Es bien conocido entre los internacionalistas que la primera cátedra en relaciones internacionales en el mundo, fue establecida en el Trinity Collage en 1919. Fue creada para entender las causas de las guerras y la evolución de la misma sociedad internacional. Es así, que en el escenario internacional contemporáneo fueron surgiendo una multiplicidad de conceptos, categorías analíticas, innovaciones teóricas y acciones programáticas. Grandes conferencias internacionales se organizaron para establecer una nueva organización internacional, al término de un gran conflicto mundial, en particular en la primera mitad del siglo XX. Y así, a finales éste, cada país empezó a redefinir su visión del mundo con enormes esfuerzos y costos económicos y políticos el mundo pasó del uso de la fuerza al imperio del derecho y hoy en pleno siglo XXI, en una visión decimonónica e histórica se quiere regresar al uso exclusivo de la fuerza.
En ese contexto la obra intitulada “La hora decisiva” del Dr. Modesto Seara Vázquez, publicada hace 30 años, adquirió una enorme dimensión pues nos presentó una nueva visión para abordar el análisis de la crisis global que el mundo enfrentaba. Dejó atrás el simple marco informativo tradicional y se centró en el análisis multidimensional de la crisis contemporánea. Con dicho propósito el autor presentó sus ideas y argumentos de manera deductiva a través de una clara articulación en forma de cinco grandes apartados: 1) La destrucción del medio, 2) La crisis económica, 3) Las manifestaciones sociales de la crisis, 4) La crisis política, y, 5) La crisis ideológica. Finalmente el Dr. Seara nos presentó una serie de propuestas para enfrentar la crisis y una rica bibliografía sobre el tema.
La obra tuvo grandes méritos: tenía un excelente análisis, estaba bien escrita y era ágil en su lectura. Además tenía otro mérito, fue escrita por alguien que había tomado parte en el proceso de toma de decisiones en la materia, por tanto había conocido desde dentro la complejidad de los problemas y acciones tomadas. En México, pocos autores se habían atrevido a escribir al respecto y más aún, a sugerir líneas de acción. Esto fue muy encomiable y merecía reconocimiento.
El libro en su inicio planteó una exposición teórica interpretativa sobre la violencia inherente del ser humano, y continuó con el análisis de la situación internacional prevaleciente durante los años de las décadas de los ochenta y noventa. Cuando el mundo se encontraba viviendo una crisis global de grandes convulsiones y los conflictos se habían multiplicado de manera alarmante: el problema grave del medio ambiente mundial, el fin de la Guerra Fría, el desmantelamiento de la URSS y el sistema socialista, el resurgimiento de los nacionalismos, la recesión de la economía mundial, la polarización creciente entre el Norte rico y el Sur pobre, la carrera armamentista, el problema del narcotráfico, la unificación alemana y la consolidación de la Unión Europea. Así pues, estos acontecimientos entre otros marcaron el escenario mundial. Es importante destacar que la obra contenía una excelente cronología y una excelente bibliografía, que nos ayudaba a ubicar en el tiempo y en el espacio a las relaciones internacionales en ese período estudiado.
Finalmente, el libro de Seara Vázquez no era solamente un recuento histórico de programas y acciones, sino un verdadero análisis con una metodología apegada a la realización de los objetivos propuestos. Sin duda, este libro fue un ícono que nos permitió a los internacionalistas entender y calificar las acciones efectuadas o no por la comunidad internacional en materia de política internacional y sin duda, amplió el conocimiento a los estudiosos de las Relaciones Internacionales.
Además, lo que es muy importante el libro nos abrió el camino para hacer una reflexión amplia para ver en perspectiva y en prospectiva hacia dónde queríamos ir como país en este mundo de crisis global.
Con base en todo lo anterior releí dicho libro, este 2016, y quedé asombrado del agravamiento de los problemas mundiales y la destrucción de algunas soluciones dadas a ellos: La destrucción del medio ambiente sigue in crescendo, la crisis económica está en apogeo, las manifestaciones sociales de la crisis aumentan en el orbe, la crisis política global y de los organismos internacionales es evidente, y, la crisis de valores en general se ha agravado.
El mundo se encuentra viviendo una crisis global de grandes convulsiones y los conflictos se han multiplicado de manera alarmante; se ha avanzado en declaraciones y acuerdos internacionales para detener el problema grave del medio ambiente mundial pero persiste como tal y se ha agravado, se dio el fin de la Guerra Fría pero surgió una Guerra Geoeconómica en la lucha por la conquista de los mercados, abundan las guerras cibernéticas y las guerras del agua están por aflorar, se dio el desmantelamiento del sistema socialista, de la URSS y de la China socialista, pero han resurgido los nacionalismos a ultranza que amenazan las estabilidades regionales, y en particular al modelo de unidad denominado Unión Europea. Se ha dado el Brexit, la recesión de la economía mundial ha reaparecido como un gran fantasma, la polarización creciente entre el Norte rico y el Sur pobre persiste y la desigualdad aumenta; la carrera armamentista sigue creciendo en particular en el noreste asiático; el problema del narcotráfico y del terrorismo internacional en lugar de disminuir ha aumentado. La reflexión, es clara seguimos viviendo tiempos difíciles, pero lo que es peor aún, es que no hay líderes mundiales a la altura y envergadura para resolver o proponer soluciones globales, reales y estables a todos esos problemas. Vivimos en “democracias sin demócratas” plagadas de corrupción que solo buscan beneficio personal económico y político, sin interesarles en lo más mínimo las sociedades y mucho menos el trabajar por el bien común de sus poblaciones.
En síntesis, en palabras del propio Seara Vázquez: “El mundo atraviesa una grave crisis multidimensional, que afecta a todos los ámbitos de la vida social y amenaza la supervivencia misma de los seres humanos. En el plano político vivimos la crisis institucional y de liderazgo, que se ha ido agravando en las últimas décadas. Sabemos bien que las instituciones siempre van a remolque de la realidad social y surgen más que como productos lógicos, como hechos históricos que resultan del juego de las fuerzas sociales. Ninguna institución funciona de modo satisfactorio: organizaciones internacionales, universales o regionales, partidos políticos, parlamentos, sindicatos, universidades, etc., han resultado incapaces de responder a la evolución social y muestran un profundo desfase con esa realidad. En cuanto al liderazgo, el panorama general es decepcionante: desde el dirigente que recibe la visita de pajaritos, hasta el imberbe heredero que juega con juguetes nucleares y misiles y sueña con convertir a su enano país en una gran potencia mundial, pasando por el energúmeno que desea construir una nueva muralla china. Las clases políticas en todos los países, sin excepción, se mueven en una órbita diferente de los pueblos, y se pierden en simples competencias por los puestos, sin programas substantivos que ofrezcan alternativas de solución a los problemas reales. Ello les ha hecho perder credibilidad y les ha abierto un abismo con sus propios pueblos que ya no se identifican con ningún dirigente. Al punto en que estamos, lo que se plantea ya no es un mayor o menor grado de bienestar, sino la supervivencia del género humano y ante ellos, los internacionalistas, como observadores profesionales de la realidad, tenemos la obligación de llamar la atención sobre ello y tratar de ofrecer soluciones, llenando el vacío que dejan los dirigentes, distraídos por la simple lucha por el poder personal”. XXX Congreso de la Amei: Tijuana, 2016.
El hecho fundamental es que si no se realizan los cambios necesarios, y se da solución a los problemas económicos, sociales, políticos y con una mayor apertura democrática será más complicada la sociedad global, los jóvenes y la población en general podrían optar por más violencia. Los desafíos de los gobiernos, hoy en día, son el de luchar para mejorar la vida socio profesional de sus compatriotas, proteger su poder adquisitivo, garantizar la vivienda y luchar contra la corrupción y el terrorismo, el respeto a los derechos humanos, la desigualdad, etc. Se debe buscar la consolidación de sociedades más justas, con menos impunidad, con más igualdad social, con más respeto a los derechos humanos, sin corrupción, y con la fuerza y la voluntad de la población y de los gobiernos.
En suma, en muchas regiones del mundo el deterioro de los gobiernos se ha agudizado, hecho que se ha visto reflejado en lo que podríamos llamar “una condición de anomia nacional o regional, que es el estado de desorganización social como resultado de la ausencia o degradación de normas sociales, que ya no son respetadas por los individuos ni sus gobiernos”.
Queda claro que la seguridad depende, sobre todo, de las condiciones políticas y socioeconómicas de cada país. Con un buen desarrollo de la economía y de la elevación cuantitativa y cualitativa del los niveles de bienestar de la sociedad, la colaboración con grupos terroristas no sería una opción atractiva para la población y en particular para los jóvenes. Sin una mejor cooperación y coordinación entre los países del mundo será muy difícil lograr la estabilidad y seguridad mundiales. Sin duda, las regiones abandonadas o económica y socialmente descuidadas por las autoridades representan una verdadera amenaza a la seguridad y en su lucha contra el terrorismo.
Por todas esas razones, hago una reflexión sobre el Dr. Modesto Seara Vázquez, fundador en México de la licenciatura y de la primera Unidad de posgrado en la especialidad de relaciones internacionales y pionero en México del estudio científico de la misma disciplina. Esto me da la pauta para, con base en esas ideas, reflexionar aún más sobre lo que está pasando en el mundo y en México en particular.
Soy universitario egresado de la UNAM, con más de cuatro décadas dedicadas a la docencia, a la diplomacia mexicana y formé parte integrante del Servicio Exterior Mexicano. Escribo este ensayo para hacer un merecido reconocimiento al DR. MODESTO SEARA VAZQUEZ, quien nunca fue mi profesor en el aula, pero siempre fue mi maestro en ejemplo y formación académica a través de su amistad y de sus enseñanzas por sus escritos. Con él colaboré en el sector de la investigación y de la enseñanza, colaboré en el Anuario Mexicano de Estudios Internacionales, trabajé como Vice Rector en las universidades fundadas por él: la UTM y la UMAR. Además, fui becario del CRI fundado por él y participé desde sus orígenes en proyectos académicos en el Instituto Mexicano de Estudios Internacionales que devino en la AMEI. En esta fui Vicepresidente por más de 15 años y Presidente por cuatro años y actual Miembro del Consejo de Honor.
La trayectoria académica y profesional del Dr. MODESTO SEARA VAZQUEZ, es amplia y distinguida. Egresó de la Universidad Central, hoy Universidad Complutense de Madrid, y se doctoró en la Universidad de París. Es académico de formación y de vocación, es experto en derecho internacional público y relaciones internacionales, tiene múltiples publicaciones, es autor y coautor de más de una treintena de libros y de centenares de ensayos y artículos. Fue Director fundador de la División de Posgrado de la FCPyS de la UNAM, Director del CRI de la UNAM, etc. Actualmente es presidente de honor de la AMEI y Rector General del SUNEO de Oaxaca.
Es importante destacar que a lo largo de su experiencia académica y profesional, el Dr. Seara Vázquez ha impulsado proyectos y acciones de alcance internacional. Al ocupar cargos de responsabilidad ejecutiva, ha promovido vínculos institucionales con contrapartes internacionales para fortalecer la proyección académica y cultural de México, de la UNAM y del SUNEO, en particular. Sin duda, ha abierto oportunidades de colaboración y fortalecimiento internacional y movilidad académica que han redundado positivamente en el desarrollo de nuestra Alma Mater y de nuestro país.
Durante más de cinco décadas el Dr. Seara ha dado un impulso y fortalecido las estancias formativas de académicos, becarios y de las prácticas profesionales de estudiantes de la UNAM y del SUNEO en diferentes universidades en el mundo, y en las embajadas y consulados de México en el exterior. Además fomentó el intercambio académico y estudiantil entre México, los EE.UU., Canadá, Francia, etc. El objetivo fue siempre el de fortalecer la educación de calidad y fomentar un mayor entendimiento con diferentes países del mundo. Otro objetivo ha sido el de promover la colaboración académica y ampliar la movilidad e intercambio de estudiantes, investigadores y docentes.
Todo lo anterior fue importante en virtud de que generó: liderazgos universitarios profesionalizados, orgullosos de ser mexicanos en el siglo XXI, dentro de la revolución del conocimiento pleno y en la búsqueda de un México de consensos. Sin duda alguna, el Dr. Seara ha tenido la visión de que el deporte es parte de la cultura y la cultura es todo el conocimiento de la Universidad, y que se tiene que seguir divulgando la cultura en lo general; pues la universidad es un espacio de excelencia en la divulgación de la cultura, del conocimiento científico, de las ciencias sociales, de las humanidades y, sobre todo, de seguir estando abiertos a los flujos del conocimiento de todas partes del mundo.
Estoy cierto que el Dr. Seara está convencido que la Universidad da la educación y formación para transformar la realidad de un país, porque crea las oportunidades que se deben seguir dando a los jóvenes mexicanos, que la investigación debe dar luz a la solución de los problemas y que a través del conocimiento y de la cultura se pueden preservar, mejorar y fortalecer los principios y valores de la población mexicana. Por todo lo anterior, considero que una gran enseñanza del Dr. Seara es que debemos pensar colectivamente en la unidad dentro de la diversidad.
Por todo ello, tomando en cuenta sus ideas y análisis sobre la problemática mundial de ayer y de hoy, y considerando lo anterior es que me pregunto: ¿Cómo me imagino a México en el 2030? Me lo imagino con un servicio civil de carrera de excelencia; con plena vigencia del Estado de derecho; con calidad de vida para todos los mexicanos; con liderazgos profesionalizados; con profundo conocimiento de lo que somos y nos valoramos; con un gran orgullo de ser mexicanos del siglo XXI; dentro de la revolución del conocimiento pleno; con pleno ejercicio de la libertad y el respeto a los derechos humanos y a la tolerancia; un México de consensos; con la ciudadanización de las instituciones; con plena responsabilidad social de los partidos políticos y de sus políticos y de los empresarios; donde los políticos tradicionales o arcaicos con un mínimo de sentido común –como dijera Antonio Gramsci– se conviertan en verdaderos estadistas; donde cada mexicano tenga un nivel mínimo de formación educativa de 16 años, con pleno dominio del español, inglés, chino, de la computación, y una amplia cultural general; me imagino a México en el 2030 con una distribución equitativa de la riqueza nacional; con trabajo de equipo social y político; con mucha autoestima y responsabilidad personal y social; con plena confianza, credibilidad, honestidad y transparencia, con absoluto espeto a los derechos humanos, imperio de la ley, sin impunidad, una distribución equitativa de la riqueza, desarrollo humano sostenible y protección al medio ambiente, etc.
En el mundo hay en total 202 millones de personas sin empleo. De éstas, el 37% son jóvenes. En México hay 6.8 millones de jóvenes, entre 15 y 29 años, que ni estudian ni trabajan, “ninis”. En el mundo hay 600 millones de jóvenes ninis. En el 2018, habrá 215 millones de personas desempleadas en el mundo. De éstos, el 39% serán jóvenes.
Deseo un México con grandes oportunidades de trabajo para los jóvenes mexicanos. Deseo la innovación, la confianza, la credibilidad, la transparencia, la efectividad y el pragmatismo. La meta es clara: ser innovadores, dar resultados, ser objetivos, pragmáticos, honestos, realistas y optimistas siempre. Existen desafíos y nuevas realidades que afrontar. Durante los últimos 20 años, México ha seguido siendo un país en un eterno proceso, “en vías de desarrollo”. No sólo hay que resolver la cuestión relativa a la productividad y a la competitividad. Entre otras cosas, también se requiere certeza jurídica, transparencia y gobernabilidad para seguir creciendo.
Las cifras o datos duros, como ahora se les denominan, son contundentes, México ha retrocedido como país exportador de la posición 12 a la 15. En materia de flujos de inversión extranjera el país ha caído del cuarto al décimo primer escalón. En 1994, se dijo que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) sería el gran promotor de empleos. Sólo se han creado siete millones en 22 años. La tercera parte del crecimiento de la población en edad de trabajar llega a 17 millones, el faltante es de 13 millones. En 1980, México era la octava economía mundial. Hoy apenas alcanza el escalón número 15.
La pobreza persiste en México. En 2015, la pobreza de los mexicanos era similar a la de 1992. En competitividad México cayó el año pasado nueve posiciones del 32 al lugar número 41, de conformidad con el Anuario de Competitividad Mundial del 2015, publicado por el Instituto para el Desarrollo Gerencial con sede en Lausana, Suiza. El Foro Económico Mundial ubicó a México en el lugar 92 de un total de 148 países.
No, no nos engañemos, la educación integral, el comercio y la innovación tecnológica son los verdaderos motores y pilares del desarrollo histórico para cualquier país. Por ello, se requiere reformar realmente y fortalecer el sector educativo, facilitar el comercio exterior y la innovación tecnológica.
En cuanto a la población mexicana se refiere, ¿quién mejoró? Hay estudios profundos de investigadores de El Colegio de México, de la UNAM y de instituciones de los Estados Unidos, en los que se expone que los grandes ganadores fueron los estados del norte del país. En el sureste de México fue todo lo contrario, el comercio no mejoró en absoluto. Hubo un desbalance en el desarrollo, no hubo proyectos de cohesión social o para canalizar la inversión a esos estados pauperizados. Concentrarse en la región norte del país fue un error lo cual tiene que corregirse y evitarse en el futuro. No, no, no queremos un norte rico y un sur pobre.
Tampoco se dio continuidad y estrategia en la promoción integral de las exportaciones. Se tenían altos y bajos, y no se dio la transformación. Es cierto, el comercio aumentó en 400% con los socios del TLCAN. Estamos muy nor-tea-dos. Seguimos des-orien-ta-dos. Hay que ver más al oriente y menos al norte. Llegó la hora de corregir.
Basta señalar que de 1994 a 2016, la proporción de comercio prácticamente sigue siendo igual. Estamos concentrados en un grupito de naciones y no nos diversificamos, tal como lo han hecho los socios comerciales. Canadá es prueba de ello. Este país era exportador de madera, cereales y pescado en 1993 y 1994, y hoy, lo es de alta tecnología.
De México ¿Podríamos decir lo mismo? Rotundamente no. Hay algo que falló y no queremos quedarnos en el pasado. Es vital corregir lo malhecho y tener una nueva visión hacia el futuro. Entre 1994 y 2016, el Producto Interno Bruto (PIB) mexicano cayó. Estábamos en la novena posición, hoy ocupamos la decimoquinta, el PIB per cápita pasó de la posición 47 a la 71. Los salarios entre 1994 y 2012 solamente subieron 2.3%; hoy el desempleo se ubica en 5% frente al promedio de 3.1 entre 1990 y 1994. Hoy somos casi 130 millones de mexicanos. La pobreza sigue estable en un 52.3% de la población, conforme a las cifras del Center for Economic and Social Research of New York, y el INEGI.
Ese es el enorme desafío que ahora enfrentamos. Cabe hacer una reevaluación para observar lo que se hizo bien y revertir las cuestiones negativas. Es indispensable salir de ese círculo vicioso y convertirlo en uno virtuoso, verbigracia, incidiendo en la competitividad, entre múltiples acciones. México debe tener una economía competitiva y evitar distorsiones estructurales de la planta productiva. Lo más importante es aumentar el valor agregado de la producción como lo hizo Canadá, creo en el quid pro quo, algo por algo. Frente al exterior, es obligación no confundir la coordinación con la subordinación.
Por todo lo anterior, como diría Jaime Torres Bodet, dos veces Secretario de Educación y una vez Secretario de Relaciones Exteriores, “México requiere de una educación para la libertad, una libertad para la justicia y una justicia para la paz social…. si se mide el esfuerzo por las necesidades, el conjunto previsto podrá parecer exiguo: pero si se mide por el caudal de los recursos disponibles, se advertirán su alcance y su magnitud”. Concuerdo con el gran educador y diplomático mexicano quien pensaba que “…el progreso de una minoría, por distinguida que a sí misma se estime, no es el progreso de la nación ni de los ciudadanos, ni de los mexicanos en su conjunto y en su plenitud. Pues, ninguna riqueza sería durable si no descansara sólidamente en la equidad de la educación y en una mejor distribución equitativa de su riqueza económica y de su cultura nacional”.
No descuidemos nunca más la capacitación de la juventud en el trabajo y para el trabajo creativo; para hacer justicia social a esos jóvenes que están ávidos de una excelente formación, de trabajar y de dar lo mejor de sí, para sus familias y a la nación. No los sigamos desperdiciando. Si se desatiende esa tarea habrá mayor descompostura del tejido social. Estamos a tiempo de hacer la corrección indispensable. Requerimos de una nación unida por la justicia, en la libertad y en la paz social. Es la meta más elevada de todos nuestros esfuerzos.
En uno de los cantos de la Ilíada, Homero resaltaba la virtud de los hombres. Considero que interpretándolo podríamos hacer una paráfrasis: “No desconfiemos jamás de la primavera. Regresa siempre. Acaso con lo que pudieran ser los mismos problemas, pero con nuevas hojas y nueva savia, nuevas mujeres y nuevos hombres”.
Estos son tiempos difíciles que nos manifiestan la unidad existente entre democracia política y democracia económica; y además nos muestran que no se puede hablar más, sólo de una sin tomar en cuenta la otra. Debemos seguir aprendiendo de los verdaderos hombres sabios como Albert Einstein, cuando afirmaba: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
En estos momentos de incredulidad del ciudadano común hay que darle valor a la palabra y que la palabra corresponda a los hechos y que los hechos correspondan a la palabra. Hoy estamos viviendo horas de insólita gravedad. De ahí la necesidad de estar unidos como ciudadanos ante las dificultades y restañar conjuntamente todo el tejido social.
Termino con esta reflexión:
• Tenemos que innovar para afrontar los problemas existentes de manera distinta a las formas en que los hemos enfrentamos en el pasado. Miremos hacia el futuro con una nueva ética en el sector público y en el sector privado y con gran inteligencia.
Embajador Eduardo Roldán
Diplomático, analista político y escritor. Currículum vitae en ADE: ¿Quién es Quién en el mundo Diplomático?
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