Decía que se llamaba John Reed
y Villa lo quería bien. Tan bien lo
quería que le dejaba subir y andar
de arriba pá abajo en el tren de
vanguardia.
Paco Ignacio Taibo II.
La historia de México registra la presencia de numerosos personajes extranjeros que participaron en capítulos o episodios de suma importancia para el país.
Esos extranjeros aportaron sus esfuerzos, conocimientos y hasta sacrificios a las mejores causas de la nación, distinguiéndose en los planos militar, político, social e intelectual.
Francisco Javier Mina, de origen navarro, fue un militar y estratega que participó en la guerra de independencia, formando parte del bando insurgente, distinguiéndose en las campañas que tuvieron lugar en el centro del país, principalmente en Guanajuato y San Luis Potosí durante 1814. El capitán John O´Reilly, irlandés, fue el comandante del Batallón de San Patricio, contingente de voluntarios irlandeses que formaron parte del ejército mexicano durante la guerra con los Estados Unidos. Don Pedro Santacilia, nacido en Cuba, fue secretario particular del presidente Benito Juárez, además de su yerno. Acompañó al presidente durante la guerra de intervención francesa y la restauración de la república, siempre demostró su compromiso con la causa republicana y con los intereses del país.
Un político, intelectual y periodista que figura en la historia nacional es Don Rogelio Fernández Güel, costarricense, amigo personal y colaborador del presidente Francisco I. Madero. En los años 1912-1913 fue jefe del Departamento de Publicaciones del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología y más tarde director de la Biblioteca Nacional. Fernández Güel compartió ideas políticas con el presidente Madero, formó parte de su círculo de amigos y consejeros y por ello se vio obligado a salir del país tras el golpe de estado de 1913.
Otro personaje extranjero que tuvo una destacada participación en los inicios de la revolución mexicana fue Giuseppe ( José ) Garibaldi, nacido en Italia y nieto del unificador de ese país. Garibaldi fue un artillero especialista en el uso y emplazamiento de ametralladoras. Por sus convicciones revolucionarias se adhirió a las fuerzas antirreeleccionistas de Madero, adiestró a combatientes en el uso de armamento moderno y tuvo una destacada participación en la batalla de Ciudad Juárez en 1911, que propició la caída del régimen porfirista.
John Silas Reed fue un periodista, poeta, autor y dirigente sindical de tendencia socialista, que se caracterizó por su profunda sensibilidad social y su compromiso con causas populares. Nació en 1887 en Portland, Oregon. Creció en una familia acomodada, con intereses en el comercio y en la industria maderera. Estudió literatura en la universidad de Harvard y desde su época de estudiante mostró interés en los círculos de estudio vinculados con el sindicalismo, el anarquismo y el socialismo.
Una vez graduado y motivado por sus convicciones y su inquietud aventurera aceptó un contrato con la publicación Metropolitan Magazine para viajar a México en calidad de corresponsal de guerra. En esa condición tuvo la oportunidad de cubrir la caída de Ciudad Juárez en 1911 y de reseñar el inicio de un nuevo régimen político encabezado por Francisco I. Madero.
Desde esos años se pudo apreciar que Reed como periodista buscaba ser testigo de acontecimientos, presenciar cambios sociales y en la dimensión humana para poder interpretarlos mejor. De acuerdo con algunos estudiosos del periodismo se puede aseverar que Reed fue el iniciador del reporterismo contemporáneo.
A su regreso a los Estados Unidos se instaló en la ciudad de Nueva York, se afilió al Congreso Socialista Nacional, precursor del Partido Comunista de Estados Unidos y formó parte de la llamada “bohemia roja neoyorkina” que se expresaba en los círculos intelectuales del Greenwich Village.
En funciones de periodista y activista sindical Reed cubrió la huelga de los mineros de Ludlow, Colorado en 1913 que concluyó con la muerte de 26 trabajadores por la acción represiva de la Guardia Nacional, hechos que fueron relatados y denunciados por Reed, atrayendo la atención de autoridades y empresarios que empezaron a verlo como agitador.
Mientras tanto, en nuestro país se sucedían varios hechos: golpe de estado encabezado por Victoriano Huerta, caída del gobierno democrático del presidente Madero, asesinatos del presidente y del vicepresidente, instauración de una dictadura militar e inicio de la segunda etapa de la revolución, en forma de guerra civil, que enfrentó al ejército federal golpista con las fuerzas constitucionalistas. Era febrero de 1913.
La importancia periodística de estos acontecimientos para los lectores norteamericanos y la necesidad de mantener un seguimiento informativo sobre la actualidad del país vecino, determinaron que el Metropolitan Magazine enviara a Reed a México por segunda vez. En apego a sus convicciones Reed también se desempeñó como enviado del diario radical The Masses que circulaba en sindicatos, círculos intelectuales y estudiantiles.
Desde su llegada a México John Reed buscó aproximarse a las fuerzas revolucionarias que operaban en el norte del país. Logró acercarse a la División del Norte a la que describió como una tropa revolucionaria que se había transformado en una máquina de guerra.
Sus acercamientos resultaron exitosos. Llegó a conocer a los generales Francisco Villa y Tomás Urbina con los que construyó relaciones de amistad y confianza a pesar de la susceptibilidad de los caudillos hacia los gringos. Hubo tal cercanía que Villa se dirigía a él como “Juanito”. En ese mismo año de 1913, después de varias conversaciones con Villa, expuso a sus lectores que éste era un guerrero no un hombre de estado, que no se consideraba educado para ser presidente, que su pasión eran las escuelas y que afirmaba que la tierra era para el pueblo.
Sus crónicas empezaron a revelar sus simpatías con la causa revolucionaria ya que sus textos relataban hechos desde el punto de vista de sus convicciones personales. Por ello sus artículos eran vistos como narrativas de enfrentamientos entre campesinos rebeldes y el ejército federal. Para Reed se trataba de una guerra popular que debía ser un testimonio de la lucha revolucionaria por su emotividad, su colorido y su fuerza dramática. A pesar de la tendencia radical de sus despachos informativos, trascendió que el presidente Woodrow Wilson de los Estados Unidos era un asiduo lector de sus reportajes, como una forma de mantenerse informado del curso del conflicto en México.
Las campañas de la División del Norte fueron seguidas por Reed. Los desplazamientos por los estados de Chihuahua y Durango fueron tema de sus artículos. Presenció las batallas de Mapimí, Tlahualillo y Torreón en marzo y abril de 1914. Se ha llegado a afirmar que en algunos de esos hechos de armas Reed se vio determinado a combatir, pero esas versiones no se han podido comprobar históricamente.
A principios de marzo de 1914, con el apoyo de Villa, logró trasladarse a Nogales, Sonora, para entrevistar a Venustiano Carranza. El reportaje que envió a sus medios describió al jefe del ejército constitucionalista como un hombre honesto pero vanidoso, recto pero arrogante, patriota pero imbuido de santurronería. En una de esas entregas Reed mostró su admiración por las soldaderas y por los hombres que son combatientes, campesinos y rancheros.
Existen indicios de que después de la toma de Torreón Reed acompañó a Villa, a Urbina y a la División del Norte a la Ciudad de México. No se cuenta con datos que comprueben la estancia de éste en la capital del país. Pero algunos autores e historiadores lo identifican en la célebre fotografía que se tomaron Francisco Villa y Emiliano Zapata en el Palacio Nacional el 6 de diciembre de 1914, con Villa sentado de manera ostentosa en la silla presidencial. En esa imagen se aprecia a Tomás Urbina a la derecha de Villa y a Otilio Montaño (con la cabeza vendada) a la izquierda de Zapata. En la fotografía se puede observar que atrás de Urbina aparece un personaje de piel blanca, rubio, con lentes para miope, de ojos pequeños, de tipo gringo, portando un gran sombrero ranchero. Según algunos ese podría ser Reed.
Para finales de 1914 Reed ya tenía casi año y medio en México en funciones de corresponsal de guerra. Sus relatos eran conocidos y populares en los Estados Unidos. Para la prensa norteamericana la estancia de Reed en el país había sido propicia, entre otras cosas, para consolidar su carrera como reportero, pero también para reforzar sus convicciones ideológicas y su compromiso con la doctrina del socialismo.
En esos tiempos Reed empezó a ordenar sus crónicas y relatos para preparar su libro intitulado “México Insurgente” que fue publicado en 1914 en los Estados Unidos. La interpretación central que expone Reed fue que el proceso revolucionario de México fue una guerra de ricos contra pobres. De pobres que soñaban ser ricos. Las contradicciones de un pueblo hacia la revolución. En su obra Reed se define a favor de la insurgencia popular y advierte contra el intervencionismo norteamericano.
Las ideas expuestas por Reed en México Insurgente, principalmente aquella que refiere que la revolución mexicana fue un proceso social que condujo al conflicto entre las clases populares y los opresores que pretendían mantener al régimen obsoleto del siglo XIX, nutrieron en buena medida el discurso oficial de los gobiernos post- revolucionarios y de los autores que se interesaron en ese episodio, ya que esas opiniones le daban sustento a la interpretación de que la revolución había tenido sus etapas de lucha armada, de transformación política y particularmente de evolución social.
El hecho de que Reed expusiera sus observaciones desde unas incipientes interpretaciones sobre la lucha de clase, propias de su sosegado acercamiento a la doctrina comunista, no fue obstáculo para que el nuevo régimen post- revolucionario recurriera a sus ideas y planteamientos para reforzar sus políticas de corte nacionalista y revolucionarias, sin que esto llegara al reconocimiento pleno de las ideas que promovía ni mucho menos a su incorporación a las plataformas programáticas de los sucesivos gobiernos.
Sin embargo, el nuevo régimen pareció apreciar el desempeño de Reed como corresponsal de guerra identificado con la causa revolucionaria, como autor que entendió y expuso el proceso de evolución social del país y como personaje que supo ganarse un lugar cercano a los grandes caudillos de esa etapa histórica. Por eso no sorprende que el gobierno de México hubiera decidido financiar dos películas dedicadas a John Reed, en un claro intento por rescatar y difundir su figura y sus ideas para darle contenido al discurso oficial de esa época. La primera producción fue “Reed, México Insurgente” de 1975 y la segunda fue “Campanas Rojas”, una co- producción de México, Italia y la URSS de 1982.
A pesar del interés de John Reed por trasladarse al sur del país para conocer y entrevistar a Emiliano Zapata y recabar detalles de las operaciones del Ejército Libertador del Sur no pudo realizar esa tarea. Por el estallido de la Primera Guerra Mundial sus editores decidieron enviarlo a Europa en donde cubrió los frentes de Francia, Bélgica, Italia, Serbia y Rusia. En este último país tuvo la oportunidad de presenciar y reportear el inicio de la revolución bolchevique de octubre y el nacimiento del primer estado socialista, la Unión Soviética. En San Petesburgo presenció el asalto al Palacio de Invierno y ahí conoció a Lenin, Trotsky y Zinoviev.
Con antelación a su viaje a Europa y durante una corta estancia en los Estados Unidos, Reed cubrió la huelga de 25,000 trabajadores textiles en Nueva Jersey y la de los obreros petroleros de la Standard Oil de Nueva Jersey, denunciando los intereses de la familia Rockefeller.
Una vez de vuelta a los Estados Unidos en 1919, Reed participó activamente en la formación del partido comunista de ese país, como representante del movimiento sindical y formó parte de la comisión de enlace con el partido comunista soviético. Por esa razón fue vigilado por el gobierno norteamericano que llegó a identificarlo como espía de la URSS. Adelantándose a una posible aprehensión Reed se trasladó nuevamente a la URSS para cumplir encargos como comisario de información del ejército rojo, haciendo reportajes sobre la guerra civil rusa que enfrentó al ejército rojo con los llamados rusos blancos, zaristas apoyados por los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña.
Unos lectores asiduos de los artículos de Reed fueron Lenin y su esposa Nedezhda Krupskaya. Otro fue el director de cine Serguei Eisenstein que se inspiró en su libro “Diez Días que Conmovieron al Mundo” para el argumento de su película “Octubre”.
John Reed murió en Moscú en 1920 a causa de la fiebre del tifus. A pesar de su condición de extranjero recibió homenajes del gobierno soviético y del ejército rojo. Sus restos fueron inhumados en las murallas del Kremlin. Se ha dicho que se trata del único extranjero enterrado en ese lugar.
Everardo Suárez Amezcua.
Diciembre de 2018.
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