(Páginas 49-53 del libro “Memoria del Andante”)
Desde tiempo inmemorial el ser humano ha utilizado a la pena de muerte más como un instrumento de venganza social o política que de justicia. Ojo por ojo y diente por diente. Así, durante el paso de los siglos y como consecuencia de la evolución filosófica y tecnológica del mundo, las formas de pena capital han «evolucionado» hacia maneras «más humanizadas.
Desde la primitiva lapidación, o muerte a pedradas, todavía utilizada contra mujeres adúlteras en algunos países islámicos, hasta «la refinada» inyección letal –utilizada en varios estados de la Unión Americana, único país altamente desarrollado que todavía impone la pena capital en 38 de sus entidades federativas– hay muchas maneras de matar por parte del Estado.
Entre las formas de ejecución más socorridas en la historia encontramos la horca, común en Inglaterra hasta el siglo 19 y en varios estados esclavistas del sur de Estados Unidos. La decapitación con hacha, también habitual en algunas sociedades europeas avanzadas, hasta fines del siglo 18, sustituida por la guillotina, invento del médico francés Joseph Ignace Guillotin (1738–1814), de uso popular durante la revolución francesa. Antes se recurría también a la muerte en la hoguera, a la que condenaban a «brujas o hechiceras», pero también a heroínas patriotas como Juana de Arco, en 1431.
Además, diversas sociedades «civilizadas» han utilizado otras formas de ejecución de delincuentes comunes y de enemigos del Estado como el garrote vil. Todavía en la década de los setenta del siglo veinte, el generalísimo Francisco Franco Bahamonde, caudillo de España «por la Gracia de Dios», lo utilizó para segar la vida de algunos revolucionarios separatistas vascos, haciendo caso omiso de la solicitud de clemencia del Papa y de la ONU.
Otra manera de ejecución, utilizada principalmente por militares, es el fusilamiento. Finalmente, entre muchas otras formas de privar de la vida a un ciudadano particular por parte del Estado, han destacado la cámara de gases y la silla eléctrica de uso reciente en muchos estados de la Unión Americana.
Posición mexicana moderna
México se opone a la pena de muerte por muchas razones, entre las que sobresalen las siguientes cuatro:
1) Por las consecuencias irreversibles de un posible error;
2) Porque está históricamente comprobado que no hay variación perceptible en el número de delitos que la ameritarían en países en los que durante una época se ha aplicado y en otro tiempo se ha suspendido;
3) Porque las estadísticas demuestran que la pena capital recae casi únicamente en los individuos más pobres de una sociedad, pues carecen de recursos para contratar a un buen abogado defensor, y
4) Porque en nuestro tiempo, cuando la defensa y la protección de los derechos humanos se han convertido en leit-motiv político casi universal, la aplicación de la pena de muerte es la más sublime violación de los mismos, sobre todo si se tiene presente que solamente las autoridades pueden violar los derechos humanos de los particulares.
Labor consular
Pocas actividades resultan más gratificantes para un cónsul que contribuir a rescatar a un compatriota de la pena de muerte. La única otra actividad comparable en satisfacción es otorgar asilo diplomático a perseguidos políticos en el país de adscripción –generalmente en América Latina–, obtener de las autoridades locales el salvoconducto necesario y verlos partir hacia la libertad en el país de origen del diplomático.
En lo que toca a México, a principios del siglo 21, como consecuencia de la consolidación de la aldea global que pronosticara Marshall McGluhan y del crecimiento del comercio, de las comunidades de migrantes mexicanos y de la interdependencia con EUA, resulta mucho
más importante y trascendente ser cónsul titular en cualquier plaza de Estados Unidos que embajador en más del noventa por ciento de países.
Sin embargo, son todavía muchos los diplomáticos mexicanos «de carrera» que consideran que ser embajadores en cualquier país les da «mayor categoría», porque su interlocutor es un jefe de estado, en tanto que los del cónsul son cuando mucho gobernadores de algunos estados en los que residen centenares de miles de mexicanos con una multitud de necesidades y de reclamos, y de cuya jurisdicción viajan a México numerosas y frecuentes misiones empresariales.
Generalmente se trata de funcionarios más interesados en residir con inmunidad total y en recibir una condecoración al término de su gestión –que casi siempre se otorga simplemente por buen comportamiento y por reciprocidad– que miembros del servicio exterior mexicano con verdaderos deseos de resolver problemas y de servir a sus compatriotas.
Como contrapartida, hay muchos diplomáticos mexicanos «a la carrera» –porque su labor comienza como titulares de embajadas o consulados gracias a su amistad personal con el presidente, con el secretario de Relaciones o con algún influyente miembro de sus círculos cercanos– cuya principal preocupación es quedar bien con su jefe en México a fin de regresar cuanto antes a alguna posición de privilegio en su propio país.
Entre estos últimos, hay algunos pocos que han encontrado en el servicio diplomático o consular su modusvivendi y han realizado una labor muy digna, después de aprender los gajes del oficio y de rodearse de colaboradores «de carrera» muy competentes.
Conozco a diplomáticos de carrera que, como típica deformación profesional, lo primero que preguntan al recibir una orden de traslado de una embajada lejana a un consulado en EUA, es si como titular dispondrá de automóvil nuevo y si hay empresas proveedoras de bienes importados «con franquicia aduanal y fiscal».
Hay algunos otros que parecen ignorar que, desde el inicio de la administración del presidente Salinas, los cónsules mexicanos en EUA dejaron de ser simples pone-sellos y firmantes de documentos consulares y hubieron de convertirse en promotores de inversiones y comercio exterior, así como en cabilderos ante congresistas y autoridades estatales (una especie de embajadores regionales adjuntos) habida cuenta de la imposibilidad material del embajador de México para hacerlo todo solo, desde la embajada en Washington, DC.
Además, como altísima prioridad, se les ordenó fortalecer las labores de protección consular, visitando personalmente cárceles y hospitales, así como dedicar gran parte de su tiempo a las labores de apoyo a la organización de las comunidades mexicanas.
Finalmente, me parece importante señalar que, en general, el cónsul o diplomático «a la carrera» es más audaz, más emprendedor que el «de carrera» pero, como consecuencia de lo mismo, se tropieza con más facilidad. Casi siempre le preocupa el fondo y no la forma. Requiere de colaboradores con antigüedad y experiencia que le adviertan los riesgos de la práctica diplomática mundial y de su normatividad. Dicho coloquialmente: que le jalen las riendas con oportunidad y tino.
Por el contrario, el cónsul o diplomático «de carrera» generalmente peca de excesivo cuidado y de prudencia exagerada. Parece preocuparle más la forma que el fondo. Consecuentemente requiere de colaboradores que lo empujen.
En suma, resulta asaz difícil encontrar al servidor público ideal, al que reúna las cualidades de ambos y no sus defectos. Al que domine fondo y forma. No obstante, hay que buscarlos con lupa hasta encontrarlos, porque los hay.
- Nota del Editor de la Asociación de Diplomáticos Escritores (ADE): La reproducción del presente artículo se realizó con la autorización escrita del autor. Con el presente rendimos un merecido reconocimiento al embajador Ffrench Iduarte.
OPERA PRIMA
Respondió el Mié 13/03/2024 06:56 PM. Respondió el Mié 13/03/2024 06:56 PM. LF LEONARDO FFRENCH <leonfrei@yahoo.com.mx> Para:Usted Dom 10/03/2024 02:20 AM “Libro Ffrench 26 febrero 2024 (10) MEMORIA DEL ANDANTE.pdf 668 KB” Mi querido Embajador Pérez Manzano: Con este mail pongo en tus manos a versión electrónica, en PDF. del libro MEMORIA DEL ANDANTE de mi autoría. Confiado en que te gustará, puedes tomar de él cuanta cita quieras para otras publicaciones de ADE. Te avisaré cuando aparezca la edición impresa, así como de las posibles presentaciones que haga de la obra. Entretanto recibe un fuerte abrazo con mis mejores deseos.”
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