IX. ENTRE DIPLOMÁTICOS NO TODO ES SOLEMNIDAD.

Algunas de las características de la profesión diplomática es la seriedad y la formalidad para su desempeño y está regida tanto por leyes internas (las de su propio país), como por el Derecho Internacional, en cuyo marco se han plasmado varias convenciones internacionales.

Viene al caso mencionar que, dos de los principales convenios que reglamentan la actuación de los “agentes diplomáticos” y de los “funcionarios consulares” son: la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, de 1961; así como la Convención de Viena sobre Relacione Consulares, de 1963. Dichas normas internacionales representan guías de actuación tanto para los funcionarios, como para los gobiernos.

En alguna otra ocasión me he permitido mencionar algunas de las cualidades, que debe poseer un buen profesional del servicio exterior, como conducirse con la verdad; así como contar con la capacidad de expresión oral y escrita. De manera especial es menester practicar virtudes como la honradez, honestidad, lealtad e integridad. Modestia, humildad, prudencia y paciencia, complementan los requisitos que considero debe poseer un representante diplomático o consular; para de ese modo, poder desempeñarse adecuadamente ante otros sujetos de derecho internacional; así como ante sus conciudadanos.

Por otra parte, cabe mencionar que también es deseable que el representante diplomático o consular sea de buen carácter, poseedor de un buen sentido del humor y de una personalidad adecuada a sus funciones. Las extravagancias, las poses de superioridad, el mal gusto en el vestir, la vanidad, son condiciones que todo funcionario debe desterrar de su vida, tanto profesional, como familiar.

Desde los tiempos antiguos se han requerido de los embajadores y demás representantes, diversas cualidades. Por ejemplo, para algunas naciones dichos funcionarios deberían poseer dotes de orador, ser hábiles en los negocios y grandes conocedores de los asuntos de la guerra.

Otro ejemplo es el que se cita en la obra titulada “De Legato”, en la que su autor el italiano Ottaviano Maggi sostenía: “Un embajador debería de ser un consumado teólogo y poseer, además, amplios conocimientos sobre Aristóteles y Platón”.

En otra parte el mismo autor afirmaba que dicho representante: “Debería tener capacidad para tomar decisiones por sí mismo; es decir, saber resolver sobre la marcha los problemas más difíciles en la forma correcta y, que además de dominar los conocimientos científicos de la época y los idiomas útiles a la profesión, debería -tener un gusto refinado por la poesía”. Pero, por encima de todo: “ser de excelente familia, rico y dotado de una presencia hermosa.”

Al correr de los tiempos algunas condiciones se mantenían y surgían otras. Por ejemplo, se atribuye a la princesa Zerbst -madre de la emperatriz Catalina de Rusia-, que entre las recomendaciones que daba al Zar Federico El Grande, estaban las que se referían a la elección de sus embajadores: “Para nombrar a un plenipotenciario en San Petersburgo, debería tomar en cuenta que éste fuera joven, guapo y de buen cutis; o para el enviado ante las cortes de Holanda y Alemania, se exigiría que tuviera una gran capacidad para ingerir sin peligro de trastornos, grandes cantidades de bebidas alcohólicas”.

En relación con las consideraciones anteriores, se pueden traer al presente algunas anécdotas que retratan la forma de ser y de actuar tanto de gobernantes, como de representantes en el ámbito de las relaciones internacionales.

Así como se ha hablado brevemente acerca de las condiciones que deben reunir los representantes diplomáticos y consulares, debo agregar que en dichas labores a la hora de aplicar las directrices de política exterior de cualquier Estado, se han puesto en práctica diversos métodos, estilos o sistemas, que reciben su nombre por las características propias que les dieron origen. Así por ejemplo se habla de: la “diplomacia monárquica”; “diplomacia de alianzas”; “diplomacia secreta”; “diplomacia pública”; “diplomacia democrática”; “diplomacia realista” y otras. Aclarando que en algunos casos se trata de lineamientos de la política exterior de un determinado Estado.

  1. Aprovechando la referencia a la Emperatriz Catalina de Rusia -quien alcanzó el trono a la muerte de su esposo el Zar Federico El Grande en 1762 y lo ejerció durante 34 años-, se le atribuye haber cultivado una especie de estrategia en las negociaciones con representantes extranjeros, basada en el empleo de sus encantos personales. Dicha práctica de “negociación” ha recibido el nombre de “diplomacia de tocador”, que más bien era uno de los recursos o argucias empleadas por soberanos, familiares y diplomáticos de aquella época, para la obtención de un fin determinado. Dichos métodos empleados para ciertas negociaciones, son discutibles y dudosos, sobre todo en cuanto a resultados permanentes o duraderos.

Un ejemplo de lo anterior, fue el fracaso de la misión emprendida por Sir James Harris, de Inglaterra (también conocido por Lord Malmesbury) en San Petersburgo (por entonces capital de Rusia) en 1779, quien pretendía lograr la alianza de Catalina La Grande con Gran Bretaña: “Harris era un hombre guapo y la Emperatriz asequible; fue una diplomacia personal de lo más embriagante y sin embargo, al final Harris volvió a Londres sin haber conseguido apenas nada, y con veinte mil libras esterlinas menos en su propio bolsillo.”

Como antes se dice, es deseable una presencia física agradable y un organismo en buena salud; lo que vendrá en beneficio del propio funcionario, pues una apariencia repugnante, la falta de alguno de los sentidos, malformaciones físicas, o alguna otra deficiencia parecida, pueden hacerle más difícil el desempeño de su trabajo, de como lo haría en condiciones normales. Ahora bien, ello no es determinante en última instancia; ya que habrá casos en que la inteligencia, el ingenio y las virtudes de la persona, ayudarán a disminuir algunas de las deficiencias mencionadas.

  1. Sobre el asunto de la presencia física, se cuenta una anécdota, en la que los actores son dos embajadores: uno era el Duque de P. Grande de España, cuya estatura contrastaba notoriamente con su apellido (era muy bajo) y continuamente era presa de bromas. El otro, un embajador francés de estatura mayor al promedio: “El suceso se centra en el momento en que -durante una recepción- un grupo de diplomáticos admiraba un cuadro. El embajador galo al observar que la pintura estaba inclinada, pretendió enderezarla y pese a su elevada estatura no lo logró. Al observar a su colega hispano dijo con sarcasmo: “Yo no alcanzo, pero quizás pueda hacerlo mi colega español que es Grande de España. El Duque aludido sin turbarse por las risas que despertó la referencia a su corta estatura, sacó su espada y rectificó con ella el cuadro…”
  2. Otro caso excepcional es el que durante cierta plática personal me confió don Ernesto Madero Vázquez, estimado embajador mexicano, quien realmente amaba el Servicio Exterior, pero en el camino encontró muchas dificultades y tuvo que sufrir serias limitaciones, inclusive una destitución estando acreditado en la Embajada de México en Cuba como canciller o escribiente de oficina.

La anécdota viene al caso porque don Ernesto tenía interés por ingresar al SEM y en el fondo pensaba que por su prestigio como periodista y militante de la Confederación de Estudiantes Socialistas de México (1936), podía aspirar a ingresar en un puesto con categoría diplomática. Asimismo, en su historial aparecía que, como corresponsal del periódico “El Nacional”, Ernesto Madero viajó a España en 1937, para efectuar reportajes sobre la Guerra Civil que se vivía en dicho país.

En cierta ocasión que concedió una entrevista Ernesto Madero dijo: “Trabajaba en El Nacional -cuando éste era el órgano del presidente Cárdenas- y era dirigido por Héctor Pérez Martínez. Esa fue mi primera misión internacional tenía 24 años y estuve en el frente, como ayudante de Siqueiros, quien tenía una gran personalidad para conducir a sus hombres como Coronel. Siqueiros, como se recordará, era militar de origen. Estaba parado junto a Obregón cuando le ‘volaron’ el brazo.”

En otra oportunidad en que charlábamos, el Embajador Madero le dijo al que esto escribe: “No, Compañero: ¡No es lo Mismo Empezar Desde Abajo!” Con la expresión anterior, se refería a cierta confusión circunstancial, que se produjo entre él y su hermano Luis Octavio Madero (“El Güero”, como le decía de cariño), quien para esas fechas ya había publicado varias obras literarias. Hablando de su carrera diplomática, don Ernesto Madero narraba un acontecimiento que tuvo como actores al entonces Presidente de la República, General Lázaro Cárdenas y a su hermano El Güero. El señor Presidente estaba muy complacido por los reportajes de Madero, sobre el conflicto en España.

Por dicha razón el mandatario dio órdenes a un oficial del Estado Mayor Presidencial, para que fuera al domicilio del “periodista y escritor Madero,” para decirle que quería platicar con él. Las circunstancias determinaron que en esos momentos, se encontrara en casa Luis Octavio y al preguntarle si él era el escritor Madero, respondió afirmativamente y acto seguido lo condujeron ante el Presidente, sin conocer el motivo del llamado. Como resultado de la conversación sostenida, Luis Octavio Madero[2] salió a Barcelona, España, como Cónsul General de México (1938); donde por cierto desempeñó un importante papel, a pesar de los rigores de la guerra.

Sobre el nombramiento de Luis Octavio como Cónsul General, don Ernesto confesaba que sentía “envidia de la buena”, por lo que le dieron a su hermano, pues él también anhelaba ser representante de nuestro país en el exterior y no perdía las esperanzas de lograr algún día esa meta, como efectivamente ocurriría tiempo después.

Primer Nombramiento en el Servicio Exterior Mexicano. Sería hasta el 1º de marzo de 1939, cuando “la Revolución le hiciera justicia” -aunque parcialmente, podríamos agregar-. Por esas fechas, fue nombrado en La Habana, Cuba, como “Canciller de Tercera Interino”. Es decir, “escribiente de oficina” (como era escritor). Por esa razón y por todo lo que tuvo que pasar, para años después llegar a embajador, se justifica el dicho: “No es lo mismo empezar desde abajo.”

Entre otras actividades que le permitía el Jefe de Misión, don Ernesto escribía artículos para la revista mexicana “HOY”, la que publicó una serie dedicada al dictador Rafael Leónidas Trujillo, presidente de la República Dominicana; lo cual no fue del agrado del gobierno caribeño y presentó una queja ante la Secretaría de Relaciones Exteriores.

A continuación un párrafo de uno de los artículos titulado: El Hombre que se quiso Igualar a Dios: “Yo me conformo con dar en estas páginas, una visión, así sea pobre y débil, de la democracia que florece en la República Dominicana… Salgan ahora a la luz –estas páginas- como una aportación más a la tarea de denunciar ante la conciencia americana, la existencia y manejos de los verdaderos nazis que minan nuestro Continente con mayor vigor aún que el de los quintacolumnistas al servicio de Hitler, Mussolini y de Franco. En los riñones del Hemisferio, en las avanzadas del Atlántico, un hombre-bestia –el Generalísimo de los Ejércitos Dominicanos y Benefactor de la Patria, Gran Cruz del Valor, Doctor y Académico, don Rafael Leónidas Trujillo y Molina-, más feroz que Hitler, más ridículo que Mussolini y más traidor que Franco, oprime a un pueblo hace más de diez años. Un hombre-bestia cuya locura sifilítica, ya comprobada científicamente, le ha llevado a proclamarse por disposiciones oficiales, igual a Dios”.

Como consecuencia de lo anterior, el joven canciller fue separado del SEM, lo que sucedió el 24 de septiembre de 1943; aunque meses después fue reintegrado (al terminar la 2ª Guerra Mundial), y fue enviado a Londres, Varsovia y Moscú, donde la vida era muy difícil en muchos sentidos.

  1. Finalmente, compartiré con mis lectores una narración irreverente, esta ha ido pasando de boca en boca, para destacar ciertas condiciones de un “diplomático a la carrera”, designado por un gobierno de nuestro país el siglo pasado.

El hecho transcurre en una monarquía europea, donde la reina extiende una invitación a los representantes de los países con los que mantiene relaciones diplomáticas, para un brindis con motivo del año nuevo.

En determinado momento, el jefe de ceremonial de la casa real propicia el acercamiento de Su Majestad la Reina, con un grupo de embajadores. Cuando se iniciaban las conversaciones, Su Majestad hace un gesto de dolor y a continuación se le escapa un “gas, viento o efluvio;” lo cual provoca miradas entre los representantes que rodean a la monarca. De inmediato, un embajador de otra corte europea intenta desviar la atención de sus colegas y dice: “Ruego a vuestras excelencias disculpar este accidente gástrico, seguramente provocado por algo que ingerí la noche anterior.”

La reunión continúa de manera normal, brindando con “chanpagne” y degustando algunos bocadillos, cuando inesperadamente se escucha un nuevo estruendo, el cual a manera de cómplices los que rodean a la reina tratan de disimular, tosiendo o “garraspeando”, como si tuvieran algo en la garganta. En esta ocasión un embajador del lejano oriente se adelanta a ofrecer las disculpas personales por el nuevo incidente: “Majestad, colegas, ahora soy yo quien solicita la venia de su amplio criterio para saber disculparme por este acto involuntario. Os aseguro que no volverá a suceder.”

Para entonces el representante mexicano ya se sentía incómodo, además de relegado, pues se dio cuenta que sus colegas se le habían adelantado en el afán de cubrir a la real anfitriona. En un arranque de bondad desbordada decide tomar la palabra, para discretamente dirigirse a los otros embajadores: “Por favor colegas, la próxima que se lance la reina, me la apuntan a mi cuenta.”

Termino afirmando que las virtudes de las que se habla al principio del presente artículo, tienen su lado opuesto, como son la vanidad y la adulación; así como la jactancia, la indiscreción, la ironía, el egocentrismo, la falsía, la pereza espiritual, la arrogancia, la falta de tacto y la maldad. Todos ellos deberían ser desterrados de la forma de actuar de los representantes diplomáticos o consulares y de las personas en general.

Pero un chiste de vez en cuando, no le quita valor ni solemnidad a su trabajo.

  1. El 3 de septiembre de 2014 se publicó en la revista electrónica “Enlace México” una versión abreviada, con el mismo título.
  2. Luis Octavio Madero: Hijo del poeta michoacano Manuel Madero. Clérigo frustrado, periodista y poeta. Es autor de la narración Claustro (1932); Crónicas de Guerra (1935); Sindicato (pieza teatral en dos actos, estrenada en Bellas Artes) 1936; Los Alzados, Editorial México Nuevo, 1937, 80 pp; y, Llanto por la Vida Transitoria (poemas), 1945; así como diversos artículos en la prensa nacional y reseñas de su estancia en Barcelona, durante la Guerra Civil Española. El periódico barcelonés “La Vanguardia”, del 24 de noviembre de 1938 difunde el artículo titulado “Los Amigos de España. Cuadernos Literarios del Consulado General de México”, en el que se habla de la labor del Cónsul Madero, a quien se le califica como: “Un Espíritu Fino y Cultivado”. Dichos folletos se distribuían a los combatientes republicanos. El 2 de diciembre del mismo año, el diario catalán publica otro artículo escrito por el Cónsul Luis Octavio Madero, en el que se destaca el apoyo de México a los Republicanos españoles. En forma compartida con su hermano Ernesto Madero escribieron: “Homenaje a Carlos Marx” (1935).

 

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5 comentarios

  1. El retrato de las características antropomórficas-estéticas-intelectuales-pecuniarias-alcurnia-y otras hierbas, que idealmente debe reunir el “Diplomático” es de antología.

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