Estimados amigos, pareciera redundante insistir en llamados a la recuperación de valores de respeto a la vida y a la seguridad de las personas y sus bienes. No nos cansaremos de insistir en el rescate de dichos valores, igual que lo hiciera en el pasado el insigne maestro mexicano Jaime Torres Bodet.[1] Pensamientos como “CIVILIZACIÓN”, heredado del ya mencionado escritor y diplomático, podrían considerarse como pasados de moda; pero ante acontecimientos tan desconcertantes como la “BARBARIE”, que se muestra en las recientes acciones bélicas en Ucrania y otras masacres en diversas partes del mundo –incluido nuestro querido México-, podemos y debemos insistir en los constantes mensajes que invitan a dejar de fabricar armas para la muerte y en su lugar producir alimentos y medicinas para la vida. Asimismo, dejar de lado las ambiciones de poder, que terminan por convertir al ser humano en bestia despiadada.
Poesía de Jaime Torres Bodet
“Un hombre muere en mí
siempre que un hombre muere en cualquier lugar,
asesinado por el miedo y la prisa de otros hombres.
Un hombre como yo;
durante meses en las entrañas de su madre oculto;
nacido, como yo, entre esperanzas y entre lágrimas,
y –como yo- feliz de haber sufrido,
triste de haber gozado,
Hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.
Un hombre que anheló ser más que un hombre
y que, de pronto, un día comprendió
el valor que tendría la existencia
si todos cuantos viven
fuesen, en realidad, hombres enhiestos,
capaces de legar sin amargura
lo que todos dejamos
a los próximos hombres:
El amor, las mujeres, los crepúsculos,
la luna, el mar, el sol, las sementeras,
frío de la piña rebanada
sobre el plato de laca de un otoño,|el alba de unos ojos,
el litoral de una sonrisa
y, en todo lo que viene y lo que pasa,
el ansia de encontrar
la dimensión de una verdad completa.
Un hombre muere en mí siempre que en Asia,
o en la margen de un río
de África, o de América,
o en el jardín de una ciudad de Europa,
Una bala de hombre mata a un hombre.
Y su muerte deshace
Todo lo que pensé haber levantado
En mí sobre sillares permanentes:
La confianza en mis héroes,
mi afición a callar bajo los pinos,
el orgullo que tuve de ser hombre
al oír –en Platón- morir a Sócrates,
y hasta el sabor del agua, y hasta el claro
júbilo de saber que dos y dos son cuatro…
Porque de nuevo todo es puesto en duda,
todo se interroga de nuevo
y deja mil preguntas sin respuesta
en la hora en que el hombre
penetra –a mano armada- en la vida indefensa de otros hombres.
Súbitamente arteras,
las raíces del ser nos estrangulan.
Y nada está seguro de sí mismo
-ni en la semilla en germen,
ni en la aurora la alondra,
ni en la roca el diamante,
ni en la compacta oscuridad la estrella,
n¡ cuando hay hombres que amasan
el pan de su victoria
con el polvo sangriento de otros hombres!”
COROLARIO:
Es lastimoso constatar que después de ver transcurridas dos décadas del Siglo XXI, continúan los conflictos en diversas partes del mundo. No hemos podido olvidar masacres históricas, como la de Ruanda, que constituyó un verdadero genocidio de exterminio por razones políticas y raciales, interpuestas por un gobierno de origen Hutu, en contra de ciudadanos de la raza Tutsi, en abril de 1994. Los asesinatos y violaciones cometidas tuvieron grandes repercusiones en la opinión pública mundial, no se cuenta con cifras exactas, pero se atribuye una limpieza étnica que victimizó a más de medio millón de personas (hay quienes cuentan el doble, por los caídos en los dos bandos). Asimismo, provocó una impresionante salida de refugiados a los países vecinos.
Las reacciones ante tal crueldad no estuvieron a la altura de los acontecimientos. El 8 de noviembre de 1994, por resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y en virtud de lo dispuesto en el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, al considerar que el genocidio ruandés era un grave atentado contra la paz y la seguridad internacional, se creó un Tribunal Penal Internacional para Ruanda. Este tribunal tiene como objeto la persecución de los líderes e instigadores del genocidio. Al mismo tiempo, una vez que la situación estuvo medianamente normalizada, los tribunales ruandeses iniciaron centenares de procesos contra inculpados de cometer las graves violaciones a los derechos humanos. Hasta la fecha más de 700 personas han sido condenadas por los tribunales de cargos de genocidio y otros.[2]
Otra situación que no tiene paralelo con lo ocurrido en Ruanda, son los continuos asesinatos en México, siguen ocurriendo, día tras día, igual o peor que si estuviéramos en guerra. Se trata de un fenómeno social de las últimas décadas, salvo que en este país no tenemos un enfrentamiento directo entre etnias o clases sociales; tampoco los perpetradores de los asesinatos parecen tener preferencias definidas, por lo que es más difícil de localizar o entender los motivos que empujan a estos grupos del llamado “crimen organizado”. En el transcurso del periodo que arranca del año 2000 al 2022, suman varios cientos de miles los muertos, que en un principio se atribuían a la rivalidad entre bandas de narco traficantes; pero esa suposición ha caído en el descrédito ante el abrumador número de asesinados en diferentes partes del país y cada vez con más crueldad.
Visto lo anterior, ¿podríamos asegurar que también en México reina la barbarie? ¿Qué, quien en realidad gobierna es la impunidad ante la Ley? La gobernabilidad está puesta en entre dicho y solo surgen explicaciones de tipo económico: ¿delitos por causa de la pobreza, o por falta de oportunidades? Asimismo, se recurre a explicaciones de tipo social, o de plano se atribuye a lo que nos viene del exterior, principalmente las armas.
En resumen, resulta doloroso recibir noticias de que otra vez en México se atentó contra la vida de personas pacíficas y sus familias. El derecho humano a la vida y a la seguridad no es garantizado o tutelado por nadie. La semilla del odio parece reinar entre los depredadores de la población mexicana y cuentan con los medios para dar rienda suelta a sus peores instintos.
Algún día volveremos a formar parte de las sociedades civilizadas del mundo.
- Reseña biográfica de Jaime Torres Bodet: Escritor, poeta, diplomático. Secretario de Educación Pública y de Relaciones Exteriores de México, así como Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Poeta y dramaturgo mexicano nacido en Ciudad de México en 1902. Desde muy joven mostró inclinación a la literatura. Inició sus estudios profesionales en la Escuela de Jurisprudencia y en la Facultad de Altos Estudios de la Universidad Nacional de México donde se licenció en Filosofía y Letras. Gracias a su amplia trayectoria intelectual, mereció cargos importantes en el campo de la diplomacia y la literatura, tales como, Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, del Colegio Nacional, del Instituto de Francia y de la Academia del Mundo Latino. Doctor Honoris Causa de varias universidades y representante diplomático de su país en varios países europeos y americanos. Su obra poética se inició con «Fervor» en 1918, al que siguieron entre otros, «El corazón delirante» 1922, «La casa» 1923, «Poemas» 1924, «Biombo» en 1925, «Destierro» en 1930, «Cripta» en 1937, «Sonetos» en 1949, «Fronteras» en 1954, «Sin tregua en» 1957, «Trébol de cuatro hojas» en 1958 y «Obra poética» en 1967. Obtuvo en 1966 el Premio Nacional de Letras. Después de padecer una larga enfermedad, se quitó la vida en 1974. Tomado de: http://www.amediavoz.com/torresbodet.htm
- https://es.wikipedia.org/wiki/Genocidio_de_Ruanda#La_expansi%C3%B3n_del_conflicto ↑
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