IV. LA LEGIÓN DE HONOR AMERICANA EN MÉXICO

Hacia la primavera de 1865 la guerra civil de los Estado Unidos ya había terminado. Este conflicto que tuvo una duración de 4 años, se inició el 12 de abril de 1861 y terminó el 9 de abril de 1865. El enfrentamiento entre los estados que se mantuvieron en la Unión y los que eligieron la secesión, integrándose en la Confederación de Estados Americanos, dio comienzo cuando el ejército confederado atacó el fuerte Sumter, situado en Charleston, Carolina del Sur, el 12 de abril de 1861.

A principios de 1865 el escenario político-militar de la Confederación ya estaba decidido y encauzado hacia la derrota. Después de la batalla de Five Forks, en Virginia, que tuvo lugar el 1º de abril de 1865, el ejército sureño al mando del general Robert E. Lee se vio no solamente vencido, sino también disperso. Días después, tras esa derrota, el general Lee se retiró a un lugar llamado Sayler´s Creek, Virginia y reconoció que táctica y logísticamente era imposible continuar la guerra. En consecuencia y en su calidad de comandante del ejército confederado Lee se rindió en la población de Appomattox en Virginia, el de 9 de abril de 1865. El general Ulysses Grant, comandante del ejército de la Unión, recibió la rendición.

En forma previa a estos acontecimientos se registró la caída de la ciudad de Richmond, Virginia, capital de la Confederación, el 3 de abril de 1865. En mayo de ese año la Confederación de Estados Americanos quedó oficialmente disuelta.

El final de la guerra, la rendición de Lee y la disolución de la Confederación no fue impedimento para que algunos contingentes de soldados sureños sediciosos continuaran luchando, en oposición a la rendición y como forma de rechazo a la ocupación de los territorios sureños por parte de los soldados de los estados norteños. Ese fue el caso del general Stand Watie que se rindió, junto con su regimiento, hasta el 26 de abril en Carolina del Norte. La última batalla de la guerra civil ocurrió en Palmito Ranch, Texas, el 13 de mayo de 1865, en donde un grupo de 300 soldados sureños se negaban a deponer las armas y rendirse.

En la guerra civil de los Estados Unidos intervinieron 2.4 millones de soldados por parte de la Unión, mientras que 1.2 millones lo hicieron por la Confederación. Durante el enfrentamiento los estados norteños reclutaron a cerca de 180 mil efectivos negros.

Mientras ese episodio histórico tenía lugar en los Estados Unidos, en México continuaba la guerra por la intervención francesa y el establecimiento de un gobierno ilegitimo que en forma de monarquía encabezaba Maximiliano de Habsburgo, quien se proclamaba emperador.

En 1865 las fuerzas militares francesas, apoyadas por unidades mexicanas de corte conservador y anti republicanas, derrotadas en la guerra de Reforma, y verdaderos resabios de la reacción, mantenían presencia en varias regiones del país, particularmente en Veracruz, Puebla, Oaxaca, todo el Bajío, Jalisco, Michoacán, San Luis Potosí, Coahuila, Nuevo León, Sonora, Sinaloa, estado de México y, principalmente, en la Ciudad de México.

En ese año la expansión de la ocupación francesa parecía constante. El ejército francés, que llegó a contar con cerca de 40 mil efectivos, orientó su desplazamiento hacia el norte con el objetivo de ampliar el control territorial, eliminar a las fuerzas republicanas y, sobre todo, empujar al presidente Benito Juárez hasta la frontera y obligarlo a salir del territorio nacional con lo que, según los mandos franceses, el gobierno republicano se extinguiría.

En esos tiempos se empezaron a registrar noticias sobre el alistamiento de ex militares de la Unión y confederados en las fuerzas republicanas de Juárez y las imperialistas de Maximiliano respectivamente.

El historiador Robert Ryal Miller, de la Universidad de California, indicó que fueron miles los veteranos norteamericanos que participaron en la guerra de intervención en México. Según Miller una de las primeras noticias que se conocieron sobre estos reclutamientos se encuentra en una carta que dirigió el general Philip Sheridan al representante diplomático de Juárez en Washington, Matías Romero, advirtiendo que 2 mil veteranos confederados se habrían dado de alta con los imperialistas y otros 3 mil con las fuerzas republicanas.

En un intento por explicar el interés de veteranos norteamericanos por participar en la guerra en México, Ryal Miller expuso que la desmovilización de soldados, una vez terminada la guerra civil, dejó a cientos de miles de hombres sin ninguna ocupación, sin posibilidades de incorporarse a una actividad productiva (la economía se encontraba destruida) y moralmente afectados. En el caso particular de los sureños, Ryal Miller señaló que la forma de vida de éstos había quedado devastada y sus propiedades arrasadas, lo que determinaba su repulsa a la ocupación yanqui y cierta coincidencia con las políticas conservadoras del imperio de Maximiliano.

El profesor Michael Hogan expuso en su libro “Guns, Grit and Glory: How the US and Mexico Came Together to Defeat the Last Empire in the Americas”, que una vez finalizada la guerra civil de los Estados Unidos veteranos del ejército de la Unión, incluyendo soldados negros, se unieron como voluntarios al ejército republicano de Juárez, integrando la Legión de Honor Americana. Según Hogan el contingente norteamericano actuó como una unidad de élite participando en varias batallas hasta llegar al sitio de Querétaro, en donde presenciaron el fusilamiento de Maximiliano y acompañaron al presidente Juárez en su entrada triunfal a la ciudad de México. En donde Hogan exagera, sin lugar a dudas, es cuando asevera en su libro que los Estados Unidos tuvieron una importante participación en la derrota de los imperialistas.

Michael Hogan destacó en su libro la misión de Matías Romero en los Estados Unidos recaudando millones de dólares, por medio de la venta de bonos de guerra, aportaciones en conferencias, cenas y donativos de clubes políticos, cantidades de dinero que fueron de suma utilidad para adquirir armamento moderno. Para 1867, según Hogan, las fuerzas armadas juaristas eran una “formidable fuerza militar”.

Recurriendo a los registros históricos disponibles se puede aseverar que el origen de la Legión de Honor Americana se encuentra en unas campañas de reclutamiento y de donación de fondos que tuvieron lugar en California una vez finalizada la guerra civil. En el California Center for Bibliographical Studies and Research se conserva una crónica publicada originalmente por el periódico Sacramento Daily Union, el 4 de noviembre de 1874, que llevó por título “Maximilian and the American Legion “, cuyo relato principal está dedicado a las actividades del coronel George M. Green, estadounidense por nacimiento y oficial del ejército mexicano, que fue comisionado en 1865 para comprar armas y municiones y reclutar voluntarios. De acuerdo con esta crónica, la misión de Green fue exitosa y así fue reportada al Cónsul de México en San Francisco, José A. Godoy, quien le reportaba directamente al presidente Juárez durante su estancia en Paso del Norte.

El grupo más numeroso de simpatizantes con la causa republicana de San Francisco se denominó Liga Monroe y se dedicó a recaudar fondos y reclutar voluntarios para apoyar al presidente Juárez, todo ello bajo la supervisión del cónsul Godoy. Posteriormente, se abrieron secciones de la liga en Nueva Orleans y Brownsville, siendo ésta la más grande.

Fue el cónsul Godoy quien le transmitió al coronel Green las instrucciones de Juárez para que se trasladara a Chihuahua para rendir un informe. Green llegó acompañado de un grupo de 27 oficiales y 150 veteranos del ejército de la Unión. El desplazamiento duró 90 días a través de California, Arizona y Nuevo Mexico, arribaron a Chihuahua y fueron recibidos por el presidente. En las mismas fechas llegó otro grupo compuesto por 30 oficiales procedentes de Texas, al mando del mayor McNulty y que también ofrecieron sus servicios a la causa juarista.

Estas agrupaciones de voluntarios fueron incorporadas al regimiento del general Miguel Aranda y empezaron a ver acción en las batallas de Parral y Durango. En esta ciudad los recibió el presidente Juárez y fue cuando les confirió el título de Legión de Honor Americana.

La Legión de Honor llegó a estar integrada por cerca de 3 mil efectivos, al mando de los coroneles George M. Green y Harvey Lake. En el caso de Green éste fue fotógrafo, topógrafo y asesor militar en México antes de la guerra civil norteamericana. Un dato que apuntaló su filiación republicana fue que su familia colocó bonos de guerra en los Estados Unidos por valor de 10 millones de dólares. Harvey Lake fue oficial en el ejército de la Unión, fue profesor de artillería y fue reclutado por los generales juaristas Plácido Vega y Gaspar Sánchez Ochoa. Un banquero de San Francisco patrocinó la campaña de reclutamiento de Lake para adquirir caballos, uniformes, equipos médicos, rifles de repetición Henry y revólveres Colt.

Por lo que se refiere al otro bando, el de los veteranos confederados identificados con el ejército imperialista, el Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de México, Matías Romero (se acreditó ante el presidente Abraham Lincoln en septiembre de 1863) envió una comunicación al presidente Andrew Johnson y al Secretario de Estado, William H. Seward, alertando sobre el interés de algunos grupos de confederados de trasladarse a México y ponerse al servicio de Maximiliano. Romero insistía en que la agresión de Francia era una amenaza también para los Estados Unidos y proponía que los generales Grant o Sherman encabezaran un ejército expedicionario a México.

El profesor Ernesto de la Torre Villar, académico del Pan American Institute of Geography and History, ha expuesto su punto de vista en el sentido de que la intervención francesa en México contrarió a la doctrina Monroe del gobierno de los Estados Unidos, ya que México pudo haber perdido su independencia y la Unión Americana habría visto amenazado su fututo desarrollo, puesto que Francia y otras potencias europeas fortalecerían las pretensiones de los rebeldes sureños que respaldaban la consolidación de un estado en el sur con un régimen extraño.

En el libro “La Intervención Francesa” de los profesores Ernesto de la Torre Villar y Arturo Gómez Camacho, de la colección Historia Mexicana, publicado por El Colegio de México, 2012, se expone que Matías Romero propuso al Secretario de Estado Seward aplicar a todo trance la doctrina Monroe, aprovechando la resistencia norteamericana a toda forma de penetración europea en sus campos de expansión.

Los autores en cita incluyen en su publicación una declaración de Matías Romero en los siguientes términos:

“No tenemos nada y necesitamos todo. Si continuamos en esta situación, sin recursos para organizar, armar y sostener ejércitos, reconozco que estaremos a merced de los invasores, quienes podrán quedarse en nuestro país cuanto tiempo lo deseen. Esperamos prolongar nuestra resistencia indefinidamente hasta que queden convencidos de la imposibilidad de consolidar la posición de Maximiliano. El tiempo que decidan quedarse puede ser extenso o breve. Nuestra tarea es acortarlo y, para ello, no deben controlar una pulgada más de territorio de lo que ya dominan y no deben vencer a otro soldado mexicano. No obstante, la única manera de evitar esas pérdidas es suministrar armas a nuestras fuerzas.”

Prosiguiendo con el interés de algunos grupos de veteranos confederados de prestar sus servicios al ejército imperial, resulta interesante anotar que el general Joseph Orville Shelby, comandante de la división de caballería de Missouri, se negó a aceptar la rendición de la Confederación y movilizó sus escuadrones a la frontera con el plan de ofrecer sus servicios al imperio de Maximiliano, con el objetivo ulterior, absurdo según Michael Hogan, de invadir los Estados Unidos desde México. Shelby dirigía un contingente de 1,000 jinetes que se hacía llamar la “Brigada de Hierro “. Su primera acción de guerra tuvo lugar en Matehuala, San Luis Potosí, en donde fueron derrotados por fuerzas republicanas. Poco tiempo después esta brigada cubrió exitosamente la retirada de una guarnición de 500 soldados franceses y desde esa región se dirigieron a la ciudad de México.

La brigada confederada fue recibida por Maximiliano y en la oportunidad reiteraron su ofrecimiento de incorporarse al ejército imperial. Sin embargo, Maximiliano expresó su disgusto por la presencia de esos antiguos confederados en México, lamentando la acción de armas que protagonizaron en Matehuala, ya que en su opinión eso podría ser visto como una provocación por el gobierno de los Estados Unidos. En compensación Maximiliano les ofreció una concesión de tierras en Veracruz que fue ignorada por el gobierno de Juárez cuando la república fue restaurada.

El año de 1866 fue decisivo para las gestiones que realizaba Matías Romero en Washington y Nueva York para promover la trascendencia de la lucha que sostenía el ejército republicano mexicano contra la ocupación francesa y la imposición de un régimen conservador e imperial. A las reuniones, entrevistas de alto nivel, conferencias, presentaciones en clubes políticos y banquetes organizados por Romero para recabar fondos y ayuda, se sumaron otras operaciones de apoyo y solidaridad como la efectuada por el general Lew Wallace, en Indiana, en donde fundó la Sociedad de Ayuda a los Mexicanos para recaudar recursos y vender bonos de guerra. Wallace fue un agente confidencial de la Unión en México en 1865 para obstaculizar las operaciones comerciales de los sureños en la frontera. El general Wallace ganó fama como autor de la novela de corte bíblico Ben Hur.

De acuerdo con el historiador estadounidense John Mason Hart, para principios de 1866 ya se habían recaudado cerca de 500,000 dólares por la venta de bonos de guerra y con esos fondos se organizó una red de abastecimiento de armas, municiones y equipos que fue dirigida por el banquero Eugene Kelly del banco Kelly and Company y operada por los comerciantes de armas Sturm and Tifft.

El profesor Michael Hogan afirmó, por su parte, que la colocación de bonos y la colecta de donativos alcanzaron un monto aproximado de 30 millones de dólares y que de esa cantidad 18 millones fueron manejados financieramente por los banqueros J.P. Morgan, Cornelius Vanderbilt, Charles Stillman, la Phelps Donge Corporation y el National City Bank de Nueva York.

En un artículo firmado por el profesor Robert Ryal Miller, publicado en la revista The Americas de la Cambridge University Press, en octubre de 1962, se aseveró que las actividades de Matías Romero para conseguir fondos estuvieron apoyadas vigorosamente por las operaciones que llevaron a cabo, en función de agentes confidenciales, los generales Plácido Vega y Gaspar Sánchez Ochoa entre 1864 y 1866.

A pesar de que el presidente Benito Juárez prefería recibir ayuda financiera para adquirir armamento en lugar de contratar mercenarios, aceptó que personas seleccionadas, soldados profesionales, de buena conducta podrían nacionalizarse para servir en el ejército republicano.

Por otra parte, el ministro de Hacienda y Fomento, Miguel Lerdo de Tejada, exploró la posibilidad de armar un ejército de voluntarios norteamericanos, si éstos profesaban los mismos principios que los liberales.

La definición política relativa a esta cuestión parece haber quedado determinada con una declaración de Matías Romero: “no es deshonroso ni impolítico organizar legiones de extranjeros que vengan a nuestro servicio, convirtiéndose desde luego en mexicanos, y que se puedan licenciar a poco tiempo, dándoles tierras para que sirvan de base a la colonización”.

Un dato adicional que vale la pena registrar es el ofrecido por el historiador Lean Sweeny de la Universidad de Nuevo Mexico. Según este académico el general Ulisses Grant, un republicano radical, convencido de la necesidad de expulsar a las fuerzas napoleónicas de México, instruyó al general Philip Sheridan para que reportara a Matías Romero que en marzo de 1866 se habían suministrado 30 mil fusiles modernos y municiones al ejército republicano procedentes del arsenal de Baton Rouge, Louisiana. Adicionalmente en Paso del Norte las fuerzas juaristas recibieron 10 cañones estriados nuevos de la dotación de Fort Bliss, Texas.

Para principios de 1866 la caballería mexicana y los voluntarios norteamericanos estaban mejor armados que sus enemigos imperialistas y franceses. Lo soldados mexicanos estaban adiestrados para utilizar carabinas Sharp, Henry y Remington. Se trataba de rifles calibre 44, de 16 disparos (15 cartuchos y uno en la recámara), podían disparar 120 rondas en 340 segundos, menos de tres segundos por tiro. En el curso de este año se incrementaron los envíos procedentes de los Estados Unidos consistentes en veintenas de cañones modernos, miles de fusiles nuevos, abastecimientos de toda índole, caballos y mulas, carretas de carga y materiales de sanidad. Mientras tanto las fuerzas francesas e imperialistas seguían utilizando el fusil Minié (de avancarga ) de 2 y 3 disparos por minuto que ya era obsoleto y estaba en clara desventaja con las armas de repetición norteamericanas suministradas al ejército mexicano.

En enero de 1866 las tropas del general Mariano Escobedo tomaron la población de Matamoros y el embarcadero de Bagdad en Tamaulipas (punto que fue estratégico para el comercio de la Confederación). En esa operación militar tuvo participación la Legión de Honor y una compañía de “American Negros Regulars”. El general Escobedo continuó hacia Chihuahua y los franceses e imperialistas empezaron a retirarse de Saltillo, Monterrey, Zacatecas y San Luis Potosí al tiempo que también abandonaban Sonora, Sinaloa y Jalisco.

A propósito de los legionarios negros, que fueron docenas, estos eran veteranos de las compañías de la USCT (tropas de color de los Estados Unidos) que al quedar desmovilizados al final de la guerra civil se vieron desempleados, marginados y víctimas de los prejuicios existentes. Al incorporarse a la Legión de Honor en 1865 vieron acción en las batallas de Zacatecas, Matehuala y Querétaro.

En Zacatecas la Legión de Honor estuvo presente cuando el general conservador Miguel Miramón atacó la ciudad y estuvo a punto de capturar al presidente Benito Juárez y a su gabinete.

En ese hecho de armas se distinguió el coronel George Church (asesor militar enviado por el general Grant) cuando facilitó la salida de Juárez y con los efectivos de la Legión de Honor enfrentaron a los imperialistas, franceses y austriacos. El presidente Juárez condecoró a Church con la Medalla al Valor.

Este episodio de Zacatecas también fue abordado por el profesor Michael Hogan en una versión un tanto exagerada, ya que expuso que el coronel Church cedió su caballo a Juárez y cubrió su retirada mientras éste iniciaba el galope para alejarse de la ciudad. Hogan no toma en cuenta que el presidente no sabía montar y que difícilmente se habría arriesgado a salir sobre un caballo de campaña. En términos históricos tiene más credibilidad la versión de la historia oficial que relata que el presidente alcanzó a salir en su carruaje escoltado por su guardia personal. Se puede agregar que uno de los argumentos que utilizaban los conservadores y reaccionarios para atacar al presidente y hacer escarnio de él era, precisamente, que no sabía montar. Se debe recordar que para esa época la equitación estaba reservada para los caballeros y no para los indígenas que sólo poseían burros o mulas de carga.

En marzo de 1866 empezó el sitio de Querétaro. Cerca de 35 mil soldados republicanos, la Legión de Honor incluida, cercaron la ciudad durante 71 días. Los voluntarios norteamericanos, encuadrados en la división del general Ramón Corona, participaron en los enfrentamientos ocurridos en la Casa Blanca, la Cuesta China, el Cimatorio, Callejas y en el bombardeo a la ciudad. Un hecho de armas en el que destacaron los voluntarios estadounidenses fue cuando impidieron, el 19 de abril, que el general Miramón rompiera el cerco a la ciudad para dirigirse a la Sierra Gorda. Esta acción permitió capturar a cerca de 2 mil soldados imperialistas. Los oficiales de la legión estuvieron presentes en el Cerro de las Campanas cuando, el 19 de junio de 1867, Maximiliano fue fusilado junto con los generales Miramón y Mejía.

Un episodio un tanto insólito acaecido durante el sitio de Querétaro, probablemente en la primera semana de mayo de 1867, antes de que Maximiliano se rindiera el 15 de mayo, fue cuando el príncipe alemán Salm Salm (consejero militar de Maximiliano ) y su esposa ( de nacionalidad norteamericana ) intentaron sobornar a algunos oficiales de la legión para organizar un plan de rescate de Maximiliano, ofreciendo 100 mil dólares por la evasión, traslado y escolta a Matamoros, con un ulterior cruce a Texas. El plan fracasó porque el general Mariano Escobedo desconfiaba de la princesa Salm Salm e intuía que podría tratar de corromper a sus compatriotas. El general ordenó que unos pelotones de la legión trasladaran a la princesa fuera de la ciudad y que el grueso del contingente se trasladara a la ciudad de México escoltando suministros enviados al general Porfirio Díaz, quien había entrado a la capital el 21 de junio.

La Legión de Honor, ahora destacada en la ciudad de México, tuvo como misión apoyar a las fuerzas del general Díaz escoltando los convoyes de abastecimiento, distribuyendo materiales, confiscando armas y bienes a los imperialistas y continuando con el adiestramiento de las tropas mexicanas.

El coronel Green de la legión estuvo presente en la recepción al presidente Juárez en el zócalo de la ciudad el 21 de julio de 1867 (la ciudad cayó el 20 de junio). En las ceremonias y desfiles por la entrada triunfal del ejército republicano a la ciudad figuró el teniente Thomas Carter, quien fue responsable de la planificación, logística y aprovisionamiento de la legión y las fuerzas republicanas en Querétaro. Fue condecorado por el presidente Juárez y permaneció en México hasta su muerte en 1879.

La estancia en México de veteranos de la Confederación, su participación en la guerra de intervención y su adhesión a la causa imperialista es narrada de manera sugestiva por el autor Norman Zollinger en su novela “Chapultepec”. El recorrido de sus protagonistas, de origen norteamericano, como oficiales de la legión extranjera francesa, del ejército imperial de Maximiliano y de las fuerzas conservadoras en las batallas ocurridas en el norte del país hasta llegar al sitio de Querétaro, fue aprovechada por el novelista para apuntar la presencia de otros voluntarios estadounidenses, veteranos del ejército de la Unión, en el bando juarista y referirse a los abundantes suministros bélicos que recibían los liberales de los Estados Unidos.

El historiador norteamericano Lawrence Douglas Taylor Hanson anotó en su artículo intitulado “Voluntarios Extranjeros en los Ejércitos Liberales Mexicanos 1854-1867”, publicado en la revista Historia Mexicana, editada por El Colegio de México, 1987, que, a su juicio, es difícil evaluar la participación militar de voluntarios extranjeros en el ejército republicano. Las obras escritas relativas a la época y al episodio de la guerra de intervención hacen mínima o ninguna mención del papel de los voluntarios. Taylor Hanson afirmó que los historiadores, por lo general, se refieren a las fuerzas armadas republicanas como si todas hubieran estado integradas únicamente por mexicanos. No obstante, existió una cantidad apreciable de soldados extranjeros en el ejército liberal juarista desde mediados del siglo XIX (guerra de reforma) hasta la guerra por la ocupación francesa, indicio de que su contribución a la lucha, aunque relativamente pequeña, merece ser estudiada y evaluada como un elemento adicional para la debida comprensión de una fase compleja de la historia de México.

Las ultimas noticias que se registraron de la Legión de Honor Americana fueron la participación que tuvieron los nuevos miembros, descendientes y jóvenes voluntarios, en la toma de Ciudad Juárez en mayo de 1911, como parte de las fuerzas revolucionarias maderistas, y la decisión de levantar un monumento en honor del aviador mexicano Emilio Carranza en Wharton State Forest, Nueva Jersey, conmemorando sus vuelos a los Estados Unidos en 1928.

“Que los mexicanos lucharan por
México era natural, pero para
extranjeros que no tenían ningún
otro vínculo que no fuera el amor
a la libertad y un deseo de apoyar
a un pueblo valiente que luchaba
contra temibles fuerzas superiores,
hacer cualquier sacrificio y sufrir
cualquier privación por la república,
fue un espíritu tan noble que no
podría describirse.”

Benito Juárez.

Everardo Suárez Amezcua.
Enero de 2022.

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