IX. ESPECIALISTA EN REGÍMENES AUTORITARIOS Y DICTADURAS.

  1. GUATEMALA (1973-1976)
  2. CUBA (1975)
  3. PARAGUAY (1976-1978)
  4. PERÚ (1978-1982)
  5. POLONIA (1982-1986)
  6. VENEZUELA (2002-2007)

PRIMERA PARTE. GUATEMALA

INTRODUCCIÓN. En el Servicio Exterior Mexicano y en el de otros países, casi siempre ha existido el propósito de especializar sobre la marcha, a los funcionarios con categoría diplomática (en la actualidad en México la rama diplomática y consular se fusionaron)[1], en algún tipo de países, regiones geográficas, o en organismos internacionales.

En otros casos, se ha inscrito en leyes y reglamentos que la formación completa de un funcionario se alcanzará cuando se haya desempeñado en varias embajadas, representaciones consulares y organismos internacionales gubernamentales; así como en la propia administración pública de su país, así se llame Ministerio de Relaciones Exteriores, Secretaría de Relaciones Exteriores, o de otra manera.

En la práctica, prevalecen otros criterios e intereses políticos y profesionales, que permiten a los altos mandos de La Secretaría o Ministerio, decidir los destinos de los funcionarios. En el caso de México, entre los compañeros de profesión se han creado de manera irónica o en tono de broma, dos campos en los que se puede desarrollar profesionalmente:

1. La llamada “Línea Revlon”, con todo el “glamour” que viene desde la marca y significa que en esa categoría se incluyen los mejores destinos de Europa, Asia, o en el Continente Americano.

2. La otra es la llamada “Línea Baygón” (por el insecticida que habría que llevar consigo), la cual puede sonar peyorativo o discriminatorio para referirse a un determinado país, pero de que hay lugares insalubres y de vida difícil, los hay.

Por otra parte, entre colegas de profesión se afirma que un diplomático “puede vivir el infierno en París” y el cielo en un lugar de vida difícil, dependiendo de los jefes y de otros compañeros de trabajo; así como de condiciones familiares de cada funcionario.

3. Desde mi punto de vista y de mi experiencia profesional, habría que agregar una tercera línea o vía:

Especialista en Regímenes Autoritarios y Dictaduras.

En esta parte caben los países conflictivos, donde la inestabilidad política y social son notables y representan mayores riesgos para ejercer la profesión diplomática, inclusive, para el desenvolvimiento familiar en lo que se considera una vida normal. En esta clasificación de gobiernos autoritarios podríamos incluir a los gobiernos guatemaltecos de la década 1970-1980 y más allá; caracterizándose por la conducción por un gobierno militar de “mano dura”: la fuerza de las armas se impone a los derechos civiles de la población que no esté a favor del régimen.

Para el caso de las dictaduras, la sociedad en general enfrenta condiciones más difíciles o extremas. Se trata de un régimen político que por distintos medios concentra el poder en una persona, o una organización y se distingue por desconocer lo establecido y por imponer sus propias leyes, aún por encima de las garantías individuales y los reconocidos derechos humanos. En ambos casos, los gobiernos tratan de mantener una buena imagen con el exterior y conceden privilegios e inmunidades a los representantes diplomáticos extranjeros, quienes se supone, son los encargados de mantener e impulsar las relaciones de cooperación e intercambio, que ayude tanto al gobierno, como a la sociedad, a continuar una vida en apariencia normal.

A. Primer destino.
Algunos funcionarios –como el que esto escribe-, consideramos que fuimos afortunados al ser asignados a determinadas adscripciones, por ejemplo: mi primera adscripción fue Guatemala, país vecino con una gran historia ancestral y una cultura en muchos sentidos similar a la mexicana.

En razón de lo anterior, el traslado o aterrizaje en el primer puesto en el extranjero lo sentí suave. Con las ventajas de la cercanía geográfica, para poder visitar a los familiares y la facilidad de que ellos fueran a visitarme. El idioma es prácticamente el mismo, con sus particularidades, modismos y significados distintos, según sea el origen de la palabra, frase u oración. Apreciando dichos aspectos, de entrada se piensa en una pronta adaptación al país y al trabajo.

Como es sabido, las embajadas tienen su sede en la capital del país y, la Ciudad de Guatemala, capital de la República, es una ciudad moderna, que ofrece todas las comodidades al visitante extranjero y a quien tiene el propósito de radicar en el lugar por algún tiempo. Llegué a mi nueva adscripción el día primero de mayo de 1973. Con poco equipaje, pero con muchas ilusiones.[2]

En mi calidad de funcionario soltero, una de las primeras preocupaciones era la de encontrar un lugar donde vivir, de acuerdo al presupuesto personal y las obligaciones familiares. Seguidamente, ser bien recibido por los compañeros del SEM que forman parte de la embajada, del consulado y de la oficina comercial. La situación local para mí no era tan determinante en esos momentos.

Como antes digo, considero que aterricé bien en Guatemala, dado que a pocas horas de haber llegado me llamó el embajador Federico Barrera Fuentes, para darme la bienvenida e invitarme a comer en la residencia de la embajada, donde nos acompañaría su esposa, la señora Esperanza y su hija del mismo nombre, pero para diferenciarla le llamaban “Perita”.

Aunque sorprendido por dicha distinción me arreglé para estar listo cuando pasara a recogerme “El Minuto”, chofer del embajador. De ese modo, inició mi estancia en Guatemala.

Me sorprendió la amabilidad y sencillez del embajador y las atenciones de su esposa e hija. Aunque don Federico no era funcionario de carrera del SEM, contaba con un currículum impresionante, sobre todo en su carrera de más de 40 años como periodista y cronista parlamentario.

Las oficinas de la Cancillería, fueron instaladas en una casona de construcción clásica, con una reja de hierro al frente y un patio para el estacionamiento de vehículos de los funcionarios. El domicilio se localizaba en la Zona 10 -de carácter residencial-, muy cerca de la llamada Torre del Reformador.

Para el desempeño de mi trabajo, me instalaron en una oficina amplia, con techos altos. Mi escritorio era vecino del que ocupaba el ministro y jefe de cancillería, el experimentado Héctor Pérez Gallardo, quien sería mi primer guía en la carrera en que me iniciaba.

C:\Users\Antonio\Pictures\ControlCenter4\Scan\PEPE GUATE 2. 1974 (2).jpgVicecónsul mayo de 1973

Después de comentar las batallas que tuve qué librar para lograr una plaza en el Servicio Exterior Mexicano (ver referencia al final del artículo), mi mentor en cuestiones diplomáticas, me pasó una serie de oficios y notas que requerían la elaboración de una respuesta. Yo esperaba el apoyo secretarial correspondiente a mi nivel y categoría, pero las instrucciones eran en el sentido de que yo debería redactar y mecanografiar los documentos.

Con dicho propósito, me indicaron que la máquina mecánica marca “Olimpia” estaba a mi disposición, así como el papel y las hojas de papel carbón, para las 6 copias que se elaboraban con cada documento. Haciendo de tripas corazón, me acerqué a Josefina, la secretaria del embajador y ella me pasó las directrices para dicho trabajo. Había qué observar limpieza extrema en el texto, y las medidas acostumbradas para los márgenes, sangrías y el resto del formato que deberían llevar tales escritos.

De momento, no agradecí aquella distinción del ministro, tampoco le reclamé, pero en una ocasión que salió el tema en una conversación, me explicó: “Mire Antonio, es importante que usted conozca las exigencias para la elaboración de la documentación oficial, para que cuando se le ordene a la secretaria, usted pueda corregir los errores”. Ahí quedó como una buena lección al iniciado.

B. Situación Política y social en Guatemala.

¿Gobierno autoritario o dictatorial?
Líneas arriba se definió el concepto de gobierno autoritario, así como dictatorial.

Para no ir muy atrás en la historia de este país, me permito citar un análisis elaborado por Palencia-Frener Sergio Guillermo, titulado: “Rebelión social y contrainsurgencia en Guatemala, 1981-1983. Conformación estatal y potencialidad revolucionaria”, que aparece publicado en la revista LaminaR/vol12 no.1 San Cristóbal de las Casas, ene/jun 2014:[3]

“En 1944, un movimiento urbano derrocó al régimen de Jorge Ubico, dictador que había continuado e intensificado la explotación en las fincas. Se inician los gobiernos de la llamada “primavera democrática” en Guatemala, la cual fundamentaba cambios importantes en las relaciones de gobernabilidad en el área rural, establecía nuevas mediaciones entre el Estado y la finca, e impulsaba nuevas relaciones de trabajo que irrumpieran contra la forma personal-localista de dominación finquera. En esta perspectiva promulgaba la conformación de un Estado moderno y la concreción de una relación capitalista, superando la dominación directa-servil entre finquero y mozos o jornaleros.

La clave para esto era la Reforma Agraria de 1952, promulgada por el gobierno de Jacobo Árbenz. Ya antes de decretarla, miles de campesinos habían impulsado fuertes luchas contra finqueros locales y un movimiento de reapropiación de tierras, fuese o no con el respaldo de las instituciones agrarias creadas con el fin de la repartición. La fuerza de lucha contra la forma finquera de las relaciones sociales se había desatado, situación que puso en grave crisis al gobierno de Árbenz y fortaleció la unidad contrarrevolucionaria nacional e internacional — Estados Unidos y la United Fruit Company—.

El derrocamiento de Árbenz desató, ahora con apoyo central del Estado, una cacería contrarrevolucionaria hacia todos los implicados en el régimen y, sobre todo, en la ampliación de la Reforma Agraria. Se generó un movimiento masivo de desplazamiento y se buscó reinstaurar las relaciones de dominación finquera, aunque en la realidad fuera imposible debido a los quiebres sociales y a los cambios durante la década estatal revolucionaria. El siervo de Ubico buscaba ser reinstaurado, pero no sería lo mismo. Ante la creciente crisis de legitimidad del Estado y la necesidad de asegurar la forma de dominación local finquera fundamentada en el poder central, el Estado decidió valerse de su principal recurso, el Ejército.

Es así como, entre 1954 y 1963, la crisis de las relaciones sociales había abierto en los sectores dominantes la necesidad de configurar su práctica violenta de manera institucionalizada o, como diría Sandoval Alarcón, a través de la “violencia organizada”. Por consiguiente, la forma estatal se estableció, en primera instancia, como contrarrevolucionaria/anticomunista para, consecuentemente, llevar dicho orden como canon social a través de la dictadura militar. Esto constituiría, en conjunto, la emergencia de una forma estatal contrainsurgente de reproducción del canon centralista finquero. Resulta fundamental entender la manera en la que actúa el Estado a través del Ejército y los finqueros, sobre todo en las rebeliones sociales posteriores…”

“Luego del fallido golpe de Estado contra el general Miguel Ydígoras Fuentes el 13 de noviembre de 1960, se inició la Guerra Civil de Guatemala. Entre 1964 y 1965, las Fuerzas Armadas de Guatemala iniciaron acciones contrainsurgentes en contra del Movimiento Revolucionario MR-13 (de noviembre) en el oriente de Guatemala. En febrero y marzo de 1964, la fuerza aérea inició una campaña de bombardeos selectivos sobre las bases que el MR-13 tenía en Izabal, seguida de barridas contrainsurgentes en el vecino departamento de Zacapa que tuvieron el código de «Operación Halcón»; la operación concluyó entre septiembre y octubre de 1965. Estas operaciones tuvieron el apoyo de militares estadounidenses.

A principios de 1965, el gobierno de los Estados Unidos envió asesores del grupo de Boinas Verdes y de la CIA para entrenar al ejército guatemalteco en tácticas contrainsurgentes. Además, asesores de la policía y de seguridad pública de los Estados Unidos llegaron a Guatemala para reorganizar la estructura de la policía de las áreas urbanas. En una operación encubierta realizada en marzo de 1966, el ejército guatemalteco secuestró, detuvo, torturó y ejecutó a treinta miembros del Partido Guatemalteco del Trabajo -PGT-.

La práctica de las desapariciones forzadas se incrementarían considerablemente luego de que el presidente  Julio César Méndez Montenegro tomara el poder el 1º de julio de 1966; Méndez Montenegro, en un intento de calmar al ejército y mantener su apoyo para su gobierno, le dio carta blanca a las fuerzas armadas para que recurrieran a todos los medios necesarios para pacificar al país. Con la autorización explícita del gobierno de Méndez Montenegro y el incremento en la ayuda militar estadounidense, el ejército -acompañado de unidades de policía militar- realizó una gran actividad pacificadora en los departamentos de Zacapa e Izabal en octubre de 1966. Esta campaña se llamó operación Guatemala y estuvo a cargo del coronel Carlos Arana Osorio, quien contó con entrenamiento y asesoría de aproximadamente mil elementos castrenses de los Estados Unidos.

Durante ese tiempo, se formaron grupos paramilitares con comisionados militares, los cuales fueron entrenados por el ejército guatemalteco. La mayoría de los miembros de este grupo eran fanáticos de extrema derecha con lazos con el Movimiento de Liberación Nacional, fundado y dirigido por Mario Sandoval Alarcón, uno de los miembros del grupo que colaboró con Carlos Castillo Armas en el golpe de Estado de 1954. Para 1967, el ejército guatemalteco consideraba que tenía mil ochocientos comisionados militares bajo su control directo. Uno de los grupos más sanguinarios fue MANO, conocido también como la «Mano Blanca»; el MLN había creado este grupo paramilitar en 1966, para impedir que el presidente Méndez Montenegro llegara al poder, pero al no lograr este propósito, el ejército utilizó a la Mano Blanca para su aparato de seguridad antiterrorista. Los miembros de la Mano Blanca eran oficiales militares en su mayoría y la organización era patrocinada por terratenientes y entrenada por la inteligencia militar.

Para 1968 los grupos rebeldes habían sufrido serias derrotas y no habían logrado despertar el apoyo de la población. Desde ese entonces hasta adentrada la década de 1970, el actuar de la guerrilla fue casi nulo, limitándose a actos de sabotaje aislados y de poca trascendencia. Entre estos últimos el 27 de febrero de 1970 fue secuestrado el ministro de Relaciones Exteriores, Alberto Fuentes Mohr y el 16 de marzo el agregado laboral de la Embajada de Estados Unidos, Sean Holly. La Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR) reivindicaron la autoría de ambos delitos.”[4]

C. Periodo de Gobierno (1970-1974).

Con el panorama descrito anteriormente, se podría pensar en cualquier forma de elegir al siguiente Jefe de Estado, excepto por la vía democrática. No obstante fue posible organizar elecciones. El coronel Carlos Arana Osorio asumió la jefatura de gobierno con el apoyo de una coalición de partidos políticos de ultraderecha, los cuales se caracterizaron por su ferviente espíritu anticomunista.

El domingo 1º de marzo de 1970 se llevaron a cabo las elecciones generales en Guatemala, para elegir al nuevo presidente y vicepresidente de la república, así como a 51 diputados del Congreso.

Los resultados de las elecciones: Arana Osorio compitió por la presidencia apoyado por los partidos Movimiento de Liberación Nacional (MLN) y el Partido Institucional Democrático; con quienes logró el 43.35% del total de votos válidos, ganando la presidencia y vicepresidencia de la República; así como 32 diputados (de 51 que era el total del Congreso de la República). Otros competidores en dicha elección fueron Mario Fuentes Pieruccini, del Partido Revolucionario (PR) quien alcanzó 34.91% de los votos y 15 diputados. El tercer contendiente Jorge Lucas Caballeros, apoyado por la Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG), obtuvo el 24.74% de los sufragios y 4 asientos en el Congreso.

Viene al caso destacar que, en virtud de que en las elecciones presidenciales del 1º de marzo de 1970 ninguno de los candidatos ganó más del 50% de los votos, se procedió a realizar una votación en el Congreso de Guatemala –tal como se asienta en la Constitución-, en la que fue elegido el coronel Carlos Manuel Arana Osorio, como presidente de la República de Guatemala, por un periodo de 4 años.

Fue el primero de la serie de militares que dominarían la política guatemalteca en la década de los años 1970 y los 1980 y quien diera el impulso inicial a la guerra contrainsurgente en Guatemala. El Vicepresidente durante su gestión fue el licenciado Eduardo Cáceres Lehnhoff,​ y entre sus ministros estuvieron Kjell Eugenio Laugerud García, como ministro de la Defensa; además de Alejandro Maldonado Aguirre en la cartera de educación.

A pesar de que para cuando tomó posesión Arana Osorio la actividad insurgente era mínima, su gobierno decretó el “estado de sitio en noviembre de 1970; además, impuso un toque de queda de 9.00 p.m. a 5.00 a.m. en el que estaba prohibido todo tráfico peatonal y vehicular.

El estado de sitio dio lugar a un incremento en los secuestros, torturas, desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales de los que se consideraban opositores al régimen. En enero de 1971, un boletín de la Agencia de Inteligencia de la Defensa de los Estados Unidos detalló como las fuerzas armadas de Guatemala silenciosamente eliminaron a cientos de sospechosos de terrorismo y delincuencia común en el área rural de Guatemala.​

Aunque la represión en el campo disminuyó, la represión urbana se incrementó contra cualquier vestigio de guerrilla. De acuerdo al reporte de Amnistía Internacional de 1973, y a informaciones de entidades protectoras de derechos humanos como el “Comité de Parientes de Personas Desaparecidas”, más de siete mil oponentes del régimen fueron desaparecidos o hallados muertos entre 1970 y 1971, y otros ocho mil entre 1972 y 1973. Al respecto, se cita una declaración atribuida al presidente Arana Osorio: “Si es necesario convertir al país en un cementerio para pacificarlo, no voy a dudar en hacerlo.”

En octubre de 1971, más de doce mil estudiantes de la Universidad de San Carlos se fueron a la huelga para protestar por el asesinato de estudiantes por parte de las fuerzas de seguridad y exigieron el cese del estado de sitio. El 27 de noviembre de 1971 el ejército respondió, invadiendo el Campus Central de la universidad en busca de armas ocultas; las fuerzas armadas movilizaron ochocientos elementos, tanques, helicópteros y carros blindados para la toma del campus. Ya dentro de las instalaciones hicieron un minucioso registro de cada uno de los edificios.

En julio de 1972, varios miembros del Movimiento de Liberación Nacional -entre ellos Cayetano Estrada-, fueron asesinados en distintas partes del país. El estado de sitio se mantuvo vigente hasta el final de 1972, cuando el régimen de Arana Osorio anunció oficialmente la derrota de la insurgencia. Para entonces, muchos de los dirigentes del comité central del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) habían desaparecido o habían emigrado.

Entre enero y septiembre de 1973, la comisión de derechos humanos en Guatemala documentó la muerte o desaparición forzada de mil trescientos catorce personas a manos de los grupos paramilitares del gobierno; ​dicha comisión estimó que, aproximadamente veinte mil supuestos opositores al régimen fueron asesinados o desaparecidos entre 1970 y 1974, durante el régimen de Arana Osorio.

Como ha sido recurrente en el transcurso de las relaciones mexicano-guatemaltecas, muchos de los problemas locales se atribuyen al vecino y no pocas veces, se le ha acusado de intervenir en los asuntos internos del otro estado; inclusive, de brindar protección a los rebeldes armados.

Una de tantas acusaciones: “Con el apoyo secreto del gobierno de México, este grupo de disidentes se traslada a ese país con el fin de introducirse de forma clandestina en Guatemala desde el Noroeste y crear un foco guerrillero primario desde donde continuar la lucha armada hasta la toma del poder. La zona se elige teniendo en cuenta el poco desarrollo de sus infraestructuras y por lo tanto, la poca presencia militar  además de ser una región de implantación campesina e indígena muy pobre, lo que ellos consideraban como el principal motor de la Revolución:

Tras un largo tiempo de preparación, la primera columna guerrillera llegada desde México entraría en Guatemala por la selva de Ixcán, al norte del departamento de El Quiché cerca del río Lacandón, para extenderse hacia el resto de El Quiché y a Huehuetenango. Desde un principio se preocuparon de no ser detectados por el Ejército, a la vez que emprendieron un trabajo de asentamiento y base de apoyo entre la población, todo con muchas precauciones para que no les ocurriese como a la guerrilla de la década anterior que fue derrotada en su fase de asentamiento. Los preparativos para la «invasión» ya estaban avanzados, además de contar con una pequeña célula en la capital del país y otro pequeño grupo que debía de entrar a Guatemala por otros medios.”[5]

Masacre de Sansirisay. En mayo de 1973, el caserío Sansirisay en la aldea Palo Verde de Jalapa, contaba con cuarenta mil cuatrocientos habitantes, de los cuales dieciocho mil cuatrocientos eran indígenas pokomanes. En el caserío ocurrió una masacre en contra de la población indígena en circunstancias confusas; la primera noticia de la masacre se dio el 28 de mayo de 1973, en El Imparcial, indicando que la paz reinaba en la zona limítrofe entre Jalapa y El Progreso, tras los disturbios de 24 horas que dejaron 17 muertos y cinco heridos. Se aseguró que los disturbios surgieron por un litigio de tierras originado en 1771, y se dieron entre campesinos de El Progreso y de Jalapa, y policías militares ambulantes que quisieron imponer orden.​

El ejército informó que los policías militares ambulantes fueron atacados por los campesinos, lo que dejó seis policías y once campesinos muertos. Los reportes periodísticos afirman que, el jefe del Estado Mayor del Ejército, general Efraín Ríos Montt, sobrevoló la zona del disturbio y pudo comprobar que los ánimos se habían calmado y que se estaba ya en la tarea de identificar los muertos. Sectores que desconfían de la versión oficial, acusaron al general Ríos Montt de haber ordenado la masacre del lugar, pero esto nunca pudo confirmarse por no haber otras fuentes de información disponibles, pues en 1973, todavía no se investigaban las violaciones de derechos humanos en Guatemala con tanto detalle, como se haría años después.

En la embajada mexicana entre el personal acreditado ante el gobierno guatemalteco, estaba acreditado un general Diplomado de Estado Mayor, como Agregado Militar y Aéreo; apoyado por dos asistentes con rango de capitán. Asimismo, un Vicealmirante, como Agregado Naval. Ellos seguían muy de cerca los acontecimientos bélicos entre las fuerzas armadas de Guatemala, contra los distintos grupos de rebeldes. Institucionalmente, mantenían muy buenas relaciones con sus homólogos del país; así como con agregados de otros países.

Dicha situación nos permitía estar bien informado de los acontecimientos nacionales, inclusive para poder tomar las debidas precauciones en asuntos de seguridad personal y familiar.

Por lo anterior, mi estancia en Guatemala transcurrió de una manera a la que no estaba acostumbrado. En ciertas ocasiones, me tocó viajar acompañado de un elemento armado del ejército guatemalteco -como protección ante un posible ataque de cualquier persona o grupo-.

Mis conversaciones con mis colegas militares eran bastante informativas, aunque no siempre estuvimos de acuerdo. Un ejemplo de lo anterior, eran los debates que llevábamos a cabo con el Agregado Naval, quien me compartía parte de sus ideas expresadas y escritas en lo que sería un libro, pero esas teorías casi siempre estaban viciadas por prejuicios raciales (no estoy seguro si sus pensamientos eran genuinos, o los planteaba para provocar la discusión); dado que él era un hombre alto, blanco, ojos azules y según él mismo, se definía como de pensamiento conservador.

Como prevención de que me fuera a ver envuelto en alguna manifestación o acción armada en las áreas urbanas, mis amigos de la agregaduría militar me enseñaron principios generales de las armas de guerra utilizadas por el ejército guatemalteco; inclusive, a distinguir por el sonido de los motores el tipo de avión que se acercara en pleno vuelo.

CONTINUARÁ


NOTAS:

  1. Para el año 1973 y varios años después, la rama diplomática y la consular eran separadas. No obstante, La Secretaría podía comisionar en una embajada, consulado u organismo internacional, a los funcionarios de ambas ramas. En la práctica resultaba una situación injusta, en lo que toca a quienes estaban adscritos a una oficina consular, dado que, varios países no les otorgaban los mismos privilegios e inmunidades que a los diplomáticos.
  2. Para lograr una plaza de “Vicecónsul” en el concurso de ingreso al Servicio Exterior Mexicano (SEM), influyeron muchos factores, entre ellos el de la oportunidad, pues me presenté a los exámenes cuando apenas estaba terminando los estudios de la especialidad de Relaciones Internacionales, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Se trató de una decisión un tanto apresurada, pero yo tenía en mis haberes el haber tenido que estudiar la carrera magisterial en la Escuela Nacional de Maestros y después tener que estudiar la Preparatoria, para ingresar a la UNAM. Esta etapa me retrasó de acuerdo con la edad para el ingreso al concurso del SEM; pero por otra parte, me dotó de ciertos conocimientos y experiencias que otros de mis amigos concursantes no poseían.Ahora que ya estoy jubilado, puedo asegurar que dicha etapa de ingreso al SEM fue tremendamente difícil, era una lucha “encarnizada”, casi de vida o muerte. Para que el lector tenga una idea, el concurso consistía en la presentación de ocho exámenes orales -eliminatorios-, sobre diferentes materias, calendarizadas para llevarse a cabo en aproximadamente un mes. En cada caso se sorteaba una lista con los participantes y a la hora señalada, nos presentábamos ante un jurado compuesto por tres sinodales (académicos y funcionarios del SEM generalmente).El ambiente de competencia provocaba nervios y desasosiego, en el centro del escritorio frente a los sinodales quedaba el sustentante y a los lados en calidad de observadores se sentaban otros concursantes. El examen de cada materia, era como una oposición, en la que al ponente se le daba la oportunidad de desarrollar los contenidos del tema y los sinodales lo cuestionaban hasta quedar satisfechos.Por ejemplo, la materia Derecho Constitucional –se consideraba el filtro de los concursantes-, se colocaban en una pequeña tómbola 25 o 27 temas (los cuales se deberían haber estudiado); el concursante giraba dicho depósito y extraía tres pequeñas esferas conteniendo los números de los temas para exponer. En la mayoría de los casos, el presidente del jurado le pedía hablar de alguno de ellos; en otras ocasiones, pecando de magnánimo invitaba a que el concursante eligiera el tema de su preferencia (entre los tres extraídos a la suerte).Nosotros sentíamos que cada examen era tan exhaustivo, que parecía concurso de titulación o algo muy parecido. Para dicho examen de Derecho Constitucional, empezamos más de 500 concursantes y, para el día siguiente la lista de sobrevivientes apenas llegaba a los 250. Dicha cantidad de concursantes quedábamos en una lista de escalafón, de acuerdo con la calificación obtenida. Cabe aclarar que inicialmente, las plazas ofrecidas eran 10; posteriormente, por razones que nadie nos explicó fueron 21.De la misma manera se proseguía con la segunda etapa y las demás en las que el concursante continuara “vivo”. En el transcurso de las siguientes etapas, había que seguir cuidando la puntuación y el lugar que se ocupaba en el escalafón que se modificaba a medida que se ganaban o perdían puntos. Los que sobrevivimos a todos los exámenes orales, nos encontramos con que todavía faltaba la elaboración de un ensayo escrito, también eliminatorio.

    El método seguido en mi época era el de colocar en una sala a todos los aspirantes, cada uno dotado de una máquina de escribir mecánica y papel. Nos proporcionaron una hoja de papel que contenía 8 temas sobre asuntos internacionales, economía, política exterior de México y otros. El sustentante debía escoger dos temas y desarrollarlos en un tiempo máximo de 8 horas; no se permitían documentos, libros, ni diccionarios.

    La calificación obtenida en este penúltimo examen también se agregaba a la puntuación del escalafón. Finalmente, vinieron los exámenes de idiomas: Una posesión (dominio hablado, escrito), además una traducción (podía ser alguno de los idiomas oficiales de las Naciones Unidas, pero se daba preferencia al inglés, francés, italiano, alemán, portugués y otros). Cabe anotar que estos últimos exámenes no eran eliminatorios, ni los puntos obtenidos se sumaban al escalafón. En el caso de no aprobar alguno de los dos, la Comisión de Personal otorgaba un plazo (hasta un año) para volver a presentar el examen del idioma.

    Con fecha 16 de marzo de 1973, recibimos el flamante nombramiento de “Vicecónsul” y en menos de dos meses, yo ya tenía en mis manos las órdenes de traslado, con destino “Embamex Guatemala”.

  3. Palencia-Frener Sergio Guillermo, Rebelión social y contrainsurgencia en Guatemala, 1981-1983. Conformación estatal y potencialidad revolucionaria. Visto enhttps://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-80272014000100011
  4. Ídem
  5. Ibídem, página 5

 

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