Deseo compartir el perfil de algunas destacadas pintoras contemporáneas que a través del tiempo nos han dejado un gran legado de belleza y color, con sensibilidad, con espontaneidad, con técnica y de gran creatividad. En estos momentos en que el instinto de conservación nos hermana con toda la humanidad, es un placer para el alma el deleitarnos con una buena pintura. Son muchas las mujeres que lucharon para trascender en el arte, un medio que no es fácil para los hombres, pero mucho más complicado para las mujeres.
Talento infinito, inagotable, realidades, tragedias, todo resumido en la vida de muchas mujeres dedicadas a darle forma a sus sueños, a sus anhelos; que nos atrapan y nos seducen, son parte del mundo imaginario que ocupa un espacio en la vida del hombre moderno que vive de imágenes, de ideas y de fragmentos que le permitan una realidad distinta, y así la coherencia de la belleza plástica les permite alivianar su realidad convirtiéndose en sueños propios y dándoles vida y color. Y así los artistas que han trascendido en el tiempo, cobran vida y nos permiten familiarizarnos con esa conciencia que iluminó su obra dándole color y movimiento a su capacidad expresiva.
Como consecuencia del arte podemos ir a otras épocas y conocer otras culturas, el arte convertido en estilo, el arte convertido en idioma, en metáfora, en revelación y recuperamos pedazos de otras épocas envueltos en el misterio de su belleza, es pasado, es presente y es futuro con un lenguaje sin voz, luces y sombras creando formas plasmadas en lienzos con imágenes idealizadas intentando nunca quedar en el olvido.
MARIA KONSTANTINOVNA BASHKÍRTSEVA.
Nacida en la hacienda Gavrontsi (hoy distrito de Dykanski cerca de Poltava, Ukrania y en aquella época parte del Imperio ruso), era hija del decano de la nobleza, Konstantín Bashkírtsev, y nieta del general Pável Grigórievich Bashkírtsev.2 Creció en el extranjero, viajando con su familia materna (su madre era María Babánina y su abuela, la francesa Julie Cornelius) a través de Europa, hasta que se instaló definitivamente en Francia. Aunque su idioma natal fue el ruso, escribió sus diarios en francés, lengua que hablaba a la perfección; dominaba también el inglés y el italiano. Aprendió asimismo el latín (como lo demuestran las múltiples citas que utiliza en su Diario) y el alemán lo suficiente como para leer el Fausto de Goethe y apreciar alguna opereta de Offenbach.
Interesada en la literatura, estudió a los autores clásicos y contemporáneos; practicó la música pero luego se dedicó a las artes plásticas. Sobre su multifacético talento, ella misma comentó:
“¿Quién les dijo que soy una artista pintora?… Puesta en otro camino habría llegado al mismo punto a fuerza de inteligencia y de voluntad, salvo en matemáticas. Pero la música me apasiona y compongo fácilmente. Entonces, ¿por qué la pintura?” (10 de junio de 1883)
Desarrolló una meteórica carrera en la pintura y dio unos primeros pasos en la escultura, que consideraba su verdadera vocación. Sin embargo, su talento innato estaba en la escritura.
“Desde hace poco comprendo la pintura y eso después de algunos estudios y esfuerzos reales, mientras que a la literatura la he abarcado al instante, desde que he leído he discernido lo bello… y lo malo, y todo eso con cualquier cosa que cae ante mis ojos, los folletines incluso, cuando los recorro veo inmediatamente el esfuerzo, el oficio, el talento que lo atraviesa, los hilos, ¿comprenden ustedes?, yo atrapo la trama del oficio de escribir igual que Breslau debe hacerlo con la pintura.” (5 de diciembre de 1882).
Se asegura que murió de tuberculosis a los veinticinco años, cuando sus pinturas ya la estaban haciendo famosa. Su Diario, al que Simone de Beauvoir consideró “un modelo en su género”, publicado en 1887 (reducido y censurado por su madre, como se descubrió mucho después, quien incluso le cambió el año de nacimiento a 1860 en lugar de 1858) y rápidamente convertido en best seller a nivel mundial, permite seguir la trayectoria de su breve existencia consagrada a las artes, que no fue más que el prólogo a una vida creativa que no tuvo lugar, y su voluntad inquebrantable ante una enfermedad que, por entonces, conducía irremisiblemente a la muerte. Pasó la última cuarta parte de su vida sabiéndose condenada. En aquella época la tuberculosis era una enfermedad para la que no quedaba más que la resignación: María Bashkirtseff moría lentamente mientras Koch descubría el bacilo causal; sin duda el vacío pleural estaba obliterado cuando Forlanini instituye el neumotórax artificial; estaba condenada a la invalidez y a la muerte antes de que Roetgen descubriera los rayos X; había agotado sus reservas físicas antes de que la internación en el sanatorio hubiera demostrado su valor decisivo.
MARY CASSATT
Cassatt nació en Allegheny City, Pensilvania, ahora Pittsburgh. Nació en una familia de clase media alta. Su padre, Robert Simpson Cassatt (más tarde solo Cassatt) era un exitoso agente de bolsa, descendiente del francés Jacques Cossart, que había llegado a Nueva Ámsterdam en 1662. Su madre, Katherine Kelso Johnston, provenía de una familia de banqueros. Katherine, una lectora educada, tuvo una gran influencia sobre su hija. Louisine Havemeyer, amiga de Mary, escribió en sus memorias: «Todo aquel que tuvo el privilegio de conocer a la madre de Mary Cassatt sabía de inmediato, que se trataba de ella y solo de ella [Mary] que había heredado su habilidad». Cassatt era prima lejana del artista Robert Henri, Mary fue una de siete hijos, dos de ellos fallecidos en la infancia. Uno de sus hermanos, Alexander Johnston Cassatt, se convirtió en presidente de Pennsylvania Railroad. Su familia se mudó constantemente, primero a Lancaster, Pensilvania, y luego a la zona de Filadelfia, donde, como era habitual, comenzó sus estudios a los seis años.
Cassatt creció en un ambiente acomodado en el que se consideraban los viajes como parte integral de la educación; pasó cinco años en Europa y visitó importantes capitales como Londres, París y Berlín. Durante sus estancias en el extranjero aprendió alemán, francés y tuvo sus primeras lecciones de dibujo y música. Es probable que su primer contacto con los artistas franceses Ingres, Delacroix, Corot y Courbet fuera en la Exposición Universal de París de 1855. En la exposición estuvieron también Degas y Pissarro, quienes más tarde serían sus colegas y mentores.
Cassat volvió a Altoona, Estados Unidos, a finales del verano de 1870, mientas la Guerra Franco-Prusiana comenzaba. Su padre continuaba resistiéndose a aceptar la vocación que había elegido y pagó por sus necesidades básicas, pero no sus materiales de arte. Mary logró colocar dos de sus pinturas en una galería en Nueva York, encontrando muchos admiradores, pero ningún comprador. Durante el verano un conflicto recurrente para Mary radicaba en la falta de cuadros para estudio; durante esa época Cassatt consideró abandonar el arte y buscar un trabajo que le permitiera vivir de forma independiente. En julio de 1871 escribió: «He renunciado a mi estudio… desgarro el retrato de mi padre, no he tocado un pincel durante seis semanas ni volveré a hacerlo hasta que vea alguna posibilidad de volver a Europa. Estoy ansiosa por salir al oeste el próximo otoño y obtener algún empleo, aún no he decidido a dónde».
Cassatt viajó a Chicago para probar suerte, sin embargo perdió algunas de sus pinturas en el gran incendio de Chicago de 1871. Poco después, su trabajo atrajo la atención del arzobispo de Pittsburgh, quien le pidió dos copias de Correggio en Parma, Italia, proporcionándole dinero suficiente para viajar y cubrir sus gastos. Emocionada escribió: «qué feliz estoy de poder trabajar, mis dedos pican y mis ojos lloran por ver una buena pintura otra vez». Con Emily Sartain, artista de una buena familia americana, Cassatt regresó a Europa.
Pocos meses después de su regreso a Europa, en otoño de 1871, la situación de Cassatt cambió. Su pintura Two Women Throwing Flowers During Carnival fue bien recibida y comprada en el Salón de 1872. En Parma atrajo la atención del público y fue apoyada y alentada por la comunidad artística: «Todo Parma está hablando de la señorita Cassatt y de sus imágenes, todo el mundo está ansioso por conocerla».
ROSA BONHEUR
Su padre, Raymond Bonheur, fue pintor, y la ayudó desde que ella era aún una niña. Su madre, de padre desconocido, fue adoptada por un rico comerciante bordelés, Jean-Baptiste Dublan de Lahet. Rosa Bonheur se complacía en imaginar que el misterio de sus orígenes ocultaba algún secreto de estado, que era de sangre real, pero actualmente se sabe que su protector, Dublan de Lahet, era en realidad su abuelo.
Rosa Bonheur, Feria de caballos, 1853 (Museo Metropolitano de Arte, Nueva York).
Pasó varios años en el campo, en el Château Grimont (Quinsac), cerca de Burdeos, donde se ganó la reputación de marimacho («Yo era el más muchacho de todos»),reputación que la siguió toda su vida y que no buscó desmentir, ya que llevaba el cabello corto y fumaba habanos.
Expuso por primera vez en el Salón de 1843. Obtuvo una medalla de tercera clase en el Salón de 1845 y una medalla de oro en el de 1848. El año siguiente, expuso Labourage nivernais («La labranza de Nevers», Museo de Orsay), encargo estatal. Con la Feria de caballos (MET, Nueva York), presentado en el Salón de 1853, conoció una gloria internacional que le valió para efectuar viajes en el curso de los cuales le presentaron a personalidades como la reina Victoria. Conoció también a la emperatriz Eugenia, e incluso al Coronel Cody (Buffalo Bill), que le ofrece una auténtica panoplia de sioux.
En 1859, se instaló en By, ladera vinícola del municipio de Thomery en Sena y Marne donde puso su taller y arregló espacios para sus animales. Primera mujer artista en haber sido condecorada con la orden de la Legión de honor en 1865 -recibió esta distinción de las manos de la propia emperatriz – fue ascendida a Oficial de esta Orden en abril de 1894. Murió el 25 de mayo de 1899, en el château de By y fue inhumada en el cementerio de Père-Lachaise (división 74).
Se cuenta la anécdota de que Rosa Bonheur tuvo que solicitar a las autoridades policiales la autorización para vestirse de hombre – o más concretamente, llevar pantalones – para frecuentar las ferias de ganado donde tomaba apuntes del natural (autorización de disfraz, renovable cada seis meses por la prefectura de París).
Se puede visitar el taller de Rosa Bonheur en el museo-castillo de By, en Thomery, cerca del bosque de Fontainebleau.
BERTHE MORISOT
Nacida en el seno de una familia burguesa, fue precisamente su familia quien animó a Berthe y a su hermana Edma a iniciarse en el arte. Morisot demostró las posibilidades de las mujeres en las artes a finales del siglo XIX.
A la edad de 20 años, Berthe Morisot conoció a Camille Corot, importante paisajista de la Escuela de Barbizon, quien la admitió como su discípula y la introdujo en los círculos artísticos.
Morisot decidió ser una artista a pesar de su condición de gran dama, de mujer burguesa, urbana e interesada por la moda y la activa vida cultural de la época, no dedicándose de forma aficionada como otras damas de su época sino adoptando una postura muy radical que la vincularía al grupo de artistas impresionistas, la vanguardia del momento.
Pronto adquirió la técnica impresionista de pintar al aire libre, donde creaba pequeños cuadros y esbozos para grandes obras que terminaba en el estudio. Su primera participación en el Salón de París fue en 1864 con dos paisajes y continuó exhibiendo continuamente en el Salón hasta 1874, año de la primera exposición impresionista, en la que participó con La cuna.
En 1868, conoció a Édouard Manet y en 1874 se casó con el hermano de este, Eugène Manet. Ella fue la que convenció al maestro de pintar al aire libre y lo atrajo al grupo de pintores que serían posteriormente los impresionistas. Manet, sin embargo, nunca se consideró impresionista, ni estuvo de acuerdo con exhibir sus obras junto al grupo.
Morisot, junto a Camille Pissarro, fueron los dos únicos pintores que tuvieron cuadros en todas las exposiciones impresionistas originales. Asimismo, fue la modelo de Manet tanto en diversos e importantes retratos como en su obra de gran formato El Balcón, donde el pintor francés da cuenta de su admiración por la obra de Goya, tratanto el mismo tema de sus Majas en el balcón obra menos conocida en España pues se encuentra en una colección privada suiza.
La vida de Berthe Morisot se vio ensombrecida por la muerte de Édouard Manet en 1883, la de su esposo, Eugène Manet, en 1892, y la de su hermana Yves (1893). Educó sola a su única hija, Julie Manet, con quien mantuvo siempre lazos muy fuertes. Al morir a los cincuenta y cuatro años, confió su hija a sus amigos, Edgar Degas y Stéphane Mallarmé. Murió el 2 de marzo de 1895 en París y está enterrada en el cementerio de Passy en París. En la actualidad, sus pinturas pueden alcanzar cifras de más de 4 millones de dólares.
GABRIELE MUNTER
Los padres de Münter, eran adinerados y apoyaron su educación artística con maestros privados. En 1897 asistió a una escuela de arte para mujeres en Düsseldorf. Posteriormente emprendió un viaje de dos años por Estados Unidos con su hermana y al regresar en 1901 se estableció en Múnich. La Academia de Bellas Artes de Múnich no estaba abierta para mujeres, por lo que continuó sus estudios en una asociación femenina de pintura de la ciudad. Pronto se aburrió de la educación en la asociación, por lo que cambió a la progresiva escuela de arte Phalanx, donde trabajaba Vasily Kandinsky.
En el verano de 1903, durante una estancia en Kallmünz, Kandinsky se comprometió en matrimonio con Münter, a pesar de estar aún casado, hecho que ocultaron a los otros miembros de la escuela Phalanx. Münter vivió abiertamente con Kandinsky como su amante, a pesar de que él no se divorció hasta 1911. Vivieron juntos hasta 1917 y emprendieron varios viajes, incluyendo visitas a Túnez, Holanda, Italia y Francia.
Durante su primera estancia en París en 1906/07, Münter vio los cuadros de Henri Matisse y otros fauvistas, lo que cambió su estilo a largo plazo. En 1909 compró una casa en Murnau am Staffelsee, donde pasó los veranos con Kandinsky y donde recibieron a numerosos artistas del vanguardismo muniqués como Alexei von Jawlensky, Franz Marc, August Macke y el compositor Arnold Schönberg.
Artísticamente, Münter comenzó a desarrollar un estilo abstracto propio, con brillantes colores sin mezclar, formas fuertes, todo delineado por oscuras líneas de separación. Se convirtió en miembro fundadora de la Neue Künstlervereinigung München (Nueva unión de artistas de Múnich) iniciada por Kandinsky y que incluía el núcleo de los artistas del Blaue Reiter.
Durante la Primera Guerra Mundial, Kandinsky se vio forzado a salir de Alemania por ser ciudadano de una potencia enemiga. Entre 1915 y 1920, Münter vivió en Escandinavia. Su último encuentro con Kandinsky ocurrió en 1916 en Estocolmo. A partir de 1917, Kandinsky rompió todo contacto y solo años más tarde, Münter se enteró de que Kandinsky se había casado de nuevo.
A partir de 1920, Münter vivió alternativamente entre Colonia, Múnich y Murnau am Staffelsee. Debido a una constante depresión, prácticamente dejó de pintar. Durante un periodo de residencia en Berlín, en 1925, produjo reducidos retratos de mujeres hechos en lápiz. Solo tras una larga estancia en París en 1929/30, su actividad creativa cogió nuevo impulso. En 1932 regresó a su casa en Murnau, donde vivió con el historiador de arte Johannes Eichner. Durante este período, pintó sobre todo flores y obras abstractas. En 1937 los nazis le prohibieron exponer, por lo que se retiró de la vida pública. Durante la Segunda Guerra Mundial, Gabriele Münter escondió más de 80 obras de Kandinsky y otros miembros de Der Blaue Reiter, además de obras propias, salvándolas de la destrucción. Estas pinturas se las regaló en 1957 a la ciudad de Múnich, donde ahora son exhibidas en la Lenbachhaus, célebre museo alemán. Su casa en Murnau am Staffelsee se convirtió hoy en día también en un importante museo.
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¡Feliz Aniversario para ADE!
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