IV. TABLADA: PODER SUAVE Y UN JARRO DE FLORES

José Juan Tablada fue un gran poeta de vanguardia, un periodista combativo, un reaccionario en política, uno de los pocos intelectuales que alabaron al usurpador Victoriano Huerta, así como un adelantado promotor cultural de México. Fue un innovador y enorme su labor de promoción cultural antes de los tiempos del cólera y del bautizo del Poder suave, durante sus estancias como diplomático en Caracas y Bogotá y en Nueva York.

Por naturaleza, pertenece a la categoría de los escritores diplomáticos. Menos ortodoxo y más seglar que otros, desarrolló su labor poética al amparo de la diplomacia y trabajó en ésta con singular visión y eficacia.

Contemporáneo y amigo, y como él escritor y diplomático, Tablada compartió con Efrén Rebolledo una serie de experiencias y su afición por Japón. Como escritores, los dos pertenecían literaria y generacionalmente al Modernismo, del que pronto se desligaron para incursionar en otros territorios.

Ambos asumieron la influencia de la literatura y la cultura de Japón, la cual trasladaron más tarde no sólo a México sino al orbe de habla española. Sobre todo Tablada, quien cultivó el haikú y a quien se reconoce como el introductor de esa forma poética a nuestra lengua.

Al comenzar el siglo veinte el espíritu universal se afanaba en la búsqueda de novedades y en el descubrimiento de nuevas experiencias estéticas. Las vanguardias culturales se abrían a todas las corrientes. Japón estaba de moda en el mundo; entre intelectuales y artistas gozaba de un prestigio enorme. Poetas franceses e ingleses habían descubierto la posibilidad de renovar la forma, en el poema breve chino y en el haikú japonés.

Con la Restauración Meiji había comenzado una nueva era en la historia del Japón. Los jóvenes samuráis que acompañaron al emperador en imponerse al shogunato introdujeron transformaciones novedosas y radicales. Copiaron numerosas instituciones de Europa y los Estados Unidos como el correo, las comunicaciones, los puertos, el ferrocarril, el sistema de impuestos y establecieron elecciones a las cámaras de un parlamento.

Esas transformaciones no escaparon al registro de grupos políticos e intelectuales de México, donde fermentaba también una situación social que estallaría en unos años y tendría consecuencias en todos los sectores de la vida del país.

Tablada nació en la CDMX en 1871. Estudió en El Colegio Militar, en la Escuela Nacional Preparatoria y luego derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. En 1900 habría realizado un debatido y anhelado viaje a Japón. Pero esa experiencia decisiva daría frutos varios años más tarde.

Muy joven comenzó a publicar crónicas en El Universal, un ejercicio que sólo acabó a su muerte. En 1909, la Secretaría de Relaciones Exteriores le pidió escribir la biografía de los cancilleres de México, de 1821 a 1909. Luego, en 1910 y 1911 la misma Secretaría lo ocupó en la reorganización del Archivo General, labor que incluyó un viaje a Francia.

Aún no se perfilaban por completo los saldos de la Revolución cuando el presidente Carranza dio a Tablada un nombramiento en la Embajada de México en Colombia y Venezuela. Durante su estancia en esos países Tablada trabajó por lograr un mayor acercamiento mediante la publicación de crónicas sobre poetas mexicanos y temas históricos.

Fue intensa la labor de promoción que realizó publicando artículos periodísticos. Los textos se reproducían, en adición a Bogotá y Caracas, en La Habana y Nueva York. Tablada entendía así su trabajo diplomático: promover y propagar el arte y la cultura de México.

Renunció en 1920 para establecerse en Nueva York, donde permaneció muchos años. Allí realiza una propaganda impresionante sobre México, “se convierte en el indiscutible embajador cultural de su país”. Para ello, contó con el apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, entre otros, con una plaza de Cónsul que le asignó Genaro Estrada.

Además de escribir asiduamente en la prensa, organizaba exposiciones y daba conferencias. Con ello Tablada se situó como un vanguardista no sólo en la poesía de México y del mundo hispánico, sino también en la difusión cultural, estableciendo patrones para la diplomacia. Su labor diplomática lo convirtió en fortaleza del hoy llamado Poder suave en diplomacia.

Inteligencia privilegiada, así como advirtió la novedad de las formas poéticas, advirtió también las transformaciones que tenían lugar en la economía y la sociedad de su tiempo, el desarrollo y evolución de las actividades comerciales y financieras que se iban imponiendo.

Su visión sobre lo qué debía promoverse y cómo hacerlo consideraba los valores universales que poseían los mexicanos y que él resumía en nuestra cultura. Su apego y confianza en Genaro Estrada revelan su fe y lealtad en la diplomacia y en el país.

En poesía Tablada siguió su propio camino, alejándose del Modernismo para cultivar su singular aptitud de ir transformándose con las nuevas corrientes. Si su trabajo diplomático fue creativo y vasto, su estancia en Caracas fue decisiva en el desarrollo de su labor poética. Allí publicó los libros que confirmaron su vanguardismo: Un día…poemas sintéticos (1919), libro con el cual emprende el camino de la renovación y de la experimentación hasta llegar a los ideogramas de Li Po y otros poemas (1920), su libro más audaz.

En 1922, hace un siglo, publica El jarro de flores… Disociaciones líricas, libro hermano de Un día… y su segundo libro de haikús.

No todos los lectores supieron o pudieron entender su hazaña. “La inquietud de su espíritu lo impulsa con posterioridad –bien que con menor fortuna- a afiliarse en las escuelas extremistas de la decadencia o del que mejor pudiéramos llamar actual desconcierto poético. De esta nueva manera son producto: Un día, poemas sintéticos; Li Po, versos ideográficos; El jarro de flores, disociaciones líricas; La feria, poemas mexicanos”. Es lo que señala la entrada correspondiente en la Historia de la literatura mexicana de Carlos González Peña.

Tablada nunca se mantuvo en un sitio en poesía, el movimiento y la curiosidad fueron virtudes prominentes suyas. Mantenerse a la espera de lo inesperado lo había llevado al Japón. Como poeta visual que era recibió la influencia formal del haikú, del poema corto, del ideograma, de la caligrafía. Transformó esa experiencia y la vertió a la lírica castellana. Se adelantó a sus contemporáneos advirtiendo las posibilidades del Oriente.

Con la publicación de Un día… Li po…y El jarro de flores… Tablada no sólo se convierte en el gran poeta contemporáneo de México sino que introduce a la poesía de lengua española –dieciocho años después de su viaje a Japón- la novedad inaudita del haikú.

Influyó considerablemente en la juventud de su época y son muchos los poetas y escritores del país que han continuado el ejercicio por él iniciado, creando obras que no desdeñarían los modelos japoneses. Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Miguel Ángel Flores, Alberto Blanco, José Vicente Anaya y varios más entre nosotros, han dedicado parte de su trabajo a acercar a nuestra lengua creaciones orientales.

Japón ha retribuido a Tablada esa devoción, entre otras cosas mediante el libro de la profesora Atsuko Tanabe, “El japonismo de José Juan Tablada” (UNAM, México, 1981), consistente en un estudio y un homenaje a la afición del poeta mexicano por la cultura y la civilización de aquel país.

En fecha más reciente se ha publicado otro libro laudatorio: “José Juan Tablada: su haikú y su japonismo”, de Seiko Ota, una guía amorosa y autorizada a la obra de Tablada y una celebración de su arte.

En México la UNAM ha editado espléndidamente sus Obras en por lo menos una decena de gruesos tomos. La Secretaría de Relaciones Exteriores por su parte, incluye en su edición “Escritores en la diplomacia mexicana”, un nítido texto de Jorge Ruedas de la Serna sobre la vida y obra del poeta y diplomático.

 

San Miguel de Allende, enero de 2023

 

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