo al régimen existente en cada país. La importancia que representa el ministro en las relaciones internacionales es determinante, a grado tal que, en múltiples casos los compromisos firmados por él y sus declaraciones públicas, significan obligatoriedad o comprometen en buen grado al gobierno que representa.
Para reafirmar dicha aseveración, es dable citar la opinión del jurista Dionisio Anzilotti, quien en su curso de Derecho Internacional, sostenía lo siguiente: “Se debe reconocer la existencia de una práctica constante y general de los estados, que atribuye al Ministro de Asuntos Exteriores, agente inmediato del Jefe de Estado, el poder de dirigir a los representantes diplomáticos extranjeros, comunicaciones relativas a los asuntos corrientes y en particular, para manifestarle cuál será la actitud en una cierta cuestión por parte del gobierno en nombre del cual habla. Tales declaraciones son obligatorias para el Estado.”[4]
De acuerdo con lo anterior ¿Cuál debería ser la actitud de un canciller, o del embajador acreditado ante el gobierno de otro Estado, cuando se entera que su jefe acordó públicamente (a través de una red social) una entrevista, o la postergación de la misma? ¿Debería correr a pedir a sus colaboradores que redacten una nota diplomática que confirme lo dicho? O bien, ¿deberá quedarse quieto, callado y reflexionando como buen observador, sobre el siguiente paso en las relaciones entre los dos países?
Esto es algo que rebasa los usos y costumbres de la diplomacia y la existencia de toda una serie de normas sobre las relaciones internacionales. Para el que esto escribe, sería decepcionante aceptar que esa forma de comunicarse, será parte de la diplomacia del futuro.
El tiempo nos dará la respuesta.
- También se le podía llamar “pájaro de cuenta”, expresión que el diccionario español define como:”Persona a quien conviene tratar con mucha cautela o desconfianza debido a su mala conducta.” ↑
- Al respecto habrá que refrescar la memoria del personaje a que se hace referencia –sin ir más atrás en la historia-, sobre la ayuda que el gobierno de México y la población prestó para mantener la planta productiva estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial; así como el simbólico apoyo proporcionado con el envío de personal militar para enrolarse en el Escuadrón 201, que participó en operaciones bélicas en Asia-Pacífico, con el costo de varias vidas. Durante el conflicto energético de la década de los años 70´s cuando se formó la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), México se abstuvo de formar parte de dicho cartel y se mantuvo como abastecedor seguro de petróleo para los Estados Unidos, permitiéndoles mantener su crecimiento industrial. Asimismo, recordando el nefasto paso del huracán “Catrina” por Nueva Orleans, México envió ayuda significativa en el momento oportuno. Tampoco podemos omitir el hecho de que históricamente México ha sido exportador de materias primas, semi-procesadas e industrializadas, para el mercado de ese país. Finalmente, la aportación más importante es la que ofrecen todos los días nuestros trabajadores de todos los niveles, especialidades y categorías, que con su esfuerzo mantienen en buena parte la economía del país del norte. Además de lo que producen, consumen y pagan impuestos. En el campo de la integración que se ha producido entre los dos países –a veces a pesar de algunos de sus gobernantes-, se da el fenómeno no solo fronterizo de la complementariedad de las economías, sino también en los campos social y cultural. Mucho más se podría decir de la forma en que los mexicanos nos “aprovechamos” de los inocentes estadounidenses, pero lo arriba descrito representa solo un botón de muestra. ↑
- https://www.un.org/es/sections/un-charter/chapter-i/index.html En el Capítulo I de la Carta de las Naciones Unidas. Propósitos y Principios, Art. 2, numeral 4, dice: “Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas.”↑
- Cahier, Philippe, Derecho Diplomático Contemporáneo, p. 364, citado en La Diplomacia. Fundamentos para su Estudio y Práctica por Antonio Pérez Manzano, Ed. Trillas, México, 2014. ↑
Gracias por sus reflexiones. Las comparto plenamente. Como usted, he considerado altamente peligrosa la dependencia de las redes sociales de algunas «figuras» internacionales que acuden a éstas para establecer principios de política internacional, comunicar sus «determinaciones», hacer pronunciamientos, generar lineamientos de política bilateral y/o internacional, entre otras necesidades político-diplomáticas. Me parece que tal conducta obedece a la negación de los principios mínimos de respeto de relación entre entes jurídicos internacionales o simplemente manifiestan suma ignorancia, arrogancia y abuso de posiciones de privilegio en materia política y económica. Muy lamentable y peligroso, dado que las nuevas generaciones de diplomáticos ven esos recursos como naturales, ignorando la importancia de la comunicación propia y respetuosa, basada en la reciprocidad, para el tratamiento de temas por demás medulares para el entendimiento entre las naciones.
Estimada embajadora Fuentes Orellana, agradezco sus amables comentarios, así como sus aportaciones al expresar sus puntos de vista sobre este tema al que se le debe conceder la mayor importancia. El principio de la reciprocidad y otros elementos que usted rescata. Con admiración y respeto, el autor.