En estos días de inicio del 20/20, nos despertamos con noticias alarmantes sobre la situación en Medio Oriente, provocada por el incremento de tensiones entre los Estados Unidos e Irán. Las últimas se refieren al asesinado en Irak de un general iraní, Qasem Soleimani, el más importante de la Guardia Revolucionaria, así como otras diez personas dirigentes de milicias iraquíes, en un bombardeo ordenado por el presidente estadounidense Donald Trump y ejecutado en una zona cercana al aeropuerto de Bagdad.
Las reacciones en Irán y en Irak no se hicieron esperar: miles y miles de iraníes salieron a las calles para recibir el cadáver del general y a su sepelio y a exigir venganza, mientras el dirigente principal del país, Ayatola Jamenei, prometió vengar el crimen atacando objetivos militares estadounidenses y de Israel. En Irak, el parlamento votó una resolución exigiendo la salida de su territorio de las fuerzas militares de EEUU y de sus aliados y el primer ministro convocó al embajador estadounidense para que la retirada se lleve a cabo de manera coordinada.
El mandatario estadounidense, por su parte, amenazó con atacar 52 objetivos en Irán, incluyendo sitios histórico culturales, si este país atenta contra estadounidenses, y advirtió a Irak que sus tropas no abandonarán su territorio hasta que este país pague por la base militar que les construyó.
He señalado en oportunidades anteriores que desde hace varios años, Estados Unidos e Israel decidieron desestabilizar a los enemigos del Estado judío y que pusieron en marcha un plan comenzando en Libia, en donde no solamente lograron derrocar y que se asesinara al dirigente Muamar Gadafi en 2011, sino que dejaron a este país en ruinas y, hasta hoy, sumido en el caos, después de haber sido la nación con el mejor Índice de Desarrollo Humano del Continente Africano.
Conseguido este “éxito”, comenzaron sus acciones en Siria con el objetivo de desplazar del poder al presidente Bashar Al Assad con la introducción al país de guerrilleros yihadistas, bien armados y abastecidos de pertrechos, se dice, por Israel y Arabia Saudita.
Estados Unidos decidió, apoyado por sus aliados europeos, ir a Siria a “acabar con los islamistas de Al Qaeda” y el Estado Islámico, sus supuestos enemigos, y otros grupos radicales, que luchaban contra Assad al mismo tiempo que unos pocos disidentes sirios. Se trataba de crear un escenario igual al de Libia en donde la población se alzaba contra el dictador hasta derrocarlo.
La rebelión, al principio, logró importantes triunfos militares con ayuda occidental y provocó el éxodo de miles de sirios hacia naciones vecinas y Europa, hasta que Rusia decidió intervenir militarmente en apoyo y por invitación del gobierno sirio.
Esta acción rusa cambió radicalmente el escenario, pues demostró que la coalición occidental, a la que nadie invitó a entrar a Siria, no estaba haciendo nada efectivo en contra de los islamistas que, además del apoyo militar, estaban obteniendo pingues ganancias sacando petróleo por la frontera Siria con Turquía. En lo militar, Rusia, ayudando al ejército de Assad, hizo retroceder a los enemigos islamistas hasta el límite al que se encuentran hoy, diezmados y sin capacidad militar alguna. Destaco que China se unió en apoyo del régimen sirio, pero no intervino militarmente.
Es indispensable puntualizar que el objetivo de desestabilización más importante es Irán, país en el que se hicieron ya numerosos intentos de convocar a la desobediencia en contra del régimen, todos sin éxito, y que tiene capacidad para fabricar armas nucleares.
A este respecto, hay que destacar que Irán, EEUU y países europeos, con el apoyo de la ONU, firmaron durante la administración del presidente Obama un acuerdo para evitar que la nación asiática fabricara armamento atómico, pero de manera sorpresiva, el presidente Trump se retiró del mismo, señalando que era una trampa que solamente beneficiaba a Irán. Los aliados europeos se mantuvieron en el acuerdo y pidieron a EEUU regresar a él.
EEUU se retiró presionado por Israel, con el propósito de continuar con el proyecto desestabilizador de los enemigos del Estado judío y, desde luego, de apoderarse de las riquezas petroleras que tienen estos países.
Ya en una declaración de Donald Trump evidenció este interés económico subyacente, pues indicó que EEUU estaba dispuesto a “proteger” el petróleo de Siria (sic).
Las noticias nos dicen que EEUU llevó a cabo el bombardeo que ocasionó la muerte del general iraní, “porque él estaba planeando ataques en contra de estadounidenses”, pero la realidad es que la situación entre ambos países se ha ido deteriorando de manera constante, y ha pasado por momentos serios, como cuando Irán derribó un dron estadounidense dentro de su territorio y ha habido roces el Estrecho de Ormuz, que controla Irán, pero sin que se llegase al nivel de deterioro que provocó el asesinato deliberado de una persona tan importante en Irán.
Como es costumbre de la política exterior de los EEUU: se acusa, sin pruebas (recuerden las armas de destrucción masiva de Sadam Husein que nunca se encontraron), de que el militar estaba preparando ataques contra intereses estadounidenses y el Secretario de Estado Mike Pompeo alerta de que cualquier acción de Irán en contra de EEUU es totalmente ilegal, una violación del Derecho Internacional, mientras que Trump promete una acción militar “desproporcionada” si Irán ataca sus intereses, además de aclarar que no requiere aprobación del congreso para realizar estas acciones.
Como trasfondo de esta escalada está, además, por supuesto del compromiso con Israel, está sin duda alguna el asunto del “impeachment” que los demócratas pretenden imponer al presidente y, también sin duda, el tema de la reelección que pretende el actual mandatario norteamericano.
El problema es que Trump, como otros mandatarios de EEUU, parece también querer “su guerra”, que le garantice triunfar contra los demócratas en los dos asuntos mencionados.
Mientras, el mundo, alarmado clama por prudencia para que esta situación no se siga agravando al grado de hacer explosión, y se exige que EEUU sea condenado por el crimen cometido, por cierto, reitero, llevado a cabo por la voluntad expresa, hecha pública, del presidente Donald Trump, el cowboy rijoso e insolente, violador del Derecho Internacional impune y reiteradamente, que gobierna a la potencia norteamericana.
Este día 7 de enero, en horas de la noche se reportan ataques de Irán en contra de bases militares de EEUU en Irak, pero Trump reacciona diferente, ya no amenaza e impone nuevas sanciones, mientras Irán dispara misiles en las cercanías de la embajada estadounidense y de su base militar en Irak…
Ciudad de México, enero de 2020.
- El autor del presente artículo es Embajador de México (r)
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