La sociedad mexicana tiene conocimiento a través de distintos medios de comunicación, sobre miles de muertes ocasionadas a lo largo y ancho del territorio nacional, principalmente por el uso de armas de fuego de distintos tipos y calibres. Las noticias en dicho sentido, se repiten año con año, lo cual envía señales de falta de seguridad para la vida de las personas y ausencia del respeto a los derechos humanos fundamentales.
Al respecto, no nos cabe duda de que si en años anteriores fueron varias decenas de miles de muertes violentas –dependiendo de la fuente que se consulte-, estas son demasiadas para un país como el nuestro que desea vivir en paz; cuyas principales preocupaciones deben estar centradas en conseguir lo necesario para llevar una vida digna, tanto en lo individual, como también en lo familiar y social. Para los años recientes y el que transcurre, las cifras han venido en aumento, lo cual no parece tener explicaciones políticas razonables; mucho menos justificación ante la violación de los derechos humanos de las víctimas y sus familiares.
Desconcertados por el uso con fines políticos y hasta económicos de las cifras anteriores, nos habremos preguntado más de una vez:
- ¿Qué nos ocurrió a los Mexicanos?
- ¿Será que en los últimos años nos volvimos crueles y desalmados?
- ¿Por qué no se respeta la seguridad y la vida de nuestros semejantes?
Como las interrogantes anteriores se podrían plantear otras muchas, inclusive enfrentar a quienes aseguran que el mexicano es malo de origen y que solo le faltan motivos para olvidar los valores morales y religiosos, resultantes de una buena formación en el hogar, la escuela y la sociedad.
Sobre este tema siglos atrás el conocido pedagogo Juan Jacobo Rousseau afirmaba: “El hombre no nace malo, el medio lo transforma.”
A favor o en contra de tales teorías se puede aducir que, en la actualidad, las condiciones económicas y sociales han cambiado de tal manera que en ocasiones, el jefe de familia se encuentra acorralado ante las injusticias sociales que padece; que el sistema económico diseñado desde los tiempos coloniales, si ha variado no ha sido para lograr su bienestar y que por más que lucha mediante el trabajo y la superación, no alcanza para lograr para él y los suyos, una vida digna, libre de los sobresaltos que provocan las variantes macro y microeconómicas.
Todo lo anterior debe de llevar a la reflexión -tanto a gobiernos, como a empresarios y pueblo en general-, sobre la necesidad de una mejor distribución de la riqueza en todos los sentidos, lo cual debe redundar en una mayor paz social.
No obstante los señalamientos anteriores, sería muy aventurado esbozar una leve atribución de los delitos que han ensangrentado a nuestro país, a quienes no han logrado un empleo estable y bien remunerado; a los que se han visto orillados a buscar en otro país los ingresos que aquí no obtienen; o a quienes con motivo de las recurrentes crisis del sistema económico internacional, se encuentran de la noche a la mañana, sin su fuente de ingresos. No, de ninguna manera son estos mexicanos los culpables de los miles de muertos en México.
Hace por lo menos dos décadas cuando la llamada “delincuencia organizada” (y la desorganizada también) cobró un auge inusitado, no solo en las áreas urbanas, sino también en la provincia. Se acabó el tiempo cuando para transportarse por carretera por el interior de la República, se recomendaba viajar de noche -pues el tráfico era mucho menor que durante el día-, la temperatura agradable y, “la seguridad no estaba tan disminuida”, salvo raras excepciones.
En años recientes, el secuestro, los robos, las violaciones y todo tipo de delitos se dispararon de manera exponencial; incluyendo los abusos policiacos, lo cual abona en el grado de desconfianza e inseguridad que percibimos los ciudadanos. En cuanto al problema de las drogas, también hace años se hablaba de que este no era un problema que amenazara la seguridad nacional (tema hoy tan de moda), dado que se consideraba como una “mercancía de paso”, que no afectaba a nuestra población.
Las condiciones cambiaron, México decidió abrir comercialmente sus fronteras, ingresamos al Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio (GAAT por sus siglas en inglés), para dar por terminado el ciclo del llamado “desarrollo estabilizador”, de la economía mixta y del proteccionismo que ello implicaba. Seguidamente, se firmaron tratados, convenios, o acuerdos basados en el libre comercio. El más importante de todos por sus implicaciones y repercusiones esperadas, fue el Tratado de Libre Comercio de América del Norte o TLCAN (NAFTA por sus siglas en inglés); recientemente renegociado y cambiado en su nombre como Tratado México, Estados Unidos y Canadá (TMEC) en vigor desde hace tres años.
Dentro de los beneficios esperados, se creía que las inversiones extranjeras en México generarían los empleos necesarios y bien remunerados, para absorber el rezago histórico en la materia. Lo cual como podemos atestiguar, nunca ocurrió ni siquiera con la posterior creación del “Sistema de Ahorro para el Retiro”, cuyas aportaciones anuales se calculaba superarían el monto tradicional de las inversiones extranjeras, con lo que supuestamente habría suficientes recursos para la creación de las anheladas fuentes de empleo.
Una de las consecuencias negativas de dicha apertura, ha sido el incremento en gran medida del contrabando de diversos productos, no solo de los Estados Unidos, sino también de otras regiones del mundo. Asimismo, el tráfico de personas, de dinero y sobre todo, el de armas y municiones de todo tipo, que se han elevado de manera alarmante.
De acuerdo con instituciones internacionales como la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC)[1] no hace mucho se dieron a conocer datos sobre el contrabando de armas y la posesión ilegal de las mismas. En un estudio publicado en las páginas de dicha organización, en América Latina y el Caribe, se encontraban alrededor de 85 millones de armas y de ellas, 15 millones en México (de las cuales solo 1.3 millones estaban registradas).
De lo anterior se desprende que la mayoría –sobre todo las más modernas y de grueso calibre-, se encuentran en manos de la delincuencia organizada, aunque muchos ciudadanos adquieren armas menores para su defensa, o por cuestiones culturales y por costumbre (como ocurre en los Estados Unidos); lo cual agrava el problemas en lugar de ayudar a resolverlo.
El tema es muy amplio para desarrollarlo en este espacio, pero si volvemos la mirada al subtítulo del artículo, podríamos cuestionarnos:
- ¿Cómo sería nuestro México, si esos 15 millones de armas o más, desaparecieran, las enterráramos, o se destruyeran?
- ¿De qué manera se reflejaría un embargo, control o prohibición desde los Estados Unidos, de la venta de cartuchos y otros repuestos que requieren las armas?
- ¿Cómo serían las peleas entre pandillas, cárteles y demás agrupaciones violentas al no contar con armas de fuego?
- ¿Volveríamos a los tiempos en que se usaba el arco y la flecha, las lanzas, espadas, catapultas y todos esos instrumentos bélicos del pasado?
- Y, lo más importante: ¿Disminuirían de manera notoria y contundente las muertes violentas?
Todos estos supuestos se prestan a la discusión, al análisis y hasta para el “chacoteo”, si no se miran con seriedad y se reflexiona sobre el valor que tiene la vida de nuestros semejantes. Además, dicho ejercicio de análisis quedará incompleto si no optamos por ofrecer de manera individual o colectiva, alguna propuesta o solución que pudiera ser escuchada por nuestros representantes políticos, gobernantes y opinión pública, para que tarde o temprano logremos volver a disfrutar de la paz y la seguridad a que todos tenemos derecho.
En otras ocasiones hemos comentado que los fabricantes de armas y sus distribuidores no tienen escrúpulos para hacerlas cada vez más destructivas y para ponerlas en el comercio mundial. En algún momento también se mencionó que en la frontera de los Estados Unidos y México, se localizan cerca de 10 mil puntos de venta de armas convencionales y que los requisitos para su venta son flexibles.
En este sentido, es de destacar y dar la bienvenida a la demanda que el Gobierno de México ha presentado ante autoridades estadounidenses, en contra de productores y distribuidores de dichas armas. Esperamos que haya éxito y que los demandados reflexionen sobre su responsabilidad en los resultados de miles de muertos mexicanos como consecuencia de la posesión de tales artefactos. Asimismo, que las autoridades locales y nacionales, impongan un mayor control al paso de esas armas entre un país y otro.
Así se difundió la noticia acerca de la demanda del Gobierno de México:
“México demanda a empresas de armas en EE. UU.; las acusa de avivar la violencia. El gobierno mexicano alega que fabricantes y proveedores inundan a propósito el mercado con armamento atractivo para los cárteles.
CIUDAD DE MÉXICO — Durante años, funcionarios mexicanos se han quejado de que el control laxo de las armas en Estados Unidos es responsable del devastador derramamiento de sangre en México. El miércoles, trasladaron su campaña a los tribunales estadounidenses y presentaron una demanda contra 10 empresas de armas.
La acción legal, presentada en un tribunal federal de Massachusetts, es la primera vez que un gobierno nacional demanda a los fabricantes de armas en Estados Unidos, dijeron las autoridades. La demanda acusa a las empresas de facilitar activamente el flujo de armas hacia los poderosos cárteles de la droga y de alimentar un tráfico en el que el 70 por ciento de las armas rastreadas en México provienen de Estados Unidos.
“Durante décadas, el gobierno y sus ciudadanos han sido víctimas de una mortífera avalancha de armas de estilo militar y otras particularmente letales que fluyen desde Estados Unidos a través de la frontera”, dice la demanda. La avalancha de armamento es “el resultado previsible de las acciones y prácticas comerciales deliberadas de los demandados.
El gobierno citó como ejemplo tres armas fabricadas por Colt que parecen estar enfocadas directamente a una audiencia mexicana con sobrenombres y temas en español que resuenan en México. Una de ellas es una edición especial de una pistola calibre .38 que tiene grabado el rostro del héroe revolucionario mexicano Emiliano Zapata y una cita que se le ha atribuido: “Es mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado”.[2]
Cabe destacar que México ha participado y aportado propuestas para la negociación del Tratado sobre Comercio de Armas –inclusive fuimos anfitriones de la Primera Conferencia de los Estados Parte, celebrada en Cancún, Quintana Roo, en agosto de 2015. En dicha Conferencia quedó de manifiesto que el propósito principal de dicho Tratado es salvar vidas.[3]
Desafortunadamente, lo negociado y firmado en el papel, no ha determinado una verdadera mejoría en la reducción del comercio de armas; y las víctimas siguen aumentando año con año.
En razón de lo anterior, debemos concluir que las demandas del Gobierno de México –aunque soluciones parciales-, representan un paso en la dirección adecuada para reclamar a quienes se justifican diciendo que ellos producen y venden las armas y que cada quien es responsable de su uso.
- https://www.unodc.org/unodc/site-search.html?q=Contrabando+de+armas+de+fuego ↑
- https://www.nytimes.com/es/2021/08/04/espanol/mexico-demanda-fabricantes-armas.html ↑
- Como complemento de lo anterior, ver en este mismo número de ADE, el artículo titulado “Breve Visión de Temas Internacionales: México y su Política Exterior”, de Víctor Hugo Ramírez Lavalle, pág. 5, APRUEBA EL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LA ONU PROPUESTA DE MÉXICO CONTRA TRÁFICO DE ARMAS.
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