The Blue Legion rendered
valuable service and provided
excellent propaganda material.
Dr. William Carr.
“Hitler´s War Machine”.
La historia de México registra la participación de voluntarios mexicanos en distintos conflictos internacionales. La presencia de esos combatientes en conflagraciones que tuvieron lugar más allá de las fronteras nacionales se caracterizó por su compromiso con las causas justas y progresistas, por su identificación con la democracia y la voluntad soberana de los pueblos y por su oposición a dictaduras, tiranías y expresiones de opresión de corte fascista o imperialista.
Esos compromisos y definiciones se expresaron con la participación de cerca de 500 voluntarios en la guerra civil de España (1936-1939), encuadrados en las fuerzas armadas de la República Española, particularmente en el ejército de tierra, la aviación y las brigadas internacionales, combatiendo contra la agresión fascista y golpista del llamado ejército nacional de Francisco Franco y el intervencionismo de la Alemania nazi y la Italia fascista.
Otros ejemplos de solidaridad y compromiso por parte de voluntarios mexicanos ocurrieron en el inicio de la revolución cubana, ya que algunos connacionales estuvieron presentes en el desembarco en la isla y en el inicio de operaciones en la Sierra Maestra. Otro caso fue el de los combatientes agrupados en el movimiento guerrillero dirigido por Yon Sosa en Guatemala, durante los años 60s del siglo pasado, contra la dictadura en ese país y su alineamiento con las políticas hemisféricas de los Estados Unidos.
Casos adicionales de compromiso internacionalista fue el de los mexicanos que acompañaron a las fuerzas del Frente Sandinista para derribar la dictadura de los Somoza en Nicaragua durante los últimos años de la década de los 70s y posteriormente para colaborar en el despliegue de programas de educación y salud y hasta para contener las acciones de la contra nicaragüense que actuaba desde Honduras y Costa Rica con el patrocinio de los Estados Unidos. Algunos brigadistas mexicanos tuvieron participación en las ofensivas que montó el Frente Farabundo Martí en El Salvador contra el régimen conservador, derechista y pro-norteamericano que detentaba el poder político y económico en ese país.
Sin embargo, el compromiso y solidaridad de los voluntarios mexicanos no se limitó únicamente al apoyo de las causas democráticas, populares o anti-fascistas. Se encuentran registrados y documentados los casos de mexicanos que se identificaron con las doctrinas totalitarias en Europa, nazismo, fascismo y franquismo, que hicieron proselitismo en nuestro país y hasta se trasladaron a España y Alemania para unirse a las organizaciones políticas y enlistarse en las fuerzas armadas.
Se cuenta con datos que detallan la incorporación de jóvenes mexicanos, de origen alemán, en la Wehrmacht (ejército) alemana y su desplazamiento principalmente al frente oriental para combatir en la entonces Unión Soviética y Polonia durante la Segunda Guerra Mundial.
En el México postrevolucionario la oposición estaba representada por movimientos de carácter conservador, tradicionalista y religioso, que trataban de obstaculizar los programas gubernamentales que impulsaban la reforma agraria, la educación laica, los derechos de los trabajadores y otras reivindicaciones de interés nacional. El conflicto conocido como guerra cristera fue una expresión de ese enfrentamiento ideológico. En la década de los 30s esa oposición tomó forma en la fundación del partido de derecha Acción Nacional, en la creación de la Unión Sinarquista de corte fascista y religiosa y en la proliferación de organizaciones católicas.
Las asociaciones que agrupaban a las comunidades de origen español como el Real Club España, el Casino Español o la Beneficencia Española, jugaron un papel importante para promover las rancias ideas acerca del llamado hispanismo y del catolicismo. Esas instituciones seguían siendo monárquicas y se distinguían por su marcada oposición al sistema republicano en España. A sus agremiados se les saturaba con mensajes que advertían sobre la masonería internacional, el comunismo, el laicismo y la necesidad de emprender una cruzada para defender valores y tradiciones. Estas organizaciones financiaron la edición de una revista llamada Vida Española, que fue el órgano de difusión de la extrema derecha española en México, que lanzaba sus cuestionamientos a la república española pero que podían aplicarse también al gobierno del presidente Lázaro Cárdenas.
El inicio de la guerra civil en España, en julio de 1936, fue la oportunidad para que esas asociaciones y clubes confirmaran su filiación monárquica, su identidad conservadora y tradicional, su vocación católica y su posición contraria a todo lo que representara políticas modernas y progresistas. Desde un principio esas agrupaciones sociales manifestaron su adhesión al movimiento golpista de Francisco Franco y revelaron su respaldo al movimiento político de derecha representado por la Falange Española.
En esos momentos de definiciones ideológicas los empresarios españoles de la Ciudad de México financiaron el establecimiento de una rama de la Falange Española Tradicionalista para oponerse al apoyo del Gobierno de México a la República Española y para financiar el traslado de voluntarios a España para sumarse al bando franquista. Tres años después ese grupo de empresarios abandonó a los sobrevivientes mexicanos del conflicto que vagaron durante meses por el país.
De esta manera se pudo apreciar que al mismo tiempo que se empezó a organizar el envío de voluntarios para combatir a favor de la república y en contra del fascismo con el apoyo de autoridades, sindicatos y movimientos políticos, la extrema derecha española y criolla comenzó a hacer labores de propaganda entre su membresía para reclutar voluntarios que quedaran encuadrados en el ejército nacional de Franco. El argumento recurrente que se difundía era el de que se trataba de combatir en una nueva cruzada para salvar a España y Europa y por extensión a la civilización occidental.
Entre los autores que han investigado la presencia de mexicanos en la guerra civil de España se encuentra el doctor Mario Ojeda, académico de El Colegio de México, quien ha expuesto que poco más de 100 jóvenes fueron reclutados por Augusto Ibáñez Serrano, representante de Falange Española en México, los cuales fueron enviados a España desde Veracruz a bordo del trasatlántico alemán “Orinoco”. Según Ojeda 80 de estos individuos están identificados y que Juan Ugarte Olañeta, Nicolás Rodríguez Fernández y Nicolás Portilla Mantecón, que llegaron a España como voluntarios en 1937, fueron repatriados en noviembre de 1941.
El historiador inglés Christopher Othen refirió que en algunos archivos o registros se llegó a señalar que 450 mexicanos combatieron en las fuerzas de Franco. Sin embargo, el académico afirmó que sólo se puede comprobar la participación de 10.
Para el autor suizo Gino Baumann la cantidad de mexicanos que combatieron encuadrados en las filas nacionales y falangistas fue de 18. Cifra que coincide más o menos con la de 21 que dio a conocer la revista Vida Española en México. Baumann afirmó que el perfil católico y ultraconservador era lo que caracterizaba a esos voluntarios.
El final de la guerra civil en España ocurrió en marzo de 1939. El país se encontraba destruido, sin infraestructura, propiamente sin actividades productivas, con hambruna en la población y una sociedad reprimida, dividida y atemorizada. En esas condiciones se dio la entrevista de Francisco Franco con Adolfo Hitler en Hendaya (frontera franco-española), el 23 de octubre de 1940. En ese encuentro se abordó la posibilidad de establecer una alianza militar entre España y Alemania en el marco de la Segunda Guerra Mundial. La parte alemana trató de hacer valer el apoyo político y material que le brindó al bando franquista y asegurar el frente occidental durante la conflagración. Por las condiciones en que se encontraba su país Franco evadió cualquier compromiso y Hitler pareció desencantarse con la idea de un aliado español.
En junio de 1941 Alemania inició la invasión de la Unión Soviética con la operación “Barbarroja”, contando con el apoyo de contingentes de Finlandia, Rumanía, Italia, Bulgaria, Estonia, Lituania, Croacia, Eslovaquia y Albania.
Ante esa situación el régimen dictatorial de Franco se vio obligado a reconsiderar su posición, pero sin llegar a establecer una alianza formal con Alemania. En esos días se tomó la decisión de formar una agrupación de voluntarios, de preferencia con elementos provenientes de las filas de Falange y no del ejército regular, para sumarse a los apoyos multinacionales que estaban recibiendo las fuerzas armadas alemanas. Así, en junio de 1941 se proclamó la creación de la División Azul convocando principalmente a falangistas, obreros y estudiantes.
Por exigencias del alto mando alemán el reclutamiento se extendió a militares veteranos de la guerra civil y disminuyó el de civiles. El general Agustín Muñoz Grandes fue nombrado comandante general de la división, que reclutó entre 45,000 y 50,000 efectivos y que pasó a formar parte integral del ejército alemán como la 250 división de infantería.
En el curso del mes de julio de 1941 la división fue movilizada al campo militar de Kramemberg en Alemania en donde recibió entrenamiento, juró fidelidad a Adolfo Hitler y fue integrada oficialmente a la Wehrmacht. A pesar de la lealtad jurada el Fuehrer seguía convencido de que los voluntarios españoles eran pequeños, de piel obscura e indisciplinados.
En agosto de ese año la división fue enviada al frente oriental, con base en Smolensk, para preparar el asalto final a Moscú. En el período de servicio de la División Azul, 1941-1943, el contingente vio acción en las batallas de Leningrado, Voljov, Sitno, Possad, Krasny Bor, Pushkin y Berlín.
El 12 de octubre de 1943 el dictador Francisco Franco acordó el retiro de la División Azul del frente. Seguramente tomó en cuenta que el ejército alemán había sido derrotado en Stalingrado, que se iniciaba la ofensiva contra Alemania y que estaba próxima la apertura del frente occidental a cargo de los Estados Unidos, Gran Bretaña y sus aliados. Los saldos para la División Azul fueron de 4,954 muertos en combate, 8,700 heridos, 372 prisioneros de los cuales sobrevivieron 226 que fueron repatriados en 1954.
La revisión de algunos documentos y páginas electrónicas dedicadas a la historia militar y a la participación de voluntarios mexicanos en la guerra civil española indica que 20 mexicanos se dieron de alta en la División Azul después de haber combatido en el bando franquista. La cifra es difícil de comprobar ya que en los registros históricos no se distingue a los nacionales mexicanos o hijos de españoles que habrían regresado a España antes de que estallara la guerra civil y los que se trasladaron a ese país con el propósito de enlistarse en las fuerzas nacionales y falangistas.
Sin lugar a dudas el caso más conocido y mejor documentado de un voluntario mexicano en la División Azul es el del teniente Jaime Galiana Garmilla. Galiana nació en Puebla el 31 de julio de 1916, hijo de un médico español que ejercía en esa ciudad.
Galiana Garmilla fue enviado por sus padres a estudiar en España. En Alicante cursó el bachillerato, más adelante inició la carrera de medicina en la Universidad de Madrid. En 1936, año del golpe de estado y levantamiento franquista, se encontraba estudiando en la Universidad de Salamanca.
En apego a sus convicciones católicas y conservadoras Galiana Garmilla se dio de alta en las fuerzas nacionales franquistas en julio de 1936 y terminó la guerra con el rango de teniente habilitado. Abandonó los estudios de medicina y decidió iniciar la carrera militar. Se graduó como teniente en la Academia de Caballería de Valladolid. Meses más tarde solicitó su incorporación en la División Azul en donde fue nombrado jefe de la 15 compañía del 269 regimiento de infantería.
El teniente Galiana Garmilla murió en el enfrentamiento de Sitno el 22 de octubre de 1941 y fue enterrado en el cementerio de Grigorowo en Polonia. En 1973, todavía durante la dictadura franquista, a Galiana Garmilla le fue otorgada post mortem la Cruz Laureada de la Real y Militar Orden de San Fernando por méritos en combate. Una instalación militar en Valladolid se llama teniente Galiana en su memoria.
Se puede aseverar que el caso de Jaime Galiana Garmilla queda inscrito en el de aquellos hijos de españoles, nacidos en México, criollos, que por influencia familiar y de su entorno social se formaron como ultra-conservadores, tradicionalistas y católicos ultramontanos que asumieron como peligros, en su país de origen, en el de sus padres y para su clase social, las políticas de reivindicación y justicia social que se ejecutaban en México con el gobierno de Cárdenas y en España con la república. Adicionalmente se encontraban convencidos de la necesidad de iniciar una cruzada mundial contra el comunismo, la masonería y el capitalismo como recurso para preservar la fe y las tradiciones.
Otro personaje del que se tienen noticias sobre su participación en la División Azul es el autor y periodista Enrique Ruiz García conocido en México como Juan María Alponte (también usó el seudónimo de Hernando Pacheco).
De acuerdo con una entrevista concedida a la Agencia Universitaria de Noticias de la UNAM, publicada en 2012, Ruiz García mencionó que fue voluntario en la división entre 1941 y 1943. Afirmaba, por vanidad según sus detractores intelectuales y académicos, haber nacido en 1934 para seguramente alejar dudas sobre su pasado conservador y franquista, pero en realidad nació en 1924 en Santander. Así que para 1941 cuando se organizó la División Azul Ruiz García tenía la edad suficiente para ser reclutado. En 1968 se estableció en México y en 1972 se naturalizó mexicano. Ruiz García se desempeñó como columnista en diarios nacionales, fue asesor en asuntos internacionales del presidente Luis Echeverría y dirigió un programa de tv dedicado a comentar temas de la agenda mundial con un formato que fue criticado por su ambientación un tanto frívola e irrelevante. Durante su estancia en México Ruiz García evitó caer en definiciones políticas o ideológicas, tal vez para ocultar sus antecedentes políticos en España y trató de desempeñarse en una línea de asepsia intelectual que no tuvo credibilidad en medios académicos e intelectuales.
La novelista española Almudena Grandes ha abordado en algunas de sus ediciones de la colección “Episodios de una Guerra Interminable” la posibilidad de que, ante el retiro de la División Azul del frente ruso, algunos reclutas latinoamericanos, mexicanos entre ellos, se hubieran unido a los 1,500 divisionarios españoles que decidieron permanecer en el frente para enrolarse en las unidades alemanas de las Waffen-SS, formando lo que después se denominó Legión Azul. En una de sus novelas Almudena Grandes presenta el dato relativo a que dos veteranos mexicanos de la División Azul se dieron de alta uno en la llamada División Carlomagno (franceses) y el otro en la División Nederland (holandeses).
La autora señala que esos reclutas también se pudieron alistar en otras unidades de las Waffen-SS como la Legión Flamenca y la Legión Valona, viendo acción en Letonia, Yugoslavia, Pomerania, Los Pirineos, la defensa de Berlín(en los sectores de Pankow, Spandau y Kopenick) y hasta en la vigilancia del campo de concentración de Klooga en Polonia.
Marzo de 2019.
Everardo Suárez Amezcua.
Le felicito por el documentado artículo. Sólo decir que muchos de los divisionarios fueron reclutados a la fuerza. En distintos cuarteles militares una vez formadas las compañías se ordenada hacer un paso al frente. Qué casualidad que aquellos que lo hicieron fueron enrolados en la División, mientras que los que quedaron firmes, no fueron reclutados ni enviados al frente ruso. Los que permanecieron quietos eran los mayores patrióticos, es decir aquellos que aman a España por encima de todo… bueno mejor escribir que más quieren defender sus privilegios.
Gracias por el comentario. Lo compartiré con el autor
Por desgracia el mito de los forzados introducido por la propaganda cruza el charco,
Puede leer alguno de los libros de Carlos Caballero Jurado, hablar con alguno de los divisionarios que quedan vivos, ver los testimonios de los que nos han dejado, leer sus memorias y diarios, investigar en los archivos militares en los que aparecen renuncias en el 43 por cambio en la situación personal de algunos que se apuntaron en el 41 y no pudieron ir por exceso de cupo ( aceptadas, así que poco forzamiento…)… o puede seguir engañado repitiendo mentiras de oídas.
Desconozco de donde reproduce o se inventa el señor Morro lo de los forzados,porque si habla con algún divisionario de los que quedan, u oye grabaciones de sus testimonios, lee sus diarios o entrevistas, libros documentados como los de Carlos Caballero Jurado o directamente consulta minimamente los archivos militares españoles, comprobará que fueron voluntarios.