IV. MANUEL PAYNO: LITERATURA, DIPLOMACIA Y OTROS FRENTES

Las conmemoraciones de los grandes hombres del pasado conceden a los hombres del presente la ocasión de recordar lo que les debemos. De manera recurrente la Cancillería mexicana ha honrado al país con ediciones esmeradas sobre varios asuntos, destacadamente sobre la vida, las obras y el pensamiento de compatriotas que han servido al país y a la diplomacia mexicana.

Desde los albores de la independencia, la diplomacia nacional abundó en personalidades que se ocuparon de la defensa y promoción de los intereses del país, a la vez que dedicaban parte de su tiempo a dejar testimonio escrito de su experiencia y de su visión, y no pocos entre ellos, a la creación puramente artística.

Existen no pocos registros con elaborados inventarios sobre los diplomáticos escritores mexicanos. Baste señalar que forman una multitud y que sus nombres figuran en toda referencia al desarrollo de la cultura nacional.

En 2002, el tercer volumen de Escritores en la diplomacia mexicana, fue editado por la Secretaría de Relaciones Exteriores. Una bella edición conteniendo la semblanza de un grupo de escritores mexicanos que incursionaron en la diplomacia y al revés. Más que de semblanza se trata casi en todos los casos de un reconocimiento, de sendos homenajes. Es el caso de Manuel Payno, cuyo perfil biográfico fue elaborado por don Jesús Flores Olague, el historiador zacatecano, quien desarrolló una pieza histórica y literaria, docta y afable.

En su autorizada Historia de la literatura mexicana, Carlos González Peña señala las cualidades que como escritor caracterizaban a Payno. Escribió abundantemente sobre varias materias -señala González Peña- pero sus credenciales literarias se concentran en sus novelas. En efecto, en el bachillerato estudiamos y aprendemos que en el repertorio de la literatura mexicana del siglo diecinueve destacan las novelas de Payno.

El fistol del diablo (1845 -1846), El hombre de la situación (1861) y Los bandidos de Río frío (1889 – 1891)) se siguen editando y leyendo con interés, así sea, como señala la Maestra Josefina Zoraida Vázquez en el prólogo a la edición de PROMEXA Editores (1979), por el puro interés histórico.

En un siglo y una época en que esa moda literaria se impuso, la crítica coincide en considerar a Payno como nuestro primer escritor folletinesco; es decir, que participó en la sorprendente y novedosa moda de la literatura por entregas.

Acotar la obra literaria de Payno no es labor sencilla dado el volumen de lo escrito y la variedad de temas que acometió.

Por otra parte, no tuvimos posibilidad de consultar su expediente diplomático, pero es claro que, además de los tiempos convulsos que se vivían, los nombramientos y comisiones que le fueron confiadas en ese sector, revelan un carácter curioso y a ratos errático. No obstante, no hubo cargo, comisión o encomienda diplomática realizada, que no cumpliese de manera exitosa.

En 1842 Santa Anna lo nombra Secretario de Legación Extraordinario para las Repúblicas del Sur de América. El nombramiento nunca surtió efecto, al parecer. Más adelante fue enviado a Estados Unidos por la Secretaría de Justicia a estudiar el sistema penitenciario de aquel país. En 1851 habría asistido a la Exposición Universal de Londres, que tuvo lugar del 1 de mayo al 14 de octubre de 1851.

El 3 de abril de 1856 Mariano Arista lo nombra Encargado de Negocios ante su Majestad Británica. El 3 de mayo de 1856 es nombrado Enviado Extraordinario ante el Reino de Bélgica por Ignacio Comonfort. Igual, parece que no tuvo efecto ninguno de los dos y sí en cambio Payno asumió el cargo de Secretario de Hacienda, por tercera ocasión.

El 27 de junio de 1886 –Payno tenía 76 años- Porfirio Díaz lo nombra Cónsul General interino en el Reino de España. Allá Payno realiza una intensa actividad, lo mismo que en Francia. Las fuentes contienen información que difiere en algunos detalles. Lo cierto es que Payno recién volvía de Europa en 1894, donde había ocupado sucesivamente los consulados de México en Santander, en Barcelona y en París, anotó Luis González Obregón.

En Barcelona, Payno escribe y publica por entregas Los bandidos de Río frío.

Además de los literarios, escribió prolijamente sobre muy distintos asuntos. Desde inteligentes estudios financieros y hacendarios, históricos y administrativos, hasta unos Apuntes para la historia de la guerra con los Estados Unidos (1848); La convención española (1857); México y sus cuestiones financieras con la Inglaterra, la España y la Francia (1862); Cuentas, gastos, acreedores y otros asuntos del tiempo de la Intervención Francesa y del Imperio (1867); Vida aventura, escritos y viajes del DR. D. Servando Teresa de Mier (1865); Compendio de historia patria (1870) y muchos otros títulos.

Payno contaba con abundantes cualidades personales. Lo mismo destacó como Secretario de Hacienda en tres ocasiones, que como diputado y senador más de una vez. Fue él también quien estableció el servicio de correo secreto entre la Ciudad de México y Veracruz cuando la invasión norteamericana.

Previamente se había desempeñado como Secretario del General Mariano Arista, con el grado de teniente coronel, y como jefe de sección en el Ministerio de Guerra. Conoció la prisión por algún tiempo, acusado de espionaje y combatió en Puebla contra las fuerzas francesas de ocupación.

Era de carácter sociable, ameno y pulcro. Quienes lo conocieron lo describen como un hombre de presencia agradable, de palabra y modales reveladores de un espíritu noble y generoso. Su buen carácter le ganaba la amistad de muchos y la confianza general.

Longevo –murió el 4 de noviembre de 1894, a los 84 años-, le tocó vivir un siglo agitado, en un país convulso en busca de su identidad. En medio de las rivalidades enconadas de liberales y conservadores Payno -hay que destacarlo- perteneció y se mantuvo fiel al ala moderada.

No obstante el amplio abanico de actividades y ocupaciones que desempeñó, su paso a la posteridad lo debe a la literatura. Varios autores consideran a Los bandidos de Río frío -acaso con razón- la novela mexicana más popular del siglo diecinueve. Con todo, hay otras manifestaciones de su literatura que muestran el mejor estilo de Payno.

En ese sentido podemos citar los textos de Payno que figuran en México y sus alrededores, el librito colectivo dirigido por el editor José Antonio Decaen al mediar el siglo diecinueve y reeditado por Antonio Saborit en su Breve Fondo Editorial, el año 2000. El librito, una bellísima edición, contiene alguna de la mejor literatura de Payno, en los artículos donde hace la descripción de Ixtacalco, San Agustín de las Cuevas, Tacubaya y el Santuario de Guadalupe.

Otra más se refiere a El libro rojo –también un esfuerzo colectivo, éste con Vicente Riva Palacio, Juan Antonio Mateos y R. Martínez de la Torre- el cual representa una obra insólita en la historia de México. El libro de la muerte, le llama Carlos Montemayor en el prólogo a la edición que hizo CONACULTA en 1989. La obra, en efecto, registra la violencia del México cruento, bárbaro, áspero, desconsolador.

Payno contribuyó en ambos libros, de asunto y carácter tan diferente, tan apartado, con la misma propiedad: privaron la fina y rica prosa del escritor, además del tono nítido de su estilo.

Su obra literaria sigue resistiendo el tiempo y la crítica. Seymour Menton incluye uno de sus relatos en El cuento hispanoamericano, Antología crítico – histórica (FCE, 1972) y Carlos Monsiváis destaca su trabajo como cronista en A ustedes les consta – Antología de la Crónica en México (ERA, 1980).

Las cualidades de Manuel Payno, como escritor, diplomático, funcionario y combatiente de distintos frentes le aseguran permanencia en la memoria de la historia patria.

San Miguel de Allende, abril 2 de 2023

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