IX. El PRODUCTO INTERNO BRUTO (PIB): DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO AL BIENESTAR SOCIAL

(…) when using it to judge economic problems
and policies, distinctions must be kept in mind between quantity and quality of growth, between its costs and returns, and between the short and long run(…)

Simon Kuznets

Un indicador

El Producto Interno Bruto (PIB) fue creado en 1937 por Simon Kuznets, quien lo presentó como una herramienta de medición de la producción económica de Estados Unidos; años más tarde, la Conferencia de Bretton Woods lo validó como el principal indicador macro económico nacional y desde entonces ha sido considerado como la medida más ampliamente aceptada de la condición económica de un país.

En términos magros, el PIB es una estimación del rendimiento del mercado, que suma todos los bienes y servicios finales que se producen y comercializan por dinero en un período de tiempo determinado. Por lo general, se mide sumando los gastos de consumo personal de una nación (pagos de bienes y servicios por parte de los hogares), gastos gubernamentales (gasto público en la provisión de bienes y servicios, infraestructura, pagos de deuda, etc.), exportaciones netas (el valor de las exportaciones de un país menos el valor de las importaciones) y la formación neta de capital (el aumento en el valor del stock total de bienes de capital monetizados de una nación). Así, aunque era evidente que se trataba de un referente de la actividad económica, no del bienestar económico o social de un país, por muchos años se ha considerado el indicador fundamental de la mejoría económica de las naciones.

Aunque todavía es un referente fundamental de crecimiento económico, sus alcances y sus limitaciones han sido cuestionados de cara a los actuales desafíos internacionales en materia de desigualdad, bienestar y sostenibilidad. De ahí que se ha venido cuestionando no solo su conceptualización sino también su vinculación con esos ámbitos. Ello aunado a un hecho fundamental: desde su creación, no obstante la familiaridad de su uso, sigue siendo un término que realmente no significa mucho para la mayoría de las personas.

La primacía del PIB como medida del éxito económico de los países fue trastocada desde 2008, cuando Estados Unidos, y posteriormente el mundo, afrontaron lo que se ha llamado la segunda Gran Recesión, la peor crisis global desde la Gran Depresión de 1929. Esta tendencia, asumida de manera velada por políticos o economistas, fue más evidente por ciudadanos y organizaciones civiles que lo consideraron como el símbolo primario de lo que está mal en la economía de mercado. Así, los ambientalistas señalaron que en el aumento excesivo del crecimiento va implícito un daño al planeta; los defensores del desarrollo humano consideraron urgente reemplazarlo con indicadores de bienestar genuino, mientras que activistas argumentaron que enfocarse en el PIB sólo ha disfrazado la desigualdad y la ausencia de armonía social.

Estas críticas han ido a la par de interrogantes sobre lo complicado que resulta la construcción estadística del PIB, así como de lo que tal abstracción compleja puede significar. Sobre todas las cosas está preguntarse si todavía es una medida adecuada del desempeño económico, y lo evidente es que no, ya que es una medida diseñada para la economía de producción en masa del siglo XX no para la economía moderna de rápida innovación y con servicios digitales intangibles.

Como desde hace varios años es evidente la necesidad de una medida de la economía diferente, alternativa o complementaria al actual PIB a eso se avocó el Grupo de Alto Nivel sobre Medición del Desempeño Económico y Progreso Social (HLEG), formado por una treintena de especialistas que entre 2013 y 2018 analizaron desde distintas perspectivas la métrica utilizada para configurar el PIB, pero sobre todo sus falencias para reflejar los avances socioeconómicos de los países. El resultado fue el informe Beyond GDP: Measuring What Counts for Economic and Social Performance (OECD Publishing, Paris, 2019, 148p), al cual complementa un libro con análisis de algunos de los integrantes del HLEG sobre sustentabilidad, inequidad y progreso social: For Good Measure: Advancing Researchon Well-being Metrics Beyond GDP. (OECD Publishing, Paris, 2018, 324p).

Un legado previo y el Informe actual

Para referir al HLEG, es necesario remontarse a 2008, cuando el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, recomendó la creación de la Comisión de Medición de Desempeño Económico y Progreso Social (conocida como Comisión Stiglitz-Sen-Fitoussi, debido a los apellidos de sus coordinadores), la cual publicó en 2009 el informe Mismeasuring Our Lives: Why GDP Doesn’t Add Up, cuyo mensaje fundamental fue cambiar el enfoque de las estadísticas que miden el tamaño de la producción económica, que es de lo que se trata el PIB, y enfocarse en medir lo que da forma al bienestar de las generaciones presentes y futuras.

Esa Comisión estaba formada por destacados economistas y científicos sociales. Su dilema central fue evaluar el PIB como una medida de desempeño, identificar sus limitaciones y considerar cómo se podrían construir mejores métricas de bienestar y progreso social. Sus recomendaciones estaban dirigidas particularmente a agencias estadísticas y gobiernos, enfocándose en la necesidad de más datos e investigación. Así, proporcionó una serie de sugerencias técnicas para mejorar las métricas referentes al PIB utilizadas hasta entonces, aunque el centro de sus recomendaciones fue lograr un alejamiento de la excesiva dependencia del PIB y diseñar un tablero de indicadores que incluyera aspectos como la distribución del bienestar y sostenibilidad en todas sus dimensiones.

Las recomendaciones de esa comisión tuvieron repercusión entre académicos, diseñadores de políticas públicas y comisiones legislativas en diversos países, pero su repercusión fue mayoritariamente palpable en organismos y foros multilaterales, donde se asumió la estafeta de cambio y se plantearon nuevas direcciones en métrica y conceptualización del PIB.

En esta tendencia, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), asumió un rol fundamental en la implementación de las recomendaciones de la Comisión. En 2008 creó la Iniciativa Nuevos Enfoques para los Desafíos Económicos (NAEC por sus siglas en inglés), espacio de reflexión enfocado en plantear cambios en los datos, modelos y herramientas utilizados a fin de establecer una base de análisis acorde a los nuevos desafíos económicos. Otro cambio importante ocurrió en 2011con el establecimiento de la Better Life Iniatitive, que desde entonces ha desempeñado un papel fundamental para analizar la nueva agenda sobre el PIB, tanto a través de su publicación emblemática ¿How’s Life? como con el Better Life Index.

A tono con estas estrategias y esquemas relacionados con el PIB y el bienestar económico y social, la OCDE impulsó el trabajo del HLEG, compuesto por especialistas de diversa formación y coordinado por Joseph E. Stiglitz, Jean-Paul Fitoussi y Martine Durand, y fue sede de algunos de sus múltiples encuentros. Sus disertaciones y recomendaciones dieron forma al contenido del informe recientemente presentado, así como a la compilación de análisis realizados por algunos de sus integrantes.

En su informe, el HLEG destaca el papel de las métricas de bienestar en las políticas y alienta un diálogo más activo entre la teoría económica y la práctica estadística. Su premisa fundamental es que el PIB no puede representar todos los aspectos de bienestar ya que solo describe el desempeño económico de un país en el mercado. Esto ha llevado a que el PIB se utilice como un indicador tanto del bienestar económico (por ejemplo, el control de las personas sobre los productos básicos) como del bienestar general (que depende de los atributos de las personas y no de las actividades relacionadas con el mercado). El PIB, señala el grupo, no fue diseñado para esta tarea y por ello es necesario ir más allá para evaluar la salud de un país y complementar el PIB con un conjunto de indicadores que refleje la distribución del bienestar en la sociedad, así como su sostenibilidad en sus dimensiones social, económica y ambiental.

Al hacer un balance de las recomendaciones hechas en 2009 por la Comisión de Medición de Desempeño Económico y Progreso Social, la HLEG destacan las áreas que requieren un mayor enfoque por parte de agencias de estadística, investigadores y formuladores de políticas: la subjetividad en la medición del bienestar; la inseguridad económica; la pérdida de confianza, y la medición de sostenibilidad en sus diversas dimensiones.

Al respecto, señala que las medidas subjetivas de bienestar son críticas para evaluar los costos y los beneficios no monetarios de los programas y las políticas públicas. Por su parte, la inseguridad económica es un campo «nuevo» donde se necesita mucho más esfuerzo para desarrollar métricas sobre los efectos de los shocks económicos en las personas, así como de los amortiguadores disponibles para afrontarlos. Finalmente, asegura que la medición de la sostenibilidad en sus dimensiones ambientales, económicas y sociales, y la resistencia de los sistemas a las crisis, son prioridades para la investigación y la práctica estadística que requiere la contribución de diferentes enfoques y disciplinas.

Con esta perspectiva, el informe destaca las tendencias del contexto actual y la urgencia de asumir nuevas perspectivas: una mayor inseguridad económica (detonada por ciclos de recesión o depresión , más frecuentes); menor confianza de la gente (especialmente en los gobiernos y las instituciones públicas); las desigualdades horizontales entre personas que comparten características comunes; la atención creciente al efecto del cambio climático y la sostenibilidad; los cambios en la estructura de las economías (composición del mercado laboral, producción en cadenas de valor; nuevos hábitos de consumo); la digitalización de la economía (cuyo valor real y tasación fiscal siguen analizándose), y los avances en la disponibilidad de datos (uso de nuevas tecnologías dejan al margen el uso de encuestas y estudios tradicionales).

Respecto a la crisis financiera de 2008-2009, el HLEG asegura que se sobrestimó el estado de la economía internacional al tomar como parámetro fundamental el PIB y por ello los gobiernos demoraron en generar respuestas integrales que atendieran el impacto inmediato, así como sus efectos posteriores. Con este fenómeno se confirmó la necesidad de completar los datos existentes con medidas de seguridad económica y bienestar subjetivo e incluir cambios en el efecto humano y social de los modelos de medición prevalecientes.

Con base en estas consideraciones, el HLEG brinda propuestas para asumir una nueva dirección, manteniendo el impulso previo e identificando áreas que requieren más trabajo. Señala que incluso las áreas que ya ocupan un lugar destacado en la recopilación estadística actual –por ejemplo, las desigualdades verticales en los recursos económicos de los hogares- enfrentan desafíos metodológicos para registrar realidades subyacentes. En el mismo sentido, refiere que ámbitos como el bienestar subjetivo o la contabilidad de daño ambiental, que apenas comienzan a ser cubiertas por las Oficinas de Estadística, deberán fortalecerse para ampliar su base de evidencia necesaria a fin de enriquecer la calidad de sus análisis estadísticos. Finalmente, para áreas más recientes de evaluación -la inseguridad económica, la desigualdad de oportunidades, la confianza y la capacidad de recuperación-, reconocen carencias evidentes en la mayoría de los sistemas estadísticos nacionales.

Ante tal disyuntiva, el informe Beyond GDP: measuring what counts for Economic and Social Performance, presenta una docena de recomendaciones que dan pauta a distintas vertientes de trabajo futuro. Grosso modo, comprenden el uso de un tablero de indicadores acerca de las condiciones materiales de las personas y su calidad de vida; la aplicación de mejores métricas y mayor comparabilidad en temas de ingreso y riqueza; un mejoramiento del desglose de indicadores sociales como edad, sexo, tipo de discapacidad, orientación sexual y educación; la integración de información sobre las desigualdades económicas dentro del Sistema de Cuentas Nacionales; la recopilación frecuente y estandarizada de medidas evaluativas del bienestar subjetivo; la medición desglosada de la inseguridad económica de las personas; mejores indicadores de sostenibilidad; el acceso de académicos y analistas de políticas a datos estadísticos y registros administrativos; el uso de métricas de bienestar para informar las decisiones en todas las etapas cualquier política pública.

Visiones individuales

Como se comentó, el informe del HLEG, que presenta la visión general de los coordinadores sobre los temas analizados durante los últimos cinco años por una treintena de investigadores participantes, fue publicado simultáneamente con otro libro que contiene los textos algunos de sus miembros acerca de los temas que fueron el foco del trabajo colectivo.

Los autores de los capítulos recopilados en For Good Measure: Advancing Research on Well-being Metrics Beyond GDP proporcionan una visión profunda del pensamiento que debería sustentar nuevos enfoques de medición en un conjunto crucial de campos, así como las preguntas técnicas y organizativas que deberían atenderse en aras de mejores resultados. Sus contribuciones subrayan la importancia de integrar diferentes escalas de análisis (la del individuo, el hogar, el país y el mundo) para lograr una imagen realista del estado real de las sociedades y resaltan los aspectos fundamentales que, desde su punto de vista, los enfoques tradicionales han descuidado debido a limitaciones conceptuales, dificultades técnicas o carencia de datos.

Esta obra es resultado de los talleres temáticos que los investigadores realizaron en colaboración con diversas fundaciones y organizaciones. Es quizás como resultado de este ejercicio colectivo que ellos sugieren integrar los múltiples hilos propositivos en un enfoque holístico – con las múltiples interacciones que están en juego- a fin de lograr una efectiva medición del desempeño económico y el progreso social.

Necesaria vuelta de tuerca

El mensaje central en los libros comentados es que el Producto Interno Bruto no refleja el bienestar social de las personas. Su valía y utilización está circunscrita al estado que guarda la actividad macroeconómica de un país, no en la prosperidad ni en la mejoría de una sociedad. Tanto las economías nacionales, como la global son más complejas y esa herramienta de medición, aunque útil para ciertos fines, es insuficiente para indicar la evolución del bienestar humano, aspecto de fundamental atención para los Estados.

Sin duda, los materiales coordinados por Stiglitz, Fitoussi y Durand son una bocanada fresca que vitaliza planteamientos soterrados sobre las limitaciones del PIB y estimula ideas para que los Estados pongan en práctica mediciones que les permitan constatar una evolución auténtica de su bienestar social. Su aportación al debate sobre el desarrollo humano tiene un doble reconocimiento porque da continuidad a las propuestas previas de la Comisión Stiglitz-Sen-Fitoussi, germen de los planteamientos y las conclusiones presentadas.

Estos libros también constatan un trabajo colectivo comprometido y una postura decidida de organismos multilaterales respecto al tema. La formación multidisciplinaria de los integrantes de la comisión y el respaldo de la OCDE a su trabajo es una suma de esfuerzos plausible en todas sus dimensiones. Su contenido, sin duda cumple el cometido inicial de sus autores: cambiar el enfoque predominante de las estadísticas de medir el tamaño de la producción económica, que es de lo que se trata el PIB, y medir lo que da forma al bienestar de las generaciones actuales y futuras.


Stiglitz, J., J. Fitoussi and M. Durand (2018),
Beyond GDP: Measuring What Counts for Economic and Social Performance,
OECD Publishing, Paris.
https://doi.org/10.1787/9789264307292-en

 

 

 

Stiglitz, J., J. Fitoussi and M. Durand (eds.) (2018),
For Good Measure: Advancing Research on Well-being Metrics Beyond GDP,
OECD Publishing, Paris.
https://doi.org/10.1787/9789264307278-en

 

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