La historia de México registra la participación de numerosos sacerdotes, en función de caudillos, líderes y jefes militares, particularmente durante la guerra de independencia.
El historiador norteamericano William Taylor, autor del libro “Ministros de lo Sagrado”, publicado por el INEHRM en 2001, identificó que en el conflicto de la independencia intervinieron 145 curas de los cuales 97 eran párrocos.
De acuerdo con la investigación de Taylor esos religiosos estaban familiarizados con las doctrinas y las ideas de los enciclopedistas franceses y de los llamados padres fundadores de los Estados Unidos como George Washington, Thomas Jefferson, Benjamin Franklin y John Adams, y por su condición de párrocos tuvieron la oportunidad de compartir sus conocimientos e inquietudes con las comunidades en donde oficiaban, facilitando o propiciando conspiraciones, levantamientos y revueltas contra la presencia colonial española.
Algunos de esos sacerdotes que cumplieron funciones de teólogos, ideólogos y combatientes en el proceso de independencia fueron: Fray Servando Teresa de Mier, representante de América en las Cortes Constitucionales de Cádiz en 1810; Mariano Matamoros, lugarteniente de José María Morelos y caudillo militar de la rebelión en Oaxaca, Morelos, Puebla y Michoacán; Melchor de Talamantes y José María Cos.
En el caso de Celedonio de Jarauta, este eclesiástico español figura en la historia de nuestro país como un líder de la guerrilla que combatió al ejército estadounidense durante la guerra de intervención de 1846-1848, en los estados de Veracruz, Puebla y Guanajuato, en rechazo de las condiciones que le impuso a la nación el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado el 2 de febrero de 1848.
En Jarauta coincidieron sus convicciones anti-intervencionistas que animaron su lucha contra las fuerzas armadas norteamericanas y a favor de la soberanía e integridad de México, junto con su posición de desconocer los compromisos contraídos con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, además de su naturaleza católica tradicionalista que rechazaba a los invasores por su condición de sajones y protestantes, enemigos -según Jarauta- de los valores religiosos del país.
Celedonio de Jarauta nació en la población de Malón, en la provincia de Zaragoza, España en 1814, aunque otras fuentes indican que nació en Aragón en 1813. En su juventud ingresó a la orden de los franciscanos, y a pesar de su carácter de fraile, intervino en la llamada Primera Guerra Carlista en el bando de los antagonistas que exigían el trono de España para el infante Carlos María Isidro de Borbón.
El fracaso de esa rebelión obligó a Jarauta a salir de España. Primero se trasladó a La Habana en 1844 en condición de secular, dedicándose a las artes, las escénicas incluidas. Después viajó a Veracruz en 1846 en donde recuperó su labor religiosa por decisión del obispo de la ciudad, encomendándosele una parroquia. Más tarde fue enviado a Puebla y regresó a Veracruz para asumir como vicario en el convento de la Merced.
En ese encargo le tocó observar el desembarco de las tropas norteamericanas en Veracruz el 9 de marzo de 1847 y el asedio a la ciudad que duró 4 días. Los acontecimientos determinaron a Jarauta a unirse a un grupo de rancheros e iniciaron una guerrilla en la zona de Collado, atacando columnas y convoyes que transportaban suministros y correo entre Veracruz y Jalapa. En mayo de ese año, al mando de 14 hombres, atacó una columna de 102 enemigos, los derrotó y obtuvo un importante botín de armas y municiones. Jarauta volvió a poner en práctica las tácticas de combate irregular que aprendió en la guerra carlista de España.
Para septiembre de 1847 Jarauta ya había incorporado a su partida a otros sacerdotes, a extranjeros y a militares mexicanos, atacando y distrayendo a las unidades estadounidenses, que, por otro lado, ya estaban cerca de tomar la ciudad de México. Por esas fechas Jarauta hizo su entrada a la capital a la cabeza de una columna. En desacuerdo con las autoridades mexicanas que consideraban una tregua y luego la rendición, los guerrilleros ofrecieron resistencia a las tropas norteamericanas. Noticias de la época refirieron que las acciones de los combatientes de Jarauta demoraron la ocupación por lo menos durante 72 horas y retrasaron la negociación de acuerdos.
La ocupación de la ciudad, que confirmó la derrota, obligó a las autoridades sobrevivientes abandonadas por Antonio López de Santa Anna, a los restos del ejercito mexicano y a los guerrilleros de Jarauta a salir de la ciudad de México. En el caso de estos últimos se replegaron a Tulancingo y Zacualpan para seguir combatiendo a los contingentes que en su búsqueda envió el general Winfield Scott.
En Huamantla la columna guerrillera de Jarauta atacó a una unidad norteamericana, la derrotó y en la acción murió el comandante de los Rangers de Texas, Sam H. Walker, provocando el furor de los altos oficiales estadounidenses y la creación de un cuerpo anti-guerrillero.
Jarauta cobró notoriedad porque causó más estragos a las tropas invasoras que el ejército de Santa Anna.
El académico estadounidense Peter Guardiano, profesor en la Universidad de Indiana, anotó en su libro “La Marcha Fúnebre. Una Historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos”, publicado por la UNAM en 2018, que la fama de Jarauta creció, se convirtió en el dirigente guerrillero más famoso de la guerra, generando la escritura de poemas por sus proezas, la composición de corridos populares y fue la figura más odiada para los estadounidenses.
Algunos de los puntos de vista de Guardiano que resulta de interés recoger en el presente artículo refieren que fueron la desigualdad de armamento (en particular la artillería), la asimetría económica y las diferentes doctrinas militares (la mexicana seguía siendo del siglo XVIII y la norteamericana moderna) las causas que provocaron la derrota de México.
El profesor Guardiano agregó que, si la desigualdad entre los ejércitos se reflejó en armas, bastimentos, ropa o calzado, el nacionalismo mexicano fue abrumador. En cambio en el bando norteamericano no existió unidad completa, no todos apoyaban la guerra contra México, por esa razón el presidente Polk se vio obligado a explotar conflictos internos para detonar la guerra. La división en la sociedad norteamericana erosionó rápidamente y por eso los Estados Unidos no se anexaron un territorio aún mayor de México.
De esta forma, Peter Guardiano descartó la opinión de Mariano Otero y otros federalistas mexicanos, en el sentido de que la derrota fue a causa de la falta del concepto nación para los mexicanos.
La firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo ocurrió cuando Jarauta se encontraba en Puebla sosteniendo la rebelión. Jarauta desconoció el instrumento internacional, sus obligaciones y sus compromisos y se pronunció contra el gobierno del presidente provisional Manuel de la Peña y Peña.
La posición de Jarauta tenía su sustento político y militar en la perspectiva del general Pedro María Anaya, defensor de Churubusco, quien durante su segunda presidencia provisional 1847-1848 ofreció resistencia para satisfacer las demandas territoriales reclamadas por los Estados Unidos. Anaya renunció a la presidencia el 8 de enero de 1848. Jarauta interpretó esa valoración como una justificación para continuar con la guerra de guerrillas.
Durante los meses siguientes Jarauta continuó con sus acciones guerrilleras, asediando lo mismo a las tropas de ocupación norteamericanas que a los contingentes mexicanos recién reorganizados después de la derrota.
La historiadora mexicana Dora Licia Carmona publicó un artículo en la revista “Memoria Política de México” en donde expone su punto de vista en el sentido de que es probable que la guerrilla mexicana haya provocado que las exigencias territoriales del gobierno del presidente James K. Polk se redujeran.
Un oficial norteamericano de apellido Levinson escribió en una carta que la guerra de guerrillas desgastó al ejercito norteamericano y que la posibilidad de que ese tipo de guerra hubiera podido continuar de manera indefinida provocó que los soldados y funcionarios estadounidenses se mostraran ansiosos por salir de México. Jacob Oswandel, soldado norteamericano y veterano de la ocupación, escribió que los guerrilleros mexicanos eran como tigres y que él y sus camaradas preferían enfrentar a diez soldados mexicanos que a un guerrillero.
Al desconocer el Tratado de Guadalupe Hidalgo Jarauta y sus seguidores se establecieron en Lagos de Moreno en junio de 1848 en donde lanzó un plan consistente en cinco puntos:
1.- Se desconoce al actual gobierno por haber traicionado a la nación.
2.- Reasumen, en consecuencia, los estados su soberanía.
3.- Los estados soberanos reemplazan al gobierno decaído.
4.- Los estados soberanos decidirán a quien enviar sus fuerzas.
5.- El ejército permanente quedará a las órdenes del mayor graduado de las fuerzas que lo secunden.
Otra parte del plan decía: “será posible mexicanos que sufráis tranquilos e impasibles tanta afrenta. Veréis con sangre fría vendidos a vuestros hermanos de California, Nuevo México y Chihuahua. A esos valientes que constantemente se han batido como una vanguardia para sostener la religión, las costumbres y la nacionalidad de México. No, no, mil veces no”.
A esa proclama se adhirieron Mariano Paredes, expresidente de México al mando de 550 hombres y Manuel Doblado, exgobernador de Guanajuato. En esos días Jarauta contaba con 100 guerrilleros.
En su “Libro de mis Recuerdos”, publicado en 1904, Antonio García Cubas incluyó una crónica de la derrota que infringieron los guerrilleros de Jarauta a tropas norteamericanas en Teotihuacán en enero de 1848, lo que reforzó su presencia desde Tulancingo hasta el Bajío.
En esta parte es importante agregar que algunos historiadores han insistido en limitar la guerra hasta 1847, tomando en cuenta, seguramente, que en septiembre de ese año cayó la ciudad de México, se alcanzó una tregua y se inició la ocupación militar del país. Sin embargo, algunos grupos armados siguieron ofreciendo resistencia al ejército norteamericano, en forma de guerrillas principalmente Jarauta en el centro del país, los llamados perros de la noche en Coahuila, de los que se han ocupado los escritores José Luis Gómez y Alejandro Hernández o las bandas de mexicanos que merodeaban en California y Nuevo México, a las que los pobladores veían como rebeldes y las autoridades norteamericanas como bandoleros. Un ejemplo fue el mito de Joaquín Murrieta.
Una vez lanzado el plan las fuerzas de Jarauta, Paredes y Doblado decidieron dirigirse a la ciudad de Guanajuato. En el trayecto sostuvieron enfrentamientos con la tropa mexicana al mando del general Anastasio Bustamante. Es de interés dejar anotado que Bustamante fue un militar de origen novohispano, formó parte del ejercito realista que combatió a las fuerzas de Miguel Hidalgo y José María Morelos, apoyó al efímero imperio de Agustín de Iturbide y era conocida su filiación conservadora y monárquica.
El 18 de julio de 1848 la columna de Jarauta se movilizó de Guanajuato a La Valenciana en donde fue sorprendida y derrotada por las tropas de Bustamante. Jarauta fue hecho preso y Paredes y Doblado alcanzaron a huir. Este último, años después, se uniría a las fuerzas liberales y participaría en las guerras de Reforma y contra la intervención francesa. Como dato de interés cabe dejar anotado que en la tropa de Bustamante ya figuraba como oficial Leonardo Márquez, también de tendencia conservadora y monárquica, quien alcanzó liderazgo militar en el bando conservador durante la guerra de Reforma y fue un alto mando en las fuerzas imperialistas de Maximiliano.
El mismo día, 18 de julio, Bustamante ordenó el fusilamiento inmediato de Jarauta. Fue ejecutado en las afueras de la mina de La Valenciana.
Este hecho, cometido por altos mandos conservadores, reforzó la interpretación histórica de que los reaccionarios y terratenientes mexicanos desconfiaban de los movimientos guerrilleros desde la guerra de independencia, que ellos seguían viendo como una etapa de anarquía y disturbios sociales, en la que habían padecido la cólera popular. Creían que un pueblo armado y movilizado podría volverse contra ellos.
El movimiento liberal y federalista reconocía, en cambio, el éxito de los guerrilleros durante la guerra de independencia, ya que había sido de suma importancia para la fundación de la nación.
Lo que resulta paradójico es que un personaje que organizó y encabezó una forma de resistencia contra la ocupación militar norteamericana y que se opuso al despojo territorial que sufrió México, haya sido fusilado sumariamente, con rencor y animosidad política, por una tropa mexicana que aún tenía las marcas de la derrota y el deshonor. Inclusive, se puede agregar que en el caso de Celedonio Domeco de Jarauta no se trataba de un liberal radical, federalista y republicano. Era ante todo un fraile franciscano que estaba en contra de la intervención de los Estados Unidos que él veía como una amenaza a la religión católica y a la existencia de México como nación.
Pasaron 43 años para que autoridades mexicanas reconocieran la importancia histórica del fraile Celedonio Jarauta durante la guerra de intervención con los Estados Unidos. La demora se pudo deber al rechazo que tenía el régimen porfirista por los movimientos guerrilleros e insurrectos, por una aparente posición laica de no reconocer méritos políticos o militares a miembros de la iglesia o inclusive por no incomodar al gobierno de los Estados Unidos, principal inversionista en el país, cuyas fuerzas armadas mantuvieron durante mucho tiempo malquerencia por la figura de Jarauta. Una modesta columna u obelisco se levantó en honor de Jarauta el 18 de julio de 1891, en la plaza pública de La Valenciana, que actualmente es usada como estacionamiento de automóviles. En Guadalajara existe una pequeña calle llamada Jarauta, en el sector Libertad de la ciudad, sin que nadie en el vecindario sepa de quien se trata, quien fue o porque lleva ese nombre.
En 1999 el gobierno de la ciudad de México publicó el libro “La Pasión del Padre Jarauta”, del periodista Daniel Molina Álvarez, como parte de la colección Tu Ciudad, Arte y Literatura.
El autor José Emilio Pacheco publicó un artículo intitulado “Donde Está el Padre Jarauta”, en la revista Proceso, en diciembre de 1999. En su nota Pacheco destacó el olvido oficial y la ausencia de Jarauta en la galería de héroes nacionales.
En esa colaboración Pacheco citó una elegía popular dedicada al sacerdote guerrillero: “Jarauta causó terror al yanqui en la odiada guerra porque hizo morder la tierra al enemigo invasor. Dolor haber sido fusilado, fue su fin muy desgraciado y ya jamás lo veremos; aunque por más que gritemos: dónde estás Jarauta amado”.
En agosto de 2022 un grupo de trasnochados tradicionalistas se reunió en torno a la columna erigida en memoria de Jarauta, en la plaza de La Valenciana, en Guanajuato, para honrar al personaje.
Esos individuos, abajeños todos, dijeron formar parte de un llamado Circulo Tradicionalista Celedonio de Jarauta, refirieron que la situación que enfrentó Jarauta en su época no es muy diferente a la actual, exhortando a la defensa de dios, la patria, los fueros y extrañamente al “rey legítimo” (de España) que para ellos es el aristócrata Sixto Enrique de Borbón o don Enrique V, haciendo un llamado, también muy extraño, a la unidad católica de todas las Españas.
A pesar de reunirse en Guanajuato, la docena de carlistas autóctonos se refirió al país en todo momento como “Méjico”, convocando a vengar el agravio que hacen los invasores ambiciosos (norteamericanos para ellos) y proclamando: “Viva Méjico, viva la religión católica, viva cristo rey, viva el santo papa”.
Confirmando su vocación decimonónica, ultramontana y tradicionalista, los carlistas aldeanos convocaron a “matar norteamericanos y gente norteamericanizada para salvar a la patria y a la religión católica, antes que rendirse a sus poderosas armas, a sus falsos dioses como el dinero y el progreso y a sus falsos ofrecimientos de democracia”.
Como dato curioso y revelador los carlistas autóctonos dieron a conocer que, para celebrar su reunión, acudieron a un restaurante especializado en…antojitos mexicanos.
En la región de La Rioja, España existe un viñedo familiar que lleva el nombre de Domeco de Jarauta. Producen un vino de marca Zeledonio para rendir homenaje a Celedonio Domeco de Jarauta, el héroe olvidado.
Jarauta el hombre que jamás
aceptó la derrota; que se tragó
su muerte a cucharadas, gota a
gota, a sorbos; el hombre que
apuró su cáliz sin quejarse.
Antonio García Cubas.
Everardo Suárez Amezcua,
Julio de 2024.
Estupendo rescate de un pasaje de nuestra historia y de un personaje del que poco se habla y del que mucho legó a nuestro espíritu de resistencia. Triste constatar lo que cobra más el fuego del contrincante nacional que el extranjero.
Gracias, Everardo.
Agradecemos sus amables comentarios, mismos que compartiré con el autor por si no los ha leído. Atentos saludos