Como ya ha quedado de manifiesto en artículos anteriores, gracias a la invaluable experiencia de Ernesto Madero Vázquez y como un reconocimiento a sus capacidades y talento, el 3 de septiembre de 1966, se solicitó el beneplácito ante el Gobierno de Ghana, para que don Ernesto Madero, pudiera ser acreditado (a la edad de 53 años) para representar a México en dicho país africano, en calidad de Embajador. La propuesta se extendía para que Madero fuera Embajador concurrente ante los gobiernos de Marruecos y de Senegal. Como se puede ver abajo, al haberse concedido el beneplácito correspondiente (17 de septiembre de 1966), por parte del gobierno de Ghana, el Presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz y el Subsecretario de Relaciones Exteriores, Encargado del Despacho, Gabino Fraga, firmaron el Acuerdo o nombramiento como Embajador.
Don Ernesto Madero y su familia llegaron a Accra, la capital de Ghana, en febrero de 1967, donde fueron recibidos por el Director de Protocolo del país africano y por el Encargado de Negocios a. i. de México, José Pontones, para presentar sus cartas credenciales unos días después al Presidente Edward Akufa-Addo.
La estancia del Embajador Madero en el Continente Africano fue fructífera, ya que logró importantes acercamientos e intercambios, no solo en el país donde tenía su residencia, sino también en las concurrencias a que antes nos referimos. Asimismo, desplegó una gran labor de convencimiento entre un buen número de países del mismo Continente, cuando fue designado como representante del Comité Olímpico Mexicano, con le encomienda de lograr la participación del mayor número posible de países, en las XIX Olimpiadas, que tendrían lugar en México en 1968. Con ese motivo, efectuó viajes de promoción a Gabón, Camerún, Togo, Dahomey, Níger y Senegal; poniendo énfasis en lo deportivo, pero también en la “Olimpiada Cultural” que se desarrollaría en forma paralela, como una aportación de nuestro país al movimiento olímpico mundial.
Las actividades culturales merecieron una atención muy especial, por tratarse de recursos muy sensibles, a la vez que nobles, para lograr la identificación entre pueblos y gobiernos. Con ese propósito apoyó diferentes intercambios con los países donde estaba acreditado, como una forma de hacer conocer los valores y riquezas de México. Asimismo, siempre se preocupó porque los mexicanos que visitaban esa región dejaran bien puesto el nombre de México, brindando en todo el apoyo personal e institucional.
Como un ejemplo de lo anterior, viene al caso citar lo dicho por el Dr. Ángel Bassols Batalla, durante una conferencia ofrecida en el Ateneo Español de México, el 18 de noviembre de 1996, rememorando a don Ernesto Madero:
“Facetas de su múltiple accionar… Cuando el grupo de profesores mexicanos, que a fines de 1968 habíamos asistido al Congreso Mundial de Geografía en la India, llegamos al Continente Africano y hasta Accra, capital de Ghana, Ernesto nos tenía preparadas grandes sorpresas.
No sólo se nos ofreció una “noche mexicano-ghanesa”, con excelentes platillos de ambos países, sino que el embajador había invitado a dicha recepción a lo más granado de la cultura local, ofreciéndose además en aquella ocasión un concierto de excepcional calidad. Se reunió de inmediato con nosotros y materialmente nos distribuyó por oficinas gubernamentales que proporcionaran información económica y educativa.
Aunque para el momento de nuestra visita –continúa el Dr. Bassols-, el régimen popular de Kwame Nkrumah ya había sido derrocado, Madero conservaba estrechos nexos con sus antiguos ministros y partidarios. Personalmente me enlazó con varios intelectuales que explicaron la situación interna. Y no solo eso, sino que el propio Embajador me condujo en su automóvil al altiplano de Kumasi y hasta más allá al norte en Kintampo. Fuimos también a visitar los puertos de Takoradi y Tema, así como el gran embalse del río Volta y otras regiones del país, donde pudimos constatar las importantes obras realizadas por el gobierno de Nkrumah. El Embajador nos dijo: ‘ustedes merecen la mejor atención porque han realizado tan largo viaje y por dictar conferencias sobre nuestro México’. Finalizaré diciendo que Ernesto Madero fue amigo personal de muchos dirigentes africanos de los años sesenta y setenta, con quienes colaboró estrechamente”.
LA ANÉCDOTA. No obstante, el cariño y cuidado que se ponga a las acciones representativas y de otro tipo, en ocasiones las circunstancias rebasan al funcionario y debe de enmendar lo hecho, para conservar la buena imagen del país. Tal es el caso de traer a colación el caso de los llamados “Panchólares”.
Durante la estancia de E. Madero en Ghana, tuvo la suerte de que en el itinerario de prácticas del “Buque Escuela Durango”, de la Marina Nacional de México, visitara Accra -principalmente el Puerto Tema-. Los marineros y oficiales del buque acostumbran visitar los lugares de interés cercanos a los puertos y ciudades importantes, dependiendo del tiempo libre con que cuenten.
Como era de esperarse, los miembros de la tripulación recorrieron comercios, restaurantes y bares en busca de “recuerditos o souvenirs”, para llevar a México. Solamente que, algunos traviesos (así los calificó el embajador), efectuaron sus pagos en moneda nacional mexicana de juguete.
Resultó la “casualidad” que entre sus curiosidades llevaban unos billetes que en México adquirían los niños al comprar alguna golosina, o bien, como parte de la promoción de otros productos (como una marca de chocolate instantáneo) y los había de varias denominaciones: “Páguense 100 Panchólares a la orden de…”; “Páguense 50 Panchólares…” y, así había de 5, 10 y 1 Panchólares. Los niños mexicanos los coleccionaban y jugaban al comercio o a otras cosas.
El caso es que una vez que el Durango abandonó el puerto, como dice la canción:
“& Alegre el marinero con voz pausada canta, el ancla ya levanta…&” y los comerciantes trataron de hacer efectivos sus billetes, los bancos no los reconocieron como moneda oficial de México.
Como consecuencia de lo anterior, los famosos “Panchólares” fueron a parar a la Embajada de México y el Embajador de buen humor por “la vacilada” que les pusieron a los ghaneses, primero pidió disculpas por el malestar causado y en seguida, cubrió el valor de los mismos, que entre otras cosas, eran pequeñas cantidades.
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